La Durx tiene fama de “fiesta fuerte”, pero en realidad lo único verdaderamente intenso es el calor. En serio, algún día alguien va a terminar muerto. Es una fiesta mayormente gay, hombres en su mayoría, algunas mujeres. La música va desde hard techno y psy trance hasta industrial. Pero últimamente no sé qué están intentando inventar, la música viene siendo bastante mala.
El darkroom tampoco es lo que prometen. No entran 120 personas ni de casualidad. A las cinco de la mañana bajan dos de seguridad con linternas gritando “cerramos el sexroom” y te van empujando hacia afuera. Ahí adentro el calor es tres veces peor que arriba. Básicamente es un sótano dentro de otro sótano: bajás la escalera, tenés un lobby rojo con un sling, y a la derecha un pasillo oscuro que hace una L hacia otro pasillo casi siempre vacío. Entre las 3:30 y las 4 am es la hora pico y literalmente no se puede circular.
En cuanto al consumo, las drogas más usadas son G, éxtasis, ketamina, poppers y MD. La entrada se compra por Instagram o Telegram: mandás mensaje, te pasan un alias y pagás $30k, aunque a veces tardan en responder. El guardarropa está $10k, el agua $5k y también venden Powerade a $10k (que se agradece). Del alcohol no tengo idea.
Los baños son un desastre, pero no es culpa del lugar, los asistentes los vuelven un desastre, tapan los inodoros, ensucian.
Ahora bien, hay que decir lo bueno. El espacio en sí está bastante logrado, es grande. La puesta en escena, las luces, el vibe general y la estética están muy bien pensados, y cuando el clima está controlado, se puede disfrutar.
En síntesis: para ser una fiesta kinky, no es tan fuerte como pretende. Casi nunca vi gente cogiendo en la pista ni gente realmente desnuda; en lo sexual, otras fiestas son mucho más intensas. En lo que sí es fuerte Durx es en el calor y en las drogas.
Mensaje para los organizadores:
No descuiden la música. Viene siendo mala en el último tiempo, y eso cambia por completo la dinámica de la fiesta. Si la música no acompaña, las drogas no tienen el efecto que deberían y la gente empieza a deambular sin rumbo, empujando, molestando y generando un clima incómodo. La música es lo que ordena, lo que guía el mood y lo que hace que todos puedan fluir sin chocar con media fiesta. Es un detalle fundamental para que la experiencia vuelva a ser lo que supo ser.