El viejo truco

[Dios]

El viejo truco... ¿Quién no lo ha utilizado? ¿Quién puede afirmar con absoluta rotundidad no haberse valido jamás de semejante artimaña? Todos guardamos algún as en la manga: A veces se trata de una estratagema bien elaborada que responde a una necesidad concreta con precisión quirúrgica, otras veces consiste en un simple recurso que proporciona una presta intervención para enfrentar una contienda azarosa. El viejo truco puede marcar la diferencia entre la gloria de la victoria y la más amarga de las derrotas. Es adaptación al cambio, es ingenio, es creatividad...

 

En esta ocasión “El viejo truco” se presenta en forma de taller artístico donde sus tres colaboradores intentarán dar rienda suelta a su imaginación para el deleite del visitante.

"Sin tapujos, al desnudo y con valentía."

[Dios]

Re: El viejo truco

 

https://www.youtube.com/watch?v=4LdFmht9HLM

Génesis

 

 

Fueron tres los amigos que esa noche decidieron desafiar al frío y aventurarse a tomar absenta en un antro del centro. Según se decía: “un local algo destartalado pero con mucho encanto”. Dos de ellos ya lo conocían. El tercero no.

Este último fue el primero en llegar. Antes de entrar en el bar quiso fumar. Sacó un cigarro de su cajetilla, lo sostuvo entre los labios y palpó su chaqueta en busca de un encendedor. Por un momento creyó que lo había olvidado. Finalmente lo encontró en el pantalón, encendió su pitillo y dio las primeras caladas mientras observaba las puertas del establecimiento. Eran altas y parecían pesadas, con el marco de madera, muy grueso, y el cuerpo de vidrio translúcido a través del cual la luz interior se tornaba anaranjada. Unas voces lejanas rompieron el silencio que hasta el momento había reinado en el lugar. Volvió su mirada hacia la calle que bajaba hasta el local y vio a sus dos amigos doblando la esquina. Conversaban amistosamente. No lo vieron hasta acercarse un poco más. Él los saludó con la cabeza y ambos le sonrieron. Al llegar, el más alto de ellos le preguntó, sin detener su marcha hacia la entrada, qué hacía allí fuera pasando frío. Él contestó encogiéndose de hombros, arrojó el cigarrillo y les siguió hacia el interior del local.

Justo en el preciso instante en que puso su pie izquierdo dentro, se vio sobrecogido por un intenso olor, una mezcla de hedor a humanidad, mobiliario podrido y alcohol barato. Imagina la cara que puso… o mejor imagina un niño chupando un limón por primera vez. Acto seguido se fijó en el local: no parecía gran cosa. Sus techos altos junto con la escasez de mesas le daban un aspecto vacío y pobre, y su tenue iluminación no era capazde proporcionar el ambiente seductor del que gozaban otros locales de la zona, aunque eso sí, conseguía disimular buena parte de la mugre acumulada tras años de actividad y dejadez. A decir verdad, nada de eso sorprendió al joven, pues antes de salir de casa ya no se fiaba un pelo de las referencias que sus dos acompañantes le habían dado acerca del local. Lo único que sabía con absoluta certeza es que ambos contaban historias repletas de hazañas increíbles que empezaban siempre allí. Auténticas proezas. Los doce trabajos de Hércules. Se trataba entonces de averiguar cual era el grado de exageración en sus relatos.

Pese a las expectativas iniciales, a los cinco minutos ya se había arrepentido unas cuantas veces de haber acudido a la cita. El lugar no estaba tan abarrotado de mujeres como le habían prometido. La gente no sonreía tanto como le habían contado. No había sujetos de todos los rincones del mundo relatando sus exóticos y apasionantes viajes. Joder, ni siquiera la absenta valía la pena. Indignado, escuchó como sus compañeros iniciaban debates superfluos. Intervino de forma esporádica, sin mucho interés. Centró su actividad en disolver un par de terrones de azúcar en su brebaje, empresa más difícil de lo que pueda parecer en un principio. Mientras tanto, sus colegas alardeaban de sus recientes logros mujeriegos con todo lujo de detalles, como siempre hacían. Y así, entre pechos y despechos, nuestro amigo fue apurando su vaso.

 

 

 

Ya con la segunda ronda, la conversación le despertó cierta curiosidad. Giraba ahora entorno a unas muchachas de la mesa de al lado. Uno de ellos aseguró que las chicas se lo comían con la mirada mientras los otros dos ponían en duda tal afirmación. Le resultaba divertido observar el pavoneo de sus compañeros y sus labios se movieron ligeramente para dibujar lo que bien pudiera haber sido una leve sonrisa. Se percató entonces de que el local se había llenado bastante, o eso parecía. Por poner un ejemplo, la mujer del fondo de la barra no estaba diez minutos atrás. De eso se hubiera dado cuenta. Además, se respiraba un ambiente distinto: más sofisticado. La gente parecía pasar un rato agradable. Ya no se acordaba del desagradable tufo que tanto le había irritado al entrar. Quizá se habría acostumbrado. Y esto de la absenta… pues la verdad, le estaba empezando a gustar.

Imagínate ahora un bar distinto. Imagínate tres amigos (no necesariamente los mismos) riendo exageradamente mientras terminan sus copas. Imagínatelos hablando fuerte (quizá demasiado). Imagínatelos lanzando miradas furtivas a todas las chicas del lugar, entablando conversación con ellas sin miedo a ser rechazados (aunque seguramente lo fueron). Imagínatelos planificando sus próximas vacaciones: Suecia (por decir algo). Imagínatelos felices de estar allí. Imagínatelos más felices todavía al decidir que se van de fiesta esa misma noche.

Ahora imagínate que antes de salir del local uno de ellos propone crear un blog juntos.

 

 

Música: Adrià Pascual

Texto: Albert Vergés

Ilustración: Sergi Solans