Perversión: vista por la filosofía

[Dios]

El filósofo inglés Roger Scruton, uno de los pocos pensadores conservadores que analizan la sexualidad humana, tiene ideas siempre polémicas sobre diversos tópicos de la preocupación contemporánea. En un artículo sobre la perversión, publicado en el National Review, 2004, mantiene su línea contestataria. Veamos algunas de sus ideas principales. Al ver, nos dice, lo ocurrido en Abu Gharib (el abuso a prisioneros iraquíes cometido por soldados norteamericanos) nos enfrentamos directamente a un concepto muy cuestionable, la perversión, expresada en la humillación sexual inflingida por una mujer a hombres a los que desnudaron, golpearon y deshonraron.El filósofo inglés Roger Scruton, uno de los pocos pensadores conservadores que analizan la sexualidad humana, tiene ideas siempre polémicas sobre diversos tópicos de la preocupación contemporánea. En un artículo sobre la perversión, publicado en el National Review, 2004, mantiene su línea contestataria. Veamos algunas de sus ideas principales.

Al ver, nos dice, lo ocurrido en Abu Gharib (el abuso a prisioneros iraquíes cometido por soldados norteamericanos) nos enfrentamos directamente a un concepto muy cuestionable, la perversión, expresada en la humillación sexual inflingida por una mujer a hombres a los que desnudaron, golpearon y deshonraron.CONSENTIMIENTO

Al hacerlo nos damos cuenta que ingresamos a un terreno complicado. Se trata de la idea de que nada que las personas adultas hagan privadamente puede ser considerado intrínsecamente indigno. Es decir, habría casi desaparecido de la conciencia pensar que ciertas acciones pueden significar la violación y profanación del cuerpo de otra persona aunque fuera con su consentimiento. Asunto sorprendente porque es seguro que aún el más radical podría considerar ciertos actos y deseos muy cuestionables.

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[TD]Pensamos que aun conservamos el sentido de reconocer que el cuerpo de la persona que se desea no es un objeto que puede usarse así nomás sino un sujeto a quién respetar. Es decir, en el deseo y la actividad sexual podemos correr el riesgo de la profanación del otro. Reconoceremos entonces que hay una moral sexual por encima del consentimiento, pues el deseo puede conducir al gozo y placer pero también a la destrucción.[/TD]

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Pese a habernos liberado de las antiguas restricciones sexuales mantenemos el sentimiento de que ciertos actos están fuera de los límites aceptables, por eso los rechazamos en sí mismos, mas allá de que sean o no consentidos por el otro.

Esta sensación al interior de nosotros mismos, igual que otras emociones de base cultural, pueden cambiar según las expectativas sociales y el juicio de los demás. Pero felizmente ha sobrevivido a los años de liberación sexual y si bien puede discurrir desvinculada de nuestras emociones, mantiene la fuerza de “perseguirnos” como el fantasma de alguien del que no podemos librarnos.PECADOS SEXUALES

Así podríamos explicarnos algunas confusiones propias de la vida moderna. La revolución sexual trató de pasar por encima de todas las barreras “irracionales”, represiones y tabúes.

Al final el único pecado real resultó ser la represión sexual. Para los liberacionistas, los pecados sexuales no serían como se pensaba pecados ligados al placer sino, al revés, contra el placer.

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[TD]Más aún, el pecado más importante contra el placer era el sentido de pecado en si mismo: la actitud que nos lleva al error de pensar en la perversión y la culpa. Si dejamos fuera el sentido del pecado de inmediato el “jardín de los placeres” se abrirá ante nosotros.[/TD]

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Pero una ética de la pura liberación no es viable. Uno puede perder el sentido del pecado sin liberar a su pareja de lo mismo. Y es en el intento de formular un nuevo código que se revela la ambigüedad asociada a la liberación sexual. Queda solamente un concepto en la base de la nueva moral sexual y viene a ser la idea del consentimiento.

Nos dice que si hay acuerdo entre ambas partes no cabe ningún enjuiciamiento santificando el mutuo consentimiento de la libertad individual. Para identificar la perversión es necesario entonces que dejemos atrás la barrera de la privacidad y abandonemos la advertencia que nos dice: no debes juzgar.FIN DE LA INOCENCIA

De allí que para un liberacionista la pedofilia es mala no por vulnerar la inocencia y mancillar el cuerpo de un niño si no porque ese niño no está en condiciones de consentir. El problema no sería el de la naturaleza del acto, sino la falta intrínseca de libertad.

Esto es, se deja de lado la condición moral que es lo que deberíamos cuestionar, reemplazándola por el nivel de consentimiento, del que el niño es incapaz. Surge la pregunta ¿Por qué tener un acto como aceptable sólo porque se asume la responsabilidad de sus efectos, tanto en los cuerpos como en las almas?.

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[TD]Pero los escándalos de la pedofilia hacen ver que centrarse en el consentimiento es sólo una manera de desviar la atención. La maldad moral está en el acto en sí mismo y en el daño hecho al niño por alguien quién se aventuró en ese territorio prohibido.[/TD]

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Al recordar posteriormente los hechos el niño se sentirá destruido, no sólo humillado sino indigno y horrorizado. El niño no sufrirá al pensar que no se pidió su consentimiento o porque en cierto sentido no era posible darlo. El dolor radicará en el abuso de su cuerpo, los tocamientos y la penetración, por alguien que se excitó al violar su inocencia. El acto se rememorará como una profanación y en esto se basa justamente su maldad.

Por esto es que podemos calificar a la pedofilia como una perversión. Desviación que es un ejemplo paradigmático del deseo orientado intencionalmente en la dirección equivocada, pervertido de su curso legítimo, hacia un objeto que no pertenece a su ámbito.

El curso verdadero es el de la donación mutua y recíproca, al comunicarse la pareja a través de la unión de sus cuerpos, en el que cada uno desea al otro como persona y no solo como un cuerpo.PROFANACIÓN DEL CUERPO

Es difícil precisar su objetivo sin recurrir a esta abstracción aunque verdaderamente no necesitamos definirlo pues los poetas lo han evocado a través del tiempo una y otra vez.

Estos artistas han confirmado un hecho moral fundamental: el desarrollo natural del deseo lleva implícita una esencial inocencia. No significa que siempre su expresión sea inocente, como es el caso del adulterio u otras situaciones que provocan sentimientos de culpa.

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[TD]Pero su condición culpable no proviene del deseo que induce las acciones sino a causa del caos social a que da lugar. Inmoral entonces no es propiamente el deseo si no la disposición que conduce a ceder al impulso.[/TD]

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El concepto de perversión resulta por eso fundamental. Necesitamos distinguir el deseo normal y natural que justamente aspira y respeta al otro de su caricatura anormal y desviada. Puede decirse que el deseo perverso profana aquello consagrado por los amantes . La perversión sería un saqueo del cuerpo, una expulsión del otro de su propia carne, una desencarnación.

Si es verdad que una mujer soldado obligó a los prisioneros a masturbarse delante de ella, podemos pensar que se trata de una persona perversa en tanto motivada por un impulso de carácter sexual.

Su deseo fue el de humillar, un deseo que excluye al otro de si mismo forzándole a huir como una sombra detrás de un cuerpo tornado extraño, mecánico y desposeído. Por las mismas razones es dable poder concebir la violación como una perversión.

REDEFINIENDO LA PERVERSION

Si reelaboramos el concepto de perversión de esta manera podríamos estar en mayor capacidad para entender nuestra visión moral a diferencia de si nos basamos en la idea del consentimiento. Podríamos entender mejor por qué la violación es un crimen mucho más serio que el robo, pese a que los dos son la apropiación de algo del otro sin su consentimiento.

Pero de lo dicho surgen otras consecuencias tanto para liberales como para conservadores. Los primeros que han defendido las decisiones judiciales de proteger la pornografía en base a la Primera Enmienda tendrían derecho a dudar al saber que la pornografía es un aliciente a la perversión del deseo. No hay manera de llegar a otra conclusión si aceptamos que la pornografía focaliza el interés sexual en el acto sin tener en cuenta a la persona. En esta experiencia está ausente la entrega del uno al otro que es la base del deseo normal.

También los conservadores podrían preocuparse por un concepto de perversión que excluya fácilmente a la homosexualidad. Desde luego que hay una clara promiscuidad en los baños y saunas que razonablemente consideramos pornográfica, dada su naturaleza fetichista. Si podemos aceptar que sin duda se trata de una perversión no es que esta sea el asunto central en la homosexualidad. Justamente lo que está detrás de la polémica sobre el matrimonio gay es la necesidad de distinguir lo normal de lo perverso, sin asumir que la homosexualidad sea en si misma la raíz de uno u otro.DESEO HOMOSEXUAL

Un deseo homosexual normal pretenderá la unión con otra persona lo mismo que ocurre con el deseo entre los miembros de diferente SEXO. Pero se hará pervertido del mismo modo, al dejar de lado la relación interpersonal y convertirse en un acto desprovisto de respeto y haciendo de la persona un objeto, desacralizándola. El deseo normal ve de reivindicarse en un compromiso moral tanto en la relación homosexual cuanto en la heterosexual.

Puede ser útil en la solución de este problema que nos divide socialmente si no calificamos el SEXO gay como algo perverso. Pero es claro que es más problemática la cuestión del matrimonio gay que tan solo aceptar un deseo homosexual inocente, no perverso.

MATRIMONIO Y SACRAMENTO

El matrimonio es concebido por la sociedad como un sacramento en que dos personas consagran sus vidas a la familia que florecerá de ellos más que un mero beneficio para las personas.

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[TD]En ningún sentido el matrimonio puede ser concebido meramente como el sello que se pone en un contrato social.[/TD]

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El matrimonio marca una transición existencial, un movimiento que no está centrado en el interés por la propia generación. Se renuncia a los beneficios de la unión, que no serán para la pareja sino para los hijos. No sería un acto de gratificación sino de renunciación, cuyos beneficiarios no son ellos sino el futuro de la prole.

Sin el matrimonio la sociedad perdería continuidad al no reproducirse ella misma. No se puede tratar el matrimonio como un juguete, que puede ser rediseñado y orientado por el placer de vivir, arriesgando los derechos de los no nacidos. Aunque el matrimonio gay no necesariamente tiene el significado de una perversión, su defensa con seguridad tiene calidad de perversa.

 

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