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Para reirnos un poco de quienes se rien de nosotros...


ciuta

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¿Cómo mueren las personas influyentes y poderosas? Según algunos autores, la manera de morir de las celebridades es casi tan significativa y simbólica como su forma de vivir o el mensaje que dejan. Por ejemplo, Freud, hombre que vivió pendiente de las palabras, sucumbió a causa de un cáncer en el paladar. Descartes, el filósofo que encontró la prueba de la existencia en el pensamiento (“Pienso, luego soy”), se topó con una pista probatoria más contundente: el arsénico con el que probablemente haya sido asesinado. Evita, considerada una verdadera flama histórica, terminó consumida a una velocidad digna de la acción del fuego, y Jayne Mansfield, la vieja rival de Marilyn que como ella pretendía que le miraran los ojos y no el escote, murió decapitada en un accidente automovilístico. Si es cierto eso de que además de ser lo que comemos, morimos según somos, ¿qué tipo de final tendrán las personas que hoy ocupan el poder y cuya muerte, igual que el título del post, ocupará algún día la tapa de los diarios?

 

Cristina: Anciana y muy parecida al personaje que interpreta Selva Alemán en la tira “Malparida”, Cristina transita sus últimos días en una mansión venezolana con la única compañía de Alicia Castro, actual embajadora argentina en ese país. Casi ciega la ex presidenta y casi invalida la ex embajadora (pero ambas con el pelo por la cintura) llegaron a desarrollar una relación de dependencia que incluye insultos crueles y brutales castigos mutuos. Inflamada de rencor una y resignada la otra, Cris le reprocha a la ex azafata que no la acompañe en sus deseos de venganza contra todos los que la terminaron traicionando (para ese entonces la lista va desde Obama a Florencia Peña); apatía aeronavegante que se remite a descreer y de vez en cuando reírse de las brujerías que, sobre un altar saturado de Santos invertidos (también hay una imagen de Néstor en la misma posición), ensaya la ex mandataria criolla. Es justo en el contexto de uno de estos rituales cuasi satánicos, que ambas mujeres se trenzan en una gresca feroz y, víctimas de una vela que pierde el equilibrio, sus largas cabelleras empiezan a arder con furia. Eso y los efectos de otros elementos cosméticos y combustibles instalados en sus cuerpos, termina rápidamente con sus vidas. Lo último que se escucha es: “La que dijo que la soja era un yuyo fuiste vos”.

Lilita: Desparramada su inmensa humanidad sobre una cama especialmente reforzada, el año 2040 sorprende a Lilita rodeada de un grupo de fieles acompañantes que la siguen hace tres meses (con la edad logró mejorar su promedio). Entre ellos, un médico que, vanamente, intenta que alcance su peso ideal; objetivo que para ese entonces son 155 kilos. Convertida en una versión rechoncha de Linda Blair, la actriz que protagonizó la película “El exorcista”, habla un extraño dialecto y lanza cataratas de atemorizantes maldiciones en las que, cual mantra diabólico, repite la siguiente frase: “Ricardito y la p…”; personaje al que ya nadie recuerda y que por tal razón confunden con algún habitante del inframundo. Aunque por el peso no es capaz de girar la cabeza completa, al blasfemar, su enorme papada genera un efecto de movimiento gelatinoso muy desagradable a la vista que se intensifica cuando el cura, experto en exorcismos, trata de librarla del mal que la domina. Ni los pesados bidones de agua bendita que el sacerdote debió cargar personalmente, calman su furia infernal. De pronto, ante el asombro de los presentes, su voluminoso rostro se pacifica y afirma: “Se vienen tiempos duros y amargos que anuncian tiempos blandos y dulces que anuncian tiempos de luz y oscuridad que se convertirán en una fiesta popular con resultado trágico pero sanador y enfermizo”. Satisfecho, el sacerdote se inclina y Lilita, antes de exhalar su último suspiro, le rebana media oreja de un tarascón.

Francisco: “Creo que no aguanto”, dice el colorado apelando a un último hilo de voz. “Espele, espele que ya llega”, lo alienta un chino que, después de que el hombre del tatuaje en el cuello volviera a dedicarse al supermercadismo, se convirtió en su mano derecha y acompañante incondicional. Durante las recientes semanas, ante la inminencia de un desenlace fatal, las negociaciones con el gobierno fueron febriles y desesperadas. El presidente en ejercicio, un neo peronista que es nieto de Juanita Viale, se casó con un descendiente de Cobos (sí, leyó bien, el matrimonio gay hace años que es ley) y es muy amigo del segundo biznieto de Reutemann, en un principio se negó a firmar el decreto. Después, ante las presiones de la prensa y de ciertos sectores de la sociedad que creían que Francisco lo merecía (no hay que desvalorizar el lobby del chino en cuestión), accedió a concederle la autorización a presentarse como candidato presidencial que tantas veces le había sido negada. Claro que, incluso en el futuro, los trámites burocráticos siguen siendo una complicación. Por eso los profesionales médicos, apelando a todos los adelantos que el dinero puede comprar, llevan varios días extendiéndole la estadía terrena. “Es hoy o nunca”, piensa el chino en chino. De pronto, como en las viejas novelas románticas, suena el timbre y un enviado especial, con estrictas instrucciones de entregar el sobre en mano, sube corriendo las escaleras de la mansión y entra al cuarto que, para entonces, ya es casi una sala mortuoria. Sin tiempo para leerlo, el chino lo deposita en las manos de su agonizante jefe que antes de cerrar los ojos para siempre lee: “Yo, Gregorio Escobar Gaviria, presidente de la república de Colombia, repudio su decisión de negar sistemáticamente a su patria”. Recién cuando le cierran los ojos descubren que es la carta equivocada.

Mauricio: Descartada gracias a la autopsia la hipótesis de suicidio (fue muerte natural por edad avanzada), el debate se centró alrededor de la ética periodística y el derecho o no a publicar las ya famosas fotos que, además de pasear alrededor del mundo, dieron pie a un sinnúmero de títulos que, de mínima, podrían considerarse chabacanos y de mal gusto. Desde “Una voz en el teléfono” hasta “Alguien que me escuche”, pasando por “La última escucha dio ocupado”, y las no menos irrespetuosas comparaciones con Marilyn Monroe. ¿Por qué? Las cuestionadas fotos dejan ver a un anciano que, igual que la mítica estrella americana, estaba semidesnudo y con su mano aferrada al teléfono. La lista de los llamados que hizo ese día no reveló nada especial: Un intento por contactarse con su amigo Tinelli (debido a la edad había olvidado que el animador llevaba años bajo tierra), los típicos reproches de Larreta que, pisados ya los ochenta y sin haber ganado una sola elección, lo seguía culpando por preferir a Gaby; también los contactos diarios con su estudio de abogados. ¿El motivo? Lograr que una orden judicial le permitiera descongelar al padre que, cuando se las vio fea, hizo la gran Walt Disney y se congeló para la posteridad con una modelito de 18 años a la que ni siquiera llegó a comprarle la casa en Barrio Parque. Una vez abandonados sus sueños de llegar a la presidencia, todas las energías de Mauricio se concentraron en sacar del freezer al viejo para evitar una resurrección que, debido a las jugarretas del destino, se volvió inevitable.

Cleto: “Su situación no es positiva”, le dijo el médico y el viejo Cobos se sintió traicionado. Apenas una semana atrás, el mismo doctor que ahora le dictaba la sentencia de muerte, le había asegurado que, a pesar de sus años, lo suyo era algo de nada que se trataba con descanso. Lo primero que hizo fue mirar a su familia y preguntarle si sabía sobre su estado terminal. La respuesta fue digna de un coro griego mal ensayado: “No”, “Sí”, “Más o menos”, “Algo”. “¿En qué quedamos?”, preguntó el ex vicepresidente. “¡Justo vos nos reprochás!”, le contestó el más rebelde de sus tataranietos ante el estupor general. Acostumbrado a planificar todo con cierta anticipación, Cleto pidió calma a los presentes y empezaron las discusiones por las honras fúnebres. “¡Que me cremen y esparzan mis cenizas en el Congreso!”, dijo con seguridad para desdecirse a los pocos segundos y exclamar: “Quiero ser embalsamado. ¿Les parece bien?”. Y así pasaron varias horas de disquisiciones que todavía no terminaron. ¿Por qué? El hombre amaga con morirse pero nunca concreta del todo.

Duhalde: En sus delirantes y voluptuosas alucinaciones finales, Duhalde se cree Frankenstein y ve a Chiche como un Igor demandante que le reclama no haber matado al monstruo que crearon juntos (también delira con el Pacto de la Moncloa). Abrazado por una fiebre demoledora, duda si los gritos histéricos de su fiel compañera provienen de su abrumada cabeza (lo que no es poco) o existen en la realidad hospitalaria que lo rodea. “¡Encima le hiciste una novia!”, cree escuchar por enésima vez pero enseguida se tranquiliza: su señora no puede seguir con la misma cantinela de siempre en su lecho de muerte. ¿O si? Según los médicos que lo tratan, lo suyo es casi milagroso ya que, si tienen en cuenta los análisis, el hombre debería estar muerto. Inlcuso algunos desarrollan la extraña teoría de que entre él y su creación existe una especie de conexión que lo mantiene con vida. Algo de eso hay porque en el mismo minuto que exhala el último suspiro, Néstor cae redondo cuando está a punto de asumir su mandato número…

 

Fuente: http://blogs.perfil.com/bello/2010/06/13/murio-cristina/

Editado por ciuta
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Invitado laplatanight

Respuesta: Para reirnos un poco de quienes se rien de nosotros...

 

te fe4licitaria, porque pinta muy bueno, pero voy a leerlo despues de aprobar el examen de mañana! me tengo que poner a estudiar ya!

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Respuesta: Para reirnos un poco de quienes se rien de nosotros...

 

PUede resultar simpatico, pronosticar "como terminan sus ultimos dias" personajes politicos actuales, esto es en un futuro mas o menos proximo.

Pero comparar la vida de los murtos con la enfermedad que los llevo a la muerte me resultó desagradable.

“Es extraña la ligereza con que los malvados creen que todo les saldrá bien”.Victor Hugo

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