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La cultura del apriete


Ochentoso

Publicaciones recomendadas

Alvaro Abos

Para LA NACION

 

<

¿Qué espero de 2011? Que el país deje atrás un círculo maléfico que

 

convierte todos los conflictos en peleas frontales, en las que se debe

 

tensar la cuerda hasta el borde mismo del estallido para que el otro

 

ceda. Durante los años kirchneristas, la Argentina ha sido gravemente

 

envenenada por una pócima nefasta: el apriete. Una vieja palabra que

 

los argentinos resignificamos, una expresión que no es sólo invención

 

verbal. Se convirtió en una cultura.

 

Durante las últimas semanas de 2010, en el país pasaba esto: los

 

jubilados no podían cobrar en una sucursal del Banco Nación porque no

 

había fondos. ¿Por qué no llegaba ese dinero? Porque los empleados

 

del banco que reclamaban una bonificación de fin de año impedían la

 

salida de los camiones que llevaban los fondos. Para pedir una mejora

 

de su salario, unos trabajadores condenaban a otros trabajadores, en

 

este caso, jubilados.

 

 

En realidad, para el personal del banco era una manera de llamar la

 

atención, de obtener un espacio en el inmenso teatro social y, de ese

 

modo, conseguir que el poder accediera al reclamo, en el entendimiento

 

de que, por más justo que fuera el beneficio solicitado, jamás sería

 

concedido sin el refuerzo de un "apriete". Al mismo tiempo, a miles de

 

porteños agobiados por el africano calor, nos cortaban la luz. Como en

 

la compañía eléctrica nadie atiende el teléfono para explicar los

 

alcances del corte, los vecinos, desesperados por conseguir la

 

reparación, cortaban la avenida más cercana. A su vez, cada corte,

 

cada calle que quedaba cegada a la circulación, multiplicaba el caos

 

automovilístico. Cientos de miles de ciudadanos quedaban atrapados

 

en las autopistas que circundan la Capital, ya que los vecinos cortan las

 

rutas cuando ellas pasan por un pueblo, ya sea porque demandan que

 

les restituyan el fluido eléctrico, o porque quieren que las autoridades

 

comunales adopten ésta u otra resolución. O porque piden vivienda u

 

otro derecho que consideran conculcado. Mientras tanto, como resultado

 

de otros tantos aprietes, faltan billetes, faltan monedas, falta nafta. El

 

apriete, exacerbado así hasta el paroxismo, se convierte en una lucha

 

darwiniana de todos contra todos.

 

 

Quien muestre esto en la televisión o lo cite en un programa de radio o

 

en algún escrito es tachado por el Gobierno de conspirador y golpista.

 

 

La Constitución argentina consagra el derecho de peticionar a las

 

autoridades. Ese derecho tiene una traducción argentina: "peticionar" es

 

sentido por la sociedad como un acto absurdo. En la cacofonía de voces

 

y reclamos, quien se limite a "pedir" es un? tonto. Sólo quien apriete

 

será escuchado. La vieja sabiduría popular, traducida en el refrán "el que

 

no llora no mama" ha sido reemplazada por "el que no aprieta no

 

consigue nada".

 

 

¿Qué es el apriete? Durante años, la sociedad, harta de no ser oída por

 

sus dirigentes, amasó métodos de protesta que iban más allá de la

 

mera petición. Cortes de ruta y calles se convirtieron en métodos

 

habituales. Los argentinos siempre nos distinguimos por nuestro genio

 

verbal. En estas tierras, nacieron palabras que luego ganaron el mundo.

 

Por ejemplo, "gorila" para designar a persona violenta. Ultimamente,

 

inventamos otra: el "corralito". "Piquetero" viene de una palabra

 

("piquete") con más de un siglo y medio de tradición en la historia de las

 

luchas obreras mundiales. Designaba a los sindicalistas que, en la

 

puerta de las fábricas, trataban de convencer a los obreros para que se

 

plegaran a la huelga. Los argentinos reconvertimos "piquete" en

 

"piqueteros", gente que protesta en la vía pública, causando daño a

 

terceros -a veces a sí misma- para llamar la atención del poder. Apretar,

 

en esta versión argentina, es apremiar, presionar, oprimir a alguien. Los

 

argentinos convertimos un verbo en sustantivo.

 

 

El diccionario de María Moliner no consigna la palabra "apriete", sino

 

sólo el verbo "apretar", uno de cuyos múltiples significados es "hacer

 

sentir la necesidad de algo". Apretar viene de una palabra del latín

 

tardío: appectorare, que significaba estrechar fuerte contra el pecho.

 

Apretar viene, pues, de abrazar, pero con tanta fuerza que quien abraza

 

sofoca. Ni más ni menos que el abrazo del oso. Así pues, la etimología

 

del término apriete no se entiende sin referencia a los demás

 

integrantes de la comunidad: se aprieta a quien en realidad se debería

 

abrazar. Apretar es llamar la atención del otro que nos ignora cuando

 

debería ocuparse de nosotros. Apretar es una forma degenerada de

 

vivir en comunidad, una manera enferma de conformar un país. No se

 

aprieta, por ejemplo, a un enemigo exterior: a éste se lo agrede, o bien

 

se confraterniza con él. Porque el extraño, el extranjero tiene su vida

 

propia. En cambio, se aprieta a quien convive con nosotros, al familiar,

 

al prójimo, al compatriota.

 

 

Vuelvo a la ilustre filóloga Moliner y a su insuperable Diccionario de u so

 

del español: apretar, dice, es "influir sobre alguien con ruegos, razones,

 

o amenazas, para que haga cierta cosa". Apretar es llevar a alguien al

 

borde mismo de un dolor. Siempre se aprieta cuando el que ejecuta la

 

acción llega a un límite: si se lo transgrede, sucede algo penoso.

 

Ejemplifica María Moliner con varios dichos de antiguo linaje en el habla

 

popular: "Si no te aprieta el dolor, no tomes el calmante", "Dios aprieta,

 

pero no ahoga", o bien aquello de "saber dónde le aprieta el zapato".

 

Otro dicho común que consigna el Diccionario , de inquietante eco entre

 

nosotros, es aquel según el cual "lo están apretando por todos los

 

medios para que dimita".

 

 

Las protestas piqueteras, durante la presidencia interina de Eduardo

 

Duhalde, se cobraron dos víctimas: Kosteki y Santillán. El gobierno llamó

 

a unas elecciones que fueron extrañas. Convocadas a dos vueltas, sólo

 

se verificó la primera, que ganó Carlos Menem. De allí surgió el

 

presidente Kirchner. Entonces se lanzó una consigna. El gobierno no iba

 

a reprimir la protesta. Pero la protesta proliferó porque, a pesar de que

 

la economía se recuperó, los niveles de pobreza y desigualdad no se

 

redujeron. El kirchnerismo no se opuso al apriete como forma ilegal o en

 

todo caso injusta de dirimir los conflictos. El gobierno adoptó ese lema

 

(no criminalizar la protesta, aun cuando ella tomara la forma de apriete),

 

pero -como si al mismo tiempo quisiera estar en el Estado y fuera del

 

Estado- recogió la filosofía de la confrontación que estaba en origen del

 

piqueterismo. Todos aprietan y el Estado también. El Estado, durante el

 

kirchnerismo, separó a la sociedad en divisiones esquemáticas. Abrazó

 

la intolerancia, la polarización y la dialéctica nosotros-ellos. Demonizó a

 

sus adversarios, que fueron alternativa o sucesivamente el campo, los

 

medios, la oposición? A los amigos, todo; a los enemigos, nada. Por

 

ejemplo, en la cultura, para sólo citar un espacio, los lugares de

 

privilegio y centralidad, los honores, los cargos, los auspicios, los

 

créditos, los viajes, los sueldos, los jugosos contratos fueron para los

 

artistas que compartían, simpatizaban o en todo caso no se metían con

 

el poder.

 

 

Los piqueteros fueron cooptados. Los más feroces pasaron a vivir del

 

presupuesto. Algunos cobraban, otros manejaban la caja y pagaban a

 

otros. Y, de esa manera, el poder y el presupuesto circulaban. Siempre

 

entre los del palo? Pero esa modalidad era peligrosa, porque si bien

 

algunos de los más salvajes apretadores dejaron de apretar, siempre

 

había disconformes que los reemplazaban.

 

 

El país creció con altos índices anuales, pero la cantidad de pobres no

 

bajó del treinta por ciento. Y, finalmente, el círculo estalló y ese punto de

 

orgullo del kirchnerismo ("ni un muerto?") cedió ante tanto y tanto

 

apriete. Y el Gobierno terminó el año 2010 con varios muertos.

 

 

El apriete, en esta significación argentina, está muy cerca de dos

 

conductas tipificadas en el Código Penal: la amenaza (artículo 149 bis),

 

y su derivación agravada, la extorsión (artículo 168). Como en casi todo

 

lo que nos pasa, el apriete no es exclusividad argentina. No debemos

 

caer en otro vicio, la soberbia, que puede aun ensombrecer el apriete.

 

Un ejemplo de apriete practicado en otros países son las huelgas de los

 

gremios del transporte que estallan en las fechas pico, por ejemplo, el

 

inicio de las vacaciones. Quienes han tenido la fortuna de viajar por el

 

mundo, lo saben. En Italia, el sciopero ferroviario es un clásico de los

 

meses vacacionales. Un reciente caso puede tocarnos de cerca. En

 

España, al comenzar el éxodo de las vacaciones de fin de año, se

 

declararon en huelga los controladores de vuelo de los aeropuertos

 

españoles, amenazando a millones de pasajeros. Esa huelga no sólo

 

comprometía las ganancias de las compañías aéreas, sino la vida de los

 

pasajeros. Al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, quien, bueno

 

es recordarlo por si alguien lo olvidó, pertenece al Partido Obrero

 

Socialista Español, no le tembló la mano. Declaró el estado de

 

emergencia, transfirió el control de los vuelos a la aviación militar del

 

reino de España y conminó a los huelguistas: quien no acudiera a su

 

trabajo sería procesado y, eventualmente, condenado a penas de varios

 

años de prisión. El tráfico aéreo se normalizó de inmediato.

 

 

Rodríguez Zapatero zanjó de esa manera un debate viejo: el derecho de

 

huelga, amparado constitucionalmente, ¿se extiende también a aquellos

 

trabajadores de quienes dependen otros valores, por ejemplo, la salud,

 

o la seguridad, para no hablar del derecho a la libre circulación?

 

 

De los muchos problemas que la Argentina deberá afrontar en el año

 

electoral de 2011, uno de ellos será el siguiente: cómo eliminar el

 

apriete devenido comportamiento casi automático y cultura

 

predominante, o por lo menos cómo desarticularlo para que no sea la

 

única manera de dirimir conflictos, o de conseguir la atención del otro.

 

 

Como ciudadano espero que en 2011 los argentinos dejemos de

 

conjugar ese verbo que tanta amargura nos ha causado.

 

 

El verbo apretar. ¿Y si nos abrazáramos? No pido tanto. Me bastaría

 

con que nos diéramos la mano.

 

 

 

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1338563

Editado por Ochentoso

“Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien”.Victor Hugo

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Respuesta: La cultura del apriete

 

JaJa ..... esto va a ser otro ida y vuelta de los K versus los Anti-K.....:laugh:

 

jajaja (risa falsa) y ud de que lado esta?? por también opina

Como el tema lo comenzó uno de su grupito , no es criticado.

Donde esta el sr forista que quiere solo SEXO?? Por que no es critado???Tan necesitado esta?? Podría hacerle un prestamo para ver si se calma un poco y asi puede contratar un acompañante masculino.

 

 

 

Saludos y a sus gratas órdenes

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Respuesta: La cultura del apriete

 

Pero el articulo tambien habla del apriete de las clases medias gorilas, cuando les falta plata en el banco, o le roban la caja de seguridad, es mas el articulo mas que en el apriete mafioso de Anibal se centra en el apriete al projimo, incluido tambien el gobierno cualquiera sea, por parte de nosotros los ciudadanos, frente a cualquier circunstancia que nos produce enojo. A mi me parece buen articulo, para pensar en como procedemos. Se pensamos como procedemos tambien podemos llegar a pensar antes de votar

“Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien”.Victor Hugo

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Respuesta: La cultura del apriete

 

Impecable...Imposible coincidir mas.

Abra-gratos

G

 

PD: me siento super atacado...Tan atacado que me puse generoso y oferto préstamos (!?)...Tasa de interés? Propongo costo de vida anual del INDEK...

 

 

Alvaro Abos

Para LA NACION

 

<

¿Qué espero de 2011? Que el país deje atrás un círculo maléfico que

 

convierte todos los conflictos en peleas frontales, en las que se debe

 

tensar la cuerda hasta el borde mismo del estallido para que el otro

 

ceda. Durante los años kirchneristas, la Argentina ha sido gravemente

 

envenenada por una pócima nefasta: el apriete. Una vieja palabra que

 

los argentinos resignificamos, una expresión que no es sólo invención

 

verbal. Se convirtió en una cultura.

 

Durante las últimas semanas de 2010, en el país pasaba esto: los

 

jubilados no podían cobrar en una sucursal del Banco Nación porque no

 

había fondos. ¿Por qué no llegaba ese dinero? Porque los empleados

 

del banco que reclamaban una bonificación de fin de año impedían la

 

salida de los camiones que llevaban los fondos. Para pedir una mejora

 

de su salario, unos trabajadores condenaban a otros trabajadores, en

 

este caso, jubilados.

 

 

En realidad, para el personal del banco era una manera de llamar la

 

atención, de obtener un espacio en el inmenso teatro social y, de ese

 

modo, conseguir que el poder accediera al reclamo, en el entendimiento

 

de que, por más justo que fuera el beneficio solicitado, jamás sería

 

concedido sin el refuerzo de un "apriete". Al mismo tiempo, a miles de

 

porteños agobiados por el africano calor, nos cortaban la luz. Como en

 

la compañía eléctrica nadie atiende el teléfono para explicar los

 

alcances del corte, los vecinos, desesperados por conseguir la

 

reparación, cortaban la avenida más cercana. A su vez, cada corte,

 

cada calle que quedaba cegada a la circulación, multiplicaba el caos

 

automovilístico. Cientos de miles de ciudadanos quedaban atrapados

 

en las autopistas que circundan la Capital, ya que los vecinos cortan las

 

rutas cuando ellas pasan por un pueblo, ya sea porque demandan que

 

les restituyan el fluido eléctrico, o porque quieren que las autoridades

 

comunales adopten ésta u otra resolución. O porque piden vivienda u

 

otro derecho que consideran conculcado. Mientras tanto, como resultado

 

de otros tantos aprietes, faltan billetes, faltan monedas, falta nafta. El

 

apriete, exacerbado así hasta el paroxismo, se convierte en una lucha

 

darwiniana de todos contra todos.

 

 

Quien muestre esto en la televisión o lo cite en un programa de radio o

 

en algún escrito es tachado por el Gobierno de conspirador y golpista.

 

 

La Constitución argentina consagra el derecho de peticionar a las

 

autoridades. Ese derecho tiene una traducción argentina: "peticionar" es

 

sentido por la sociedad como un acto absurdo. En la cacofonía de voces

 

y reclamos, quien se limite a "pedir" es un? tonto. Sólo quien apriete

 

será escuchado. La vieja sabiduría popular, traducida en el refrán "el que

 

no llora no mama" ha sido reemplazada por "el que no aprieta no

 

consigue nada".

 

 

¿Qué es el apriete? Durante años, la sociedad, harta de no ser oída por

 

sus dirigentes, amasó métodos de protesta que iban más allá de la

 

mera petición. Cortes de ruta y calles se convirtieron en métodos

 

habituales. Los argentinos siempre nos distinguimos por nuestro genio

 

verbal. En estas tierras, nacieron palabras que luego ganaron el mundo.

 

Por ejemplo, "gorila" para designar a persona violenta. Ultimamente,

 

inventamos otra: el "corralito". "Piquetero" viene de una palabra

 

("piquete") con más de un siglo y medio de tradición en la historia de las

 

luchas obreras mundiales. Designaba a los sindicalistas que, en la

 

puerta de las fábricas, trataban de convencer a los obreros para que se

 

plegaran a la huelga. Los argentinos reconvertimos "piquete" en

 

"piqueteros", gente que protesta en la vía pública, causando daño a

 

terceros -a veces a sí misma- para llamar la atención del poder. Apretar,

 

en esta versión argentina, es apremiar, presionar, oprimir a alguien. Los

 

argentinos convertimos un verbo en sustantivo.

 

 

El diccionario de María Moliner no consigna la palabra "apriete", sino

 

sólo el verbo "apretar", uno de cuyos múltiples significados es "hacer

 

sentir la necesidad de algo". Apretar viene de una palabra del latín

 

tardío: appectorare, que significaba estrechar fuerte contra el pecho.

 

Apretar viene, pues, de abrazar, pero con tanta fuerza que quien abraza

 

sofoca. Ni más ni menos que el abrazo del oso. Así pues, la etimología

 

del término apriete no se entiende sin referencia a los demás

 

integrantes de la comunidad: se aprieta a quien en realidad se debería

 

abrazar. Apretar es llamar la atención del otro que nos ignora cuando

 

debería ocuparse de nosotros. Apretar es una forma degenerada de

 

vivir en comunidad, una manera enferma de conformar un país. No se

 

aprieta, por ejemplo, a un enemigo exterior: a éste se lo agrede, o bien

 

se confraterniza con él. Porque el extraño, el extranjero tiene su vida

 

propia. En cambio, se aprieta a quien convive con nosotros, al familiar,

 

al prójimo, al compatriota.

 

 

Vuelvo a la ilustre filóloga Moliner y a su insuperable Diccionario de u so

 

del español: apretar, dice, es "influir sobre alguien con ruegos, razones,

 

o amenazas, para que haga cierta cosa". Apretar es llevar a alguien al

 

borde mismo de un dolor. Siempre se aprieta cuando el que ejecuta la

 

acción llega a un límite: si se lo transgrede, sucede algo penoso.

 

Ejemplifica María Moliner con varios dichos de antiguo linaje en el habla

 

popular: "Si no te aprieta el dolor, no tomes el calmante", "Dios aprieta,

 

pero no ahoga", o bien aquello de "saber dónde le aprieta el zapato".

 

Otro dicho común que consigna el Diccionario , de inquietante eco entre

 

nosotros, es aquel según el cual "lo están apretando por todos los

 

medios para que dimita".

 

 

Las protestas piqueteras, durante la presidencia interina de Eduardo

 

Duhalde, se cobraron dos víctimas: Kosteki y Santillán. El gobierno llamó

 

a unas elecciones que fueron extrañas. Convocadas a dos vueltas, sólo

 

se verificó la primera, que ganó Carlos Menem. De allí surgió el

 

presidente Kirchner. Entonces se lanzó una consigna. El gobierno no iba

 

a reprimir la protesta. Pero la protesta proliferó porque, a pesar de que

 

la economía se recuperó, los niveles de pobreza y desigualdad no se

 

redujeron. El kirchnerismo no se opuso al apriete como forma ilegal o en

 

todo caso injusta de dirimir los conflictos. El gobierno adoptó ese lema

 

(no criminalizar la protesta, aun cuando ella tomara la forma de apriete),

 

pero -como si al mismo tiempo quisiera estar en el Estado y fuera del

 

Estado- recogió la filosofía de la confrontación que estaba en origen del

 

piqueterismo. Todos aprietan y el Estado también. El Estado, durante el

 

kirchnerismo, separó a la sociedad en divisiones esquemáticas. Abrazó

 

la intolerancia, la polarización y la dialéctica nosotros-ellos. Demonizó a

 

sus adversarios, que fueron alternativa o sucesivamente el campo, los

 

medios, la oposición? A los amigos, todo; a los enemigos, nada. Por

 

ejemplo, en la cultura, para sólo citar un espacio, los lugares de

 

privilegio y centralidad, los honores, los cargos, los auspicios, los

 

créditos, los viajes, los sueldos, los jugosos contratos fueron para los

 

artistas que compartían, simpatizaban o en todo caso no se metían con

 

el poder.

 

 

Los piqueteros fueron cooptados. Los más feroces pasaron a vivir del

 

presupuesto. Algunos cobraban, otros manejaban la caja y pagaban a

 

otros. Y, de esa manera, el poder y el presupuesto circulaban. Siempre

 

entre los del palo? Pero esa modalidad era peligrosa, porque si bien

 

algunos de los más salvajes apretadores dejaron de apretar, siempre

 

había disconformes que los reemplazaban.

 

 

El país creció con altos índices anuales, pero la cantidad de pobres no

 

bajó del treinta por ciento. Y, finalmente, el círculo estalló y ese punto de

 

orgullo del kirchnerismo ("ni un muerto?") cedió ante tanto y tanto

 

apriete. Y el Gobierno terminó el año 2010 con varios muertos.

 

 

El apriete, en esta significación argentina, está muy cerca de dos

 

conductas tipificadas en el Código Penal: la amenaza (artículo 149 bis),

 

y su derivación agravada, la extorsión (artículo 168). Como en casi todo

 

lo que nos pasa, el apriete no es exclusividad argentina. No debemos

 

caer en otro vicio, la soberbia, que puede aun ensombrecer el apriete.

 

Un ejemplo de apriete practicado en otros países son las huelgas de los

 

gremios del transporte que estallan en las fechas pico, por ejemplo, el

 

inicio de las vacaciones. Quienes han tenido la fortuna de viajar por el

 

mundo, lo saben. En Italia, el sciopero ferroviario es un clásico de los

 

meses vacacionales. Un reciente caso puede tocarnos de cerca. En

 

España, al comenzar el éxodo de las vacaciones de fin de año, se

 

declararon en huelga los controladores de vuelo de los aeropuertos

 

españoles, amenazando a millones de pasajeros. Esa huelga no sólo

 

comprometía las ganancias de las compañías aéreas, sino la vida de los

 

pasajeros. Al gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, quien, bueno

 

es recordarlo por si alguien lo olvidó, pertenece al Partido Obrero

 

Socialista Español, no le tembló la mano. Declaró el estado de

 

emergencia, transfirió el control de los vuelos a la aviación militar del

 

reino de España y conminó a los huelguistas: quien no acudiera a su

 

trabajo sería procesado y, eventualmente, condenado a penas de varios

 

años de prisión. El tráfico aéreo se normalizó de inmediato.

 

 

Rodríguez Zapatero zanjó de esa manera un debate viejo: el derecho de

 

huelga, amparado constitucionalmente, ¿se extiende también a aquellos

 

trabajadores de quienes dependen otros valores, por ejemplo, la salud,

 

o la seguridad, para no hablar del derecho a la libre circulación?

 

 

De los muchos problemas que la Argentina deberá afrontar en el año

 

electoral de 2011, uno de ellos será el siguiente: cómo eliminar el

 

apriete devenido comportamiento casi automático y cultura

 

predominante, o por lo menos cómo desarticularlo para que no sea la

 

única manera de dirimir conflictos, o de conseguir la atención del otro.

 

 

Como ciudadano espero que en 2011 los argentinos dejemos de

 

conjugar ese verbo que tanta amargura nos ha causado.

 

 

El verbo apretar. ¿Y si nos abrazáramos? No pido tanto. Me bastaría

 

con que nos diéramos la mano.

 

 

 

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=1338563

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    • Bueno voy a dejar mí experiencia con Valeria (ya estuve con ella antes y lo pueden buscar). Ella vive por Palermo 

      Le escribo por la tarde y puedo concretar.Ya me conocía así que no tuve problemas para coordinar y esas cosas 

      Llego y me baja abrir con pollera corta y top, estaba divina, ya en el ascensor nos damos unos besos y manda mano (eso me vuelve loco). Ya en su departamento me dice que me ponga cómodo y empezamos a hablar,no paso mucho tiempo que nos acostamos y full besos y charla entre manoseo que va y que viene, a los pocos minutos la tengo arriba mío desnuda y me la empieza a chupar sin, pasado unos minutos no me aguanto y la empiezo a garchar mandando mano por todos lados, después me la agarró en 4 después de parado después de espalda acostado y por último de costado, acabo y me dice que quiere otra vez por qué yo le gustó.

      Esperamos unos minutos y vuelvo a repetir,me hace una turca y la vuelvo a sentar arriba mío,en esta vuelta tardo más en acabar pero lo disfrute igual por qué estaba en modo perra que no paraba de moverse hasta que logro acabar por segunda vez de costado (le mandé manos por todos lados)

      Ella es pasiva (no hable por el otro rol y por lo que note mucho no le gusta)

      Pague por 1 hora pero estuvimos más tiempo ya que ella dice que le caliento o gustó así que yo feliz por eso 

      Ella me gusta por qué le encantan los besos y se entrega todo (hasta de invito a dormir pero bueno eso es otro tema)

      Parece fría por mensaje pero en persona es otra cosa ( por lo menos conmigo)

      Tiene un cuerpo divino y unas tetas espectaculares,si le gustas se vuelve muy puta (eso me lo aclaro)

      El gift fue de 60k y acá dejo el link 

      https://www.sexo3.com/es/escort-travesti/valeria-encantadora#comentarios

      La única contra es que a veces hace preguntas que no vienen al caso pero si la sabes llevar no sería un problema 

      Aclaro algo por si me lo preguntan en mí caso mido 1,90 y tengo 30 años, cuerpo atlético

      (no es seguridad de nada pero en otras experiencias surgió esa duda y creo que a veces puede ser algo positivo en esto)

       

       

       

       

       

       

       

       

    • Parece medio asiática es una geisha jajaj,ahí esta el ig en un video fíjense parece real 

    • hace 6 horas, leonardito36 dijo:

      Hola muchachos ! Alguna data sobre esta niña https://gemidos.tv/ferchu-mdq

      Se agradece !

      Jueguesela por el foro jajja anímese a un piletazo 

    • esto no va en el foro de santiago del estero?

    • tiene buena pinta, pero las fotos no coinciden mucho con su foto de perfil de wapp

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