XP DE VIDA: Alejandra "mi ángel" (no publicaba) Viedma (RN)

nicolai59 · 24 de Marzo del 2008

A raíz de mi comentario en la respuesta a la xp de Mac01 sobre que “las chicas más ardientes las he encontrado en el sur”, pensé sobre compartir con los colegas patagónicos una de esas xps en un tópico adaptado de una sección nacional del mismo nombre: xp de vida.

A fines del año 2006, por razones de trabajo solía viajar a Viedma más o menos cada quince días. En uno de esos viajes, con el amigo donde paraba, arreglé invitar algunas chicas al bulo. Conseguimos la data de dos chicas que hacían domicilio. Fijamos la hora y esa noche las chicas vinieron puntuales a nuestro encuentro.

Una de ellas, de pelo negro con bucles tupidos de unos 28/29 años y la otra, castaño con claritos de unos 23 años. Esa era Alejandra, a quien bauticé "mi ángel". Lo llamé aparte al colega y le pedí por la bebe, y accedió.

Alejandra era bonita en general. Cara redonda, cejas profundas, ojos grandes y oscuros, labios carnosos y siempre rojos a pesar de la ausencia de lápiz labial, piel muy blanca y suave y unos senos más blancos aún –más bien grandes que pequeños- con unas aureolas rosadas y grandes y unos pezones casi imperceptibles cuando estaban en reposo. Estatura normal (1,65) y apenas rellenita, cosa que no la afeaba en lo más mínimo.

La primera vez que estuve con ella no me fue demasiado bien. Le pedí disculpas. Estaba boludamente nervioso; así que no conforme conmigo, arreglé para el otro día. A la noche siguiente sucedió el milagro, la conexión sublime. Parecíamos dos adolescentes apretando en los zaguanes. Besos, caricias, todo fuego. El momento del climax fue brutal. Algo se había desanudado entre nosotros. Luego le pregunté que había sentido y me dijo “me saqué el cassette”.

Durante ese período tuvimos entre dos y tres encuentros al mes. Cuando llegaba a Viedma le mandaba un mensaje, y así nos manteníamos en contacto y arreglábamos las citas que en general eran de dos noches seguidas y de una hora y media cada noche. Las encamadas siguieron siendo profundas y fogosas como la del segundo encuentro; pero hubo más. Gran parte de esas noches, después de “hacer el amor”, simplemente charlábamos, de sus cosas, de las mías. De su experiencia aprendí mucho de ella, de sus carencias pasadas, de su tránsito por el mundo de las escorts, de los aprietes de los 840, de las humillaciones en los cabarulos, de la relación de ese mundo con el poder.

Sobre fines de diciembre de ese año, como el bulo estaba ocupado, me fui con ella al telo de Carmen de Patagones (en Viedma no hay hoteles alojamiento por la influencia moralizante del obispado de la ciudad). En el traslado me comentó que se iba de Viedma, que había conseguido una punta de laburo “legal”, que la capacitaban en el mes de febrero y luego no sabía donde le darán destino. Yo le deseé mucha suerte pero enmudecí el resto del trayecto. Llegamos al telo y sentí que esa burbuja que habíamos hecho juntos repentinamente amenazaba con explotarme en la cabeza. Me puse mal, ella se puso mal. Pasamos el turno acariciándonos abrazados charlando. Cuando la llevé de regreso le dije que aún no regresaba al valle y que me gustaría estar con ella una última vez pero que no sabía cuando porque “llegar a Viedma y saber que no iba encontrar más a mi ángel”, me había afectado.

Amaneció en la ciudad dos veces. De día, con el trajín del trabajo la cosa era llevadera. Las noches eran un infierno, no podía dejar de pensar en ella pero tampoco quería herirla insistiendo sobre algo que no podía sostenerse en la realidad.

Al tercer día recibí mensaje de mi ángel preguntándome si conocía algún amigo para recomendarla. “Conozco uno. Yo”, le dije sin dudarlo.

Esa noche estuvimos juntos por última vez. Fue tan apasionado y tierno como siempre. No hablamos demasiado del proyecto de su nueva vida, de todas formas le deseé lo mejor. Una cosa que recuerdo que me recomendó es que me cuide, que algunas chicas jodidas se aprovechan del enganche de los clientes para desplumarlos y joderles la vida familiar.

Durante el 2007, volví a Viedma aunque no con tanta frecuencia. En cada viaje no dejé de llamar a sus celus y al de su amiga. Todos mudos, sin interlocutores. Frecuentemente pensé en ella, en su perfume, en sus labios y en su piel.

Sobre fines del 2007, mi amigo me confió que sabía donde vivía su amiga pues una vez la había llevado hasta la casa y que además la extrañaba. “Vamos”, le dije. Estuvimos allí unos minutos charlando con la amiga de mi ángel. Me enteré que ya no trabajaba, que andaba de novio y estaba por casarse. Me alegré mucho por ella, que estuviera contenida y que alguien la quisiera y atendiera.

En lo personal me cerró la historia. Dicho metafóricamente, ese ángel de apariciones fugaces en mis noches en Viedma finalmente se había corporizado y sabía que llevaba una vida independiente de mí y de aquellas noches.

Nicolai

26 de Marzo del 2008