XP Fundacional en la História Gatera Nacional (1º XP Publicada)

19 de Julio del 2007

Creéme, Peteco, yo sé lo que te digo. Vos no salís del Garden Party del Hotel Las Delicias de Adrogué y de “El tío de Alcalá”, y te parece que el súmun está allí, entre las niñas con las que vamos a casarnos.

Pero no, viejo, no, yo soy un connaissseur en materia de potrancas y de mujeres y te aseguro que la verdad está en otra parte y que lo mejor son las francesas. Y entre las francesas una que es única: la Borchemiel. Hace poco que vino al país.¡No te la imaginás! Mirá que yo he recorrido mucho, que me sé de memoria el plano de los piringundines de Buenos Aires, desde La Boca a San Fernando; mirá que me he amanecido baillando tangos en los boliches y no hay pupila que no sepa quién soy. ¡Pero la Borchemiel! Es de otro mundo.¡Qué digo de otro mundo! Es de París y se le nota hasta en la ingle, donde tiene tatuada una rosa. ¡Qué querés! Las franchutas saben mostrar la marca y la marca de la Borchemiel es como ella: una flor.

Claro que si la llegás a ver en misa hasta le ofrecés agua bendita. Hasta te creés que es una de las niñas que veranean en Adrogué. Le rezarías, Peteco, le rezarías porque si quiere parece una virgen (1). Te confieso una cosa: no sé cómo se las arregla pero cada vez que atiende parece virgen. Eso tiene un solo nombre: arte. No hay caso, estas minas que tienen la sangre de Ninón de Leclós no pueden negar la herencia. No, no te voy a detallar todo lo que sabe hacer, porque lo que importa es el cómo…¡Y qué se yo cómo! De mil maneras pero con arte, ¿no te digo? Al estilo francés. Clase, para usar otra palabra. Clase en la ropa, en la manera de oler el cigarro antes de dártelo, de probar el vino, de guardarse una alhaja o un billete en el escote… ¡Y el perfume! Guerlain, Houbigant, Coty, Pinaud…. Esas pavadas que si se las ponen Merceditas, Milagros o tu hermana son perfumes, pero si se las pone la Borchemiel son opio, dulce veneno, una feliz manera de morirte de gusto. Tenélo por seguro: solamente las francesas son capaces de hacerte sentir así. Claro que cobran como francesas pero vos sabés, lo bueno cuesta caro (2). Por otra parte pagarle a ella te hace sentir más macho. Yo, desde que la conozco, me doy cuenta de que nuestras pobres chinitas siempre tienen olor a humo de leña verde, a rancho. Las gringas son hediondas. Y las judías (…)(3). Nada: las francesas, sólo las francesas y sólo la Borchemiel entre las francesas. París se le nota en el modo de moverse, de vestirse, de desnudarse. De caminar. ¡Y de hablar! De hablar haciendo rodar las erres. Y de mostrar esos caprichitos muy franceses que uno no entiende. No, uno no entiende pero los soporta. Total, al fin y al cabo es de hombres. Y es cómodo que los viernes al anochecer ella no quiera saber más nada y te empuje dulcemente a la puerta, mientras se cubre la cabeza con una pañoleta blanca y saca una vela y mientras la enciende me dice, tan francesa ella: “Va t’en, mon chou, c’est pour le sabbat”. Yo sé bastante el idioma de Molière pero no sé lo que es sabbat. De todos modos, ¿no te parece que un tipo como yo se aguante bien macho un caprichito muy francés?

(1) Onda novia (alaración mía).

(2) ¿El gift? Un poco caro, pero vale la pena. (aclaración mía)

(3) Hace una consideración aquí obviada para evitar el mal gusto. Además no aporta a la línea argumental.

La historia Pertenece a Eduardo Gudiño Kieffer, y refleja una XP con una francesa del contingente que invadió el país en 1910. Fuente: "La vida clandestina" en Historia de la Argentina.

19 de Julio del 2007