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Murió Ernesto Sábato


santiagomza

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El escritor Ernesto Sábado murió hoy a los 99 años en su casa de Santos Lugares, confirmó su última esposa Elvira González Fraga.

El autor de las novelas El túnel, Sobre héroes y tumbas, y Abaddón el exterminador, falleció aproximadamente a la 1 de la madrugada en su vivienda de la calle Severino Langeri 3135, de Santos Lugares, partido de Tres de Febrero.

 

 

http://www.lanacion.com.ar/1369649-murio-ernesto-sabato

 

 

bueno , se fue un grande , con sus errores y aciertos fue protagonista de la historia reciente ...cuando ser protagonista era para gente valiente...

 

 

chau maestro.....

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Invitado Perro Lobo

Respuesta: Murió Ernesto Sábato

 

Miembro de una familia de altísimo potencial intelectual (Juan, Arturo) transitó desde el comunismo y las ciencias duras a la defensa inclaudicable de la libertad, los derechos humanos y el ejercicio de la actividad intelectual. Fue modelo de espartana sencillez, de compromiso social y de la valentía de los justos sin armas.

Además escribía.

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Invitado Perro Lobo

Respuesta: Murió Ernesto Sábato

 

Este es el comentatio que puse en el thread tres minutos después de que Santiago abriera este y que en consecuencia pedí que se cerrara:

 

Hace un rato falleció Ernesto Sábato. Otro de los íconos de mi existencia se va. Piazzolla, Cortázar, un amigo del alma que descubrí que era mi amigo después que se murió, mis dos profesores más queridos del secundario, ... cada vez se agranda más el listado.

Recuerdo sus abiertas conversaciones con nosotros cerca de la medianoche en el andén de la estación Palermo cuando nosotros volvíamos de la facultad y él retornaba a su casa de Santos Lugares.

Dicen que un árbol se mide mejor cuando ha caído. Este es el caso.

Puede ser que ahora me permita un espacio de tiempo para leer "Sobre Héroes y Tumbas", del que sólo me atreví a leer en la lejana adolescencia el "Informe sobre Ciegos".

Su espíritu descansará en paz. Hizo algo más que sus deberes.

__________________

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Respuesta: Murió Ernesto Sábato

 

Este es el comentatio que puse en el thread tres minutos después de que Santiago abriera este y que en consecuencia pedí que se cerrara:

 

Hace un rato falleció Ernesto Sábato. Otro de los íconos de mi existencia se va. Piazzolla, Cortázar, un amigo del alma que descubrí que era mi amigo después que se murió, mis dos profesores más queridos del secundario, ... cada vez se agranda más el listado.

Recuerdo sus abiertas conversaciones con nosotros cerca de la medianoche en el andén de la estación Palermo cuando nosotros volvíamos de la facultad y él retornaba a su casa de Santos Lugares.

Dicen que un árbol se mide mejor cuando ha caído. Este es el caso.

Puede ser que ahora me permita un espacio de tiempo para leer "Sobre Héroes y Tumbas", del que sólo me atreví a leer en la lejana adolescencia el "Informe sobre Ciegos".

Su espíritu descansará en paz. Hizo algo más que sus deberes.

__________________

 

 

Un gran libro "Sobre héroes..."

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Invitado sesentaynueve

Respuesta: Murió Ernesto Sábato

 

Personaje que mas allá de su obra siempre gozó de mi admiración como ser humano.

Recuerdo largos y sabrosos reportajes hechos por Bernardo Neustadt -antes de ser demonizado- incluso desde canales de Rosario.

Sobre Héroes y Tumbas me marcó, hace tiempo y a lo lejos.

 

http://www.librosgratisweb.com/html/sabato-ernesto/sobre-heroes-y-tumbas/index.htm

 

 

slds,

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Invitado catcharmer

Respuesta: Murió Ernesto Sábato

 

Valiosas enseñanzas y legado dejo, leí el tunel nada mas, pero ver y escuchar los reportajes lo pintaba como una persona de la cual aprender.

 

QEPD! por como vivió, seguro que esta en PAZ.

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Respuesta: Murió Ernesto Sábato

 

Finalmente sucedió lo que inexorablemente debe ocurrir: el finalde una vida. Don Ernesto Sábato será recordado como un héroe contemporáneo que deja esa estela humanística que muchos sin advertirlo hemos incorporado y ahora luego de su partida anhelo sea difundida tan sencillamente con vivió, conservando inequívocamente esa humildad que hace aún más grandes a los personajes que trascienden en la historia de la humanidad. Más allá de sus logros literarios que han sido reconocidos en el mundo y localmente, es su filosofía acerca de la vida y del hombre que enaltece su figura. Uno más que predicó con el ejemplo. d.e.p.

-El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores.-La ignorancia es temporal, la estupidez es para siempre.

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Invitado Viejo Golanchik

Respuesta: Murió Ernesto Sábato

 

El Maestro.

 

Mi Maestro.

 

La profecia del Loco Barragan, bajando por Brandsen, es increible.

 

No solo un grande, sino EL ULTIMO GRANDE.

 

 

vg

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Respuesta: Murió Ernesto Sábato

 

Personaje que mas allá de su obra siempre gozó de mi admiración como ser humano.

Recuerdo largos y sabrosos reportajes hechos por Bernardo Neustadt -antes de ser demonizado- incluso desde canales de Rosario.

Sobre Héroes y Tumbas me marcó, hace tiempo y a lo lejos.

 

http://www.librosgratisweb.com/html/sabato-ernesto/sobre-heroes-y-tumbas/index.htm

 

 

slds,

 

 

 

Gracias, rompere el hielo con Don Sabato. Miren lo loco de esto, recien caigo que durante gran parte de mi pre-adolscencia fui amigo y compañero de andanzas y fulbitos del nieto de Don Sabato. Tambien aclaro que empez a leer y note que la novela situa el comienzo en el Parque Lezama, se me pianto un lagrimon por recordar lo que era mi barrio.

Ongam perrisimasguarrisimasputisimasy......... tiernas y dulces

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Murió Ernesto Sábato

 

Como escritor me rompio la cabeza, :aplausos: como argentino, tuvo momentos oscuros durante la ultima dictadura... como cenar gratamente con Videla y despues describirlo como "un hombre culto, modesto e inteligente"

:dedosabajo:

 

En mi opinión fue un buen escritor, aunque no de la enorme talla de Borges, con quien si coincidió en avalar a la dictadura genocida...

A quien Bioy Casares definió (maliciosamente por cierto) como: "...un gran escritor de obra mediocre..."

 

Videla-Sabato%20Borges.jpg

 

"...El general Videla me dio una excelente impresión. Se trata de un hombre culto, modesto e inteligente. Me impresionó la amplitud de criterio y la cultura del presidente. Dijo Ernesto Sábato, y los periodistas volvieron a sonreír: ya tenían un cierre. Ya en 1978, Sábato Explicaría su posición en un artículo de la revista alemana Geo: "La inmensa mayoría de los argentinos rogaba casi por favor que las Fuerzas Armadas tomaran el poder. Todos nosotros deseábamos que se terminara ese vergonzoso gobierno de mafiosos", dijo, para explicar el golpe de marzo. Y, mas adelante: "Desgraciadamente ocurrió que el desorden general, el crimen y el desastre económico eran tan grandes que los nuevos mandatarios no alcanzaban ya a superarlos con los medios de un estado de derecho. Porque entre tanto, los crímenes de la extrema izquierda eran respondidos con salvajes atentados de represalia de la extrema derecha. Los extremistas de izquierda habían llevado acabo los mas infames secuestros y los crímenes monstruosos más repugnantes". Y, para concluir: "Sin duda alguna, en los últimos meses, muchas cosas han mejorado en nuestro país: las bandas terroristas han sido puestas en gran parte bajo control".

Eduardo Anguita / Martín Caparrós.

La Voluntad. Tomo III Pág 72

 

 

Tuvo sus aciertos y su errores, su coherencia y sus contradicciones como todos...

Nos queda su obra.

 

...Ya nada queda en la quebrada de aquella Legión, de aquellos míseros restos de la Legión: el eco de sus caballadas se ha apagado; la tierra que desprendieron en su furioso galope ha vuelto a su seno lenta pero inexorablemente; la carne de Lavalle ha sido arrastrada hacia el sur por las aguas de un río (¿para convertirse en árbol, en planta, en perfume?). Sólo permanecerá el recuerdo brumoso cada día más impreciso de aquella Legión fantasma. “En las noches de luna —cuenta un viejo indio— yo también los he visto. Se oyen primero las nazarenas y el relincho de un caballo. Luego aparece, es un caballo muy brioso lo muenta el general, un blanco como la nieve (así ve el indio al caballo del general). Él lleva un gran sable de caballería y un morrión alto, de granadero”. (¡Pobre indio, si el general era un rotoso paisano, con un chambergo de paja sucia y un poncho que ya había olvidado el color simbólico! ¡Si aquel desdichado no tenía ni uniforme de granadero ni morrión, ni nada! ¡Si era un miserable entre miserables!)

Pero es como un sueño: un momento más y en seguida desaparece en la sombra de la noche, cruzando el río hacia los cerros del poniente

Ernesto Sábato.

Sobre héroes y tumbas (fragmento)

 

Stendhal

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Respuesta: Murió Ernesto Sábato

 

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A poco de hacerse cargo del gobierno, el presidente Raúl Alfonsín ordenó el procesamiento de las Juntas Militares que gobernaron durante la dictadura militar (1976 - 83), responsables, en última instancia, de los horrores cometidos y nombró una comisión para investigar esos crímenes (CONADEP). Como presidente fue designado Ernesto Sábato. Al cabo de nueve meses, esa comisión expidió sus conclusiones, resumidas en el libro Nunca más, que lleva un prólogo escrito por el propio Sábato que aquí transcribimos.

Nunca Más - Informe de la Conadep - Septiembre de 1984

Por ERNESTO SÁBATO

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Durante la década del 70 la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países. Así aconteció en Italia, que durante largos años debió sufrir la despiadada acción de las formaciones fascistas, de las Brigadas Rojas y de grupos similares. Pero esa nación no abandonó en ningún momento los principios del derecho para combatirlo, y lo hizo con absoluta eficacia, mediante los tribunales ordinarios, ofreciendo a los acusados todas las garantías de la defensa en juicio; y en ocasión del secuestro de Aldo Moro, cuando un miembro de los servicios de seguridad le propuso al General Della Chiesa torturar a un detenido que parecía saber mucho, le respondió con palabras memorables: «Italia puede permitirse perder a Aldo Moro. No, en cambio, implantar la tortura».

No fue de esta manera en nuestro país: a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos.

Nuestra Comisión no fue instituída para juzgar, pues para eso estan los jueces constitucionales, sino para indagar la suerte de los desaparecidos en el curso de estos años aciagos de la vida nacional. Pero, después de haber recibido varios miles de declaraciones y testimonios, de haber verificado o determinado la existencia de cientos de lugares clandestinos de detención y de acumular más de cincuenta mil páginas documentales, tenemos la certidumbre de que la dictadura militar produjo la más grande tragedia de nuestra historia, y la más salvaje. Y, si bien debemos esperar de la justicia la palabra definitiva, no podemos callar ante lo que hemos oído, leído y registrado; todo lo cual va mucho más allá de lo que pueda considerarse como delictivo para alcanzar la tenebrosa categoría de los crímenes de lesa humanidad. Con la técnica de la desaparición y sus consecuencias, todos los principios éticos que las grandes religiones y las más elevadas filosofías erigieron a lo largo de milenios de sufrimientos y calamidades fueron pisoteados y bárbaramente desconocidos.

Son muchísimos los pronunciamientos sobre los sagrados derechos de la persona a través de la historia y, en nuestro tiempo, desde los que consagró la Revolución Francesa hasta los estipulados en las Cartas Universales de Derechos Humanos y en las grandes encíclicas de este siglo. Todas las naciones civilizadas, incluyendo la nuestra propia, estatuyeron en sus constituciones garantías que jamás pueden suspenderse, ni aun en los más catastróficos estados de emergencia: el derecho a la vida, el derecho a la integridad personal, el derecho a proceso; el derecho a no sufrir condiciones inhumanas de detención, negación de la justicia o ejecución sumaria.

De la enorme documentación recogida por nosotros se infiere que los derechos humanos fueron violados en forma orgánica y estatal por la represión de las Fuerzas Armadas. Y no violados de manera esporádica sino sistemática, de manera siempre la misma, con similares secuestros e idénticos tormentos en toda la extensión del territorio. ¿Cómo no atribuirlo a una metodología del terror planificada por los altos mandos? ¿Cómo podrían haber sido cometidos por perversos que actuaban por su sola cuenta bajo un régimen rigurosamente militar, con todos los poderes y medios de información que esto supone? ¿Cómo puede hablarse de «excesos individuales»? De nuestra información surge que esta tecnología del infierno fue llevada a cabo por sádicos pero regimentados ejecutores. Si nuestras inferencias no bastaran, ahí están las palabras de despedida pronunciadas en la Junta Interamericana de Defensa por el jefe de la delegación argentina, General Santiago Omar Riveros, el 24 de enero de 1980: «Hicimos la guerra con la doctrina en la mano, con las órdenes escritas de los Comandos Superiores» . Así, cuando ante el clamor universal por los horrores perpetrados, miembros de la Junta Militar deploraban los «excesos de la represión, inevitables en una guerra sucia» , revelaban una hipócrita tentativa de descargar sobre subalternos independientes los espantos planificados.

Los operativos de secuestro manifestaban la precisa organización, a veces en los lugares de trabajo de los señalados, otras en plena calle y a la luz del día, mediante procedimientos ostensibles de las fuerzas de seguridad que ordenaban «zona libre» a las comisarías correspondientes. Cuando la víctima era buscada de noche en su propia casa, comandos armados rodeaban la manzanas y entraban por la fuerza, aterrorizaban a padres y niños, a menudo amordazándolos y obligándolos a presenciar los hechos, se apoderaban de la persona buscada, la golpeaban brutalmente, la encapuchaban y finalmente la arrastraban a los autos o camiones, mientras el resto de comando casi siempre destruía o robaba lo que era transportable. De ahí se partía hacia el antro en cuya puerta podía haber inscriptas las mismas palabras que Dante leyó en los portales del infierno: «Abandonad toda esperanza, los que entrais».

De este modo, en nombre de la seguridad nacional, miles y miles de seres humanos, generalmente jóvenes y hasta adolescentes, pasaron a integrar una categoría tétrica y fantasmal: la de los Desaparecidos. Palabra - ¡triste privilegio argentino! - que hoy se escribe en castellano en toda la prensa del mundo.

Arrebatados por la fuerza, dejaron de tener presencia civil. ¿Quiénes exactamente los habían secuestrado? ¿Por qué? ¿Dónde estaban? No se tenía respuesta precisa a estos interrogantes: las autoridades no habían oído hablar de ellos, las cárceles no los tenían en sus ¦ldas, la justicia los desconocía y los habeas corpus sólo tenían por contestación el silencio. En torno de ellos crecía un ominoso silencio. Nunca un secuestrador arrestado, jamás un lugar de detención clandestino individualizado, nunca la noticia de una sanción a los culpables de los delitos. Así transcurrían días, semanas, meses, años de incertidumbres y dolor de padres, madres e hijos, todos pendientes de rumores, debatiéndose entre desesperadas expectativas, de gestiones innumerables e inutiles, de ruegos a influyentes, a oficiales de alguna fuerza armada que alguien les recomendaba, a obispos y capellanes, a comisarios. La respuesta era siempre negativa.

En cuanto a la sociedad, iba arraigándose la idea de la desprotección, el oscuro temor de que cualquiera, por inocente que fuese, pudiese caer en aquella infinita caza de brujas, apoderándose de unos el miedo sobrecogedor y de otros una tendencia consciente o inconsciente a justificar el horror: «Por algo será», se murmuraba en voz baja, como queriendo así propiciar a los terribles e inescrutables dioses, mirando como apestados a los hijos o padres del desaparecido. Sentimientos sin embargo vacilantes, porque se sabía de tantos que habían sido tragados por aquel abismo sin fondo sin ser culpable de nada; porque la lucha contra los «subversivos», con la tendencia que tiene toda caza de brujas o de endemoniados, se había convertido en una represión demencialmente generalizada, porque el epiteto de subversivo tenía un alcance tan vasto como imprevisible. En el delirio semántico, encabezado por calificaciones como «marxismo-leninismo», «apátridas» , «materialistas y ateos» , «enemigos de los valores occidentales y cristianos» , todo era posible: desde gente que propiciaba una revolución social hasta adolescentes sensibles que iban a villas-miseria para ayudar a sus moradores. Todos caían en la redada: dirigentes sindicales que luchaban por una simple mejora de salarios, muchachos que habían sido miembros de un centro estudiantil, periodistas que no eran adictos a la dictadura, psicólogos y sociólogos por pertenecer a profesiones sospechosas, jóvenes pacifistas, monjas y sacerdotes que habían llevado las enseñanzas de Cristo a barriadas miserables. Y amigos de cualquiera de ellos, y amigos de esosamigos, gente que había sido denunciada por venganza personal y por secuestrados bajo tortura. Todos, en su mayoría inocentes de terrorismo o siquiera de pertenecer a los cuadros combatientes de la guerrilla, porque éstos presentaban batalla y morían en el enfrentamiento o se suicidaban antes de entregarse, y pocos llegaban vivos a manos de los represores.

Desde el momento del secuestro, la víctima perdía todos los derechos; privada de toda comunicación con el mundo exterior, confinada en lugares desconocidos, sometida a suplicios infernales, ignorante de su destino mediato o inmediato, susceptible de ser arrojada al río o al mar, con bloques de cemento en sus pies, o reducida a cenizas; seres que sin embargo no eran cosas, sino que conservaban atributos de la criatura humana: la sensibilidad para el tormento, la memoria de su madre o de su hijo o de su mujer, la infinita verguenza por la violación en público; seres no sólo poseídos por esa infinita angustia y ese supremo pavor, sino, y quizás por eso mismo, guardando en algún rincón de su alma alguna descabellada esperanza.

De estos desamparados, muchos de ellos apenas adolescentes, de estos abandonados por el mundo hemos podido constatar cerca de nueve mil. Pero tenemos todas las razones para suponer una cifra más alta, porque muchas familias vacilaron en denunciar los secuestros por temor a represalias. Y aun vacilan, por temor a un resurgimiento de estas fuerzas del mal.

Con tristeza, con dolor hemos cumplido la misión que nos encomendó en su momento el Presidente Constitucional de la República. Esa labor fue muy ardua, porque debimos recomponer un tenebrosos rompecabezas, después de muchos años de producidos los hechos, cuando se han borrado liberadamente todos los rastros, se ha quemado toda documentación y hasta se han demolido edificios. Hemos tenido que basarnos, pues, en las denuncias de los familiares, en las declaraciones de aquellos que pudieron salir del infierno y aun en los testimonios de represores que por oscuras motivaciones se acercaron a nosotros para decir lo que sabían.

En el curso de nuestras indagaciones fuimos insultados y amenazados por los que cometieron los crímenes, quienes lejos de arrepentirse, vuelven a repetir las consabidas razones de «la guerra sucia» , de la salvación de la patria y de sus valores occidentales y cristianos, valores que precisamente fueron arrastrados por ellos entre los muros sangrientos de los antros de represión. Y nos acusan de no propiciar la reconciliación nacional, de activar los odios y resentimientos, de impedir el olvido. Pero no es así: no estamos movidos por el resentimiento ni por el espíritu de venganza; sólo pedimos la verdad y la justicia, tal como por otra parte las han pedido las iglesias de distintas confesiones, entendiendo que no podrá haber reconciliación sino después del arrepentimiento de los culpables y de una justicia que se fundamente en la verdad. Porque, si no, debería echarse por tierra la trascendente misión que el poder judicial tiene en toda comunidad civilizada. Verdad y justicia, por otra parte, que permitirán vivir con honor a los hombres de las fuerzas armadas que son inocentes y que, de no procederse así, correrían el riesgo de ser ensuciados por una incriminación global e injusta. Verdad y justicia que permitirán a esas fuerzas considerarse como auténticas herederas de aquellos ejércitos que, con tanta heroicidad como pobreza, llevaron la libertad a medio continente.

Se nos ha acusado, en fin, de denunciar sólo una parte de los hechos sangrientos que sufrió nuestra nación en los últimos tiempos, silenciando los que cometió el terrorismo que precedió a marzo de 1976, y hasta, de alguna manera, hacer de ellos una tortuosa exaltación. Por el contrario, nuestra Comisión ha repudiado siempre aquel terror, y lo repetimos una vez más en estas mismas páginas. Nuestra misión no era la de investigar sus crimenes sino estrictamente la suerte corrida por los desaparecidos, cualesquiera que fueran, proviniesen de uno o de otro lado de la violencia. Los familiares de las víctimas del terrorismo anterior no lo hicieron, seguramente, porque ese terror produjo muertes, no desaparecidos. Por lo demás el pueblo argentino ha podido escuchar y ver cantidad de programas televisivos, y leer infinidad de artículos en diarios y revistas, además de un libro entero publicado por el gobierno militar, que enumeraron, describieron y condenaron minuciosamente los hechos de aquel terrorismo.

Las grandes calamidades son siempre aleccionadoras, y sin duda el más terrible drama que en toda su historia sufrió la Nación durante el periodo que duró la dictadura militar iniciada en marzo de 1976 servirá para hacernos comprender que únicamente la democracia es capaz de preservar a un pueblo de semejante horror, que sólo ella puede mantener y salvar los sagrados y esenciales derechos de la criatura humana. Unicamente así podremos estar seguros de que NUNCA MÁS en nuestra patria se repetirán hechos que nos han hecho trágicamente famosos en el mundo civilizado.

ERNESTO SÁBATO.

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