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Respuesta: los mejores libros que leyeron

 

Prólogo El Instituto Tavistock - Daniel Estulin

Daniel Estulin, El Instituto Tavistock, Libros, Última hora

nov 142011

 

Prologo-Tavistock.jpg

 

Muchos me han pedido trocitos del libro. Os dejo con el Prólogo para empezar. Creo que levanta pasiones. Son verdades como puños. Despertad, gente, ya es la hora.

¿Objetivo de la guerra Tavistockiniana? Extirpar el sentido de identidad de ser humano, arrancar el alma y sustituirlo por algo artificial. El libro sale el miércoles 16. Es de lejos el libro más sorprendente que jamás habréis leído. Es Bilderberg multiplicado por 10,000. Quiero comentarios y debate.

A por ellos. ¡Feliz lunes, mundo!

 

Daniel Estulin

FirmaDanielEstulinblog21.jpg

 

 

Introducción

La localidad de Tavistock, en el condado de Sussex, Inglaterra,

es el centro mundial del lavado de cerebros en masa y de

la ingeniería social. Después de haber tenido un comienzo un

tanto difícil en Wellington House, allí creció una compleja organización

que habría de dar forma al destino del planeta entero,

al tiempo que cambiaría el paradigma de la sociedad moderna.

En este revolucionario trabajo, que sin duda tendrá el efecto

de una explosión nuclear de quinientos kilotones, descubrimos

tanto la red de Tavistock como los métodos de lavado de

cerebro y guerra psicológica que se están adaptando, en este

preciso momento, con la intención de aplicarlos a proyectos de

ingeniería social a gran escala.

Se trata de la «Conspiración de Acuario», nombre que se

dan a sí mismos los lavacerebros y que hace referencia a un

estudio supersecreto llevado a cabo en 1974 en el Instituto de

Investigación de Stanford, titulado «Cambiar las imágenes del

hombre». Se puede considerar el presente libro, esencialmente,

un manual para combatir el lavado de cerebros. El lavado

de cerebros depende de la ignorancia de las víctimas. Está en

todas partes. Todos percibimos la desintegración de nuestras

naciones en el día a día, en las experiencias personales. Sin embargo,

no se trata de una coincidencia. Ni de un accidente. Lo

que estamos presenciando es la desintegración de la economía

mundial, planificada por las personas más poderosas del mun-

 

— 10 —

do. En este libro, que habla del Instituto Tavistock, se intenta

demostrar que dicha conspiración es real, revelar quién forma

parte de ella, cuáles son sus objetivos a largo plazo y cómo

podemos evitar que nos manden a todos al infierno.

Aparte de sentir indignación y rabia, usted, lector, llegará a

la conclusión de que se trata del declive moral, material, cultural

e intelectual que todos los días presenciamos en el mundo

entero; sumidos en la impotencia, no accidental. No es Dios

quien nos castiga por lo que hacemos mal en la Tierra, sino

una crisis social inducida expresamente.

Repito que esto no es una prueba. Esto es real, y lo que

está en juego es el futuro de nuestro planeta. Toda clase de degeneración

musical es un producto fabricado por orden de un

laboratorio, todo ecologista a quien no hayan lavado el cerebro

ha logrado huir de un laboratorio de ingeniería social.

Todo drogadicto es un producto secundario de una política

gubernamental de futuro, cuyo objetivo final es la destrucción

del espíritu humano y la degradación del hombre. Todos

los defensores a ultranza del yoga, de la meditación trascendental,

de la telekinesia, del radicalismo de izquierda y de

derecha, de la educación de la sensibilidad bahái y de la percepción

extrasensorial, de la conciencia cósmica, de la aberración

 

que supone la Nueva Era o New Age, de las

chemtrails, todos

los seguidores de las experiencias cósmicas y quienes creen

en la «concienciación» forman parte de una conspiración

única, centralizada y coherente, surgida de algún proyecto

patrocinado por un gobierno y financiado por una fundación.

¡Bienvenidos! ¡Pónganse cómodos! ¡Todos los pirados

del mundo, juntos en el aquelarre más impresionante que se

ha visto jamás!

En el mundo del humo y de los espejos no hay casualidades,

coincidencias ni accidentes. Esto lo demostramos más allá

de toda duda razonable, tal como haríamos si estuviéramos

dirimiendo este caso ante un tribunal de justicia. Para nuestro

objetivo tan sólo servirá el más elevado estándar de excelencia

y de verificación. Es mucho lo que hay en juego, y tenemos

demasiadas posibilidades en contra. Lo que está en la balanza

 

— 11 —

es el futuro del planeta, la inmortalidad de la raza humana y la

supervivencia de nuestra especie. Lograremos imponernos.

Lograremos el éxito, cueste lo que cueste. No hay segundas

oportunidades, terceras opciones ni cuartas vías. Esto es así, y

con el presente trabajo, que resistirá el paso del tiempo, he

trazado una raya en la arena. ¡No pasarán! No nos rendiremos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Tavistock fue el

cuartel general de la Oficina de Guerra Psicológica del Ejército

británico, que, por medio de lo que disponía la Ejecutiva de

Operaciones Especiales, también dictaba la política que habían

de seguir las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en lo

referente a la guerra psicológica.

¡Mire a su alrededor! A consecuencia de un ataque frontal

a nuestro futuro, perpetrado por los más destacados sociólogos

e ingenieros conductuales de todo el mundo, se rompieron las

anclas que sujetaban la intención moral de las naciones. Nosotros,

el pueblo, hemos sucumbido a una irracional indiferencia

hacia lo moral. No se confunda, todo lo que ha habido desde la

Nueva Izquierda hasta el Watergate, Vietnam, los Papeles del

Pentágono, el sucio, asqueroso e inmoral movimiento hippie,

el movimiento contra la guerra y la contracultura de las drogas

y el rock, han sido asimismo proyectos de ingeniería social

planificados de antemano.

Repito, lo que se ataca no son solamente nuestros derechos

individuales, sino más bien la institución misma de la república

«estado-nación», partiendo del mastodóntico programa de

ingeniería social ideado por los oligarcas y llevado a la práctica

a través del Instituto de Relaciones Humanas de Tavistock y

de otra red, mucho más grande, integrada por centros de psicología

social aplicada y de ingeniería social que surgieron

después de la Segunda Guerra Mundial. Dichos grupos nos

ven y ven los principios de los estados-nación como claros

enemigos filosóficos.

Esta monstruosa maquinaria del mal está compuesta por

algunos de los centros más prestigiosos del mundo, dedicados

a la investigación y al estudio, como por ejemplo el Stanford

 

— 12 —

Research Centre de la Universidad de Stanford, la Rand Corporation,

el MIT/Sloane, el Advanced Centre of Behavioural

Sciencies de Palo Alto, el Institute of Social Research de la Universidad

de Michigan, la Wharton School of Business de la

Universidad de Pensilvania, la Harvard Business School, la London

School of Economics de Londres, los National Training Laboratories,

el Hudson Institute, el Esalen Institute, el National

Institute of Mental Health, el National Institute of Drug

Abuse, la Office of Naval Research. Hay otros, como la International

Foundation for Development Alternatives y el Executive

Conference Centre, ambos con sede en Ginebra, la primera

escuela para graduados a jornada completa de la Era de

Acuario, para ejecutivos de alto nivel de las quinientas empresas

que figuran en la revista

Fortune, donde se enseña cómo

modificar la conducta. Zombis humanos en puestos de alta dirección

que nos conducirán a la Nueva Edad Media de la conciencia

trascendental. Dos son los objetivos. El primero, alcanzar

los cambios necesarios en Estados Unidos; y el segundo, el

orden mundial.

En los últimos cincuenta años, el Gobierno de Estados

Unidos, con la ayuda secreta de centros de estudios y fundaciones

que siguen la pauta de Tavistock, ha destinado decenas

de miles de millones de dólares a financiar la labor de dichos

grupos.

Todos los aspectos de la vida psicológica y mental de la

población mundial fueron definidos, registrados y archivados

en sistemas informáticos. Los grupos de sociólogos, psicólogos,

psiquiatras, antropólogos, centros de estudios y fundaciones,

que trabajan en estrecha colaboración unos con otros,

están presididos por una elite integrada por poderosos miembros

de la oligarquía, compuesta principalmente por la antigua

Nobleza Negra de Venecia. El lector podría preguntar: ¿Cuál

es el propósito de esas modificaciones de la conducta? Implantar

cambios forzados en nuestro modo de vida, sin nuestro

consentimiento y sin que sepamos siquiera lo que nos está sucediendo.

El objetivo último es extirpar por completo el sentido

de «identidad» del ser humano, arrancarle el alma y susti-

 

— 13 —

tuirla después por una seudoalma artificial, sintética. Sin

embargo, para poder cambiar la conducta de los seres humanos,

apartarla de la producción industrial y conducirla hacia

el espiritualismo, y para hacernos entrar voluntariamente en el

mundo de la era posindustrial de crecimiento cero y progreso

cero, es necesario forzar un cambio de la imagen que tiene el

ser humano de sí mismo, del concepto fundamental de lo que

somos. Así pues, hay que buscar la imagen del hombre que resulte

apropiada a esa nueva era, hay que sintetizarla y a continuación

conectarla al cerebro de la humanidad.

El gobierno totalitario no es el único parámetro del totalitarismo.

El poder ilimitado también procede de un «centro

omnipresente». En el nuevo movimiento totalitario, esta fuerza

directriz omnipresente se comunica por medio de la modificación

de la conducta y el cambio de identidad, que son los

nodos dominantes del sistema.

El terror psicológico no es la esencia, sino el signo de puntuación

de lo que significa el nuevo totalitarismo. El secreto del

éxito del movimiento radica en el poder del dinero y del consumo,

porque elude hacerse responsable de los fallos del mismo.

Los prescritos fracasos del mercado de Wall Street en proteger

a las empresas se atribuyen, en cambio, a fuerzas trascendentales

de la «mano invisible», que castiga a las empresas por los

presuntos pecados cometidos contra las «leyes del mercado».

De este modo, cuando suceden catástrofes, que castigan cada

vez más a la mayor parte del mundo, se echa la culpa a las propias

víctimas de las privaciones, la miseria y la opresión que

sufren. Se trata de un método de gobierno mucho más eficaz

que el terror por la fuerza, más descarado, que expone al sistema

a otra forma de resistencia.

Tener a la mayoría en un estado continuo de ansiedad interior

funciona, porque se obliga a las personas a que estén demasiado

ocupadas en asegurarse su propia supervivencia o a

competir por ella para colaborar en la construcción de una reacción

eficaz. Esto también lleva por todas partes la firma de Tavistock.

En la década anterior, se mantuvo a la población mundial

 

— 14 —

en un permanente estado de inestabilidad a través de continuas

debacles económicas y decretos de comercio transnacional,

que vaciaron las arcas nacionales y anularon el derecho a

la autodeterminación de los países. Las poblaciones se han visto

tan abrumadas por el constante avance de la monstruosa

maquinaria, de las crisis económicas y medioambientales, que

la práctica universal de crear inseguridad ha dejado a las mayorías

sociales paralizadas por un terror de baja intensidad.

Condición necesaria para que un movimiento totalitario continúe

avanzando, porque su modus operandi consiste en tener

a sus súbditos en perpetuo desequilibrio.

En épocas anteriores, hemos visto cómo se tomaban medidas

draconianas de alcance nacional, pero nunca una agresión

semejante a los derechos de las personas y a las normas democráticas.

Cada medida nueva, en sí misma, puede parecer una

aberración; pero una serie completa de cambios que forman

parte de un

continuum constituye un giro brusco hacia la esclavitud.

El poder total es un correlato supraterrestre del poder

mundial, que no es capaz de concebir límites para sí mismo.

Tenemos que superar muchos retos. Cuando se desvelan

los datos, cuando se ponen las pruebas encima de la mesa,

cuando los conspiradores han sido desenmascarados y despojados,

y sus acciones se han expuesto a la vista de todo el mundo,

aun entonces el ciudadano corriente afirma que se trata de

una conspiración y se niega a creer que pueda ser real una confabulación

tan monstruosa y aplastante..., hasta que ya es demasiado

tarde. ¡Queda usted advertido!

Nos encontramos en una encrucijada. Y del camino que

tomemos ahora dependerá que vivamos en el siglo

XXI como

repúblicas de estados-nación o como un montón de esclavos

subyugados, diezmados y deshumanizados.

Querido lector, la situación es sumamente grave. Estamos

luchando contra el esfuerzo aunado de algunas de las personas

más brillantes de la historia, que conspiran contra nosotros

con el fin de controlarnos. Pero la voluntad del ser humano

es inmortal. Los tiranos mataron a cientos de millones de personas

y, sin embargo, los pueblos lucharon y acabaron consi-

 

— 15 —

guiendo la libertad. La libertad estimula el alma humana; el

miedo la paraliza. En medio de la ensordecedora cacofonía del

silencio patriótico, las voces insurgentes reclaman atención.

La inmortalidad tiene su base moral en la verdad y la incorruptibilidad.

Se merece que se le dé todo el respaldo posible.

Se merece que se luche y se muera por ella.

Por último, la historia enseña por analogía, no por identidad.

La experiencia histórica no consiste en quedarse en el

presente y volver la vista al pasado, sino en regresar al pasado

y volver después al presente con una más amplia y profunda

conciencia de las restricciones de que adolecía nuestro anterior

punto de vista.

El grabado número setenta y nueve de la serie

Desastres de

la guerra

, de Goya, muestra a la Libertad, una dama de cabellera

rubia, tendida de espaldas y con el busto a la vista, y a

unas figuras fantasmales moverse alrededor del cadáver, mientras

unos monjes cavan la tumba. Murió la verdad. ¿Es ésa la

alternativa? El hombre prevenido vale por dos. No compete a

Dios salvarnos, sino a nosotros mismos. Jamás encontraremos

las respuestas correctas si no somos capaces de formular las

preguntas adecuadas.

 

Daniel Estulin

Madrid, 26 de mayo de 2011

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Respuesta: los mejores libros que leyeron

 

Prologo-Tavistock.jpg

1

La contrainsurgencia

Las técnicas de manipulación psicológica de la sociedad

son casi tan antiguas como la humanidad misma. Los señores

feudales, con el fin de preservar y consolidar su poder, siempre

se valieron de los castigos y la tortura como agentes disuasorios

del cambio. Incluso hace mil años, lo que ayudó a las

clases dirigentes no fueron las técnicas per se, sino una deliberada

aplicación de las mismas a modo de herramientas de la

máxima «divide y vencerás». Por muy inhumana que pueda

parecer una técnica en particular o una medida terapéutica, no

es una acción encaminada a erradicar cualquier insurgencia en

sí misma. «La contrainsurgencia no puede desarrollarse apoyándose

sólo en el terror; requiere una aplicación consciente y

sistemática por parte de la clase dirigente o de sus víctimas.»1

Esto es exactamente lo que se consiguió con la transformación

de la psicología y la psiquiatría en los años treinta.

«La primera aplicación masiva de la psicología como arma

consciente tuvo lugar en la Alemania nazi, concretamente en

la eugenesia, que se basó en las retrógradas fantasías “arias” y

se impuso a una parte de la población. Si bien la causa y el desarrollo

de la carnicería nazi tuvieron su origen en el desmoronamiento

de la economía mundial, su forma concreta, la eugenesia,

fue ideada por los teóricos y los técnicos preferidos de

los nazis: los psiquiatras.»2

Desde entonces, la «ciencia de la mente» se ha transformado

en el arte de destruirla. Los enfoques legítimos, terapéuti-

— 18 —

cos, han cedido el paso a una seudociencia sobre la modificación

de la conducta denominada «terapia de aversión».

Esta transformación de la ciencia de la mente fue modelada

por la guerra, la guerra del genocidio mental que libró la burguesía

contra la clase trabajadora. La premisa esencial de la

labor de Tavistock es que determinados tipos de instituciones

«democráticas» representan un instrumento mucho más eficiente

para la dictadura fascista que los modelos tradicionales,

los claramente «autoritarios».3 «Desde el gran fraude del petróleo

y el lavado de cerebros al estilo de la CIA, las ciencias

de la psicología vienen siguiendo la ruta inicialmente dibujada

en 1945 por el doctor John Rawlings Rees, gran maestro de la

guerra psicológica contra la insurgencia, en su libro The Shaping

of Psychiatry by War [la transformación de la psiquiatría

a través de la guerra].»4 Rees pedía que se creasen «tropas de

choque»; es decir, grupos de psiquiatras que desarrollaran métodos

de control político que empujaran a la mayor parte de la

población hacia la psicosis, empleando procedimientos de los

llamados programas de modificación de la conducta. Proponía

dicha medida para que la población se volviera sumisa al

orden económico internacional que seguiría a la Segunda

Guerra Mundial.

En 1945, Rees dijo a un grupo de psiquiatras del Ejército

de Estados Unidos: «Si nos proponemos actuar a las claras y

atacar los problemas sociales y nacionales de hoy, hemos de

contar con tropas de choque, es decir, con psiquiatras que la

psiquiatría basada únicamente en las instituciones no puede

proporcionar. Debemos tener equipos de psiquiatras que puedan

moverse y establecer contactos en determinadas áreas y en

su zona particular.»5

La lógica de Rees es clara. Para lograr una verdadera salud

mental se requiere una transformación completa de la sociedad

de acuerdo con lo que propugna la selección racional.

Pero, tal como se lamenta en su libro: «Muchos no lo ven del

mismo modo, entre ellos la mayoría de los obreros, que tienen

el convencimiento de que todo método de selección es un mecanismo

por el cual el malvado capitalismo pretende hacer más

— 19 —

rentable el trabajo de sus empleados. Y ése es un argumento

muy difícil de rebatir.»6 Desde el punto de vista de Rees, esos

opositores, junto con todo aquel que participe en «huelgas» o

en «actividades subversivas», son neuróticos que necesitan tratamiento

urgente, pero que por desgracia son incapaces de ver

que están enfermos. En ese mundo de neuróticos sin conciencia

de serlo, la psiquiatría, el otro árbitro de la cordura, sólo

puede ser ejercida por un consejo de sabios «de cada país, grupos

de psiquiatras, relacionados entre sí», preparados para hacer

uso de todas sus armas e influencia para entrar «en el terreno

de la política y del gobierno».7

Sólo una «conspiración de psiquiatras» —como decía Rees

cuando hablaba de su «misión»— podría construir una sociedad

«en la que sea posible que todos los grupos sociales reciban

tratamiento cuando lo necesiten, aunque no lo deseen, sin

necesidad de invocar la ley.»8 Para Rees, la construcción de ese

consejo de sabios se convirtió en la «misión» de su vida. Tal

como dice L. Marcus en su obra de investigación: «los métodos

de Rees se apoyan, de manera total y consciente, en la destrucción

de la vida mental de la sociedad mundial y en la marcha

forzada hacia el sadismo universal».9 En esto radica su

afinidad: hombres como seres desprovistos de intelecto cuyas

mentes, según Tavistock, pueden manipularse y destruir.

Desde entonces, las diversas formas de guerra psicológica

desarrolladas en el Instituto Tavistock han constituido el rasgo

característico de las actividades de un conjunto de centros

de estudios de todo el mundo, relacionados entre sí, que trabajan

como órganos de consultoría y llevan a cabo encargos

especiales. Organismos gubernamentales y grandes empresas,

cuyos estudios de desarrollo y proyectos piloto tienen el claro

objetivo de crear técnicas políticas de control social. Rees y

Tavistock organizaron su consejo de sabios de acuerdo con el

conocido dicho de: «No somos muchos, pero estamos bien

situados.»10 Rees conocía bien las estructuras del poder, cómo

organizar a personas clave, para promover ideas e influir.

Cuando hablamos de guerra psicológica, con frecuencia

hablamos de maneras de aterrorizar al enemigo; y para conse-

— 20 —

guirlo debemos entender la psique del enemigo, lo que le hace

amar, odiar, luchar, huir. Dicho enemigo puede ser extranjero

o no, puede tratarse de un ejército de hombres o de una masa

enfurecida de trabajadores. Y a fin de encontrar el antídoto

eficaz, Tavistock y compañía necesitan entender cómo reaccionará

dicho enemigo en situaciones de estrés. ¿Luchará con

mayor ahínco o simplemente se rendirá? ¿O se equivocará y le

hará ganar la guerra al enemigo, por así decirlo? Los errores

más costosos de las operaciones de guerra psicológica siempre

son los que se cometen por desconocer la forma de pensar del

enemigo. Esto implica que las «tropas de choque» que propone

Rees deben tener un profundo conocimiento de la psicología

humana, un conocimiento que en sí mismo es una especie

de magia negra. Y dado que estamos hablando de una guerra de

percepciones, de «maneras de ver el mundo», es importante

que los psicólogos, los psiquiatras, los sociólogos y los antropólogos,

esos hombrecillos grises sin identificar, vestidos con

trajes de franela, que trabajan para Tavistock, comprendan el

impacto del arte, la música, la literatura y otras expresiones

culturales, y la manera en que dichas formas de expresión representan

el modo de ver el mundo.

Y con el tiempo surgirá la tentación de poner a prueba algunos

de estos principios en la población de nuestro país. Al

fin y al cabo, ¿con qué forma de pensar vamos a sentirnos más

familiarizados, si no es con la nuestra? ¿Qué mejor sitio para

poner a prueba las nuevas teorías de la guerra psicológica que

nuestra población? Como dijo Rees en 1945: «Las guerras no

se ganan matando al adversario, sino minando o destruyendo

su moral y conservando la propia.»

Una de las personas clave que practicaron las técnicas de

modificación de la conducta fue Kurt Lewin. Lewin fue el padre

de la dinámica de grupos y uno de los primeros expertos

que reclutó Rees. Comenzó su trayectoria profesional en la

Universidad de Cornell, donde trabajó en una serie de sistemáticos

estudios sobre el «efecto de la presión social en los

hábitos de la alimentación de los niños».11 Llegó a Estados

Unidos en 1933, en calidad de refugiado de la Alemania nazi.

— 21 —

Al igual que otros muchos intelectuales alemanes, se vio obligado

a abandonar su país no por diferencias políticas, sino como

víctima del antisemitismo hitleriano.12 De hecho, Lewin es

famoso por haber perfeccionado la técnica del «grupo carente

de líder» formulada por los nazis y por haberla transformado

en una sofisticada herramienta de la contrainsurgencia. Una

de las facetas menos conocidas del trabajo de Lewin es la relativa

a los programas de la guerra psicológica, sobre todo su

empeño en mostrar la relación existente entre la guerra psicológica,

el establecimiento de objetivos, las operaciones sobre

el terreno y el reconocimiento de la situación. Su primer trabajo

fue el de utilizar la «toma de decisiones en grupo» para

cambiar las preferencias alimentarias y pasar de la «carne» al

«pan integral» como sustituto.

El siguiente pasaje de su libro Time Perspective and Morale

[La perspectiva temporal y la moral] ilustra de qué manera

entendía él la guerra psicológica: «Una de las técnicas principales

para destruir la moral por medio de una “estrategia de

terror” consiste exactamente en la táctica siguiente: que la persona

no sepa con claridad en qué posición se encuentra ni qué

puede esperar. Si, además, se confunde su “estructura cognitiva”

sobre dicha posición mediante decisiones poco claras en

cuanto a tomar medidas disciplinarias severas o proporcionar

un trato amable, junto con la propagación de noticias contradictorias,

es posible que la persona llegue a no saber siquiera si

un plan en particular va a acercarla o alejarla de su objetivo.

En esas circunstancias, hasta las personas que tienen objetivos

claros y están dispuestas a correr riesgos quedarán paraliza-

das por un grave conflicto interno respecto de lo que deben

hacer.»13

La propuesta más significativa que hizo Lewin en el período

de la Segunda Guerra Mundial y durante la etapa que siguió

fue su concepción del «fascismo de rostro democrático».

El rasgo psicopatológico que tienen en común todas las reivindicaciones

fascistas es el infantilismo, que se define por sus

intentos de imponer el principio de la familia autónoma ampliada

y de ignorar la realidad del mundo exterior. Por ejem-

— 22 —

plo, «nacionalismo» (madre patria), «racismo» (madre), «grupo

de idioma» (lengua materna), «grupo de afinidad cultural»

(tradiciones familiares), «comunidad» (familia ampliada,

vecindario).14

Lewin fue el primero en darse cuenta, mediante la atenta

observación de los sujetos estudiados, de que la imposición de

formas de organización en grupos pequeños y «reformas estructurales

» corporativistas características del fascismo podrían

inducir a una ideología fascista en una población dada.

En una sociedad sensata y moral, las propuestas de Lewin

servirían de papel higiénico y el propio Lewin habría sido encerrado

y recibido atención psiquiátrica. Sin embargo, le dieron

un montón de dinero, la ciudadanía estadounidense y una

beca de los Rockefeller para que ideara proyectos de ingeniería

social.

Lewin propuso que mediante el uso de técnicas de lavado

de cerebro destinadas a «grupos pequeños», se podría establecer

una forma de dictadura fascista más eficiente. «El número

y la notoriedad de una horda de agentes autoritarios, propia

del régimen nazi, podría reducirse si se crearan pequeños

“grupos comunitarios” que se administrasen solos. Ellos mismos

consideran que existen gracias a la capacidad que tienen

como personas para influir en la conducta de quienes se encuentran

en su entorno inmediato.»15 El resultado, pensaba

Lewin, sería una forma de fascismo más eficiente, que tendría

la apariencia de una democracia especial. En otras palabras:

«Si el mundo atomizado de la persona se transforma en un

entorno controlado de acuerdo a esas “reformas estructurales”

fascistas, la mente de la víctima descubrirá que sólo su

potencial yo paranoico le proporciona el medio para estar en

concordancia con dicho entorno controlado.»16 Es decir, el

fascismo es el mundo deseado que aparece en los sueños paranoicos

del inconsciente.

Lo que resulta innegable es que Rees y Tavistock realmente

organizaron un consejo de sabios cuya misión era reunir a

«quienes están intentando “restablecer” el mundo» tras la guerra.

Dada

la formación militar, psiquiátrica y de otro tipo que po-

— 23 —

seían los cuadros fascistas del núcleo duro, el establecimiento

de un orden político fascista se llevaría a cabo, según el modelo

tavistockiano de Rees-Lewin, siguiendo los pasos que se indican

a continuación:

1. Desmantelar las instituciones democrático-constitucionales

existentes. Las fuerzas militares y policiales se reorganizarían

para la «acción civil», tal como ocurre actualmente en

Estados Unidos. Una de las medidas menos conocidas que

está considerando el Gobierno es la sustitución de las fuerzas

policiales ordinarias, tanto locales como nacionales, por una

fuerza policial nacional de contrainsurgencia que siga el modelo

de la Gestapo de Hitler, como la Real Policía Montada de

Canadá. Al mismo tiempo, los organismos públicos existentes

serían destruidos por una insurgencia organizada de manera

«espontánea». Se emplearían grupos de «control de las comunidades

locales» para destruir instituciones políticas de base

amplia. Entre los reclutados para ejercer un control fascista de

las comunidades, las pandillas y las contrapandillas callejeras

se encargarían de propagar la delincuencia y los enfrentamientos

violentos entre ellos, ambos bajo el control y la dirección

de operativos de inteligencia ocultos. Esta insurgencia programada

de pandillas y contrapandillas, mezclada con ciertas dosis

de bandas terroristas controladas por la Policía, crean el

caldo de cultivo para que la mayoría de la población tolere de

mejor grado e incluso exija más participación y contundencia

del gobierno militar y policial, creando así el régimen fascista

«democrático» que se pretende.

2. Eliminar mediante la subversión, el asesinato, la intervención

militar, los embargos o las revueltas populares y «espontáneas

» el régimen que ya no resulta útil y nombrar un

gobierno civil «democrático». Este gobierno «democrático»

sólo podrá funcionar dentro de los límites definidos por los

representantes de los organismos supranacionales.

Los temas concretos tendentes al establecimiento de un

«fascismo de rostro democrático» son los siguientes:

1. «Estudios psicológicos de la población de la zona.» Durante

la Segunda Guerra Mundial, los servicios angloamerica-

— 24 —

nos de guerra psicológica llevaron a cabo una serie de estudios

de un número concreto de susceptibilidades neuróticas de diversas

culturas nacionales. El más famoso de todos fue el denominado

«Estudio del Bombardeo Estratégico». Se concibió

como base para coordinar el bombardeo de Alemania por parte

de los aliados, a través de la propaganda y otras campañas

de guerra psicológica destinadas a minar la moral de diversos

sectores de la población del Tercer Reich, y fue el precursor de

la «Operación Phoenix» contra Vietnam dirigida por la CIA,

una operación de genocidio llevada a cabo en Vietnam del Sur

contra quienes apoyaban al Vietcong. En pocas palabras, el

«Estudio del Bombardeo Estratégico» definió cuáles eran los

mejores métodos para destruir la moral de la población civil

con el menor coste posible.

2. Los medios de comunicación. El empleo de importantes

medios de comunicación y de medios culturales como instrumentos

para inducir a las pretendidas formas de locura social

en grandes poblaciones. En general, cuando se controlan las

políticas de la prensa, el sesgo de la información relativa a los

asuntos nacionales e internacionales, las agencias de prensa

más importantes y los principales medios de comunicación

de masas determinan qué ha de saber la población y qué ha de

considerar creíble. El falseamiento deliberado y habitual de la

información consigue «insensibilizar» a la población, haciendo

que la interpretación, socialmente aceptada, de las relaciones

causa-efecto viole la interpretación racional y sensorial de

la experiencia. A esto se suma también la introducción ex profeso

de material psicológico subliminal , cuyo efecto predeterminado

es el de acentuar los impulsos infantiles en determinados

sectores de la población; tales como relatos «de interés

humano», que resultan relativamente más gratificantes para

los impulsos infantiles, que restan énfasis a una visión racional

y científica.

Control de las comunidades locales. «El objeto del “control

de las comunidades locales” como táctica fascista de contrainsurgencia

es fragmentar a la población objeto en agrupaciones

políticas relativamente herméticas»,17 reduciendo las

— 25 —

diferencias de dichos grupos al separarlos por raza, SEXO, lengua

materna, cultura, país de procedencia, aficiones, edad y

vecindario. Hacer que los grupos compitan unos con otros en

circunstancias de austeridad general es una eficaz técnica que

utilizó Lewin para inducir al lavado de cerebro en dichos grupos

y a un progresivo deterioro psicológico que desembocara

en perversas seudofamilias polimórficas y en una clara psicosis

clínica.

«El primer grado de lavado de cerebro se consigue poniendo

la “autonomía de la comunidad local” en principio en contra

de la tecnología de los “grandes negocios” y de programas

progresistas»,18 cuya finalidad es mejorar la vida de las personas

que están dentro de esa comunidad. «Los programas que ponen

énfasis en los avances tecnológicos son acusados de ser

esfuerzos de “grupos elitistas externos” que pretenden interferir

en los asuntos autonómicos del grupo local.» A esas alturas,

el «grupo comunitario» ya se ha vuelto funcionalmente

semipsicótico y clínicamente paranoico como grupo. Hasta el

punto de que los miembros restringen su identidad social a lo

que ocurre dentro de ese grupo, el esfuerzo que hacen para

adaptarse a los ideales del grupo induce a un correspondiente

estado patológico de dichos miembros.

«Al hacer que dichos grupos compitan entre sí y se separen

por SEXO, razas, ingresos económicos, etcétera, se intensifica

la paranoia y aumenta el movimiento que conduce a un

estado semipsicótico»,19 a medida que los subgrupos de esa

comunidad, cada vez más pequeños, se ven enfrentados unos a

otros en abierta hostilidad.

3. La aplicación a «grupos carentes de líder» de técnicas de

lavado de cerebro para pequeños grupos con una tarea en común.

Estos grupos funcionan en un entorno donde los ingresos

reales se han reducido y las condiciones de trabajo se han

degradado. En situaciones de estrechez económica, el lavado

de cerebro consiste en obligar a los trabajadores a compensar

una parte de los ingresos perdidos acelerando con ingenio el

ritmo de trabajo. Formando a los empleados y desempleados,

implantando programas de recolocación a gran escala, introdu-

— 26 —

ciendo «incentivos en grupos de trabajo» y haciendo que

compitan entre ellos, se transforma un equipo pequeño de

producción en un grupo que puede lavarse el cerebro a sí mismo.

«En estas circunstancias, la semipsicosis y la psicosis hacen

que el grupo consiga “voluntariamente” aumentar la productividad

de un modo que no se habría conseguido imponiéndoselos

por la fuerza. Los miembros de esos equipos sin líder y

que se han lavado el cerebro a sí mismos emulan el síndrome

del “caballo de carreras”, que consiste en correr, llevado por la

histeria, a un ritmo que resulta literalmente suicida. El Instituto

Tavistock y la Universidad de Pensilvania son dos de los

centros más conocidos donde se desarrollan dichas prácticas

experimentales.»20

Una de las áreas clave del control de la población es la de la

contrainsurgencia. Quienes ya conozcan el dicho que apunta

que nadie abandona la CIA a menos que esté a dos metros

bajo tierra, es probable que se hayan preguntado cómo es posible

ejercer dicho control. La respuesta es: en parte utilizando

los insidiosos métodos del doctor John Rawlings Rees y sus

predecesores nazis. Así lo explica Peter Cuskie: «En la CIA,

antes de aceptar la formación de un agente, ya se le ha lavado el

cerebro durante el proceso de selección.» Los grupos “carentes

de líderes” de Rees eran en realidad grupos de candidatos arteramente

manipulados por programadores externos en situaciones

totalmente inventadas y controladas. En 1946, Nathan

Kline, que en aquel momento servía en la Administración de

la Marina de Guerra de Estados Unidos, describió un proceso

de selección de oficiales que había sido diseñado personalmente

por Rees para los marines norteamericanos, poco después

de la guerra.

«Se seleccionaban veinte candidatos, que formaban un

grupo, y se les decía que su futuro en calidad de escuadrón de

los marines dependía de que batieran el récord de todas las

demás unidades de marines que habían intentado resolver el

problema que se les iba a plantear a continuación. Seguidamente,

se les decía que imaginasen que estaban en una isla desierta

y que tenían frente a sí la balsa salvavidas, sin desemba-

— 27 —

lar, que había llegado flotando hasta la orilla. Apelando

convenientemente a su “espíritu de equipo”, se les daba la instrucción

de que superasen el récord en la operación de montar

la balsa y salir de la isla.

»Los especialistas en la guerra psicológica, que estaban de

pie a un costado, observaban atentamente la manera en que

cada miembro del grupo afrontaba el problema. ¿Se lanzaba

inmediatamente al método de ensayo y error o se quedaba

quieto y estudiaba una solución global? ¿Demostraba interés

y un entusiasmo ciego o se apartaba de la situación, con actitud

distante? ¿Qué hombre daba un paso al frente para asumir

el liderazgo y conseguía establecer una disciplina de grupo y

sacar el “espíritu de equipo” que llevaban todos dentro?

»Cuando ya tenían identificado al “líder”, se empleaba

una estratagema (como por ejemplo una supuesta invasión al

otro lado de la isla) con el fin de hacerlo abandonar el grupo

acompañado de tres o cuatro hombres. De ese modo se creaba

una situación nueva para que los expertos en guerra psicológica

pudieran observar la aparición de un nuevo “líder

del equipo”.»21

Una de las finalidades de estas tácticas insidiosas y artificiales

era la de fomentar el ciego «espíritu de equipo» y seleccionar

a sus «líderes» más fanáticos y competentes. Otra, junto

con el cuestionario de la «historia personal» y otras pruebas

que tuvo que superar el candidato, era, tal como lo dice sin

ambages el departamento de Evaluación del Personal, recabar

información sobre el «perfil psicológico» de cada hombre para

utilizarlo posteriormente.

«Aun así, seguía siendo necesario destruir toda resistencia

del verdadero ego que pudiera todavía mantener el candidato.

Ésta era la intención que subyacía en las pruebas de estrés de

Rees. Una de dichas pruebas fue utilizada por John Gardner

en la Oficina de Servicios Especiales (OSS) [...] En esta táctica

de lavado de cerebro, al candidato se le daban doce minutos

para que construyera una “historia creíble” que pudiera sostener

ante los interrogadores, en el caso de que lo “sorprendieran”

robando documentos marcados con la palabra “SECRE-

— 28 —

TO” en algún organismo gubernamental de Washington. Al

candidato se le decía que se trataba de una prueba decisiva que

fomentaba la interiorización de una plausible nueva identidad, y

se le advertía que las respuestas que diera a los interrogadores

no debían comprometer la seguridad organizativa de la Office

of Strategic Services (OSS) ni desvelar la tapadera tras la que se

ocultaban.

»Cuando el candidato terminaba de idear su coartada, era

conducido a un cuarto oscuro, se sentaba de cara a una luz

cegadora ante tres agentes. A lo largo de varios minutos, aquellos

especialistas en lavado de cerebros casi siempre hacían trizas

la historia que había elaborado a toda prisa el candidato

sirviéndose de varios métodos de “poli bueno-poli malo”,

preguntas inconexas y capciosas bien preparadas, agresión física,

etcétera. Casi sin excepción, el candidato quedaba desorientado

y confuso. Seguidamente, los agentes interrumpían el

interrogatorio de forma brusca diciendo: “Ya tenemos pruebas

suficientes de que no nos ha dicho la verdad. Eso es todo.”

Acto seguido, el grupo de interrogadores, haciendo mucho

teatro, intercambiaba una serie de cuchicheos y decía: “Se llama

usted Jones, ¿verdad...? Pues consideramos, Jones, que no

ha superado la prueba.”

»El candidato, alicaído, a continuación recibía la orden de

regresar al piso de arriba. Allí se encontraba con un miembro

de la dirección que fingía solidarizarse con sus sentimientos y

su miedo en un ambiente agradable, después de la tensión sufrida

anteriormente. La mayoría de los candidatos hundidos

abría su corazón y hablaba de su infancia como reacción a preguntas

del estilo: “Como psicólogo que soy, he estado pensando

que a lo mejor usted vivió en su infancia situaciones un

tanto similares a ésta, en las que ocultaba cosillas sin importancia

cuando su madre le cuestionaba algo.” Por lo general, el

candidato, en un patético despliegue de ingenuidad, se ponía a

hablar sin parar de su madre, de sus primeras experiencias

sexuales, etcétera. A esas alturas, la OSS no sólo tenía el perfil

psicológico que buscaba, sino que, además, había aplastado

los últimos vestigios que quedaban del ego de su machacado

— 29 —

aspirante a agente, y ya se encontraba en posición de manipularlo

y programarlo, casi a voluntad, para que colaborase con

el “equipo”.

»La utilización más actual de estos métodos de lavado de

cerebro por parte de los Servicios Especiales angloamericanos

fue desvelada el 27 de enero de 1974, sin querer, por el Sunday

Times de Londres, en un artículo que hablaba de las fuerzas

especiales del Ejército de Estados Unidos, titulado “New Secret

Service” [El nuevo Servicio Secreto]. En él, el Times describía

las técnicas de contrainterrogatorio que se emplean hoy

en día.

»El programa de lavado de cerebros, que consta de cuatro

pasos, comienza poniendo a prueba la sensibilidad del sistema

nervioso proyectando en una pantalla palabras o símbolos durante

fracciones de segundo, con el fin de averiguar con qué se

consigue “quebrar” psicológicamente a la persona: con la tortura

física o con el aislamiento. El segundo paso consiste en

hacer añicos la identidad del soldado enseñándole a desarrollar

un “álter ego plausible” (coartada). El tercer paso es una

agresión brutal en grupo o en sesiones de autocrítica, que buscan

destruir todavía más el ego, supuestamente para “simular”

un interrogatorio llevado a cabo por el enemigo. Y el último

paso consiste en preparar al soldado para que venza al detector

de mentiras, empleando, entre otras cosas, el método de

combinar sacudidas eléctricas con palabras del acervo cotidiano.

Esta técnica sin duda le resultó muy valiosa a la CIA cuando

preparó a veteranos a los que se había lavado el cerebro para

que formaran parte de brigadas especiales. En su página sobre

“contrainterrogatorios” dice:

»”Esas palabras de uso cotidiano adquieren un significado

emocional especial para el hombre que está siendo entrenado

para determinada misión. Así, en un interrogatorio, entre el

control y la preparación física, la reacción del hombre resultará

caótica y engañosa.”»22

La OSS y la CIA no son las únicas que han hecho uso de las

técnicas y los sistemas más modernos y actualizados de contrainterrogatorio

y adoctrinamiento de agentes. Poco después, Ta-

— 30 —

vistock desarrolló nuevos métodos, cada vez más complejos,

para controlar la mente. Para lavar el cerebro de sus víctimas,

Tavistock empleó diversas formas de coerción, hipnosis y drogas

psicológicas, para reproducir el mismo formato básico: inducir

un fortísimo estrés físico o psicológico en la persona y a

continuación aliviarlo. Entre el estrés y el alivio, los sujetos, ya

fueran reclutas del ejército, agentes de inteligencia o civiles, terminaban

profundamente sugestionados.

El «impoluto cuarto oscuro», donde la OSS los interrogaba,

se convirtió, literalmente, en la cámara de los horrores para

los nuevos reclutas del MI6 británico. Uno de esos cuartos

secretos, reservado para los “Proyectos Gubernamentales Especiales”,

era el de Powergen, en Solihull, Reino Unido.

Corría el año 1979. Los jóvenes reclutas de la Inteligencia

Británica que entraban en aquel edificio no tenían ni idea del

infierno que los aguardaba. No tenían ni idea, tal como escribe

Richard Tomlinson, ex agente del MI6, «de que se los iba a

obligar a convertirse en esclavos de un demoníaco programa

de control mental llevado a cabo por el MI6 y autorizado por

la Francmasonería del Real Arco a través del Instituto Tavistock

».

En 1979, en Powergen, a Richard Tomlinson, un recluta de

veintiún años que asistía a su primer curso INSET de la Inteligencia

Británica, le enseñaron por primera vez una fotografía

de pasaporte de Vladimir Putin que le había proporcionado

uno de los contactos de Oleg Gordievsky. Gordievsky, el funcionario

de mayor rango del KGB que había escapado a Occidente,

era un francmasón del Real Arco.

El curso fue dirigido por Stella Rimington (MI5) y John

Scarlett, el director general de los módulos del MI6. Los dos

programas diseñados por Tavistock para los graduados en

prácticas de la Inteligencia Británica eran:

1. El programa «Bestia del MI6»

2. El programa «Quesos apestosos», junto con «Juan Salvador

Gaviota».

— 31 —

El primero se refiere al programa del «superordenador»,

que formaba parte del control mental de todos los reclutas durante

el período de formación, tanto en el MI5 como en el

MI6.

Una de las tareas impuestas a los reclutas por los programadores

del control mental que dirigían el curso de la Francmasonería

del Real Arco era la «búsqueda del tesoro». Dicha

búsqueda tenía por objeto poner a prueba la habilidad para

«espiar» y su sadismo general. Parte del «curso» se basaba en

un juego que practicaban los antiguos soldados romanos con

sus prisioneros: el rito de Saturno. En pocas palabras, se trataba

de un juego sadomasoquista en el que se torturaba y maltrataba

a los reclutas como se hacía con los prisioneros en la

antigua Roma. La práctica se llamaba la «Vía Dolorosa».

«Vía Dolorosa» era una tortura diseñada por Tavistock en

la que se empleaba el agua. Los «programadores» de la Inteligencia

Británica provocaban en el recluta una experiencia cercana

a la muerte para obligarlo a obedecer. Además, era una

forma de separar a los débiles de los fuertes. Los programadores

torturaban sin cesar a los reclutas a fin de hundirlos psicológicamente.

La idea era que un iniciado no les servía de nada

si era capaz de desobedecer órdenes de arriba. Algunos no llegaban

a recuperarse de la experiencia vivida. Simbólicamente

era un proceso de nacimiento, muerte y resurrección. Primero

un vía crucis; luego, a la mayoría de los iniciados se los llevaba

a Jerusalén a recorrer la Vía Dolorosa, con el fin de reforzar su

programación. Acababan pareciéndose a Cristo.

El programa «Quesos apestosos» se llevaba a cabo leyendo

y escenificando la novela Tres hombres en una barca, de Jerome

K. Jerome, publicada en 1889.

En el capítulo 4 de la novela, se habla de lo importante que

es no tocar los «quesos que apestan» durante un viaje, es decir,

no tocar la mercancía; ¡ni siquiera después, una vez llegados al

destino! A todos los contrabandistas les preocupa mucho la

seguridad del material de contrabando, y de ahí la importancia

de esta parte del programa.23

Tomlinson, en su biografía no oficial publicada por él mis-

— 32 —

mo, The Golden Chain [La cadena de oro], cuenta que «a los

otros reclutas que estaban siguiendo este curso les aplicaban

tremendas descargas eléctricas después de la actividad de “formación”,

es decir, después de escenificar esa pequeña obra de

teatro, y se les ordenaba que se sentaran delante de un gran

ventanal. Era una práctica de “relajación” para contrarrestar el

estrés. Los jóvenes se sentaban allí y se quedaban mirando fijamente

al cielo haciendo rechinar los dientes (una reacción

normal al electroshock). En aquella fase, a veces les ponían la

canción Mr. Blues Sky de la ELO, para “rejuvenecer su espíritu”.

24

»El objetivo principal del programa “Quesos apestosos”

del MI6 era encargar a los futuros reclutas de la Inteligencia

Británica en “