Mi experiencia fue de ayer, martes, en el primer vagón de la línea C yendo hacia Constitución a las 17,15
Subí en Retiro y por la cantidad de gente no pude conseguir asiento, por lo que me paré contra la pared que da a la cabina del conductor junto a otros 4 y enfrentado a una "columna-pasamanos"
En la estación San Martín subió bastante gente y entre ellos un tipo "nada que ver" con mochila y celular en mano que se apoyó en dicha columna de frente a la puerta del vagón.
En Diagonal Norte subió un malón de gente que nos obligó a todos a corrernos como podíamos, para aguantar la atropellada.
Ahí fue cuando este tipo "nada que ver" quedó enfrentándome sin distancia y apretujado por los otros pasajeros...ese fue el momento donde sentí que una mano se incrustaba contra mi japi pero como consecuencia de la falta de espacio....esa situación duró unos segundos ya que con hábil movimiento de dedos empezó a acariciar la cabeza y por ende a ponerla morcillona.
En Avenida de Mayo logró subir 1 pasajero más y por ende que no quedara más espacio, lo que obligó a que fuera casi imposible moverse, a excepción de la mano, que si lo logró y con una habilidad increíble se introdujo por la cintura de mi jogging y me dispensó toda clase de caricias sin barreras de tela
Que placer y cuanta adrenalina en ese momento....qué dificil poner cara de nada frente a ese momento de éxtasis
Obviamente llegado a Constitución cada uno se bajó y enfiló para su lado....como ocurre en la mayoría de estos casos, pero con mi esperanza, casi utópica, de volver a vivir una experiencia así.