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Diario de un abusador sexual.


Dios

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Otra dura realidad:

 

Después del abuso, Marcelo comienza en acuerdo con su mujer un autocastigo de encierro en su casa. Intentó matarse y contrató a un sicario para sí mismo.

 

 

"Marcelo" relata cómo manoseó por 5 años a su hija de 12. Él fue violado y aplicó lo mismo a la niña "porque tenía que destruirla, el próximo paso era la penetración y el otro, el asesinato".

 

Además de abusador sexual, me hubiera convertido en un violador y en un asesino después", afirma convencidísimo Marcelo (nombre ficticio), un hombre que estaba decidido a destruir a su hija de 12 años.

 

Primero comenzó golpeándola, agrediéndola, prohibiéndole todo y luego, por más de cinco años, la sometió a abusos sexuales pero sin llegar a la penetración. Hace once años que frecuenta el grupo de ayuda Renacer, liderado por el psicólogo Robert Parrado, aunque Marcelo no habla de recuperación. "Puedo decir que estoy tranquilo", dice sobre su presente.

 

Ni él mismo justifica acción tan atroz, pero de todas maneras narra que fue abusado por su padre y violado por los socios de su progenitor cuando tenía 12 años. Y cree que existió complicidad de su madre.

 

Eso lo transformó en un ser bestial. Ya a los 17 años, salía a la calle, elegía a cualquier hombre al pasar, y le pegaba y pegaba hasta dejarlo en el suelo. Sentía un odio profundo, que con el tiempo, se apagó, pero no para bien de la sociedad.

 

En sus entrañas, empezó a sentir un rencor visceral hacia las mujeres. "Era violento, no de pegar, pero si con gestos, miradas, frases, todo lo que pudiera", confiesa.

 

Conoció a su actual mujer y tuvo una única hija. La violencia no dejó de existir. "En casa era muy duro. Miraba a mi señora, ella bajaba la vista y se iba. ¡No sabés los muebles que llegué a romper! Se hacía lo que yo decía y chau. Era muy violento, me da vergüenza sólo pensarlo".

 

Cuando la niña comenzó a no temer tanto a su padre, y a crecer, empezaron sus cuestionamientos. "Fue el primer ser humano que conocí que cuestionó mi poder, mi autoridad, cada vez con más argumentos y razón. Eso fue lo peor".

 

Y ahí comenzó la pesadilla. Marcelo se encerró en el baño, se miró al espejo, hablaba consigo mismo, y se decía que no podía permitir algo así. "Tengo que empezar a destruirla", se convenció, y armó todo un plan para lograrlo.

 

"Busqué cien formas de arruinarla, las que te podés imaginar y las que no, prohibiéndole todo. Un día llegaba y le decía que nos teníamos que acostar a las 9 de la noche. Al otro día, se me ocurría que a las 7.30 o a las 2 de la mañana. Eso se sumaba a los golpes constantes. Le apliqué todas las sanciones, cosas más feas. Pero me decía `a esta no la destruyo con nada`."

 

Fue en ese momento que Marcelo comenzó a manosear a su hija, quien además comenzaba a tener cuerpo de mujer. "Yo pensaba: `cuando fui violado, me sentí la cosa más chiquita del universo, el más poca cosa, lo más frágil. Tenía vergüenza, no salía a la calle porque sentía que el chofer, el guarda, todos, sabían que había sido violado. Yo sabía que la violación me había destruido, entonces, ¿por qué no aplicarlo? Si eso me había destruido a mí, haría lo mismo con mi hija. Le empecé a tocar los senos, y sucedió lo mismo que en mi caso. Mi hija se preguntaría: `si lo hace mi padre ¿está mal?` o por lo menos pensaría que no era tan grave. Ella trataba de evitarlo, me decía: `papá, me siento mal, déjame ir al baño`, o `me duele`. Pero yo no la dejaba: `te vas a ir cuando yo termine`, le respondía".

 

Para adentro, Marcelo pensaba que si él había desaparecido como hombre luego de su violación, su hija desaparecería como mujer. "No es que diga abuso para que suene más suave, para mí fue una violación aunque no hubo penetración."

 

-¿Por cuánto tiempo duró esta situación?

 

-Por cuatro o cinco años.

 

-¿Y la madre nunca se dio cuenta?

 

-Nada. La madre no se entera porque nosotros, los abusadores, los violadores, más allá de ser gente enferma, no somos bobos. Aquel que diga que todo eso no lo planifica bien, miente. Esas cosas no vienen de repente. Por lo menos yo lo planifiqué, desde que comenzó hasta que terminó. Mi señora nunca estaba en esos momentos. Y además, cuando terminaba el abuso, le decía a mi hija: `si le contás a mamá, se arma. Si esto ya es un infierno, preparate para el segundo infierno`. Era brutal. Después empezó a tener noviecitos y a uno de ellos, fui a Neptunia, y le rompí las piernas.

 

-¿De celos?

 

-Sí, de celos, pero también de temor a que contara. Porque una cosa es que le cuente a la madre, que yo la tenía totalmente dominada, y otra cosa es a un chiquilín, que quizás le contara a su padre o a un amigo. Y me llegara una denuncia.

 

-Suponiendo que su esposa no supiera el abuso, ¿cómo aguantaba tanta violencia y agresión?

 

-No lo sé, supongo que habrá descubierto una veta buena en mí. Porque no te olvides que hubo una etapa hermosa mientras fuimos novios y al principio de casados. Yo era duro, intransigente en muchas cosas, celoso, pero nada hacía suponer que detrás de eso estaba este animal en potencia.

 

-¿Cómo se entera su esposa?

 

-Le cuenta mi hija. Llego un día de trabajar y está encerrada en el cuarto. Me di cuenta de que algo pasaba porque mi hija no estaba, y esa era una de las leyes que yo había implantado: `yo llego y vos tenés que estar`. Al final forcé la puerta y mi esposa me dice: `ya me enteré de todo`. Lo único que me dijo fue: `dame una explicación por lo menos`. Entonces, le conté todo lo que había vivido desde chico. Nunca vi sufrir tanto a un ser humano como a mi señora. Era tanto el dolor, una llaga tan grande que no podía hablar. Ahí empezó otra etapa.

 

-No termina de cerrar que una madre no logre ni siquiera darse cuenta de que algo raro le sucede a un hijo, más aún en un caso como este. Es difícil de creer.

 

-Una de las causas era la amenaza a que estaba expuesta constantemente mi hija. Pero otro de los motivos es que deberías saber sobre el pasado de mi mujer, que no lo voy a traer aquí. A lo mejor se juntaron dos personas con características similares. Es fácil juzgar y preguntar ¿cómo no se dio cuenta? No se dio cuenta porque primero había un pacto de silencio, y segundo porque quizás ella también pudo haber tenido un pasado. No lo voy a decir, pero posiblemente vivió algo similar. Si yo te estoy sometiendo, te estoy violando, y te digo: `una palabra a mamá y se termina la familia, se termina mamá, se termina papá, se termina todo. No, es tan fácil darse cuenta. Si fuera así, habría menos casos.

 

-¿Cómo no hizo denuncia?

 

-Ella se entera, está bien, dice es un animal, pero cree que tengo mis cosas buenas y que debo estar enfermo. La mayoría de la gente actúa con hipocresía, igual que este gobierno que condecora y le da las llaves de Montevideo al presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, quien tiene una acusación de abuso a su hija. Es la misma hipocresía de los periodistas que sólo sacan el tema ahora, porque hubo otros casos. ¿Por qué no hacen notas para que el único instituto que nos ayuda, como éste (se refiere a Centro de Asistencia y Apoyo al Varón en Crisis), consiga recursos económicos que no tiene. Todo está potenciado por el gobierno, además, no solamente para tapar los errores, sino también porque necesitan tapar una política económica que lleva a que sucedan estas cosas. Ojo, yo soy 99 % responsable y no me quito la culpa, pero ustedes no hacen nada para que no haya más Marcelos. Realmente, uno se siente impotente, si no hubiera conocido a Robert Parrado (responsable de Renacer), habría sido un violador y quizás un asesino. O me hubiera matado, lo intenté porque no encontraba salida.

 

-O sea, que nadie lo denuncia.

 

-Primero que nada por el gran amor de mi señora y de mi hija, aún en ese inmenso dolor, había amor.

 

sin cárcel. No hubo denuncia, pero Marcelo cuenta que "también se puede vivir en un infierno sin ir a la cárcel". De común acuerdo con su esposa, durante años, estuvo preso en un cuarto de su casa. No podía salir si sentía que había alguna persona, ni siquiera para hacer sus necesidades que, dice, las resolvía en baldes. "Mi vida se transformó en un infierno, conviviendo con el orín, la materia fecal. Me decía: `así no puedo seguir, me mato`, lo que también era egoísta, autoritario, inmaduro. Me fui a la escollera, pero siempre había una excusa".

 

Marcelo se fue a un asentamiento y contrató a un joven de 29 años para que lo matara de un tiro en la cabeza, dos días después. "Pero otra vez surgió el miedo, y un día antes salí a buscar al loco y le pedí por favor que no lo hiciera".

 

Pero se estaba volviendo loco, no podía concentrarse ni trabajar en las artesanías en madera, su profesión. Le dijo a su mujer que no quería vivir más, y fue ella la que encontró al psicólogo Robert Parrado y al grupo.

 

Los primeros años fueron duros y lo reconoce. "Era una bomba de tiempo que en cualquier momento iba a explotar. Lo hice por el gran amor hacia mi señora. Pero fue una etapa dura, porque en los grupos de hombres violentos, tampoco querían saber nada con un abusador sexual, igual que psicólogos y abogados".

 

-¿Sintió deseos de abusar de otras personas además de su hija?

 

-No, era contra ella porque me cuestionaba. Sería fácil decir que era porque me habían violado de chico, pero cuando lo hacía con mi hija, no me acordaba de eso. Pero ojo, los abusadores y violadores sabemos controlar la situación. Sabemos quién va a hablar y quién no. Yo, no sólo he abusado y violado, podría haber matado sin problema. Siempre tuve esa sensación.

 

-¿Por qué?

 

-Porque tenía en claro que el próximo paso era la violación con penetración, y si se complicaba, la muerte, sin ninguna duda. Yo tenía un plan, había medidas para ese momento y otras para el futuro. Pensaba: si no la destruyo ahora, tengo que violarla, y si no, matarla. Por eso es que me pongo sumamente nervioso cuando veo que el psicólogo Parrado está tan solo en este trabajo. ¿A dónde puede concurrir un tipo como nosotros?

 

-¿Su padre lo violó?

 

-No, abusó. Yo tenía 10 años, y me hacía sentar en su falda a tomar mate. Me manoseaba y cuando yo lograba la erección, me castigaba fuertemente, pero después que él saciaba sus ganas. Mi madre estaba de espaldas y no veía las caricias, pero tampoco preguntaba por qué me pegaba. Era cómplice, se me ocurre. Mis padres fueron dos personas especiales, no los juzgo, superé esa rabia.

 

-Dijo que lo habían violado.

 

-Mi padre era comerciante y tenía dos socios. Una vez, los tres me acompañaron a una canchita del Cerro donde yo jugaba al baby fútbol. En un momento se separaron, y conversaron entre ellos, y cuando volvieron mi padre me dijo que se iba, y que ellos me llevarían a casa una vez terminado el partido. Fui violado por uno de ellos mientras otro me sujetaba.

 

-¿Supone que su padre sabía?

 

-Sí, no estaba en su sano juicio. Es algo muy jodido, fue un shock.

 

-¿Nunca pensó en decírselo a su madre?

 

-No, fue una mezcla de temor y desconfianza. No confiaba en ella.

 

-¿Se cuestionó en algún momento su sexualidad?

 

-Sí, tenía una gran confusión porque yo no puedo decir que fue terriblemente doloroso. Entonces me pregunto: ¿me gustó o no? ¿Está bien o no? Tuve esas inquietudes sexuales.

 

-¿No teme que su hija vuelva a repetir la historia de su abuelo y su padre?

 

-A veces tengo esas dudas. Ese tema lo tocamos en casa permanentemente, con otro nivel por la cantidad de elementos que he recibido en el grupo durante todos estos años, y que puedo trasmitir. Este es un tema que si no se habla está condenado a que se repita. La ayuda profesional es una condición sine qua non.

 

-¿Ha hablado el tema del abuso con su hija?

 

-Sí, evitamos detalles, que me tocabas esto o lo otro, pero lo hablamos. Yo no puedo decir que estoy recuperado, sino tranquilo. Pero cada vez que lo hablamos, que me prende esa lamparita roja, me hace entender el dolor, la rabia y la humillación que ella sentía. Y es importantísimo para nuestra recuperación. No es `ya pasó, se terminó, lo olvidamos`.

 

-¿Ella lo perdonó?

 

-Cuando a una niña le haces perder la niñez en una etapa maravillosa, no hay perdón que valga. Tengo su comprensión.

 

-Ha reiterado que los abusadores y violadores merecen una recuperación, y no que se hable de ellos como para lincharlos o castrarlos. ¿Qué siente frente a casos como el padre que tuvo tres hijos con su hija, la muerte de Pamela, la pareja que enterró a su beba y a su otro hijo lo dejó en el CTI, entre otras atrocidades que aparecieron estos meses?

 

-Antes de todo esto, cuando aparecía en la televisión `menor violada`, cambiaba de canal, y mi mujer e hija empezaban a toser y eso. Ahora, cuando aparecen esos casos, tengo sentimientos raros. Primero siento gran dolor hacia las víctimas, aunque no haya fallecido, porque murió de todas maneras. También siento rabia, una rabia egoísta. ¿Por qué no buscó ayuda?

 

-No puede entender la rabia de la gente, que se los considere monstruos. ¿Qué sentiría si violan a su hija?

 

-Si le pasara a mi hija -lo digo yo que abusé de ella- salgo a buscar al tipo y lo mato. Es contradictorio ¿no? Pero no matarlo de un tiro, le arranco los ojos. Uno es un ser humano con una cantidad de valores, buenos y malos, y también es egoísta. A veces, veo en la televisión uno de esos casos y digo: `¡qué hijo de puta!`. Él, pero yo no, yo soy el crack porque salí de eso. Lo peor que puede pasar, a mí en este caso, es sentir que superé todo, que lo que me pasó está estrechamente ligado a mi infancia o que no soy responsable. Si pensamos así vamos a volver a abusar, a violar. Cuando veo esos casos de la misma manera que pienso `andá a saber por lo que pasó ese tipo`, inmediatamente digo: `habría que cortarle las bolas`. No puedo ser tan hipócrita de ver que se destroza a una beba, y pensar `pobre loco, lo que habrá pasado`. Digo: ¡qué hijo de puta!

 

(Producción María Inés Lorenzo, Gabriela Vaz).

 

Señales para abrir los ojos

 

¿Algo diferencia a los abusadores que son parte de la familia de los que son completos extraños? En un seminario sobre diagnóstico y pericia forense en casos de abuso sexual hacia niños y adolescentes que tuvo lugar esta semana en la Dirección Nacional de Asistencia Policial, la psiquiatra colombiana Isabel Cuadros explicó que mientras el familiar intenta ejercer menos violencia física - "le hace doler menos, no le rompe tanto los genitales"- a los extraños les da igual porque no tienen un vínculo afectivo con el niño. En ambos casos, "está primero la descarga erótica".

 

Además, comparten otra característica "complicada": "una persona que quiebra la norma más importante en la especie humana, que es el respeto a un niño y su integridad física y psíquica, es capaz de quebrar cualquier norma", dijo la especialista. Por otro lado, aseguró que los abusadores suelen tener una doble vida. "Tienen una ruptura de normas en relación a muchas cosas, no sólo al niño".

 

La mejor manera de descubrir un abuso es escuchando al niño, ya que el 95% de las veces que un chico cuenta que está pasando por eso, es verdad, porque "su tendencia general es a no decir. El 60% de los niños abusados no lo cuenta. Hay que creerles, aunque cambien de respuesta luego porque piensan que lo que dijeron la primera vez estaba mal".

 

Otros síntomas: las víctimas se deprimen y tienden a aislarse, sobre todo en el entorno escolar, así como su comportamiento sexual es inapropiado para su edad (se masturban seguido, dan besos con la lengua, tocan los genitales a otros).

 

Cuadros también dio una cifra alarmante: por cada caso que sale a la luz pública, hay 70 u 80 que no.

 

"Haber sido abusado no justifica el abuso, aunque condiciona"

 

Cuando le preguntaron a un violador callejero porqué lo hacía respondió: "Para estar en la cárcel y no violar". Así le contestó al psicólogo Robert Parrado que dirige Renacer, el único centro destinado a la ayuda de hombres violentos o abusadores sexuales. "Uno lo miraba y decía: pasó por el sistema, pero no encontró ninguna salida", añade el experto.

 

Parrado, que atendió a unos 100 varones, llama a romper con la "hipocresía" y dice que en lugar del desprecio o el ocultamiento, la atención a abusadores es la acción "ecológica" para evitar más víctimas.

 

¿Es una enfermedad? Para Parrado, en un violador pueden existir patologías asociadas, pero no hay que "etiquetar" el fenómeno bajo ninguna. "Se ven las características de la personalidad, la historia de vida, pasa por varios factores".

 

El abuso en la infancia puede conducir a repetir el fenómeno, aunque no siempre. "El abusador se relaciona con niños que tienen la misma edad de él cuando fue abusado. Porque los ven como pares. Emocionalmente quedaron en los 11 y decodifican mal la mirada de la niña o la pollera corta. Acá, uno decía: `Para mí, era una mujer chiquita`". Parrado señala las dificultades para conseguir financiación para la atención a adultos. "En adolescentes, como tienen otro `valor` social, se puede. Pero para adultos, nunca hay. Incluso me han tratado como profesional de segunda por trabajar este problema".

 

 

Fuente:http://www.elpais.com.uy/Suple/DS/08/06/22/sds_353352.asp

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