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los mejores libros que leyeron


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Respuesta: los mejores libros que leyeron

 

Prólogo El Instituto Tavistock - Daniel Estulin

Daniel Estulin, El Instituto Tavistock, Libros, Última hora

nov 142011

 

Prologo-Tavistock.jpg

 

Muchos me han pedido trocitos del libro. Os dejo con el Prólogo para empezar. Creo que levanta pasiones. Son verdades como puños. Despertad, gente, ya es la hora.

¿Objetivo de la guerra Tavistockiniana? Extirpar el sentido de identidad de ser humano, arrancar el alma y sustituirlo por algo artificial. El libro sale el miércoles 16. Es de lejos el libro más sorprendente que jamás habréis leído. Es Bilderberg multiplicado por 10,000. Quiero comentarios y debate.

A por ellos. ¡Feliz lunes, mundo!

 

Daniel Estulin

FirmaDanielEstulinblog21.jpg

 

 

Introducción

La localidad de Tavistock, en el condado de Sussex, Inglaterra,

es el centro mundial del lavado de cerebros en masa y de

la ingeniería social. Después de haber tenido un comienzo un

tanto difícil en Wellington House, allí creció una compleja organización

que habría de dar forma al destino del planeta entero,

al tiempo que cambiaría el paradigma de la sociedad moderna.

En este revolucionario trabajo, que sin duda tendrá el efecto

de una explosión nuclear de quinientos kilotones, descubrimos

tanto la red de Tavistock como los métodos de lavado de

cerebro y guerra psicológica que se están adaptando, en este

preciso momento, con la intención de aplicarlos a proyectos de

ingeniería social a gran escala.

Se trata de la «Conspiración de Acuario», nombre que se

dan a sí mismos los lavacerebros y que hace referencia a un

estudio supersecreto llevado a cabo en 1974 en el Instituto de

Investigación de Stanford, titulado «Cambiar las imágenes del

hombre». Se puede considerar el presente libro, esencialmente,

un manual para combatir el lavado de cerebros. El lavado

de cerebros depende de la ignorancia de las víctimas. Está en

todas partes. Todos percibimos la desintegración de nuestras

naciones en el día a día, en las experiencias personales. Sin embargo,

no se trata de una coincidencia. Ni de un accidente. Lo

que estamos presenciando es la desintegración de la economía

mundial, planificada por las personas más poderosas del mun-

 

— 10 —

do. En este libro, que habla del Instituto Tavistock, se intenta

demostrar que dicha conspiración es real, revelar quién forma

parte de ella, cuáles son sus objetivos a largo plazo y cómo

podemos evitar que nos manden a todos al infierno.

Aparte de sentir indignación y rabia, usted, lector, llegará a

la conclusión de que se trata del declive moral, material, cultural

e intelectual que todos los días presenciamos en el mundo

entero; sumidos en la impotencia, no accidental. No es Dios

quien nos castiga por lo que hacemos mal en la Tierra, sino

una crisis social inducida expresamente.

Repito que esto no es una prueba. Esto es real, y lo que

está en juego es el futuro de nuestro planeta. Toda clase de degeneración

musical es un producto fabricado por orden de un

laboratorio, todo ecologista a quien no hayan lavado el cerebro

ha logrado huir de un laboratorio de ingeniería social.

Todo drogadicto es un producto secundario de una política

gubernamental de futuro, cuyo objetivo final es la destrucción

del espíritu humano y la degradación del hombre. Todos

los defensores a ultranza del yoga, de la meditación trascendental,

de la telekinesia, del radicalismo de izquierda y de

derecha, de la educación de la sensibilidad bahái y de la percepción

extrasensorial, de la conciencia cósmica, de la aberración

 

que supone la Nueva Era o New Age, de las

chemtrails, todos

los seguidores de las experiencias cósmicas y quienes creen

en la «concienciación» forman parte de una conspiración

única, centralizada y coherente, surgida de algún proyecto

patrocinado por un gobierno y financiado por una fundación.

¡Bienvenidos! ¡Pónganse cómodos! ¡Todos los pirados

del mundo, juntos en el aquelarre más impresionante que se

ha visto jamás!

En el mundo del humo y de los espejos no hay casualidades,

coincidencias ni accidentes. Esto lo demostramos más allá

de toda duda razonable, tal como haríamos si estuviéramos

dirimiendo este caso ante un tribunal de justicia. Para nuestro

objetivo tan sólo servirá el más elevado estándar de excelencia

y de verificación. Es mucho lo que hay en juego, y tenemos

demasiadas posibilidades en contra. Lo que está en la balanza

 

— 11 —

es el futuro del planeta, la inmortalidad de la raza humana y la

supervivencia de nuestra especie. Lograremos imponernos.

Lograremos el éxito, cueste lo que cueste. No hay segundas

oportunidades, terceras opciones ni cuartas vías. Esto es así, y

con el presente trabajo, que resistirá el paso del tiempo, he

trazado una raya en la arena. ¡No pasarán! No nos rendiremos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, Tavistock fue el

cuartel general de la Oficina de Guerra Psicológica del Ejército

británico, que, por medio de lo que disponía la Ejecutiva de

Operaciones Especiales, también dictaba la política que habían

de seguir las Fuerzas Armadas de Estados Unidos en lo

referente a la guerra psicológica.

¡Mire a su alrededor! A consecuencia de un ataque frontal

a nuestro futuro, perpetrado por los más destacados sociólogos

e ingenieros conductuales de todo el mundo, se rompieron las

anclas que sujetaban la intención moral de las naciones. Nosotros,

el pueblo, hemos sucumbido a una irracional indiferencia

hacia lo moral. No se confunda, todo lo que ha habido desde la

Nueva Izquierda hasta el Watergate, Vietnam, los Papeles del

Pentágono, el sucio, asqueroso e inmoral movimiento hippie,

el movimiento contra la guerra y la contracultura de las drogas

y el rock, han sido asimismo proyectos de ingeniería social

planificados de antemano.

Repito, lo que se ataca no son solamente nuestros derechos

individuales, sino más bien la institución misma de la república

«estado-nación», partiendo del mastodóntico programa de

ingeniería social ideado por los oligarcas y llevado a la práctica

a través del Instituto de Relaciones Humanas de Tavistock y

de otra red, mucho más grande, integrada por centros de psicología

social aplicada y de ingeniería social que surgieron

después de la Segunda Guerra Mundial. Dichos grupos nos

ven y ven los principios de los estados-nación como claros

enemigos filosóficos.

Esta monstruosa maquinaria del mal está compuesta por

algunos de los centros más prestigiosos del mundo, dedicados

a la investigación y al estudio, como por ejemplo el Stanford

 

— 12 —

Research Centre de la Universidad de Stanford, la Rand Corporation,

el MIT/Sloane, el Advanced Centre of Behavioural

Sciencies de Palo Alto, el Institute of Social Research de la Universidad

de Michigan, la Wharton School of Business de la

Universidad de Pensilvania, la Harvard Business School, la London

School of Economics de Londres, los National Training Laboratories,

el Hudson Institute, el Esalen Institute, el National

Institute of Mental Health, el National Institute of Drug

Abuse, la Office of Naval Research. Hay otros, como la International

Foundation for Development Alternatives y el Executive

Conference Centre, ambos con sede en Ginebra, la primera

escuela para graduados a jornada completa de la Era de

Acuario, para ejecutivos de alto nivel de las quinientas empresas

que figuran en la revista

Fortune, donde se enseña cómo

modificar la conducta. Zombis humanos en puestos de alta dirección

que nos conducirán a la Nueva Edad Media de la conciencia

trascendental. Dos son los objetivos. El primero, alcanzar

los cambios necesarios en Estados Unidos; y el segundo, el

orden mundial.

En los últimos cincuenta años, el Gobierno de Estados

Unidos, con la ayuda secreta de centros de estudios y fundaciones

que siguen la pauta de Tavistock, ha destinado decenas

de miles de millones de dólares a financiar la labor de dichos

grupos.

Todos los aspectos de la vida psicológica y mental de la

población mundial fueron definidos, registrados y archivados

en sistemas informáticos. Los grupos de sociólogos, psicólogos,

psiquiatras, antropólogos, centros de estudios y fundaciones,

que trabajan en estrecha colaboración unos con otros,

están presididos por una elite integrada por poderosos miembros

de la oligarquía, compuesta principalmente por la antigua

Nobleza Negra de Venecia. El lector podría preguntar: ¿Cuál

es el propósito de esas modificaciones de la conducta? Implantar

cambios forzados en nuestro modo de vida, sin nuestro

consentimiento y sin que sepamos siquiera lo que nos está sucediendo.

El objetivo último es extirpar por completo el sentido

de «identidad» del ser humano, arrancarle el alma y susti-

 

— 13 —

tuirla después por una seudoalma artificial, sintética. Sin

embargo, para poder cambiar la conducta de los seres humanos,

apartarla de la producción industrial y conducirla hacia

el espiritualismo, y para hacernos entrar voluntariamente en el

mundo de la era posindustrial de crecimiento cero y progreso

cero, es necesario forzar un cambio de la imagen que tiene el

ser humano de sí mismo, del concepto fundamental de lo que

somos. Así pues, hay que buscar la imagen del hombre que resulte

apropiada a esa nueva era, hay que sintetizarla y a continuación

conectarla al cerebro de la humanidad.

El gobierno totalitario no es el único parámetro del totalitarismo.

El poder ilimitado también procede de un «centro

omnipresente». En el nuevo movimiento totalitario, esta fuerza

directriz omnipresente se comunica por medio de la modificación

de la conducta y el cambio de identidad, que son los

nodos dominantes del sistema.

El terror psicológico no es la esencia, sino el signo de puntuación

de lo que significa el nuevo totalitarismo. El secreto del

éxito del movimiento radica en el poder del dinero y del consumo,

porque elude hacerse responsable de los fallos del mismo.

Los prescritos fracasos del mercado de Wall Street en proteger

a las empresas se atribuyen, en cambio, a fuerzas trascendentales

de la «mano invisible», que castiga a las empresas por los

presuntos pecados cometidos contra las «leyes del mercado».

De este modo, cuando suceden catástrofes, que castigan cada

vez más a la mayor parte del mundo, se echa la culpa a las propias

víctimas de las privaciones, la miseria y la opresión que

sufren. Se trata de un método de gobierno mucho más eficaz

que el terror por la fuerza, más descarado, que expone al sistema

a otra forma de resistencia.

Tener a la mayoría en un estado continuo de ansiedad interior

funciona, porque se obliga a las personas a que estén demasiado

ocupadas en asegurarse su propia supervivencia o a

competir por ella para colaborar en la construcción de una reacción

eficaz. Esto también lleva por todas partes la firma de Tavistock.

En la década anterior, se mantuvo a la población mundial

 

— 14 —

en un permanente estado de inestabilidad a través de continuas

debacles económicas y decretos de comercio transnacional,

que vaciaron las arcas nacionales y anularon el derecho a

la autodeterminación de los países. Las poblaciones se han visto

tan abrumadas por el constante avance de la monstruosa

maquinaria, de las crisis económicas y medioambientales, que

la práctica universal de crear inseguridad ha dejado a las mayorías

sociales paralizadas por un terror de baja intensidad.

Condición necesaria para que un movimiento totalitario continúe

avanzando, porque su modus operandi consiste en tener

a sus súbditos en perpetuo desequilibrio.

En épocas anteriores, hemos visto cómo se tomaban medidas

draconianas de alcance nacional, pero nunca una agresión

semejante a los derechos de las personas y a las normas democráticas.

Cada medida nueva, en sí misma, puede parecer una

aberración; pero una serie completa de cambios que forman

parte de un

continuum constituye un giro brusco hacia la esclavitud.

El poder total es un correlato supraterrestre del poder

mundial, que no es capaz de concebir límites para sí mismo.

Tenemos que superar muchos retos. Cuando se desvelan

los datos, cuando se ponen las pruebas encima de la mesa,

cuando los conspiradores han sido desenmascarados y despojados,

y sus acciones se han expuesto a la vista de todo el mundo,

aun entonces el ciudadano corriente afirma que se trata de

una conspiración y se niega a creer que pueda ser real una confabulación

tan monstruosa y aplastante..., hasta que ya es demasiado

tarde. ¡Queda usted advertido!

Nos encontramos en una encrucijada. Y del camino que

tomemos ahora dependerá que vivamos en el siglo

XXI como

repúblicas de estados-nación o como un montón de esclavos

subyugados, diezmados y deshumanizados.

Querido lector, la situación es sumamente grave. Estamos

luchando contra el esfuerzo aunado de algunas de las personas

más brillantes de la historia, que conspiran contra nosotros

con el fin de controlarnos. Pero la voluntad del ser humano

es inmortal. Los tiranos mataron a cientos de millones de personas

y, sin embargo, los pueblos lucharon y acabaron consi-

 

— 15 —

guiendo la libertad. La libertad estimula el alma humana; el

miedo la paraliza. En medio de la ensordecedora cacofonía del

silencio patriótico, las voces insurgentes reclaman atención.

La inmortalidad tiene su base moral en la verdad y la incorruptibilidad.

Se merece que se le dé todo el respaldo posible.

Se merece que se luche y se muera por ella.

Por último, la historia enseña por analogía, no por identidad.

La experiencia histórica no consiste en quedarse en el

presente y volver la vista al pasado, sino en regresar al pasado

y volver después al presente con una más amplia y profunda

conciencia de las restricciones de que adolecía nuestro anterior

punto de vista.

El grabado número setenta y nueve de la serie

Desastres de

la guerra

, de Goya, muestra a la Libertad, una dama de cabellera

rubia, tendida de espaldas y con el busto a la vista, y a

unas figuras fantasmales moverse alrededor del cadáver, mientras

unos monjes cavan la tumba. Murió la verdad. ¿Es ésa la

alternativa? El hombre prevenido vale por dos. No compete a

Dios salvarnos, sino a nosotros mismos. Jamás encontraremos

las respuestas correctas si no somos capaces de formular las

preguntas adecuadas.

 

Daniel Estulin

Madrid, 26 de mayo de 2011

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