Años 80s, yirando por Santa Fe me levanto a un chongo que está refuerte. Me lo llevo a casa, y en el camino me dice que no es gay pero que siente curiosidad. Cuando vamos a la cama me empiezan a llamar la atención ciertos comentarios. Por ejemplo, después de que le chupo la pija me dice que me quiere comer "la Conchita", y me da una chupada de pija legendaria. Me sorprende llamándome "mamita" y metiéndose mi pija en orto patitas al hombro. No pude garchármelo mucho, apenas le metí la mitad el tipo acabó y saltó de la cama para ducharse sin siquiera preguntarme si yo quería acabar.
Cuando sale del baño me pide guita. No habíamos hablado de plata en ningún momento. En esa época yo tenía 20 y pico, estaba en la facultad, y no tenía un mango. Me niego. Como mi lugar era un depto en Recoleta con tres dormitorios, el tipo no me creía que no tenía un mango. Empezó a amenazarme y a recorrer los cuartos revolviendo todo. Yo estaba asustado, pero mantuve la calma, y no me moví del sofá del living en el que estaba sentado esperándolo desde que había ido a ducharse.
En un momento se fue a la cocina, y desde allí me gritó algo como "no deberías dejar cuchillos a mano, es peligroso. Algún loco podría lastimarte". Vino al living donde yo estaba, y empezó a amenazarme con un cuchillo de tramontina. Yo, tranquilo y asegurándome de que tenía un buen almohadón a mano para defenderme de una cuchillada, le respondí (sin demostrar mi terror interior) que ya había comprobado que no había dinero en el departamento, y que si no se iba llamaba a la policía.
El tipo se rió y me desafió a que lo hiciera. Yo, siempre sin demostrar mi miedo y con toda seguridad y confianza, me levanté con un almohadón en la mano obviamente esgrimido como un escudo, fui hasta el teléfono y empecé a discar el número. El tipo, que estaba parado en la puerta del pasillo que comunicaba el living con la cocina, me rajó una puteada y dijo que se iba. Volvió a la cocina, tiró el cuchillo y volvió para tomar el ascensor e irse.
Yo tenía que bajar para abrirle la puerta. Fueron seis pisos que parecieron interminables, con este flaco puteándome y diciéndome que me iba a reventar si alguna otra vez me encontraba. Yo no dije palabra, toda mi atención estaba concentrada en sus gestos para defenderme si me atacaba, y en mi expresión para no demostrar el miedo que tenía. Lo miraba y lo dejaba hablar, el flaco no paraba de ametrallarme con puteadas y amenazas.
No me acuerdo qué hice cuando se fue y volví a mi bulo.