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La carta abierta de Hans Küng


Loy

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Buen día a todos.

No pensaba que fuera posible que un teólogo católico diera semejante garrotazo en público al Papa de turno.

¡Suculento!

 

El teólogo Hans Küng juzga el pontificado de Benedicto XVI como el de las oportunidades perdidas. En el quinto aniversario de su llegada al Vaticano, pide al clero que reaccione ante la crisis de la Iglesia, agudizada por los abusos a menores

 

 

Estimados obispos,

Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, y yo fuimos entre 1962 1965 los dos teólogos más jóvenes del concilio. Ahora, ambos somos los más ancianos y los únicos que siguen plenamente en activo. Yo siempre he entendido también mi labor teológica como un servicio a la Iglesia. Por eso, preocupado por esta nuestra Iglesia, sumida en la crisis de confianza más profunda desde la Reforma, os dirijo una carta abierta en el quinto aniversario del acceso al pontificado de Benedicto XVI. No tengo otra posibilidad de llegar a vosotros.

Aprecié mucho que el papa Benedicto, al poco de su elección, me invitara a mí, su crítico, a una conversación de cuatro horas, que discurrió amistosamente. En aquel momento, eso me hizo concebir la esperanza de que Joseph Ratzinger, mi antiguo colega en la Universidad de Tubinga, encontrara a pesar de todo el camino hacia una mayor renovación de la Iglesia y el entendimiento ecuménico en el espíritu del Concilio Vaticano II.

Mis esperanzas, y las de tantos católicos y católicas comprometidos, desgraciadamente no se han cumplido, cosa que he hecho saber al papa Benedicto de diversas formas en nuestra correspondencia. Sin duda, ha cumplido concienzudamente sus cotidianas obligaciones papales y nos ha obsequiado con tres útiles encíclicas sobre la fe, la esperanza y el amor. Pero en lo tocante a los grandes desafíos de nuestro tiempo, su pontificado se presenta cada vez más como el de las oportunidades desperdiciadas, no como el de las ocasiones aprovechadas:

 

- Se ha desperdiciado la oportunidad de un entendimiento perdurable con los judíos: el Papa reintroduce la plegaria preconciliar en la que se pide por la iluminación de los judíos y readmite en la Iglesia a obispos cismáticos notoriamente antisemitas, impulsa la beatificación de Pío XII y sólo se toma en serio al judaísmo como raíz histórica del cristianismo, no como una comunidad de fe que perdura y que tiene un camino propio hacia la salvación. Los judíos de todo el mundo se han indignado con el predicador pontificio en la liturgia papal del Viernes Santo, en la que comparó las críticas al Papa con la persecución antisemita.

 

- Se ha desperdiciado la oportunidad de un diálogo en confianza con los musulmanes; es sintomático el discurso de Benedicto en Ratisbona, en el que, mal aconsejado, caricaturizó al islam como la religión de la violencia y la inhumanidad, atrayéndose así la duradera desconfianza de los musulmanes.

 

- Se ha desperdiciado la oportunidad de la reconciliación con los pueblos nativos colonizados de Latinoamérica: el Papa afirma con toda seriedad que estos "anhelaban" la religión de sus conquistadores europeos.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de ayudar a los pueblos africanos en la lucha contra la superpoblación, aprobando los métodos anticonceptivos, y en la lucha contra el sida, admitiendo el uso de preservativos.

 

- Se ha desperdiciado la oportunidad de concluir la paz con las ciencias modernas: reconociendo inequívocamente la teoría de la evolución y aprobando de forma diferenciada nuevos ámbitos de investigación, como el de las células madre.

 

- Se ha desperdiciado la oportunidad de que también el Vaticano haga, finalmente, del espíritu del Concilio Vaticano II la brújula de la Iglesia católica, impulsando sus reformas.

Este último punto, estimados obispos, es especialmente grave. Una y otra vez, este Papa relativiza los textos conciliares y los interpreta de forma retrógrada contra el espíritu de los padres del concilio. Incluso se sitúa expresamente contra el concilio ecuménico, que según el derecho canónico representa la autoridad suprema de la Iglesia católica:

 

- Ha readmitido sin condiciones en la Iglesia a los obispos de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, ordenados ilegalmente fuera de la Iglesia católica y que rechazan el concilio en aspectos centrales.

 

- Apoya con todos los medios la misa medieval tridentina y él mismo celebra ocasionalmente la eucaristía en latín y de espaldas a los fieles.

 

- No lleva a efecto el entendimiento con la Iglesia anglicana, firmado en documentos ecuménicos oficiales (ARCIC), sino que intenta atraer a la Iglesia católico-romana a sacerdotes anglicanos casados renunciando a aplicarles el voto de celibato.

 

- Ha reforzado los poderes eclesiales contrarios al concilio con el nombramiento de altos cargos anticonciliares (en la Secretaría de Estado y en la Congregación para la Liturgia, entre otros) y obispos reaccionarios en todo el mundo.

 

El Papa Benedicto XVI parece alejarse cada vez más de la gran mayoría del pueblo de la Iglesia, que de todas formas se ocupa cada vez menos de Roma y que, en el mejor de los casos, aún se identifica con su parroquia y sus obispos locales.

 

Sé que algunos de vosotros padecéis por el hecho de que el Papa se vea plenamente respaldado por la curia romana en su política anticonciliar. Esta intenta sofocar la crítica en el episcopado y en la Iglesia y desacreditar por todos los medios a los críticos. Con una renovada exhibición de pompa barroca y manifestaciones efectistas cara a los medios de comunicación, Roma trata de exhibir una Iglesia fuerte con un "representante de Cristo" absolutista, que reúne en su mano los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Sin embargo, la política de restauración de Benedicto ha fracasado. Todas sus apariciones públicas, viajes y documentos no son capaces de modificar en el sentido de la doctrina romana la postura de la mayoría de los católicos en cuestiones controvertidas, especialmente en materia de moral sexual. Ni siquiera los encuentros papales con la juventud, a los que asisten sobre todo agrupaciones conservadoras carismáticas, pueden frenar los abandonos de la Iglesia ni despertar más vocaciones sacerdotales.

Precisamente vosotros, como obispos, lo lamentaréis en lo más profundo: desde el concilio, decenas de miles de obispos han abandonado su vocación, sobre todo debido a la ley del celibato. La renovación sacerdotal, aunque también la de miembros de las órdenes, de hermanas y hermanos laicos, ha caído tanto cuantitativa como cualitativamente. La resignación y la frustración se extienden en el clero, precisamente entre los miembros más activos de la Iglesia. Muchos se sienten abandonados en sus necesidades y sufren por la Iglesia. Puede que ese sea el caso en muchas de vuestras diócesis: cada vez más iglesias, seminarios y parroquias vacíos. En algunos países, debido a la carencia de sacerdotes, se finge una reforma eclesial y las parroquias se refunden, a menudo en contra de su voluntad, constituyendo gigantescas "unidades pastorales" en las que los escasos sacerdotes están completamente desbordados.

Y ahora, a las muchas tendencias de crisis todavía se añaden escándalos que claman al cielo: sobre todo el abuso de miles de niños y jóvenes por clérigos -en Estados Unidos, Irlanda, Alemania y otros países- ligado todo ello a una crisis de liderazgo y confianza sin precedentes. No puede silenciarse que el sistema de ocultamiento puesto en vigor en todo el mundo ante los delitos sexuales de los clérigos fue dirigido por la Congregación para la Fe romana del cardenal Ratzinger (1981-2005), en la que ya bajo Juan Pablo II se recopilaron los casos bajo el más estricto secreto. Todavía el 18 de mayo de 2001, Ratzinger enviaba un escrito solemne sobre los delitos más graves (Epistula de delitos gravioribus) a todos los obispos. En ella, los casos de abusos se situaban bajo el secretum pontificium, cuya vulneración puede atraer severas penas canónicas. Con razón, pues, son muchos los que exigen al entonces prefecto y ahora Papa un mea culpa personal. Sin embargo, en Semana Santa ha perdido la ocasión de hacerlo. En vez de ello, el Domingo de Ramos movió al decano del colegio cardenalicio a levantar urbi et orbi testimonio de su inocencia.

Las consecuencias de todos estos escándalos para la reputación de la Iglesia católica son devastadoras. Esto es algo que también confirman ya dignatarios de alto rango. Innumerables curas y educadores de jóvenes sin tacha y sumamente comprometidos padecen bajo una sospecha general. Vosotros, estimados obispos, debéis plantearos la pregunta de cómo habrán de ser en el futuro las cosas en nuestra Iglesia y en vuestras diócesis. Sin embargo, no querría bosquejaros un programa de reforma; eso ya lo he hecho en repetidas ocasiones, antes y después del concilio. Sólo querría plantearos seis propuestas que, es mi convicción, serán respaldadas por millones de católicos que carecen de voz.

 

1. No callar: en vista de tantas y tan graves irregularidades, el silencio os hace cómplices. Allí donde consideréis que determinadas leyes, disposiciones y medidas son contraproducentes, deberíais, por el contrario, expresarlo con la mayor franqueza. ¡No enviéis a Roma declaraciones de sumisión, sino demandas de reforma!

 

2. Acometer reformas: en la Iglesia y en el episcopado son muchos los que se quejan de Roma, sin que ellos mismos hagan algo. Pero hoy, cuando en una diócesis o parroquia no se acude a misa, la labor pastoral es ineficaz, la apertura a las necesidades del mundo limitada, o la cooperación mínima, la culpa no puede descargarse sin más sobre Roma. Obispo, sacerdote o laico, todos y cada uno han de hacer algo para la renovación de la Iglesia en su ámbito vital, sea mayor o menor. Muchas grandes cosas en las parroquias y en la Iglesia entera se han puesto en marcha gracias a la iniciativa de individuos o de grupos pequeños. Como obispos, debéis apoyar y alentar tales iniciativas y atender, ahora mismo, las quejas justificadas de los fieles.

 

3. Actuar colegiadamente: tras un vivo debate y contra la sostenida oposición de la curia, el concilio decretó la colegialidad del Papa y los obispos en el sentido de los Hechos de los Apóstoles, donde Pedro tampoco actuaba sin el colegio apostólico. Sin embargo, en la época posconciliar los papas y la curia han ignorado esta decisión central del concilio. Desde que el papa Pablo VI, ya a los dos años del concilio, publicara una encíclica para la defensa de la discutida ley del celibato, volvió a ejercerse la doctrina y la política papal al antiguo estilo, no colegiado. Incluso hasta en la liturgia se presenta el Papa como autócrata, frente al que los obispos, de los que gusta rodearse, aparecen como comparsas sin voz ni voto. Por tanto, no deberíais, estimados obispos, actuar solo como individuos, sino en comunidad con los demás obispos, con los sacerdotes y con el pueblo de la Iglesia, hombres y mujeres.

 

4. La obediencia ilimitada sólo se debe a Dios: todos vosotros, en la solemne consagración episcopal, habéis prestado ante el Papa un voto de obediencia ilimitada. Pero sabéis igualmente que jamás se debe obediencia ilimitada a una autoridad humana, solo a Dios. Por tanto, vuestro voto no os impide decir la verdad sobre la actual crisis de la Iglesia, de vuestra diócesis y de vuestros países. ¡Siguiendo en todo el ejemplo del apóstol Pablo, que se enfrentó a Pedro y tuvo que "decirle en la cara que actuaba de forma condenable" (Gal 2, 11)! Una presión sobre las autoridades romanas en el espíritu de la hermandad cristiana puede ser legítima cuando estas no concuerden con el espíritu del Evangelio y su mensaje. La utilización del lenguaje vernáculo en la liturgia, la modificación de las disposiciones sobre los matrimonios mixtos, la afirmación de la tolerancia, la democracia, los derechos humanos, el entendimiento ecuménico y tantas otras cosas sólo se han alcanzado por la tenaz presión desde abajo.

 

5. Aspirar a soluciones regionales: es frecuente que el Vaticano haga oídos sordos a demandas justificadas del episcopado, de los sacerdotes y de los laicos. Con tanta mayor razón se debe aspirar a conseguir de forma inteligente soluciones regionales. Un problema especialmente espinoso, como sabéis, es la ley del celibato, proveniente de la Edad Media y que se está cuestionando con razón en todo el mundo precisamente en el contexto de los escándalos por abusos sexuales. Una modificación en contra de la voluntad de Roma parece prácticamente imposible. Sin embargo, esto no nos condena a la pasividad: un sacerdote que tras madura reflexión piense en casarse no tiene que renunciar automáticamente a su estado si el obispo y la comunidad le apoyan. Algunas conferencias episcopales podrían proceder con una solución regional, aunque sería mejor aspirar a una solución para la Iglesia en su conjunto. Por tanto:

 

6. Exigir un concilio: así como se requirió un concilio ecuménico para la realización de la reforma litúrgica, la libertad de religión, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, lo mismo ocurre en cuanto a solucionar el problema de la reforma, que ha irrumpido ahora de forma dramática. El concilio reformista de Constanza en el siglo previo a la Reforma acordó la celebración de concilios cada cinco años, disposición que, sin embargo, burló la curia romana. Sin duda, esta hará ahora cuanto pueda para impedir un concilio del que debe temer una limitación de su poder. En todos vosotros está la responsabilidad de imponer un concilio o al menos un sínodo episcopal representativo.

La apelación que os dirijo en vista de esta Iglesia en crisis, estimados obispos, es que pongáis en la balanza la autoridad episcopal, revalorizada por el concilio. En esta situación de necesidad, los ojos del mundo están puestos en vosotros. Innúmeras personas han perdido la confianza en la Iglesia católica. Para recuperarla sólo valdrá abordar de forma franca y honrada los problemas y las reformas consecuentes. Os pido, con todo el respeto, que contribuyáis con lo que os corresponda, cuando sea posible en cooperación con el resto de los obispos; pero, si es necesario, también en solitario, con "valentía" apostólica (Hechos 4, 29-31). Dad a vuestros fieles signos de esperanza y aliento y a nuestra iglesia una perspectiva.

Os saluda, en la comunión de la fe cristiana, Hans Küng.

 

Traducción: Jesús Alborés Rey

Hans Küng es catedrático emérito de Teología Ecuménica en la Universidad de Tubinga (Alemania) y presidente de Global Ethic.

 

 

 

 

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Respuesta: La carta abierta de Hans Küng

 

Siiii, impresionante!

evidentemente son varias las voces que se están levantando contra esa verguenza que dan en llamar Papa.

 

Abrazos

G

 

Buen día a todos.

Ne pensaba que fuera posible que un teólogo católico diera semejante garrotazo en público al Papa de turno.

¡Suculento!

 

El teólogo Hans Küng juzga el pontificado de Benedicto XVI como el de las oportunidades perdidas. En el quinto aniversario de su llegada al Vaticano, pide al clero que reaccione ante la crisis de la Iglesia, agudizada por los abusos a menores

 

 

Estimados obispos,

Joseph Ratzinger, ahora Benedicto XVI, y yo fuimos entre 1962 1965 los dos teólogos más jóvenes del concilio. Ahora, ambos somos los más ancianos y los únicos que siguen plenamente en activo. Yo siempre he entendido también mi labor teológica como un servicio a la Iglesia. Por eso, preocupado por esta nuestra Iglesia, sumida en la crisis de confianza más profunda desde la Reforma, os dirijo una carta abierta en el quinto aniversario del acceso al pontificado de Benedicto XVI. No tengo otra posibilidad de llegar a vosotros.

Aprecié mucho que el papa Benedicto, al poco de su elección, me invitara a mí, su crítico, a una conversación de cuatro horas, que discurrió amistosamente. En aquel momento, eso me hizo concebir la esperanza de que Joseph Ratzinger, mi antiguo colega en la Universidad de Tubinga, encontrara a pesar de todo el camino hacia una mayor renovación de la Iglesia y el entendimiento ecuménico en el espíritu del Concilio Vaticano II.

Mis esperanzas, y las de tantos católicos y católicas comprometidos, desgraciadamente no se han cumplido, cosa que he hecho saber al papa Benedicto de diversas formas en nuestra correspondencia. Sin duda, ha cumplido concienzudamente sus cotidianas obligaciones papales y nos ha obsequiado con tres útiles encíclicas sobre la fe, la esperanza y el amor. Pero en lo tocante a los grandes desafíos de nuestro tiempo, su pontificado se presenta cada vez más como el de las oportunidades desperdiciadas, no como el de las ocasiones aprovechadas:

 

- Se ha desperdiciado la oportunidad de un entendimiento perdurable con los judíos: el Papa reintroduce la plegaria preconciliar en la que se pide por la iluminación de los judíos y readmite en la Iglesia a obispos cismáticos notoriamente antisemitas, impulsa la beatificación de Pío XII y sólo se toma en serio al judaísmo como raíz histórica del cristianismo, no como una comunidad de fe que perdura y que tiene un camino propio hacia la salvación. Los judíos de todo el mundo se han indignado con el predicador pontificio en la liturgia papal del Viernes Santo, en la que comparó las críticas al Papa con la persecución antisemita.

 

- Se ha desperdiciado la oportunidad de un diálogo en confianza con los musulmanes; es sintomático el discurso de Benedicto en Ratisbona, en el que, mal aconsejado, caricaturizó al islam como la religión de la violencia y la inhumanidad, atrayéndose así la duradera desconfianza de los musulmanes.

 

- Se ha desperdiciado la oportunidad de la reconciliación con los pueblos nativos colonizados de Latinoamérica: el Papa afirma con toda seriedad que estos "anhelaban" la religión de sus conquistadores europeos.

- Se ha desperdiciado la oportunidad de ayudar a los pueblos africanos en la lucha contra la superpoblación, aprobando los métodos anticonceptivos, y en la lucha contra el sida, admitiendo el uso de preservativos.

 

- Se ha desperdiciado la oportunidad de concluir la paz con las ciencias modernas: reconociendo inequívocamente la teoría de la evolución y aprobando de forma diferenciada nuevos ámbitos de investigación, como el de las células madre.

 

- Se ha desperdiciado la oportunidad de que también el Vaticano haga, finalmente, del espíritu del Concilio Vaticano II la brújula de la Iglesia católica, impulsando sus reformas.

Este último punto, estimados obispos, es especialmente grave. Una y otra vez, este Papa relativiza los textos conciliares y los interpreta de forma retrógrada contra el espíritu de los padres del concilio. Incluso se sitúa expresamente contra el concilio ecuménico, que según el derecho canónico representa la autoridad suprema de la Iglesia católica:

 

- Ha readmitido sin condiciones en la Iglesia a los obispos de la Hermandad Sacerdotal San Pío X, ordenados ilegalmente fuera de la Iglesia católica y que rechazan el concilio en aspectos centrales.

 

- Apoya con todos los medios la misa medieval tridentina y él mismo celebra ocasionalmente la eucaristía en latín y de espaldas a los fieles.

 

- No lleva a efecto el entendimiento con la Iglesia anglicana, firmado en documentos ecuménicos oficiales (ARCIC), sino que intenta atraer a la Iglesia católico-romana a sacerdotes anglicanos casados renunciando a aplicarles el voto de celibato.

 

- Ha reforzado los poderes eclesiales contrarios al concilio con el nombramiento de altos cargos anticonciliares (en la Secretaría de Estado y en la Congregación para la Liturgia, entre otros) y obispos reaccionarios en todo el mundo.

 

El Papa Benedicto XVI parece alejarse cada vez más de la gran mayoría del pueblo de la Iglesia, que de todas formas se ocupa cada vez menos de Roma y que, en el mejor de los casos, aún se identifica con su parroquia y sus obispos locales.

 

Sé que algunos de vosotros padecéis por el hecho de que el Papa se vea plenamente respaldado por la curia romana en su política anticonciliar. Esta intenta sofocar la crítica en el episcopado y en la Iglesia y desacreditar por todos los medios a los críticos. Con una renovada exhibición de pompa barroca y manifestaciones efectistas cara a los medios de comunicación, Roma trata de exhibir una Iglesia fuerte con un "representante de Cristo" absolutista, que reúne en su mano los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Sin embargo, la política de restauración de Benedicto ha fracasado. Todas sus apariciones públicas, viajes y documentos no son capaces de modificar en el sentido de la doctrina romana la postura de la mayoría de los católicos en cuestiones controvertidas, especialmente en materia de moral sexual. Ni siquiera los encuentros papales con la juventud, a los que asisten sobre todo agrupaciones conservadoras carismáticas, pueden frenar los abandonos de la Iglesia ni despertar más vocaciones sacerdotales.

Precisamente vosotros, como obispos, lo lamentaréis en lo más profundo: desde el concilio, decenas de miles de obispos han abandonado su vocación, sobre todo debido a la ley del celibato. La renovación sacerdotal, aunque también la de miembros de las órdenes, de hermanas y hermanos laicos, ha caído tanto cuantitativa como cualitativamente. La resignación y la frustración se extienden en el clero, precisamente entre los miembros más activos de la Iglesia. Muchos se sienten abandonados en sus necesidades y sufren por la Iglesia. Puede que ese sea el caso en muchas de vuestras diócesis: cada vez más iglesias, seminarios y parroquias vacíos. En algunos países, debido a la carencia de sacerdotes, se finge una reforma eclesial y las parroquias se refunden, a menudo en contra de su voluntad, constituyendo gigantescas "unidades pastorales" en las que los escasos sacerdotes están completamente desbordados.

Y ahora, a las muchas tendencias de crisis todavía se añaden escándalos que claman al cielo: sobre todo el abuso de miles de niños y jóvenes por clérigos -en Estados Unidos, Irlanda, Alemania y otros países- ligado todo ello a una crisis de liderazgo y confianza sin precedentes. No puede silenciarse que el sistema de ocultamiento puesto en vigor en todo el mundo ante los delitos sexuales de los clérigos fue dirigido por la Congregación para la Fe romana del cardenal Ratzinger (1981-2005), en la que ya bajo Juan Pablo II se recopilaron los casos bajo el más estricto secreto. Todavía el 18 de mayo de 2001, Ratzinger enviaba un escrito solemne sobre los delitos más graves (Epistula de delitos gravioribus) a todos los obispos. En ella, los casos de abusos se situaban bajo el secretum pontificium, cuya vulneración puede atraer severas penas canónicas. Con razón, pues, son muchos los que exigen al entonces prefecto y ahora Papa un mea culpa personal. Sin embargo, en Semana Santa ha perdido la ocasión de hacerlo. En vez de ello, el Domingo de Ramos movió al decano del colegio cardenalicio a levantar urbi et orbe testimonio de su inocencia.

Las consecuencias de todos estos escándalos para la reputación de la Iglesia católica son devastadoras. Esto es algo que también confirman ya dignatarios de alto rango. Innumerables curas y educadores de jóvenes sin tacha y sumamente comprometidos padecen bajo una sospecha general. Vosotros, estimados obispos, debéis plantearos la pregunta de cómo habrán de ser en el futuro las cosas en nuestra Iglesia y en vuestras diócesis. Sin embargo, no querría bosquejaros un programa de reforma; eso ya lo he hecho en repetidas ocasiones, antes y después del concilio. Sólo querría plantearos seis propuestas que, es mi convicción, serán respaldadas por millones de católicos que carecen de voz.

 

1. No callar: en vista de tantas y tan graves irregularidades, el silencio os hace cómplices. Allí donde consideréis que determinadas leyes, disposiciones y medidas son contraproducentes, deberíais, por el contrario, expresarlo con la mayor franqueza. ¡No enviéis a Roma declaraciones de sumisión, sino demandas de reforma!

 

2. Acometer reformas: en la Iglesia y en el episcopado son muchos los que se quejan de Roma, sin que ellos mismos hagan algo. Pero hoy, cuando en una diócesis o parroquia no se acude a misa, la labor pastoral es ineficaz, la apertura a las necesidades del mundo limitada, o la cooperación mínima, la culpa no puede descargarse sin más sobre Roma. Obispo, sacerdote o laico, todos y cada uno han de hacer algo para la renovación de la Iglesia en su ámbito vital, sea mayor o menor. Muchas grandes cosas en las parroquias y en la Iglesia entera se han puesto en marcha gracias a la iniciativa de individuos o de grupos pequeños. Como obispos, debéis apoyar y alentar tales iniciativas y atender, ahora mismo, las quejas justificadas de los fieles.

 

3. Actuar colegiadamente: tras un vivo debate y contra la sostenida oposición de la curia, el concilio decretó la colegialidad del Papa y los obispos en el sentido de los Hechos de los Apóstoles, donde Pedro tampoco actuaba sin el colegio apostólico. Sin embargo, en la época posconciliar los papas y la curia han ignorado esta decisión central del concilio. Desde que el papa Pablo VI, ya a los dos años del concilio, publicara una encíclica para la defensa de la discutida ley del celibato, volvió a ejercerse la doctrina y la política papal al antiguo estilo, no colegiado. Incluso hasta en la liturgia se presenta el Papa como autócrata, frente al que los obispos, de los que gusta rodearse, aparecen como comparsas sin voz ni voto. Por tanto, no deberíais, estimados obispos, actuar solo como individuos, sino en comunidad con los demás obispos, con los sacerdotes y con el pueblo de la Iglesia, hombres y mujeres.

 

4. La obediencia ilimitada sólo se debe a Dios: todos vosotros, en la solemne consagración episcopal, habéis prestado ante el Papa un voto de obediencia ilimitada. Pero sabéis igualmente que jamás se debe obediencia ilimitada a una autoridad humana, solo a Dios. Por tanto, vuestro voto no os impide decir la verdad sobre la actual crisis de la Iglesia, de vuestra diócesis y de vuestros países. ¡Siguiendo en todo el ejemplo del apóstol Pablo, que se enfrentó a Pedro y tuvo que "decirle en la cara que actuaba de forma condenable" (Gal 2, 11)! Una presión sobre las autoridades romanas en el espíritu de la hermandad cristiana puede ser legítima cuando estas no concuerden con el espíritu del Evangelio y su mensaje. La utilización del lenguaje vernáculo en la liturgia, la modificación de las disposiciones sobre los matrimonios mixtos, la afirmación de la tolerancia, la democracia, los derechos humanos, el entendimiento ecuménico y tantas otras cosas sólo se han alcanzado por la tenaz presión desde abajo.

 

5. Aspirar a soluciones regionales: es frecuente que el Vaticano haga oídos sordos a demandas justificadas del episcopado, de los sacerdotes y de los laicos. Con tanta mayor razón se debe aspirar a conseguir de forma inteligente soluciones regionales. Un problema especialmente espinoso, como sabéis, es la ley del celibato, proveniente de la Edad Media y que se está cuestionando con razón en todo el mundo precisamente en el contexto de los escándalos por abusos sexuales. Una modificación en contra de la voluntad de Roma parece prácticamente imposible. Sin embargo, esto no nos condena a la pasividad: un sacerdote que tras madura reflexión piense en casarse no tiene que renunciar automáticamente a su estado si el obispo y la comunidad le apoyan. Algunas conferencias episcopales podrían proceder con una solución regional, aunque sería mejor aspirar a una solución para la Iglesia en su conjunto. Por tanto:

 

6. Exigir un concilio: así como se requirió un concilio ecuménico para la realización de la reforma litúrgica, la libertad de religión, el ecumenismo y el diálogo interreligioso, lo mismo ocurre en cuanto a solucionar el problema de la reforma, que ha irrumpido ahora de forma dramática. El concilio reformista de Constanza en el siglo previo a la Reforma acordó la celebración de concilios cada cinco años, disposición que, sin embargo, burló la curia romana. Sin duda, esta hará ahora cuanto pueda para impedir un concilio del que debe temer una limitación de su poder. En todos vosotros está la responsabilidad de imponer un concilio o al menos un sínodo episcopal representativo.

La apelación que os dirijo en vista de esta Iglesia en crisis, estimados obispos, es que pongáis en la balanza la autoridad episcopal, revalorizada por el concilio. En esta situación de necesidad, los ojos del mundo están puestos en vosotros. Innúmeras personas han perdido la confianza en la Iglesia católica. Para recuperarla sólo valdrá abordar de forma franca y honrada los problemas y las reformas consecuentes. Os pido, con todo el respeto, que contribuyáis con lo que os corresponda, cuando sea posible en cooperación con el resto de los obispos; pero, si es necesario, también en solitario, con "valentía" apostólica (Hechos 4, 29-31). Dad a vuestros fieles signos de esperanza y aliento y a nuestra iglesia una perspectiva.

Os saluda, en la comunión de la fe cristiana, Hans Küng.

 

Traducción: Jesús Alborés Rey

Hans Küng es catedrático emérito de Teología Ecuménica en la Universidad de Tubinga (Alemania) y presidente de Global Ethic.

 

 

 

 

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Respuesta: La carta abierta de Hans Küng

 

aca el padre que hacia felizesalos niños,luego de acabar se limpiaba con los habitos..les gustaba sentir el olor a semen...uno de sus niños abusados luego con los años abusaba de su hermanito menor de 7 años.....ante su confesor y abusador ..le dijo padre he pecado le hago esto y aquello ami hremanito ..soy malo...el padre respondia...no hijo mio esta bien ,sos como yo.

ESTO CONSTA EN LA CAUSA DE ESE HDP. son declaraciones de uno de los abusados.

HAY QUE COLGARLOS.

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Invitado el_carcelero

Respuesta: La carta abierta de Hans Küng

 

Küng, uno de los pocos tipos que realmente tiene pelotas en el clero y puso el tema en serio sobre el tapete.

 

Gracias Loy.

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Invitado MACHOGUACHO

Respuesta: La carta abierta de Hans Küng

 

Yo no estoy muy seguro que la convocatoria a esta suerte de 'rebelión en la granja episcopal' vaya a contribuir a fomentar el diálogo interreligioso y la comprensión como caminos para alcanzar a paz mundial. Esto es lo que Küng propone desde su visión teológica y desde su práctica religiosa.

 

En su carácter de presidente de la fundación de Ética Mundial que promueve el entendimiento de las religiones y el ecumenismo, debería ser más cuidadoso en la manera de referirse públicamente a la autoridad máxima de la Iglesia Católica.

 

No es que esté en desacuerdo con Küng y lo que propone. Simplemente creo que sus modos no se corresponden con su prédica de entendimiento y comprensión.

 

Ratzinger y Küng son dos de los más sólidos teólogos del cristianismo que hay hoy en el mundo. Ambos provienen de un tronco nacional común (uno es Suizo y el otro alemán) Ambos se especializaron desde jóvenes en la misma disciplina y participaron activamente en el Concilio Vaticano II. Al segundo se le ha prohibido la enseñanza de la teología católica sin habérsele revocado sus facultades sacerdotales.

 

Más allá de los planteos de Küng, con los que reitero, me siento plenamente identificado, atisbo una cierta dosis de competencia, y por qué no, de malsana envidia con el obispo de Roma.

 

La iglesia debe 'arggiornarse'. Küng pide eso.

Ha luchado por el sinceramiento de la práctica religiosa y de la teología. Antepone el evangelio al dogma. Puede que a sus 82 años se encuentre ansioso por encontrar resultados.

 

Aún así, no justifico su arenga pública. En mi mundo, la diplomacia es parte esencial y sustancial en el camino hacia un genuino y perdurable entendimiento.

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Respuesta: La carta abierta de Hans Küng

 

Aún así, no justifico su arenga pública. En mi mundo, la diplomacia es parte esencial y sustancial en el camino hacia un genuino y perdurable entendimiento.

 

De acuerdo con el valor de la diplomacia. Sin embargo pienso que el conservadurismo y el dogmatismo que Küng reprocha al Vaticano hace demasiado mal a la parte de la humanidad que acata sus dictámenes como palabra santa. No es la primera vez que Küng le dice a Ratzinger lo que piensa, y estoy convencido de que si esta vez lo hizo así es porque agotó las otras vías. El que asume la responsabilidad de ser el pastor de tantos millones de ovejas está expuesto, justamente por ser la máxima autoridad, a la crítica de sus errores.

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Invitado MACHOGUACHO

Respuesta: La carta abierta de Hans Küng

 

. Sin embargo pienso que el conservadurismo y el dogmatismo que Küng reprocha al Vaticano hace demasiado mal a la parte de la humanidad que acata sus dictámenes como palabra santa. No es la primera vez que Küng le dice a Ratzinger lo que piensa, y estoy convencido de que si esta vez lo hizo así es porque agotó las otras vías. El que asume la responsabilidad de ser el pastor de tantos millones de ovejas está expuesto, justamente por ser la máxima autoridad, a la crítica de sus errores.

 

Quizás tengas razón.

 

No obstante, no estoy seguro de acordar con la idea de que haya parte de la humanidad que acate como palabra santa los dictámenes de Roma.

 

El mundo se ha olvidado de Dios. No lo necesita. Aún quienes practican la religión cristiana, adaptan las reglas emitidas por las instituciones a sus propias realidades. Para darte un ejemplo simple, la iglesia católica prohibe enfáticamente la toma de comunión por parte de los divorciados. Pero en la práctica, muchos divoriciados practicantes, comulgan con conocimiento de esa situación por parte de los curas que les ofrecen la eucaristía.

 

Pero esto para hablar solamente de quienes visitan con frecuencia la iglesia.

En Europa (realidad que vos conocés por vivir 19 años en Suiza) los templos están casi vacíos y no hay curas para dar misa. Poco les interesa a los católicos lo que la iglesia o el Papa digan. Estamos en 2010, altura de la historia en que la influencia y el acatamiento de las instituciones cambió sustancialmente con respecto al no muy lejano 1950.

 

Las directivas impartidas por Roma, son cada vez de menor acatamiento eclesial. Quienes forman parte de la jeraquía eclesiástica tienen la obligatoriedad de acatarlas, lo que hacen a veces a regañadientes. No puedo negar que exista una ortodoxia recalcitrante, dentro de la misma Iglesia, de la cual la famosa Curia es parte sustancial. Pero en número es muy reducida. Aunque influyente.

 

La prédica de Küng, con la que reitero una vez más yo acuerdo, no parece apropiada pues desfenestra una institución respetada por siglos.

Los cambios en la Iglesia, no se dan por pedido de los fieles. Se dan por redireccionamiento de las jerarquías (pensá en Lutero) Y toman siglos.

 

En el siglo XXI parecen anacrónicas ciertas reglas que emanan más del dogma que del evangelio, de la tradición que de la razón, de la práctica que de la moral.

Sin embargo, modificarlas, toma tiempo. Mucho más del que a vos y a mí nos gustaría. Y ciertamente mucho más del que los tiempos exigen.

 

En el proceso, el respeto por las instituciones y sus integrantes, de los cuales Benedicto XVI y el Papado son figuras emblemáticas, se me presenta como imprescindible.

La arenga de Hans no parece coincidir (lo digo una vez más) con el espíritu de su prédica.

Pero, como vos mismo decís, la necesidad de sacudir las anquilosadas estructuras eclesíasticas quizás lo justifique.

 

Sería mejor verlo en un contexto de mayor diplomacia, pero tal vez, la insalvable brecha que existe hoy entre la realidad y el dogma la hagan impracticable.

 

Quizás tengas razón

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Respuesta: La carta abierta de Hans Küng

 

Sé que mucha gente adapta la religión a sus propias realidades. Son los que están acostumbrados a pensar. Si fueran todos, no me preocuparía en absoluto. Pero te puedo asegurar que los otros también existen. Los que siempre llevan consigo la estampita bendecida con la imagen del Santo Padre (!), beben sus palabras como agua de manantial y no sólo siguen los dictámenes de la iglesia para modelar su conducta sino también para juzgar la del prójimo, lo que es mucho peor. Basta con leer ciertas reacciones a la carta de Küng en algunos blogs para constatar que el espíritu de la inquisición y de la guerra santa sobrevive en el siglo XXI. Tal vez tengas la suerte de no conocerlos. Ellos son los que me generan la sensación de peligro y urgencia.

Lo que decís de los templos de Europa (donde no hace 19 sino 41 años que vivo, de los cuales 19 fueron en Suiza) es otra verdad parcial. No puedo hablar de Europa entera porque hay muchos países que no conozco, pero te puedo decir que con frecuencia veo iglesias llenísimas. Las vi incluso en Rusia en plena época soviética.

La prédica de Küng no apunta a defenestrar la institución. Una cosa es la institución y otra su jefe. ¿Cuál de los dos, Ratzinger o Küng, le está haciendo más mal a la iglesia católica? Me parece que hacer la crítica de sus peores aspectos e intimarla a que se adapte a los tiempos modernos es, por el contrario, tratar de salvarla del derrumbe total. Yo, como no creyente, veo ese salvamento como un mal necesario. Aspiro a lo que vos das por hecho: que el mundo ya no necesite a dios. Eso significaría la madurez moral de la humanidad. Creo que desgraciadamente estamos lejos.

Y si Küng tiene que ser el Lutero de este siglo, ¡alabado sea Dios!

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Invitado MACHOGUACHO

Respuesta: La carta abierta de Hans Küng

 

Sé que mucha gente adapta la religión a sus propias realidades. Son los que están acostumbrados a pensar.

Yo no me atrevería a hacer tal afirmación.

De la forma en que está expresada, da la sensación que solamente quienes piensan, o sea, quienes utilizan su cabeza para pensar, son capaces de cuestionar aquéllo que la religión dicta.

Algunos de los mejores cerebros del mundo, creen en la existencia de Dios. Y digo que creen porque la existencia de Dios no ha sido científicamente probada. Entre la gente pensante hay gente muy religiosa.

Desde este punto de partida, la creencia más allá de la razón, todo lo que venga después es cuestión de fe.

 

Si fueran todos, no me preocuparía en absoluto. Pero te puedo asegurar que los otros también existen.

No tengo la menor duda. Todos salimos a la calle, hablamos con la gente y leemos los diarios. Yo me he referido a la generalidad.

Los que siempre llevan consigo la estampita bendecida con la imagen del Santo Padre (!), beben sus palabras como agua de manantial y no sólo siguen los dictámenes de la iglesia para modelar su conducta sino también para juzgar la del prójimo, lo que es mucho peor.

No todos los que creen ciegamente, alientan o promueven un modelo de ética al estilo de la inquisición. No dudo que los haya. Pero no creo tampoco que sean mayoría.

Es mi sensación (sin bases estadísticas) que a aquéllos que adhieren a tales comportamientos estigmatizantes no los alienta una fe tan ciega como el que anda con la estampita rezándole al Santito.

Basta con leer ciertas reacciones a la carta de Küng en algunos blogs para constatar que el espíritu de la inquisición y de la guerra santa sobrevive en el siglo XXI. Tal vez tengas la suerte de no conocerlos. Ellos son los que me generan la sensación de peligro y urgencia.

No creas. Los conozco y los he sufrido. Pero puedo separar el polvo de la paja. Al menos trato.

Me parece una enorme simplificación igualar fe con espíritu segregacionista y persecutorio. Yo no digo que no exista. Digo que no son la misma cosa y digo además que tales exacerbaciones retorcidas no son mayoría. Aunque la prensa se empeñe en demostrarnos lo contrario.

Lo que decís de los templos de Europa (donde no hace 19 sino 41 años que vivo, de los cuales 19 fueron en Suiza) es otra verdad parcial.

No es una verdad parcial. Es una generalización. Que no es lo mismo.

Y tal generalización está basada en datos estadísticos.

Desconocía que hubieses vivido en Europa 41 años. Me referí, a lo que vos mismo expresaste en relación a tu estadía en Suiza.

No puedo hablar de Europa entera porque hay muchos países que no conozco, pero te puedo decir que con frecuencia veo iglesias llenísimas. Las vi incluso en Rusia en plena época soviética.

Seguramente conocés más países de Europa que yo. No dudo de tus experiencias personales en la Rusia Soviética.

No obstante es un dato de la realidad la escasa o nula participación de los europeos en la práctica religiosa. Como que lo es también el escaso número de sacerdotes disponibles para atender las necesidades del culto. Mucho más que en América Latina.

La prédica de Küng no apunta a defenestrar la institución. Una cosa es la institución y otra su jefe. ¿Cuál de los dos, Ratzinger o Küng, le está haciendo más mal a la iglesia católica? Me parece que hacer la crítica de sus peores aspectos e intimarla a que se adapte a los tiempos modernos es, por el contrario, tratar de salvarla del derrumbe total. Yo, como no creyente, veo ese salvamento como un mal necesario. Aspiro a lo que vos das por hecho: que el mundo ya no necesite a dios. Eso significaría la madurez moral de la humanidad. Creo que desgraciadamente estamos lejos.

Y si Küng tiene que ser el Lutero de este siglo, ¡alabado sea Dios!

Desde San Pedro (primer Papa) para acá, el Papa ha sido y sigue siendo la Cabeza de la Iglesia y más que eso: el representante de Cristo en la tierra. Si atacar al Papa no es atacar a la Iglesia, me pregunto qué lo puede ser entonces.

Esto no quiere decir que Küng en su carácter de teólogo y sacerdote católico no pueda (o deba) promover el cambio sobre la vigencia de las tradiciones que hoy tanto separan a la jerarquía eclesiástica del Pueblo de Dios. Pero para hacerlo, es mi opinión que debería proceder con más diplomacia. Y con más respeto. Aunque, reitero, coincida con sus planteos.

 

Finalmente, necesito puntualizar que disiento absolutamente con la afirmación que expresa que la ausencia de Dios significa madurez moral de la humanidad. Respeto ese punto de vista, pero lo encuentro francamente pedante, soberbio e inexacto. Hasta lo tacharía de discriminatorio.

 

Un conjunto de normas morales que rijan la vida de las personas y sus valores puede estar basado en la ética o en la fe. Ninguno es mejor que el otro. El primero puede ser producto de la razón y el otro lo puede ser de creencias o de sentimientos. El ser humano está hecho de ambos, y es facultad de cada quien ajustar su vida y organizarla en función de cualquiera de ellos. No creo que se alcance un escalón superior porque pueda prescindirse de la idea de Dios, como tampoco creo que se esté en un escalón inferior porque el ser humano oriente su vida en función de cánones éticos emanados de la razón.

Son elecciones y hay que respetarlas.

Editado por MACHOGUACHO
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Respuesta: La carta abierta de Hans Küng

 

Me parece que lo que se critica al Catolicismo Romano, tambien deberia aplicarse a la religion Judia ortodoxa que es super cerrada al igual que a la religion islamica. Las tres grandes religiones en sus estructuras dirigenciales son muy cerradas a aggiornarse a los tiempos actuales del siglo XXI.

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Respuesta: La carta abierta de Hans Küng

 

Yo no me atrevería a hacer tal afirmación.De la forma en que está expresada, da la sensación que solamente quienes piensan, o sea, quienes utilizan su cabeza para pensar, son capaces de cuestionar aquello que la religión dicta.

¿Los intelectuales? No. Llamo gente acostumbrada a pensar a toda la que reflexiona, independientemente de su formación. Conozco iletrados muy sensatos y justos.

Algunos de los mejores cerebros del mundo, creen en la existencia de Dios. Y digo que creen porque la existencia de Dios no ha sido científicamente probada. Entre la gente pensante hay gente muy religiosa. Desde este punto de partida, la creencia más allá de la razón, todo lo que venga después es cuestión de fe.

Hablábamos de cuestionar los dictámenes de la Iglesia, no de la existencia de Dios.

No todos los que creen ciegamente, alientan o promueven un modelo de ética al estilo de la inquisición. No dudo que los haya. Pero no creo tampoco que sean mayoría.

Nunca se sabe. Es un peligro latente, alimentado por principios inadecuados.

No es una verdad parcial. Es una generalización. Que no es lo mismo.

Generalizar es aplicar a un conjunto algo que es verdad para parte del mismo. Por eso dije verdad parcial.

Y tal generalización está basada en datos estadísticos.

No conozco las estadísticas. Cuento lo que veo, que es forzosamente limitado. Yo me muevo en zonas rurales. En los pueblos, las iglesias se llenan los domingos. Y en Suiza viví en un pueblo que tenía panadería católica y panadería protestante. La religión está a veces en lugares insospechados.

Desde San Pedro (primer Papa) para acá, el Papa ha sido y sigue siendo la Cabeza de la Iglesia y más que eso: el representante de Cristo en la tierra.

Ignoro si Roma lo define así. Si lo hace, es una falta de consideración hacia todos los otros cristianos, incluyendo a los católicos no romanos. Y lo que es peor, no creo que Cristo se sentiría muy identificado con toda la línea de sus representantes en la tierra. La larga historia del papado está muy manchada de iniquidad y de sangre.

Si atacar al Papa no es atacar a la Iglesia, me pregunto qué lo puede ser entonces.

Atacar la Iglesia es atacar la institución en su esencia y la doctrina que ella transmite. No es atacar a su jefe del momento. Si se admite que el jefe se está equivocando, atacar al jefe es beneficiar la institución.

Esto no quiere decir que Küng en su carácter de teólogo y sacerdote católico no pueda (o deba) promover el cambio sobre la vigencia de las tradiciones que hoy tanto separan a la jerarquía eclesiástica del Pueblo de Dios. Pero para hacerlo, es mi opinión que debería proceder con más diplomacia. Y con más respeto. Aunque, reitero, coincida con sus planteos.

Puede ser. A mí no me nace juzgar su dosis de diplomacia. Yo disfruté con la lectura de su carta porque el Vaticano me exaspera. Además admiro la inteligencia y el coraje. En cuanto al respeto, leyendo esta declaración de principios http://www.weltethos.org/dat_spa/indx_3sp.htm podemos ver que el que tiene Küng por todas las religiones y las gentes del planeta es ejemplar. Me parece que es lo más importante.

Finalmente, necesito puntualizar que disiento absolutamente con la afirmación que expresa que la ausencia de Dios significa madurez moral de la humanidad. Respeto ese punto de vista, pero lo encuentro francamente pedante, soberbio e inexacto. Hasta lo tacharía de discriminatorio.

Lamento que le encuentres esas características tan feas. Sin embargo vos dijiste: El mundo se ha olvidado de Dios. No lo necesita, y yo pensé aportar una moderación a ese concepto tan contundente, expresando que si el mundo sigue por el buen camino podrá llegar a no necesitarlo.

Un conjunto de normas morales que rijan la vida de las personas y sus valores puede estar basado en la ética o en la fe. Ninguno es mejor que el otro. El primero puede ser producto de la razón y el otro lo puede ser de creencias o de sentimientos. El ser humano está hecho de ambos, y es facultad de cada quien ajustar su vida y organizarla en función de cualquiera de ellos. No creo que se alcance un escalón superior porque pueda prescindirse de la idea de Dios, como tampoco creo que se esté en un escalón inferior porque el ser humano oriente su vida en función de cánones éticos emanados de la razón.Son elecciones y hay que respetarlas.

Tu opinión es políticamente correcta. La mía no es tan impecable. Yo confieso que para mí la ética y la razón están en un nivel superior. A pesar de aborrecer la pedantería, prefiero ser tildado de pedante a sentirme hipócrita afirmando lo que no siento. Reconozco que no me parecen equivalentes un valor moral adoptado racionalmente, por convicción, y un valor religioso, adoptado místicamente, por obediencia. Sabemos que las religiones han transmitido códigos de conducta utilizando las nociones de castigo y recompensa. El Credo católico actualmente vigente perpetúa el concepto del juicio final. Este componente es tanto más fuerte cuanto más se recula en el tiempo. Hoy en día, un teólogo inteligente no le habla a un creyente cultivado de infierno y de paraíso. Tampoco de fieles e infieles, de pueblo elegido ni de pueblo condenado. Yo lo veo como un acercamiento paulatino de la religión a la filosofía, hasta que llegue el día en que, como vos dijiste, ya no necesitemos a Dios. Para la espiritualidad, prefiero a la Pacha Mama que al Dios de los conquistadores.

Yo (digo yo porque enviudé joven) eduqué a mis varios hijos, hoy adultos responsables, sin religión, sin cuco y sin hombre de la bolsa, sin esoterismos ni supersticiones de ninguna clase. Da más trabajo, hay que pensar más, explicar más, pero pienso que vale la pena, que así se respeta al niño. Cuando se elige una opción por creer que es la mejor no me parece honesto decir que todas las opciones son igualmente válidas. Las respeto, y comprendo que cada cual opte por lo que mejor le parece, pero eso no cambia mi escala de valores.

 

Un saludo, Loy

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Respuesta: La carta abierta de Hans Küng

 

Qué bueno! Falto más de una semana del foro y me encuentro con este debate interesantísimo.

 

Increíblemente tengo puntos de encuentro con ideológico tanto con MG como con Loy (más allá del placer de leer dos prosas impecables).

 

Permítanme un breve relato de vida, para que entiendan mi postura: Tuve mi perído místico con comunión y misa muy frecuentes, y muchas más prácticas de piedad que no voy a enumerar. Sólida formación con años de estudio teórico.

 

Hace ya mucho tiempo que no frecuento la Iglesia. Mi perfil extremista (lo reconozco como una limitación) no me permite no ser 'impecable' (perdonen lo poco claro de la triple negación, quizá Loy encuentre un modo más directo de expresarlo), en consecuencia voy al extremo opuesto.

 

La formación de otrora y mi realidad presente me han dado una perspectiva bastante particular de la situación de la Iglesia hoy. Percibo en el documento de Küng una dimensión dogmática y una dimensión de política vaticana.

 

Coincido con Küng en que muchos signos de política 'ecuménica' vaticana dados por el Papa son síntomas de retroceso y dejan entrever su espíritu conservador (que también tenía su antecesor, aunque mucho más moderado y condimentado con un carisma enorme del que carece totalmente el actual Pontífice).

 

La dimensión dogmática es un capítulo completamente aparte.

 

La Iglesia como institución está en una verdadera encrucijada. Es más, diría que en un verdadero Catch-22.

 

Para la sociedad actual, un aggiornamiento de la Iglesia en muchos aspectos casi supondría abrir la puerta a cuestionar el corpus de creencias que conforma el dogma.

 

Partamos de la idea que Küng fue siempre un heterodoxo y Ratzinger un ortodoxo.

 

Küng es totalmente consciente que acercarse a su heterodoxia abre un sinnúmero de ventanas que indirectamente socavarían el cuerpo dogmático.

 

El tema principal es que este cuerpo dogmático fue creado bajo la concepción de que las declaraciones solemnes del Magisterio Extraordinario son infalibles e irreformables. En síntesis, no se puede sacar un ladrillo sin que todo el muro quede debilitado.

 

Un sólo ejemplo de cómo tirando de un sólo hilo se comienza a deshacer el tapiz:

 

Cómo proponer SEXO seguro con preservativo para evitar el SIDA, sin ir en contra del principio del SEXO exclusivamente dentro del matrimonio hombre-mujer y con fines de procreación?

 

Y cómo aceptar una idea de sexo más 'light' sin ir en contra del mismísimo noveno mandamiento, tal como ese mandamiento ha sido interpretado hasta ahora por un Magisterio que es infalible e irreformable?

 

Allí está el catch-22. Y eso con cualquier otro aspecto de fe y de moral que haya tenido una declaración solemne o haya sido abordado por el Papa en alguna encíclica sobre temas de fe y de moral, donde aplica el concepto de infalibilidad papal.

 

Yo no le veo solución, se necesitará una inspiración muy particular del Espíritu Santo para resolverlo... Pero aquí también tenemos un Catch-22. Es el mismo Espíritu Santo que desde siglos viene inspirando a esos cuerpos colegiados de Obispos en declaraciones de magisterio que ahora se quieren revisar!

"Todos somos muy ignorantes. Lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas." (A. Einstein)

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Respuesta: La carta abierta de Hans Küng

 

Qué bueno! Falto más de una semana del foro y me encuentro con este debate interesantísimo.

¡Hola! Te estaba extrañando... Bienvenido a la mesa redonda.

Mi intervención en este espacio es muy irregular, pero cada vez que entro me gusta encontrarte. Recuerdo que mi primer post fue en el hilo Los 3000 de Sey, por una cuestión de idioma francés. Era un tímido golpecito a la puerta, y vos la abriste respondiéndome y dándome la bienvenida. De modo que, te plazca o no, te veo como una suerte de padrino...

 

Me alegro de tu interés por este hilo. Mientras leía tu contribución se me ocurrían algunos elementos de diálogo. Ahora estoy sin tiempo; espero recordarlos para cuando pueda volver a participar en los próximos días. Mientras tanto, un amistoso saludo para todos. Loy

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