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La Prostitución masculina: De eso no se habla


Dios

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Siempre listos

 

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Cuando los varones ejercen la prostitución hasta el lenguaje se modifica: ellos no cargan con el estigma que se imprime en los cuerpos de mujeres y travestis. Para nombrarlos basta el eufemismo de taxi-boy o escort, motes que parecieran otorgar un estatus diferente a la mercantilización del cuerpo. Además, la calle parece ser cada vez menos su lugar, reemplazada por el sistema de contactos vía Internet que conducen directamente a departamentos privados que protegen de la persecución policial. Convertidos en objetos de consumo de otros varones que se suponen heterosexuales –por estar casados, por ejemplo–, los protagonistas hablan de lo que consideran su trabajo y las normas que lo rigen en este principio de siglo donde el mayor valor podría resumirse en una palabra: versatilidad.

 

 

 

En una entrevista, Christopher Isherwood recordaba la candidez con la que un muchacho una vez le confesó: “Soy homosexual por motivos económicos”. Una manera curiosa de justificar su sexualidad y de exponerla como gaje del oficio. Que el muchacho dijera “homosexual” en lugar de “taxi-boy” (o de la palabra que nombraba a la prostitución masculina en Berlín en la década de 1920) no implica tanto pensar la clase social como variable psicológica, sino más bien la sexualidad como variable de clase. “Me hice homosexual para dejar de ser pobre”, parece querer decirle el muchacho al escritor. Y es esa ambivalencia entre lo proletario y lo sexual lo que convierte al cuerpo en mercancía y medio de producción simultáneamente.

 

Yo genero dinero con mi cuerpo. Yo soy mi propia PYME”, dice sin rodeos Juan Cruz, uno de los casi doscientos chicos que venden sus servicios sexuales en Soytuyo.com, la página de acompañantes masculinos más grande de la Argentina. Pero ¿qué pasa cuando el SEXO y el trabajo son una y la misma cosa? ¿Y cuánto hay de trabajo en la prostitución, y cuánto de sexualidad administrada?

dijo:

Se sabe que la prostitución masculina, a diferencia de la femenina, incurre mucho menos en el fenómeno del proxenetismo y el tráfico de personas, y en este sentido tiende a ser más voluntaria. “Mucho menos institucionalizada que la femenina, parece carecer de los aires de fatalidad irreversible que impregnan míticamente la condición de prostituta”, dice Néstor Perlongher en La prostitución masculina, libro que escribió a mediados de la década del ’80, luego de estudiar de cerca (bien de cerca) la prostitución callejera en la ciudad de San Pablo. Quizá por eso, también, la prostitución masculina es mucho más ignorada, como se trasluce en el hecho de que casi no haya estudios sobre el tema en la Argentina, en contraste con lo que sucede con la prostitución de mujeres y travestis, objetos frecuentes de investigaciones, ya sea por el fenómeno de la trata o por la exclusión social que sufren las travestis.

 

Estudios realizados en México y España acaso puedan ayudar a echar un poco de luz sobre lo que ocurre en estas pampas. Según una investigación que difundió el año pasado la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), centrada en la prostitución masculina y su relación con el turismo, se sabe que la mayoría de los hombres que ejercen la prostitución en ese país son menores de 30 años, provienen de estratos socioeconómicos bajos, cuentan con poca formación académica y suelen prostituirse por períodos más o menos cortos o de manera esporádica. La investigación también reveló que entre los trabajadores sexuales no se detectó una mayor incidencia de infecciones de transmisión sexual que en el resto de la población, lo que parece entrar en contradicción con un estudio realizado en 2006 por la Fundación Triángulo en Madrid, que dio como resultado que el 19,8 por ciento de los hombres que practican la prostitución en esa ciudad y se hacen el test del VIH son seropositivos (entre las mujeres trabajadoras, sólo el 0,8 por ciento resultó tener VIH). En ambos casos, la totalidad de los consultados afirmó “ejercer la prostitución por voluntad propia”. Lo que demuestra el escaso protagonismo que la explotación sexual tiene entre los hombres.

 

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Pero si algo cambió de aquella prostitución callejera y semiclandestina que Perlongher describía en su libro; de aquellos chongos que se jactaban de ser heterosexuales frente a locas que buscaban encamarse con tipos cuya heterosexualidad no se viera por ello cuestionada, es la virtual desaparición de la calle como lugar de reclutamiento. “Los chicos de la calle son taxis. Esa es la diferencia. Taxi es el chico de la calle que no tiene estructura. Que no tiene departamento, ni ropa ni perfumes y, en algunos casos, ni celular siquiera. Si vos cobrás 100 dólares o 300 pesos, tenés que valerlos. No podés cobrar 300 pesos estando en la calle, cagado de frío, o si hace calor, con olor a transpiración en la ropa.” No en vano Juan Cruz se define como “escort”, término que en inglés significa acompañante y que se ha impuesto en un mercado que se ha ido globalizando como todo. De ahí que Internet y el auge del turismo que, mal que mal y crisis financiera mediante, Buenos Aires sigue disfrutando, hayan permitido que el negocio alcanzara un estatuto diferente. No en vano los chicos que solían pavonearse en la típica esquina de Santa Fe y Pueyrredón, o en la calle Marcelo T. de Alvear, reductos de la prostitución masculina en la década del ’90, hoy apenas se cuentan con los dedos de una mano.

 

COSTOS Y BENEFICIOS

 

“Hoy si no tenés departamento propio, estás muy limitado laboralmente, porque casi el 80 por ciento de la gente que consume escorts masculinos son tipos casados que se cuidan de ir a telos y que, por razones obvias, no pueden llevarte a su casa”, dice Ariel, 32 años. El, que hace diez que trabaja y que en Soytuyo.com se presenta como “súper completo” (léase sexualmente versátil), recuerda que en aquellos tiempos Internet casi no era un recurso y todo se manejaba con publicidad en los diarios. “Yo empecé en un departamento privado, medio de casualidad. Antes trabajaba en una empresa como administrativo, pero en un momento dado hicieron reducción de personal y caí en la volteada. Al poco tiempo, vi un aviso en el diario en donde buscaban chicos deportistas, con buena presencia, para trabajar en un departamento. Llamé, concerté una entrevista y al otro día ya estaba trabajando.”

 

Ariel tiene buenos recuerdos de esa época, sobre todo por la rapidez con la que ganó el dinero que le permitió, un año más tarde, abrir su propio departamento. “Nunca había cobrado por SEXO, ni siquiera tenía la fantasía. Era un ambiente tranquilo, había varios chicos y el departamento funcionaba con dos turnos (yo siempre estaba de día). Nos presentábamos de a uno, en ropa interior, y el cliente se quedaba con el que más le gustaba. El trabajo era muy bueno porque la tarifa por una hora de sexo era de 100 pesos, que equivalía a 100 dólares. Y te estoy hablando de una época en la que un sueldo de administrativo era de 700 u 800 pesos, lo que a fin de mes hacía una gran diferencia.” Esto, por supuesto, más allá del porcentaje que siempre se queda el dueño del departamento por cada servicio y que oscila entre el 50 y el 60 por ciento de lo que se cobra. “No me molestaba trabajar a porcentaje –aclara Ariel–, porque salvo que tengas tu propia empresa todo el mundo trabaja a porcentaje. Cualquiera que trabaja por un sueldo trabaja por un porcentaje de las ganancias. Y con esto pasa lo mismo. Trabajar a porcentaje es la realidad de cualquier trabajo.

 

Diferente es el caso de Claudio (24 años), que luego de abandonar su casa familiar por las peleas cada vez más violentas que tenía con su padre, vivió y trabajó durante dos años en un departamento privado del barrio de Recoleta. “Lo que tiene de desventajoso trabajar en un departamento es que suelen segmentarse los turnos y, por ende, las tarifas. Más allá de la competencia que se genera con los demás chicos, hay muchos clientes que toman el servicio mínimo, que es de 20 minutos, y de ahí a vos te quedan sólo 30 o 40 pesos. Si a eso le sumás el hecho de tener que pasar casi todo el día encerrado, condición que tienen los chicos que, además de trabajar, viven en los privados porque no tienen otro lugar a dónde ir, a la larga sentís que te están explotando un poco. Pero a mí no me quedaba otra, y me aguanté estar ahí hasta que con otros dos chicos decidimos irnos a vivir a una pensión e independizarnos.”

 

Los costos de trabajar de manera independiente no son, a diferencia de lo que se puede pensar, para nada onerosos. Publicar en una página como Soytuyo.com o Revistaratones.com (la otra página de referencia) cuesta cien pesos por mes. Una inversión que se recupera casi de inmediato, si se tiene en cuenta que cualquiera de los chicos que publican allí sus fotos y su número de celular (a diferencia de quienes aparecen publicados con teléfonos de línea, lo que es signo de que se trata de departamentos privados) hoy por hoy cobran, como mínimo, ciento cincuenta pesos. La alta visibilidad que proveen estas páginas y la mayor seguridad que supone contratar un escort a través de Internet (es requisito para inscribirse que el modelo le provea a la empresa sus datos personales) contribuyen a que la prostitución masculina, durante tanto tiempo asociada con la delincuencia, se repliegue cada vez más al ámbito privado. De ahí que esta forma de prostitución, a diferencia de lo que ocurre en el caso de las travestis, esté prácticamente exenta del acoso policial; el cual, en la mayoría de los casos, se ampara en anacrónicos códigos de faltas que penalizan las formas de prostitución que suponen un desafío “contra la moralidad pública y las buenas costumbres”. Básicamente, la prostitución callejera: la prostitución que con su carácter nómade y cuentapropista busca eludir los mecanismos de chantaje con los que la misma policía forma parte del negocio.

 

RECURSOS HUMANOS

 

Nada más lejano, entonces, que ese temor y temblor que constreñía décadas atrás a los homosexuales en sus incursiones furtivas a los bajos fondos; esa tentación del crimen y la sangre que en otro tiempo hechizaba a los clientes locas (“La loca es la suela del zapato del chongo”, cita por allí Perlongher), y sobre la que Guy Hocquenghem ironizaba una vez cuando se refería a la reacción que tuvo un gordo amanerado cuando le informaron que el muchacho con el que quería acostarse acababa de asesinar a su anterior cliente: “Yo no soy celoso”.

 

Si le creemos a Juan José Sebreli cuando dice que “el taxi-boy es el heredero transfigurado, en tiempos del capitalismo tardío, del mítico chongo”, hoy podría decirse que el escort es el heredero transfigurado del taxi-boy en tiempos en que el machismo y la pose heterosexual (la virilidad como valor de cambio) tiende a diluirse en el igualitarismo gay y en lo participativo que un trabajador sexual puede ser en el servicio que brinda. De hecho, basta echar una ojeada a los perfiles de Internet para advertir que “participativo” es la palabra que más se repite. Término cuyos alcances nunca están del todo claros (¿significa que besa? ¿Que da besos de lengua? ¿Que abraza? ¿Que accede a una charla poscoito?) y que más allá de cómo se materialice en la cama después, denota una horizontalidad que pretende hacer creer que el escort en cuestión reúne lo mejor de un gay y lo mejor de un hétero.

 

“Yo no tomo Viagra, lo mío es mecánico. Los que toman Viagra son los heterosexuales”, asegura Juan Cruz, mientras comenta que la mayoría de sus clientes son tipos casados o con novia. “Hay muchos tipos héteros en el mercado. Yo me animaría a decir que son alrededor del cincuenta por ciento de los chicos que publican. Y lo digo con conocimiento de causa, porque a lo largo de los años he hecho muchos combinados (en la jerga, “hacer un combinado” es trabajar con otro escort). Una vez, un cliente quería ver cómo me cogía otro. El pibe nos recibió en su departamento con la pija parada. Se bajó el jean y ya la tenía dura. Y yo dije: ‘Chau, éste es hétero’. Y me dijo: ‘Ponete en cuatro en la cama y yo te la pongo’. El único contacto que tuvimos fue ése. ¡Ni siquiera me agarraba de la cintura el flaco! Así estuvimos una hora. Decí que no fumo, porque si no me podría haber prendido un cigarrillo mientras el otro hacía lo suyo.”

 

Algo que Perlongher sugiere en La prostitución masculina es que pagarle a un hombre por sexo no significa lo mismo para un gay que para un tipo casado. “En la microcultura gay (son varios los motivos por los que este libro acusa el paso del tiempo), es considerado desprestigiante el hecho de pagar a un miché (taxi-boy en Brasil). Ello expresaría –se argumenta entre dimes y diretes– la decadencia homosexual en términos de valor erótico: devaluado su cuerpo a través de los años, precisaría compensar con dinero esa pérdida.” A este lugar común del narcisismo homosexual, se le suma el hecho de que el ligue entre los gays funcione, habitualmente, como una búsqueda de eficacia y economía que implica la maximización del “rendimiento” (a través del número de partenaires y de orgasmos) y la minimización del “costo” (tiempo invertido en la búsqueda y riesgo de sufrir rechazos). Por eso, la solución para muchos gays, sobre todo mayores, forma parte del problema: si contratar los servicios de un taxi-boy implica pagar el precio de su juventud y asumir la herida narcisista que conlleva hacerlo, supone también ahorrarse la posibilidad del rechazo y los contratiempos de la búsqueda de sexo.

 

Eso, siempre y cuando del otro lado haya lo que Juan Cruz menciona como la principal de sus virtudes: profesionalismo. “Nunca me cuesta hacer mi trabajo porque yo pienso en verde. Me suena el celular y para mí es billete. No me importa quién está del otro lado, porque lo que importa es la plata. Eso es lo que me excita: el dinero. También la adrenalina de no saber quién te toca. Por más que quien venga sea un viejo gordo y feo, no importa: yo soy profesional y no hace falta que me guste porque no pienso con la pija, sino con la cabeza. Y si bien no diría que me siento orgulloso, sí me halaga que alguien me llame y concrete conmigo. Pensá que la página de Internet es como un menú abierto y vos ahí tenés todos los platos. Y no comen solamente los viejos, come todo el mundo. La idea de que el que paga es porque no puede levantarse a nadie para mí no tiene sustento. El que paga es porque puede hacerlo y porque le resulta más práctico. ¿O vos te pensás que un tipo casado va a ir a una discoteca gay o va a andar dando vueltas por la calle para ver si se levanta a un chico? ¿Qué mejor que fijarse en Internet y elegir el que más le gusta? Además, el cliente sabe que no lo vas a joder porque es tu laburo, y que tampoco lo vas a histeriquear como tanta otra gente.”

 

UN LEVE REVOLTIJO

 

“A veces estoy cogiendo y estoy pensando qué voy a comer a la noche o qué cosas tengo que comprar en el supermercado”, dice Ariel intentando graficar lo que Gore Vidal expresó, más elegantemente, en la siguiente frase: “La erección no tiene conciencia”. Un dato fisiológico que en el caso de los escorts bien puede ser un don o una coartada (después de todo, ¿importa que hayan o no tomado Viagra?), y en cuya carnadura (¿o carnedura habría que decir?) la prostitución masculina sigue erigiendo, invariablemente, su estrategia de marketing. Así, todo parece seguir girando alrededor del pene. Desde las fotos que no escatiman maniobras de photoshop en las páginas de Internet hasta la ausencia casi total de modelos que se promocionen como pasivos. “Mirá, la verdad es que no salen mucho los modelos que son solamente pasivos. Nosotros teníamos uno pero no nos funcionó. Los clientes buscan activos o activos pasivos”, dice por teléfono el recepcionista de un departamento privado que no duda en rechazar el ofrecimiento –fingido– de un chico que se presenta como “sólo pasivo”.

 

No extraña, pues, que entre tanto chongo metrobisexual que puede verse en Internet siga siendo moneda corriente esa “seducción histérica en torno a las compuertas del ano” de la que hablaba Perlongher. Más allá de que la principal divisa de cambio hoy sea “lo completo” como sinónimo de versátil: esa lógica sexualmente multifuncional, típicamente gay, que no sólo hace pensar que el sexo puede ser más divertido así, sino que arrastra a cuanto activo y pasivo se demuestre intransigente en su rol a una suerte de limbo reaccionario.

 

“Nunca digo que no. Si me llaman seis en un día, los atiendo a los seis. Si total son diez minutos”, dice Juan Cruz, con tono enigmático, para enseguida explicarse: “El asunto es que el cliente acabe. Una vez que acabó, ya está, se terminó la magia. Y no hace falta que le diga nada. Acabamos y yo me voy a duchar, y si el otro no se va a duchar, cuando salgo del baño ya se está vistiendo.”

dijo:

Para entonces, el dinero ya pasó de un bolsillo a otro, y lo único que ha cambiado en la habitación es un leve revoltijo que ha quedado en las sábanas.

 

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/soy/1-1103-2009-12-05.html

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El pez por la boca muere:

 

Para que identifiquemos a los muchachos:

 

“Nunca digo que no. Si me llaman seis en un día, los atiendo a los seis. Si total son diez minutos”, dice Juan Cruz, con tono enigmático, para enseguida explicarse: El asunto es que el cliente acabe. Una vez que acabó, ya está, se terminó la magia. Y no hace falta que le diga nada. Acabamos y yo me voy a duchar, y si el otro no se va a duchar, cuando salgo del baño ya se está vistiendo.”

dijo:

Para entonces, el dinero ya pasó de un bolsillo a otro, y lo único que ha cambiado en la habitación es un leve revoltijo que ha quedado en las sábanas.

 

 

Este es el minidotado de Juan Cruz de ST:

 

 

 

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Por suerte no todos son así, no?

 

-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-.-

 

Menos grave, aunque no muy estimulante es la afirmación de Ariel:

 

 

A veces estoy cogiendo y estoy pensando qué voy a comer a la noche o qué cosas tengo que comprar en el supermercado
”, dice Ariel

 

No digo que se excite mucho, pero por lo menos podría ocuparse en pensar cómo hago para complacer más a mi cliente... o será mucho???

 

 

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Qué lástima éste siempre me había llamado la atención (por qué sera?):004:

Editado por Seychelles

"Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas." (A. Einstein)

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Respuesta: La Prostitución masculina: De eso no se habla

 

La prostitucion femenina siempre ha sido vista como una relacion en la "que el cliente manda" a diferencia de la masculina en donde sigue existiendo ese enfoque de "un favor que recibe el trolo a cambio de plata". Quienes viven en bs as deberian ser mucho mas duros respecto de las evaluaciones en el foro de Xp. para lo cual la tarea de controlar el ochocuarentismo y/o el autobombo es importantisima.

“Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien”.Victor Hugo

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Invitado el_carcelero

Respuesta: La Prostitución masculina: De eso no se habla

 

La prostitucion femenina siempre ha sido vista como una relacion en la "que el cliente manda" a diferencia de la masculina en donde sigue existiendo ese enfoque de "un favor que recibe el trolo a cambio de plata". Quienes viven en bs as deberian ser mucho mas duros respecto de las evaluaciones en el foro de Xp. para lo cual la tarea de controlar el ochocuarentismo y/o el autobombo es importantisima.

 

Jaja, está muy bueno pero discrepo. Las putas son vivísimas y manejan a los tipos como se les da la gana. De hecho he visto mucha más humillación en un cabarulo con el fiolo de brazos cruzados o tocando la puerta al grito de "TURRRNOOOO!!!" que en ciertos escorts. Sería bueno hacer un cruce entre foristas heteros y comparar las experiencias entre putas y taxis.

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Respuesta: La Prostitución masculina: De eso no se habla

 

Sería bueno hacer un cruce entre foristas heteros y comparar las experiencias entre putas y taxis.
Les puedo contar de mi etapa hetero. En esa época consumía sobre todo prostitutas. En cuanto a aquellas de ¨privados¨...su actitud era totalmente diferente a la de aquellas que trabajaban en forma independiente (y con esto también me estoy refiriendo a minas que pretendían no pasar por putas...pero que actuaban como tales: te intentaban retener en un tipo de relación "cliente-proveedor" implícita. Era el caso de minas que te levantabas en un boliche o te las presentaba un amigo -que tal vez se las quería sacar de encima :dft011:- y se enganchaban con uno por un tiempo y vivían de ¨favores¨, desde divertirse con salidas caras hasta pedirte cosas o directamente plata para algo -alguna llegó a usar de excusa que necesitaba la guita para ir al ginecólogo...jejeje-).

En cuanto a las de "privados", he estado en los de mas bajo fondo, con minas que vivían como verdaderas esclavas. Yo trataba de hacer la vista gorda pensando que las ayudaba pasando un momento mas llevadero (tengo mi pintita...mis ojos celestes, que a muchas volvían locas, y las trataba como damas y no como putas...en fin, hasta les he llevado regalitos a alguna con la que pasé mas de una vez). Carce...no puedo decir que soy un manual por mis experiencias, pero espero que haya servido para empezar a aclarar tus dudas.

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Menos grave, aunque no muy estimulante es la afirmación de Ariel:

 

 

A veces estoy cogiendo y estoy pensando qué voy a comer a la noche o qué cosas tengo que comprar en el supermercado”, dice Ariel

 

No digo que se excite mucho, pero por lo menos podría ocuparse en pensar cómo hago para complacer más a mi cliente... o será mucho???

 

http://www.soytuyo.com/modelos/Ariel

 

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Qué lástima éste siempre me había llamado la atención (por qué sera?):004:

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Pensé lo mismo porque según lo que Eterno Tesorito contó uno podía pensar que Arielito estaba concentrado en lo que hacía.

 

http://www.foro-escorts.com.ar/foros/f23/ariel-de-st-ratones-muy-dulce-116281/

 

Será que su compañera (Daniela) prefiere quedarse en casa (porque ella tiene más clientes?) y lo manda a Arielito al supermercado? Y la comida en que piensa: se la hará ella? ( http://arielydaniela.blogspot.com). Ojalá que el periodista ahonde en estas cuestiones para entender mejor el problema!.

Editado por chachoj
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Respuesta: La Prostitución masculina: De eso no se habla

 

Se necesitan mas aportes, ya que el tema es por demás interesante para los que consumimos tachos. La mente del hombre debería inhibir esa sexualidad provocada. La mujer solo tiene que abriorse de piernas, pero el hombre necesita una erección ( y otra y otra y otra). Encontré tachos que manejaban el tema como una mina, pero en lo general eran pasivos. El artículo por demás interesante

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Respuesta: La Prostitución masculina: De eso no se habla

 

Ariel siempre me atendio exelente, no me importa en lo que piense, eso no se lo puedo pagar, lo que puedo es exigirle un buen servicio, y siempre me lo ha brindado, si mientras me atendia penso en lo que paso en el capitulo anterior de "Casi Angeles" sinceramente no me importa, y no me lo hizo notar... eso sera un profecional?

 

en cuanto al comentario del tal Juan Cruz, creo que quizo decir una verdad muy grande... Una vez que el cliente acaba,ya fue

yo por ejemplo, una vez que termino, no necesito que me hechen, lo unico que quiero despues de acabar, es volver a hacer mis cosas, habra quien se quedara mas tiempo o le gustara la charla, pero bueno, el tiempo es dinero, y si lo puede pagar,pues bien

 

en fin, muy buena la nota

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Respuesta: La Prostitución masculina: De eso no se habla

 

... habra quien se quedara mas tiempo o le gustara la charla, pero bueno, el tiempo es dinero, y si lo puede pagar,pues bien ...

 

Pero tené en cuenta que si se arregló por un servicio de una hora, por ejemplo, si el tacho se la arregló para que acabes a los 35 minutos, ya es un mal servicio, y si además pretende que te vayas o se encierra en el baño, es una estafa justamente con el criterio de que "el tiempo es dinero"

... al menos para los que les gusta el mimo y la charla post coito

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Respuesta: La Prostitución masculina: De eso no se habla

 

claro, pero eso es negocio, como todo, yo puedo pagar en un momento de calentura 1 hora o mas, sin embargo cuando termina ya fue...

Inclusive con Ariel que no te apura, le he pagado una hora, y nunca estuve tanto...

Obvio que si la quiero completa, me la tienen que respetar, pero bueno, eso esta en exigencias del cliente

yo creo que se referia a eso, en si al tacho en cuestion no lo conozco, pero a mi entender eso quizo decir, habra que ver las experiencias. je

el tacho se puede ir a bañar, por que si quiero recomenzar me tiene que dar tiempo, y si no me quiere respetar la hora, se jode por boludo y pierde un cliente, que quiza no le modifica en nada, pero todo suma...

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