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Postales del dolor 1


Invitado Viejo Golanchik

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Invitado Viejo Golanchik

Sentía nauseas, una oleada de espasmo le recorrió el cuerpo a medida que se introducía en la casa.

Los perros muertos, el silencio, y los cuervos en los alfeizares. La muerte, pavorosa, desafiaba la ficción mas descabellada. El piso pegoteado de sangre crepitaba con cada pisada, el hedor de los cuerpos apenas descompuestos, se introducía en nuestras almas, marcándonos para siempre.

Pocas horas habían pasado desde la masacre, una jamula entera había sido borrada de la faz de la tierra, incluso los perros.

La descomposición no había alcanzado a borrar las expresiones en los rostros, lo que agregaba un elemento aun más macabro al cuadro.

Los bebes y niños estaban prolijamente apilados en el medio de la habitación, junto a ellos, las mujeres, mutiladas, abiertos sus vientres en busca de vástagos a quien matar. Los hombres siguieron el mismo sistemático y perverso destino, amarrados en sillas.

Acuñada en la horrifica maldad se intuía la perversa simetría del asesinato, ordenado, sistemático, primero los niños, luego las mujeres y finalmente, los hombres, emblemáticos testigos y victimas, en ese orden.

Las amarras tironeadas y ensangrentadas. Solo un tiro en las sienes se observaba en ellos.

El asco se le metía en los poros con una fuerza inaudita, sentía ganas de vomitar su naturaleza humana, sentía ganas de gritar que no era humano, que no quería serlo, que si eso era capaz de hacer la especie humana a sus propios congéneres, entonces el renunciaba.

Un cuervo franqueo la ventana y sintiéndose valiente arremetió contra los ojos de una de las criaturas tendidas cerca de la ventana. Su negro pico se hundió en la blandura y emergió rojo. Su graznido le recordó a C. el terror mismo.

Salieron de la casa y una sombra se adueño de su alma. Pesada y cruel, agobiante, como la absurda lagrima derramada sigilosamente y enjuagada con apresuramiento.

 

 

No era la primera vez que esa terrible tierra les deparaba un espectáculo como ese, aunque, reconoció C., esta vez era demasiado. No tuvo tiempo ni fuerzas para contar los cadáveres, quizás otro lo hizo, solo le quedaba informar por la radio. Otros se encargarían de encontrar responsables.

La quietud de la aldea al mediodía contrastaba con la violencia oculta en ella, como un gato rabioso, agazapado en un rincón oscuro y sin salida.

Toda la aldea sabia, los ojos tras las ventanas lo decían, solo que no importaba, era la regla, era la ley, no escrita, pero la ley, todos pagan, todos, hasta los perros.

Una ponzoñosa ola de culpa invadió su mente, la vista de la sangre excitó su incansable curiosidad, recorrió las calles después de la matanza, como un fantasma, en búsqueda de algo, no sabía exactamente que, pero tenía la certeza de que lo sabría, tarde o temprano.

Las horas transcurrían en el calor de la tarde. Varios días con sus noches de bochorno.

Los cuerpos descompuestos hinchados y malolientes, comenzaban a estallar con un ruido sordo. Nadie reclamaba esos cuerpos, la cruz roja los dejaba semanas, quizás con la esperanza de que alguien los quisiera enterrar, las fosas comunes se llenaban con una facilidad sorprendente.

Todo ese horror, todo ese increíble y absurdo horror, la presencia del odio, el rencor, se sentía a través de las generaciones, solo mas sangre parece que lava la sangre derramada. El absurdo y terrible dilema de matar o morir, encontraba su expresión en la inconcebible violencia desatada.

Se dirigió a la salida del recinto, el olor nauseabundo comenzaba a marearlo, las moscas verdes prosperaban en esa parte del mundo, el zumbido que hacían al volar era particularmente irritante, y los rincones donde se posaban eran increíblemente repugnantes, miles de gusanos pálidos borboteaban en una siniestra danza.

No podía comprenderlo. No podia comprenderlo por mas que se esforzara, por mas que se pusiera en lugar de los perpetradores, no podia comprenderlo.

La culpa se transformo en un renovado odio contra si mismo, sostenía con fuerza su arma y acariciaba el gatillo, como una necesidad quemante de hacer fuego contra todo, contra si mismo.

Se miro como en un espejo, un cadáver podrido, los gusanos emergiendo de su cabeza.

 

 

VG (estractos de capitulos de novela basada en autenticas vivencias en el Libano 1982)

 

Porque los publico aca? porque no soporto mas cargarlo solo y tenia ganas.

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