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Derecho a tener armas


JHON FOX

Derecho a tener armas  

11 miembros han votado

  1. 1. Derecho a tener armas

    • SI, PARA DEFENDERNOS EN CASOS EXTREMOS
      7
    • NO, YA QUE NO NOS CORRESPONDE
      4


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Invitado vengador_barrial

Respuesta: Derecho a tener armas

 

Respondiendo al tema que acabas de plantear

 

Creo que el tener uso de armas para defensa si bien es algo legitimo, y entiendase que no es otra cosa que nuestra propia defensa y la defensa de nuestra familia, hoy en dia el renar ha restringido el permiso para tener una, por el solo hecho que como sociedad no estamos preparados para hacer uso de ella.

 

Ell tener un arma aumenta notoriamente tu riesgo de vida, las armas no son para todo el mundo, y esta probado que un bajo porcentaje de la poblacion hace un buen uso de ella, en la actualidad no vivimos en el viejo oeste que se regia por la ley del mas fuerte y el mas rapido.

 

Hoy el estilo de vida que llevamos los argentinos es un desastre, la decidia de las autoridades (pasadas y presentes) para resolver cuestiones de delincuencia esta plenamente a la vista de cualquier ciudadano, el sistema judicial esta colapsado por causas inconclusas en donde no se ve reflejada justicia alguna, hemos perdido la cualidad que poseian nuestros mayores de manejarse honestamente ante cualquier situacion.

 

El sistema penal es una leonera en donde se tienen codigos propios, no se hace nada para una persona enferma pueda ser conducida hacia un camino de honestidad.

 

La falta de un trabajo digno esta llevando a generaciones cada vez mas jovenes a cometer actos ilicitos, y tristemente te digo que nuestro pais no cuenta con instituciones capacitadas para corregir a estas pequeñas personitas a desarrollar plenamente su potencial intelectual se ha olvidado que son nuestro futuro mediato.

 

El gobierno esta haciendo un ENORME esfuerzo para revertir esto a travez de la educación, pero este solo hecho no alcanza, no basta, y te pongo un ejemplo, se puede ver a diario en las estaciones tanto de los subtes y trenes a gente pidiendo limosna y junto con ellos las criaturas que van de los 5 años a 11 aproximadamente hay alguna parte de nuestra sociedad que por carisma le da dinero pero no existe ninguna organizacion del gobierno capaz de resolver en forma inmediata la ausencia de trabajo y desnutricion que sufren estas personas.

 

Y a quien vas a recurir como ciudadano si este simple hecho es pasado por alto, es muy facil darle dos pesos y seguir con nuestro habito diario pero no resolver el problema.

 

Pero me fui de mambo, no estoy de acuerdo que la gente porte arma, debemos resolver los problemas sin el uso de ellas, hay una una realidad cuando ocurren hechos ilicitos la autoridad llega siempre cuando todo sucedio, y esto es funesto, creo que pagamos impuestos bueno es hora que destinen mayores recursos para nuestra seguridad y no veo realmente un verdadero desarrollo de este tipo de actividades.

 

no se fue de mambo, esta dando su opinion

nicario, es correcta cada una de las cosas que dice

comparto plenamente

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Respuesta: Derecho a tener armas

 

Viste como se replican ????

Se replican y se replican y pretenden formar opinión y ni siquiera saben argumentar. No pueden mantener un razonamiento argumentado y coherente. Solo parten de la base de que lo que ya está instalado debe ser aceptado. Esa película era un panfleto pedorro de 4ta categoría hecho por un panfletario amarillista que sacó de contexto la mayoría de las declaraciones que levantaba y que tergiversó miles de testimonios. ya se hizo un documental para rebatirla, por eso ni me tomo el trabajo.

 

Lo que no van a poder demostrar cabalmente nunca, mediante razonamientos legítimos, es de donde se podría derivar el derecho de unos, o del grupo, o de la mayoría, para imponerle a los demás la obligación de entregar sus armas.

 

Es lo mismo que yo te pretendiera demostrar que las cerraduras de las casas son peligrosas, y que causan accidentes.

ENTONCES, A PARTIR DE ESO, PRETENDER PRIVARTE DE TU DERECHO DE PODER CERRAR CON LLAVE PARA PROTEGER TU PROPIEDAD.

 

El razonamiento es tan espúreo como ese. Y te dejaría, igualmente, en manos de los individuos que quisieran robarte o matarte mientras dormís...

 

Comprense un revolver o pistola de alto calibre y gatillen a todo el que pretenda allanar tu propiedad y van a ver como se terminan los robos.

Un abrazo.

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Invitado vengador_barrial

Respuesta: Derecho a tener armas

 

ARMAS EN ARGENTINA: UN ARSENAL FUERA DE CONTROL.

HAY UN ARMA CADA DOS HOGARES. LOS DISPAROS MATAN MÁS ARGENTINOS QUE LOS ACCIDENTES DE TRÁNSITO. POR QUÉ EL ESTADO NO PUDO DESACTIVAR UN POLVORÍN A PUNTO DE ESTALLAR.

 

El tiro le perforó el estómago y le provocó un agujero por el que se le escurrió la vida. Pablo Piccioli tenía 18 años, un puñado de sueños cumplidos y muchos por cumplir. Uno de ellos era seguir con las prácticas de rugby en el equipo del country Indio Cuá.

El pasado domingo 9, mientras volvía de sudar un partido junto a su hermano Andrés, Pablo tuvo un segundo fatal. En realidad fueron dos. El primero ocurrió a la altura del kilómetro 38 de la autopista Panamericana, cuando un Daihatsu Charade rojo rozó el Clio de los Piccioli en un maniobra tan temeraria como veloz. Un kilómetro más tarde, los autos se toparon con el peaje. Y con el destino. Al llegar a las cabinas, los hermanos se bajaron de su coche y fueron a increpar al conductor que los había rozado. Una decena de testigos relataron la misma escena: después de los insultos los hermanos regresaron a su auto, Edgardo Petrocchi bajó de su Charade con su pistola calibre 380 en la mano, se acercó a Pablo y le gritó. El chico atinó a girar su rostro antes de encontrarse con un disparo a quemarropa. La discusión vial de rutina terminó en doble tragedia: el corazón -de la abuela de Pablo no soportó la muerte absurda de su nieto.

La investigación policial del caso pronto estableció un dato clave: Petrocchi, un empleado comercial de la agencia de seguridad Watchman SRL, tenía permiso para portar el arma que mató a Pablo. El Estado argentino, a través del Registro Nacional de Armas (Renar), lo consideró "apto psíquica y físicamente" para transitar armado. ¿Tragedia aislada o error de evaluación fatal? Una de las máximas autoridades del Estado que puso un arma en manos de Petrocchi arriesgó una respuesta: "A la locura irracional de un tipo que dispara en el peaje estamos un poco expuestos todos", aseguró el jefe de Gabinete, Alberto Fernández.

Entrenado para esquivar responsabilidades, la afirmación del funcionario contiene, sin embargo, una certeza inquietante: según las estadísticas oficiales, los argentinos quedaron expuestos a ser víctimas de un arma de fuego porque el país se convirtió en un arsenal fuera de control.

 

Números rojos

 

En la Argentina hay un arma cada dos hogares. La estimación surge de un estudio de victimización realizado por la Dirección Nacional de Política Criminal. Sus resultados son contundentes: según se desprende de ese informe, el arsenal de los argentinos orillaría las 4.800.000 armas, pero el Estado sólo sabe dónde están 1.200.000. El resto se halla fuera de las planillas oficiales.

La progresión registrada en el último lustro indica que el aumento de armamento en manos civiles creció al ritmo de la sensación de inseguridad. En Capital y Gran Buenos Aires, el 50 por ciento de los poseedores de armas admiten que se armaron para protegerse de los delitos. Pero las mismas cifras ilustran los riesgos de este fenómeno: durante el último año, una persona murió cada dos días por causas no delictivas. En otras palabras: 182 personas fueron víctimas de una discusión trivial que terminó en tragedia. El crimen de la Panamericana sumó el nombre de Pablo Piccioli a esa lista.

“Ante la ausencia de políticas de seguridad estamos resolviendo nuestros problemas a los tiros", asegura Darío Kosovsky, coordinador del Centro de Política de Seguridad del Inecip, una ONG especializada en estudios sobre seguridad. Para Kosovsky, "el repliegue del Estado invita a que la gente se defienda como pueda. Pero los números indican que esto es muy peligroso: 'cada dos días muere alguien por problemas personales. Por esa, las declaraciones de Alberto Fernández sobre el caso Piccioli no son inocentes: un representante del Gobierno no puede obviar el hecho de que un instrumento del Estado autorizó a ese hombre a tener el arma. No estamos expuestos a un loco, sino a la ineficacia del Estado para evitar que un loco esté armado".

Las críticas de Kosovsky están dirigidas a las actividades del Renar, el organismo que tiene a su cargo controlar el flujo de armas, y a quienes las poseen. Conformado bajo la órbita del ministerio de Defensa, el registro emite licencias que habilitan la tenencia –el arma no puede salir del domicilio- o la portación, que permite el traslado. Hasta 1994, cualquier argentino podía comprar una pistola o un rifle de uso civil con sólo presentar una cédula de identidad. Para amoldarse a recomendaciones internacionales, el Renar incorporó a partir de ese año una serie de requisitos que incluyen un certificado de antecedentes penales y un examen psicofísico. Para los especialistas, estos elementos no evitan que las armas caigan legalmente en manos inestables.

"El Renar es una caja boba: registra y controla, pero no genera políticas públicas que estimulen el desarme", apunta Kosovsky:

"Cuando explota un escándalo anuncian algún proyecto, pero nunca hacen nada en concreto". Cosas de un país con espasmos: tras la muerte de Piccioli, el ministerio del Interior a cargo de Aníbal Fernández informó que se estaba estudiando la implementación nacional de un "plan canje" similar al que se realiza en Mendoza, donde se cambian, armas por alimentos. Eso sí: el ministerio no informó sobre plazos de este plan ni le puso fecha de inicio. - El "plan canje" integra el menú de propuestas impulsado por seis organizaciones locales que integran el Iansa, una red mundial que plantea el desarme de armas livianas. No parece casual que la sede se encuentre en Brasil, un país con altos índices de violencia civil y que el próximo 23 de octubre afrontará un plebiscito crucial que determinará las políticas oficiales de control. Ese mismo día se realizarán elecciones legislativas en la Argentina. Hasta el momento, la proliferación de armas de fuego no integra ninguna agenda de debate, pese a que las estadísticas –y las muertes- activan a diario las señales de alarma.

 

Livianas y letales

 

La médica Ana María Rossi tiene 35 años y el cuerpo aguijoneado en terapia intensiva de un hospital de Gonnet. Entre agujas y sondas luce tres orificios pequeños provocados por balas provocados por balas calibre 22. Son tres, pero podrían haber sido cuatro. Esa fue la cantidad de disparos que realizó su ex pareja, el visitador médico Agustín Arrien. Los colegas de Rossi dicen que no murió en el acto de milagro: los proyectiles de ese calibre suelen hacer estragos en los órganos internos del cuerpo. Arrien disparó mientras manejaba, con una pistola que guardaba en la guantera de su coche para "protegerse de la inseguridad". El caso de la médica platense ocurrió seis días antes que el crimen de la Panamericana, y diez días antes de que la ex presidiaria Sandra González acribillara de cinco balazos a su ex pareja, Verónica Pérez, en un bingo de San Fernando.

En menos de dos semanas, tres víctimas ocuparon la tapa de los diarios. Ninguno de estos casos fue obra de la inseguridad. Víctimas y victimarios provenían de distintos escalones sociales, dispararon por distintos motivos, pero confluyeron en el mismo lugar común: las armas de fuego están al alcance de cualquiera. Y se convirtieron en la herramienta favorita de la ascendente violencia nacional.

"Los argentinos estamos sobredimensionando todo: tenemos una cantidad exorbitante de armas y reaccionamos de manera desproporcionada a los problemas", apunta María Laura Cortés, psicóloga especializada en victimología. Y agrega: "¿Por qué estamos resolviendo con armas lo que antes se zanjaba con una charla, un insulto o, en última instancia, una piña? Es cierto que la inseguridad existe, pero la prevención es una cosa y nuestra percepción distorsionada del riesgo, otra. Vivimos todo como peligroso, y terminamos defendiéndonos de nuestros propios fantasmas", define la especialista.

Armas cada ocho personas en una sociedad al borde de un ataque de nervios. El cóctel explosivo ya se siente en las calles: un estudio realizado por peritos forenses indicó que en la Ciudad de Buenos Aires murió una persona por día a causa de los disparos. La última, estadística nacional disponible le aumenta la cifra a 4 muertes por jornada.

Los estudios forenses indicaron también que cada año mueren más argentinos baleados que en accidentes de tránsito. El dato no es menor, ya que la Argentina está al tope en el ranking mundial de accidentes viales. La comparación exhibe además otra curiosidad: el Estado financió numerosas y necesarias campañas tendientes a disminuir el número de accidentes de tránsito, pero no se publicó un solo aviso que promueva el desarme.

 

A los tiros

 

El 70 por ciento de los homicidios cometidos por año se producen con armas de fuego. Sin embargo, esto no disminuye el fervor de los fanáticos del tiro. Desde su puesto en el polígono de San Cristóbal, el instructor Jorge Frank dispara contra el control de armamento: "El episodio de la Panamericana es aislado. Puede ocurrir un caso, pero es uno en un millón. El riesgo no es que haya gente con armas, el arma por sí sola no es peligrosa", argumenta Frank, obviando un detalle: cada arma tiene un dueño. Y en la Argentina parece haber muchos dispuestos a gatillar. Una encuesta rea1izada por Graciela R6mer en enero de 2001 indicaba que un millón y medio de bonaerenses poseían armas, y que 2.2 millones se mostraban dispuestos a comprarlas. Luego de la crisis y la devaluación, existen indicios de que muchos estarían cumpliendo con sus deseos, pero de manera ilegal.

Según las estadísticas del Registro Provincial de Armas, existen unas 107.066 con pedido de secuestro. Son, por ejemplo, armas que les robaron a civiles en asaltos y que no volvieron a aparecer. En la fiscalía especial del Renar, a cargo de Jorge Di Lelo, manejan un dato alarmante: en el último año se habría triplicado la cantidad de operativos policiales donde desaparecen las armas secuestradas. "Esto es grave, porque significa que cada vez hay más armas que reingresan al mercado ilegal, y que muchas de esas armas podrían ser proporcionadas por la propia policía", explican cerca del fiscal.

A la sospechosa "desaparición" de armas de los operativos se agregan los "misteriosos" robos de armamento secuestrado que se encuentra en depósito judicial o policial, o la transferencia ilegal de armas entre particulares.

"Muchos coleccionistas y portadores se están sacando de encima sus 'fierros' porque el tiro se convirtió en un deporte muy caro", apunta un colaborador directo del fiscal Di Lelo.

De este modo, el mercado negro sumó piezas de lujo como pistolas Glock, que se pueden conseguir a menos de 200 pesos en los "desarmaderos" del conurbano bonaerense.

 

Bowling for Argentina

 

El arma que mató a Pablo no era ilegal.

Tampoco la que utilizó Junior para disparar contra sus compañeros en la masacre de Carmen de Patagones, o la que gatilló Horacio Conzi para matar a Marcos Schenone. Eran armas en regla, en manos equivocadas. Un hecho que ocurre con más frecuencia de lo que aparece en los diarios, acá recibimos unos 30 chicos al año con heridas de bala", expone Jorge Fiorentino, jefe de guardia del Hospital de Pediatría Ricardo Gutiérrez: "Los padres suelen justificarlo diciendo que fue un accidente; pero ésos no son accidentes. Es un tipo de negligencia criminal".

El jueves 13, mientras se disipaba el humo de los casos recientes, Sergio Gamarra murió en un hospital de Merlo. Hacía tres meses que agonizaba por un balazo en la cara. Su última osadía había sido discutir con otro automovilista, por un choque en la ruta.

 

Brasil: plebiscito bajo fuego

 

Brasil podría dejar de ser un país donde las horas pasan violentas.

El 23 de octubre los brasileños deberán enfrentar un desafío de verdad: decidir en un referéndum si quieren o no prohibir la venta de armas a civiles.

Brasil es la nación con mayor cantidad de muertes por arma de fuego en el mundo. Pero la ciudadanía se divide a la hora de pensar estrategias para frenar la masacre. Mientras el desarme es impulsado por figuras como Chico Buarque y Xuxa, y organismos como la Unesco, los familiares de víctimas fatales y medios influyentes como la revista Veja salieron a atacar la consulta popular, proponiendo razones para que la población siga armada. "Reduce un problema social complejo a una simple cuestión comercial" o "el Código Penal permite al ciudadano defender a su familia, mantener un arma en casa cohíbe a los criminales", argumentan.

El debate está enmarcado en sangre.

Según el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística, en 2003 murieron baleadas 39.325 personas (107 por día) y 20.000 resultaron heridas. Con esos números en la mano, el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva incrementó las exigencias para la tenencia de armas, aumentó las penas para quien fuera sorprendido circulando armado sin autorización y organizó un movimiento voluntario de desarme, en el que se indemnizaba con hasta 100 dólares a quien entregara su arma en la comisaría. Inicialmente se esperaba la adhesión de 80.000 ciudadanos, pero la campaña tuvo un éxito inesperado: se entregaron 500.000 armas. Ahora falta la última palabra. Una estadística del Instituto Ipsos, difundida la semana pasada, asegura que el 76 por ciento de los brasileños estaría dispuesto a votar a favor de la prohibición de armas. Habrá que esperar el disparo final.

 

Por Adrián Murano y Ximena Pascutti

Fuente: diario "Perfil"

Más información: http://www.editorialperfil.com.ar

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Respuesta: Derecho a tener armas

 

Y lo que algunos de estos opas no entienden es que si vos venís aquí a mi oficina, sobre mi escritorio hay solo elementos de trabajo de cualquier despacho administrativo.

Pero yo podría matarte de 7 u 8 formas diferentes con solo estos elementos que son de venta libre, (biromes, abrecartas, engrapadoras, reglas, etc.

Eso, porque estoy entrenado para hacerlo, y vos no lo sabés.

Y eso, lejos de ser un argumento para que se prohiba la venta de elementos de oficina, es un argumento de enorme peso para que se permita la venta de armas de fuego.

PORQUE ES LA ÚNICA FORMA DE DEFENDERTE DE UNA PERSONA COMO YO, ENTRENADA PAARA MATARTE.

Si vos te sentaras en mi oficina con un arma en la cintura, yo ni lo podría intentar, porque estaríamos empatados.

Lo que nunca se publica es la cantidad de vidas salvadas por un uso enérgico y decidido de un arma de fuego. Te pretenden enfatizar solo en algunas muertes.

 

Y LA MAYOR TRAGEDIA DE NUESTROS PUEBLOS SON LOS MILES DE VIDAS ROBADAS, PERSONAS MUTILADAS, ABUSADAS, VIOLADAS, ETC, CAUSADAS POR LA PROHIBICIÓN DE USO DE ARMAS DE FUEGO DE LA QUE SON VICTIMAS LAS PERSONAS NO SUFICIENTEMENTE INFORMADAS.

 

Es de la esencia de un sistema republicano y constitucional que los ciudadanos puedan armarse. Sin eso, ni siquiera le podríamos dar un arma aa un policía para que nos defienda.

Un abrazo.

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Invitado vengador_barrial

Respuesta: Derecho a tener armas

 

Masacre en Carmen de Patagones:

informe completo.

 

Junior, el chico de 15 años que el 28 de septiembre de 2004 mató a tres compañeros e hirió a otros cinco, está internado en un instituto de máxima seguridad. Nadie entiende aún qué motivó el hecho. Los familiares y amigos de las víctimas mantienen vivo el recuerdo de aquel día.

 

Tres nuevos árboles se yerguen en el patio del colegio. Cada uno tiene un nombre y un apellido concreto. Símbolos de vida para recordar las almas que aquella mañana del 28 de septiembre se derrumbaron entre las baldosas del piso de un aula. Como si la memoria no alcanzara, éstos se levantan como verdaderos estandartes para el recuerdo constante. Junto con ellos, la sangre derramada sobre los guardapolvos blancos quedará impregnada en la retina de los testigos como una huella inquebrantable de dolor e impotencia.

Ya nada de lo que estaba esa mañana en el aula 1 ° B de polimodal de la Escuela Media N°2 Islas Malvinas carece de valor. Todo se ha teñido de simbolismo en la lucha por la memoria que llevan adelante los familiares y amigos de las víctimas. El aula en la que Rafael, o Junior como lo apodaban, disparó trece tiros hasta terminar con la vida de tres compañeros y herir a otros cinco, es hoy un santuario al que sólo tienen acceso los alumnos que sobrevivieron a la tragedia. “Un supuesto compañero nos arrancó la razón de la existencia”, reza un cartel en la puerta. Adentro el bullicio adolescente ha dado paso al silencio mortal. En aquella clase, que ya nunca más volverá a funcionar como tal, descansan sobre el pizarrón las fotos de las víctimas fallecidas: Evangelina Miranda, Sandra Núñez y Federico Ponce. Son las misma que se usaron en la primera marcha organizada por los familiares de los jóvenes pocas horas después del hecho.

 

Viaje de un largo día hacia la noche

“Nunca me imaginé que iba a vivir una cosa así”, era la frase que se transformaba en un murmullo ensordecedor entre los alumnos de primer año, mientras plantaban los árboles la mañana en que se cumplían seis meses de la tragedia. Es que resultaba inimaginable para la tranquila comunidad de Patagones que un joven de 15 años llegara armado con una Browing 9 milímetros al colegio y arremetiera, sin para hasta agotar el primer cargador, contra sus pares.

Los peritos del caso sostienen que hubo una planificación del hecho y que los tiros fueron directamente a los cuerpos. El arma reglamentaria de su padre, suboficial en la Prefectura Naval, era la posibilidad de reivindicarse después de tantos años de sentirse discriminado por los otros chicos. “En la escuela me sentía mal, me cargaban por raro y por el grano que tengo en la nariz”, confesaría a la jueza Alicia Ramallo, horas después del suceso.

La noche anterior, mientras sus padres no estaban, Junior tomó el arma homicida como el primer paso de una ceremonia que lo terminaría encerrando a él mismo. Ni en la cena ni en el desayuno pudo comer. “Sentía escalofrío”, comentaría cuando declaraba en La Plata, a donde fue trasladado a fines del año pasado.

En el camino al colegio, Junior destrabó el seguro del arma. Lo que parecía un martes como cualquier otro, se transformó en un caos pasadas las 7.30. Después de izar la bandera, los alumnos se dirigieron a sus respectivas aulas. Junior dejó entrar a sus veintiocho compañeros primero. Luego ingresó él. “Hoy va a ser un gran día”, dicen que susurró y, parado al lado de su banco, comenzó a disparar. “Al principio, creí que el arma era de juguete, que hacía ruido, pero después vi la cara de pánico de todos”, explicó una vez recuperado uno de los heridos, Pablo Saldías. Según relataron algunos jóvenes, Junior solía simular con la mano que les disparaba cuando éstos se burlaban de él.

“No me pude frenar; sentía odio contra todos”, declararía meses más tarde. Rafael vació el primer cargador y cuando fue a cambiarlo por otro; Dante, su único amigo, logró quitársela. “¿Qué hiciste?”, le preguntó. Evangelina, Federico y Sandra, ya habían caído. Pablo Saldías, Nicolás Leonardo, Rodrigo Torres, Natalia Salomón y Cintia Casasola, resultaron gravemente heridos y fueron trasladados a un hospital de Viedma, donde se recuperaron favorablemente.

Junior se fue caminando por el pasillo hasta la salida donde la policía lo interceptó; no presentó resistencia. Entre sus ropas había un tercer cargador y un cuchillo de caza: armas suficientes para acabar, quizás, con el resto de sus compañeros. Ese mismo día fue trasladado a una celda de la delegación de Prefectura en Bahía Blanca. Mientras tanto, la comunidad de Patagones se hizo presente en el Estadio Trípoli para velar los restos de los adolescentes fallecidos. También asistió Dante, del cual se sospecha su participación en los hechos.

 

De eso no se habla

Hacía un año Junior había escrito en el pizarrón: “Todos deben morir”. El presagio fue demasiado directo para prestarle atención. En su banco, también figuraban escrituras un tanto curiosas para un adolescente de 15 años. En inglés, se atisbaba la palabra “muerte” escrita repetidas veces junto al dibujo de cruces invertidas. La música de Marilyn Manson y su forma de vestir, siempre de negro, son a lo mejor el cabo de una cuerda mucho más extensa y compleja que escapa a cualquier tipo de razonamiento lineal de causas y efectos.

“Se me nubló la vista y disparé”, diría ante la jueza. Días después de la masacre, Ramallo explicó que Junior era conciente de lo que había hecho, que se arrepentía, pero que no conocía el resultado de su accionar. A pesar de su protagonismo en los hecho, no fue ni será juzgado o condenado porque es inimputable por ser menor de edad.

Aquel chico que los profesores y parientes calificaban como retraído y aislado está hoy en un instituto de máxima seguridad en La Plata. Allí su identidad ha sido ocultada. Nadie sabrá qué pasó ese día por la cabeza de Junior; quizás, ni el mismo.

“Es imposible volver a tener la escuela que teníamos”, reconoce la directora de la institución, Adriana Goicoechea. Sólo cinco de los veintinueve alumnos volvieron en marzo de este año a clases. Dos de ellos pidieron el pase a un nuevo colegio; otras dos fueron cambiadas de cursos y los restantes se ausentaron por el enojo de sus padres a la falta de contención.

El odio y el deseo de venganza se hicieron eco en el interior de Junior cuando planeó la masacre. La jueza explicó que no hubo ningún detonante concreto del hecho. Quizás la mala relación con su padre que figura en sus declaraciones, o el sentirse totalmente distinto de sus compañeros, sean sólo una pequeña parte de entramado más profundo. Ya es tarde para echarse culpas. Tanto padres como docentes desatendieron una voz que clamaba desde el silencio. Uno de los informes psicológicos que se le hicieron señaló que el suceso se habría producido como consecuencia de una multiplicidad de factores de orden psicológico, social, familiar e individual. Un trabalenguas científico para padres y amigos que no encuentran consuelo, así como también para los padres de Junior.

“La luz de la vida nunca se apaga”. Cada uno de los 365 días que han pasado desde esa mañana se enarbola con este lema. La comunidad de Carmen de Patagones se encarga de llevarlo a cada rincón de la ciudad en las marchas que se realizan para mantener viva la memoria. Las velas encendidas que vienen recorriendo las calles mes tras mes, iluminan el eterno silencio de las almas ausentes.

 

El pupitre de Junior.

 

Hacía un año Junior había escrito en el pizarrón: “Todos deben morir”. El presagio fue demasiado directo para prestarle atención.

 

“En la escuela, no sos ningún tonto”

 

El joven que mató a tres compañeros e hirió a otros cinco está hoy en un internado para menores. Las marchas y la memoria continúan, aunque todavía nadie entiende ni puede explicar las razones de aquella tragedia.

 

“Welcome to the machine”. El nombre de una canción de Pink Floyd es el elegido por Rafael, 15 años, como nuevo adorno para su pupitre. Una semana falta para el 28 de septiembre de 2004 y los indicios podrían haber sido suficientes. “En la escuela, no sos ningún tonto”, dice la letra del tema. Junior lo tiene claro, pero no sabe como demostrárselo a sus compañeros.

“Mañana no vengas. Van a pasar cosas terribles.” Rafael advierte a Sandra Núñez, ex novia de Dante, único amigo de Junior. Sandra se ríe, lo burla pero no le hace caso. Se lo cuenta a una amiga, quien se lo cuenta a una hermana, que se lo cuenta a los medios. ¿Y Sandra? ¿Por qué no lo cuenta ella? Porque la desobediencia se castiga. Y esta vez el castigo fue duro.

“Sentía escalofríos”. Por eso no come a la noche. Cuando sus padres salen de la casa, Junior entra al despacho de su papá, que trabaja para la Prefectura Naval. Abre un cajón, saca un arma: una Browning 9 milímetros, cargada con trece balas. Busca otros cargadores y encuentra dos más. También toma un cuchillo de campamento. Se acuesta, pero no puede dormirse. Se levanta para ir a la escuela. Elige unos jeans, zapatillas negras, remera del mismo color con la imagen de Marilyn Manson y una chaqueta tipo camuflaje verde militar. Destraba el arma y la pone en el bolsillo interior de su campera. No desayuna.

“Hoy va a ser un gran día”. Llega a la Escuela Media Nº 2 Islas Malvinas, donde cursa el primer año del ciclo polimodal. Falta poco para las 7.30 de la mañana y todos están izando la bandera. Cuando terminan se dirigen al aula de 1ero B. Rafael entra último y se dirige a su banco que está al frente de la clase. Esperan al profesor que tarda en llegar. Se para, gira, mira a sus compañeros. Saca el arma.

 

Juguete peligroso

 

“Algunos pensamos que era un arma de juguete y decíamos: está jodiendo”. Las primeras balas dejan marcas en el techo y las paredes. Los que reaccionan se tiran al suelo, se esconden debajo de los bancos, gritan. Nadie entiende nada. Junior deja de herir al aire y apunta a sus compañeros, como si alguien le hubiese enseñado a usar el arma – algunos dicen que fue su padre–. Gatilla. Hiere. Mata. La primera vida que queda en el aula es la de Evangelina Miranda. Todo se ilustra en el morboso recorrido de un proyectil que pasa por su corazón y termina en la pierna de Federico Ponce. Este el segundo nombre que quedará sólo en la memoria. La tercera víctima fatal ya es conocida: desobedeció, lo que bastó para que Junior le apuntase. Sandra Núñez no logra esconderse y el amigo de su ex-novio la asesina.

“Escuchamos un montón de gritos, salimos del aula y vimos a dos chicas tiradas y heridas”. Natalia Salomón y Cintia Casasola tratan de escapar del aula. Lo hacen con dificultad porque están lastimadas. Los preceptores las socorren y las llevan hasta la biblioteca. Pablo Saldías corre hasta la dirección con un tiro en el hombro. Los disparos siguen: el cargador parece eterno. Nicolás Leonardo y Rodrigo Torres, se quejan y lloran. Las balas duelen, pero, en el caso de ellos, no matan.

“¡¿Qué hiciste?!”. Rafael dispara hasta que se le acaba el primer cargador. Intenta cambiarlo, pero “afortunadamente” se traba. Dante se le arroja encima y logra sacarle el arma. Rafael, en estado de shock, sale caminando del aula. Parece mareado, poseído, aturdido. Llega la policía alrededor de las ocho de la mañana. Todos gritan: “¡Es él!”, y señalan al chico de remera negra. Lo atrapan. Él no se resiste. Le sacan los dos cargadores y el cuchillo, y lo llevan al destacamento de la Prefectura Naval de Ingeniero White.

 

Nada es igual

“No era yo”. La jueza Alicia Ramallo lo interroga. Le cuenta que tres de sus compañeros murieron y cinco están internados, dos de ellos graves. Junior se asombra. Cuenta las sensaciones de la noche anterior, los problemas que tiene con su familia - especialmente con su padre, lo discriminado que se siente en el colegio y el odio que experimenta por todo. Pero recuerda poco de la mañana anterior: “me arrepiento de lo que hice, fue todo muy rápido y no lo recuerdo”, solloza. La jueza lo declara no imputable por ser menor de edad. Pero tras 90 días en el destacamento, lo traslada a un instituto de menores de máxima seguridad cercano a La Plata. Allí permanecerá hasta cumplir los 21.

“No quiero volver al pasado, prefiero no hablar de lo que ocurrió. Nunca volveremos a tener la escuela que teníamos”. Sólo cinco de los 29 alumnos de aquel 1ero B vuelven a clase el primer día de marzo de 2005. Dos pidieron el pase a otra institución, otros dos fueron cambiados de curso y el resto decidió ausentarse. El aula donde ocurrió la tragedia es hoy un santuario, adornada con grafitis que hacen alusión a aquel día. "Un supuesto compañero nos arrancó la razón de la existencia. Hoy por suerte estamos unidos y con fuerza para seguir adelante", dice la inscripción que está en la puerta. Los chicos tienen la llave para evitar el ingreso de “extraños” y, a veces, se juntan allí a charlar y escuchar música.

"La luz de la vida nunca se apaga y con la luz de las velas la hacemos brillar". Ésta es la consigna. Los familiares de los chicos muertos y los sobrevivientes realizan una marcha los días 28 de cada mes. Caminan doce cuadras de silencio, con velas, para recordar a las víctimas y con el imposible deseo de poder revertir los hechos. "El objetivo es mantener la memoria y elaborar paulatinamente, entre todos, la recordación que realizaremos el 28 de septiembre", dice la directora, Adriana Goicoechea.

 

“Todos van a morir”. Y quien escribió esta frase en el pizarrón de noveno, fue el protagonista de la peor tragedia en la historia de Carmen de Patagones. Junior está hoy, a doce meses de aquel 28 de septiembre, internado y custodiado. Lo que pasó ese día fue, quizás, la manera que encontró de descargarse con sus compañeros y de demostrar que “en la escuela, vos no sos ningún tonto”.

 

Junior.

 

Cuando sus padres salen de la casa, Junior entra al despacho de su papá, que trabaja para la Prefectura Naval. Abre un cajón, saca un arma: una Browning 9 milímetros, cargada con trece balas.

 

El grito de plomo

 

Junior, el joven que asesinó a tres compañeros de clase, está encerrado en un instituto en La Plata. Sólo cinco de los 29 alumnos que presenciaron los hechos de regresaron en marzo a la escuela. Qué pasó por la mente de Junior ese día que comenzó como cualquier otro.

 

Rafael duerme. No cenó, pero su estómago pesa. Recostado en su cama, se deja consumir por la oscuridad mientras unos intrépidos escalofríos manifiestan la relevancia de esa noche. Rafael tiembla. En sueños, su padre se acerca. Ese padre con el que, en 15 años, nunca tuvo un diálogo íntimo. Se acerca cada vez más, hasta entrar en su espacio personal. Rafael mete una mano en la campera, saca un cuchillo, y desteje la trama muscular del pecho de su padre. Sangre. Más trama deshilvanada y el hombre ya no respira. Rafael sueña.

Esa mañana, 28 de septiembre de 2004, Rafael “Junior” Solich entrará en su aula de 1er. año Polimodal de la Escuela Media N.º 2, Islas Malvinas, en Carmen de Patagones, y disparará 13 veces la Browning 9 mm de su padre. Tres compañeros morirán. Otros cinco quedarán gravemente heridos. Con garganta de acero y frases de plomo, Junior se hará escuchar.

 

El anónimo

“No me llevaba con ninguno…”, confesó el mismo Junior. Un chico que nunca logró empatía con los grupos en los que estaba inserto. Un chico despreciado, pero también, un chico despreciable para muchos. Su vida no formaba parte del relato de las vidas ajenas, y si lo hacía, era cumpliendo un papel irrelevante.

Compañeros, docentes y psicólogos comparten la idea de que es un chico “tímido, introvertido”. Quizá por desinterés, quizá por no entender los códigos, quizá por sentirse rechazado. Las frases que a él se dirigían eran, según él afirmó, “de burla por mi aspecto físico y por un grano que tengo en la nariz”.

A veces, con sus dedos simulaba un arma y la apuntaba hacia quien lo estaba burlando. Entrecerraba un ojo como midiendo la precisión del tiro virtual y disparaba una bala de odio. En esos momentos la mirada de todos se detenía sobre él. Por lo demás, Junior era un ente traslúcido e imperceptible. Una voz diluida en el aire.

Esta mañana no desayunó. Salió de su casa portando un equipaje poco usual. Un equipaje de muerte. Caminó el recorrido de rutina hasta la escuela. La pureza de la luz matinal se deprimía al fundirse en lo negro de su remera de Marilyn Manson, de sus pantalones, de sus zapatillas. Entró en la escuela, saludó al encargado de la calefacción y musitó: “Hoy va a ser un gran día”.

 

El “violento”

Solía discutir con su padre. Junior era puesto boca abajo con el pecho contra una silla y su papá lo golpeaba en las nalgas con el mango de un machete. Eso sucedió varias veces cuando era más chico. De esa manera comprendía el mensaje de su padre, suboficial de la Prefectura Naval.

Hace unos años, un hombre de pelo estricto, bigote estricto y mirada estricta, empezó a seducirlo con su historia. Junior quedó absorto ante la autoridad de Adolfo Hitler. Tenía una revista, dos fascículos sobre el líder nazi y unas cruces esvásticas dentro de una caja. Su madre, Ester, se preocupó por el nuevo ídolo de su hijo. “Todo era alemanes”, comentaría ella luego de la masacre.

Probablemente por todo eso, cuando tuvo que hacer un trabajo sobre terrorismo para la materia Derechos Humanos, eligió como tema los ataques de estudiantes a las escuelas de Estados Unidos. En esa entrega, que realizó junto con Dante y Pablo Saldías, sacó un nueve como calificación. Junior seguía consumiendo distintas manifestaciones de un mismo mal: la violencia.

Salió al patio y deambuló lentamente. Su preceptora tuvo que retarlo dos veces para que formara. Ahora mira a la bandera, esa que mañana se izará a media asta. Termina la ceremonia y los 22 chicos de su curso emprenden la procesión final hasta el pabellón de fusilamiento.

 

Gritos mudos

Un día, poco antes de que la maestra llegara al curso, Junior se puso de pie y fue hasta el pizarrón. No solía hablar en público y por eso sus compañeros lo miraron expectantes. Habrá sentido todos esos ojos sobre sus hombros, fijos, como deseando alimentarse de él. Hacía mucho que no era observado. Tanteó la caja que había allí cerca, sacó una tiza y, lentamente, como confirmando con cada trazo que lo que escribía era cierto, redactó: “Todos van a morir”. Muchos se rieron, algunos se preocuparon un poco, pero no lo tomaron en serio. La preceptora entró y leyó lo que estaba escrito. Espantada, salió corriendo y avisó a la directora. No se hizo nada al respecto. Pero Junior tenía mucho que decir. Durante alguna clase algo aburrida escribió tres frases en su banco que hoy son material de investigación de los peritos: “Lo más sensato que puede hacer un hombre es suicidarse”, “si alguien conoce el sentido de la vida escríbalo aquí” y “la mentira es la base de la felicidad”.

Unos años antes había intentado suicidarse desde el puente que une Carmen de Patagones con Viedma, y hacía cerca de ocho años que pedía ayuda psicológica. Todos gritos de un anónimo, consumidor de violencia, que no es oído.

Todos entran en el aula. Junior, último. Se para al lado de su banco, el más cercano a la puerta. Nadie le presta más atención de la normal...

 

Garganta prestada

…hasta que empuña la Browning 9 mm que le robó anoche a su padre. Otra vez, como por obra de un encanto extraño, todos lo miran. Hace tres años planea esto, pero ahora no se trata de un plan, ni de un videojuego, ni de una canción. Ahora es real. “Está jodiendo”, aseguran algunos. El arma no son unos dedos impotentes como antes. El índice de Junior está apoyado sobre el gatillo, que cede, y despierta el vómito de fuego.

La garganta de Rafael es ahora de acero, pega gritos de plomo que todos escuchan. Los primeros impactan contra las paredes. Todos los chicos se tiran al piso para cubrirse, porque hoy, las frases de Rafael Junior Solich queman a muerte. Junior orienta su arma hacia los chicos. Federico Ponce, Evangelina Miranda y Sandra Núñez, ex novia de Dante, mueren por las insaciables balas. Cintia Casasola, Natalia Salomón, Nicolás Leonardi y Pablo Saldías quedan heridos. Llega Martín, de la clase de al lado, Rafael apoya el arma sobre el pecho, pero el cartucho está vacío. Le quedan dos, pero en ese instante, Dante le arrebata la pistola y corre hacia la Dirección. Junior sale al patio, donde es detenido por dos oficiales de la Policía que fueron llamados por el profesor Ruiz cuando escuchó los disparos.

 

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Junior fue llevado a Bahía Blanca ante la jueza de menores, Alicia Ramallo. Ella lo declaró inimputable por su edad, aunque no lo dejará en libertad hasta los 21. Al día siguiente el muchacho fue trasladado a un establecimiento de la Prefectura en Ingeniero White, donde permaneció durante 90 días. Sus padres lo visitaban esporádicamente, cuando él lo pedía. Sus ex compañeros recomenzaron las clases, pero dos se cambiaron de curso, otros dos de escuela, y otros tres... Los padres pujan con el gobierno para que tome medidas que puedan evitar estos sucesos. En diciembre, Junior llegó a La Plata, a un instituto cerrado, donde vive solo en una celda de 14 metros cuadrados.

Soledad, anonimato. Violencia. Ansias de ser parte y rencor contra el grupo. En el escritorio de cemento de su celda reflexionará sobre su absurdo último grito. Un grito que él mismo fue gestando durante años y, que al ser pronunciado, habló de muerte.

 

Esa mañana, 28 de septiembre de 2004, Rafael “Junior” Solich entrará en su aula de 1er. año Polimodal de la Escuela Media N.º 2, Islas Malvinas, en Carmen de Patagones, y disparará 13 veces la Browning 9 mm de su padre.

 

info adicional: http://www.clarin.com/diario/2006/09/27/conexiones/patagones_home.htm

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Respuesta: Derecho a tener armas

 

Y lo que algunos de estos opas no entienden es que si vos venís aquí a mi oficina, sobre mi escritorio hay solo elementos de trabajo de cualquier despacho administrativo.

Pero yo podría matarte de 7 u 8 formas diferentes con solo estos elementos que son de venta libre, (biromes, abrecartas, engrapadoras, reglas, etc.

Eso, porque estoy entrenado para hacerlo, y vos no lo sabés.

Y eso, lejos de ser un argumento para que se prohiba la venta de elementos de oficina, es un argumento de enorme peso para que se permita la venta de armas de fuego.

PORQUE ES LA ÚNICA FORMA DE DEFENDERTE DE UNA PERSONA COMO YO, ENTRENADA PAARA MATARTE.

Si vos te sentaras en mi oficina con un arma en la cintura, yo ni lo podría intentar, porque estaríamos empatados.

Lo que nunca se publica es la cantidad de vidas salvadas por un uso enérgico y decidido de un arma de fuego. Te pretenden enfatizar solo en algunas muertes.

 

Y LA MAYOR TRAGEDIA DE NUESTROS PUEBLOS SON LOS MILES DE VIDAS ROBADAS, PERSONAS MUTILADAS, ABUSADAS, VIOLADAS, ETC, CAUSADAS POR LA PROHIBICIÓN DE USO DE ARMAS DE FUEGO DE LA QUE SON VICTIMAS LAS PERSONAS NO SUFICIENTEMENTE INFORMADAS.

 

Es de la esencia de un sistema republicano y constitucional que los ciudadanos puedan armarse. Sin eso, ni siquiera le podríamos dar un arma aa un policía para que nos defienda.

Un abrazo.

 

 

 

Es tal la sarta de imbecilidades que has escrito, que realmente me parece preocupante que alguien como vos pueda cargar un arma.

 

Prefiero que las armas las sigan teniendo los delincuentes...al menos es mas probable que alguno de ellos la use para chorear unos mangos y tenga algo para darle de comer a sus hijos. En cambio un arma en poder de un fanático desequilibrado como vos...eso sí es peligroso de verdad.

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      Hola colega, no sé si se refiere a Thaty o Melina porque se mezclaron las referencias. Si habla de Melina, la contacté y está en el mismo depto de la otra vez. Es bastante quemo, ella baja a abrir y el hall de entrada parece una vidriera. Yo las veces que fui ahí fue cerca de la medanoche y a esa hora no había nadie, pero nunca se sabe, sumado a que hay cámara en el hall. Prepare algún chamuyo por si se cruza a un conocido jaja, supongo que esa situación es irremontable. Saludos.

      Tal cual amigo! Debería haber una manga como en la cancha y entras directo al túnel jajaja

       

      si ubico el edificio con cervecería incluido en la puerta jaj por eso digo, una diosa mal esa piba para cometer un quemo jaja 

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