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Mi adolescencia


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Hola gente!.

Vi que algunos publican aquí sus historias y por eso me animé a subir algo que escribí hace un tiempo, está basada en mi propia vida y tiene algunos toques de ficción. Si les parece que no va en este foro háganmelo saber y lo guardo.

... ... ...

1. Salvador Involuntario.

-¡Hey pedazo de nenita!- Gritó aquella mole adolescente, temblando de ira y con la mirada perdida.

-Déjeme en paz, no quiero problemas con nadie- Respondió el temeroso y angustiado Esteban, que temblaba de manera descontrolada, esperando que lo peor ocurriera.

-¿Usted cree que a mi me importa lo que usted quiera?, a mi lo que un cerebrito amariconado como usted quiera, me importa una mierda!- Respondió el colérico chico entre estruendosas carcajadas -Ahora va a aprender a hacer lo que yo digo, cuando yo lo digo. A mi no me contradice nadie hijo de puta!

El musculoso joven tomó a Esteban por su cuello y lo estrelló violentamente contra la pared, Esteban temblaba presa del pánico y no podía articular ningún pensamiento, solamente esperaba atónito a que le partieran la cara, tal como había ocurrido numerosas veces en su anterior escuela.

-Nicolás parce, que carajos haces. Deja a ese man tranquilo, como los profesores se enteren te van a  echar del colegio- Intervino Damián, compañero de curso de agresor y agredido –Deja de perder el tiempo y vamos a clase, el profesor me mandó a buscarte, ya están todos en la piscina.

Nicolás, el musculoso violento, pareció entrar en razón y comenzar a tranquilizarse. De golpe soltó al joven muchacho, quien cayó de rodillas en el suelo, perplejo pero aliviado. Al parecer se había salvado.

-No se le ocurra volver a hacerse el listo conmigo o sabrá lo que es pasar un mal rato pedazo de loca- Dijo Nicolás, justo antes de darse vuelta y dirigirse a la zona de deportes náuticos del colegio.

Esteban se incorporó torpemente y con sus piernas aún temblorosas levantó su mirada que durante unos pocos segundos logró coincidir con la de Damian, su involuntario salvador, quien caminaba junto a su amigo mientras miraba hacia atrás con ojos que Esteban no consiguió descifrar en aquel instante. El choque de miradas se desvaneció rápidamente cuando Damian se percató de ello y volteó con poco disimulo su rostro hacía el camino.

Esa había sido una horrible primer semana para Esteban; acababa de llegar a la ciudad, su padre cada vez tenía menos tiempo para estar con él y definitivamente las cosas en la escuela eran todo lo contrario a lo que un adolescente de bajo perfil quisiera que fueran. Los chicos de aquella ciudad eran intransigentes, rudos y deseosos de devorar vivo a todo aquel que pareciera diferente. Esteban atravesaba un momento bastante difícil en su vida y cada vez encontraba menos motivos para levantarse de la cama y vivir, cada vez se le hacia mas difícil continuar adelante y cada vez extrañaba más la cálida comprensión de su amorosa madre. A sus quince años Esteban sabía ya, lo que era sentirse mal consigo mismo y lo que era perder la única persona capaz de entenderle y abrazarle hasta hacerle sentir mejor. 

2. Ratón al agua.

-Así terminamos por hoy. Tendrán que esforzarse más si quieren buenas notas caballeros- Dijo el entrenador con voz firme, dando por terminada la clase y con ella la jornada escolar por ese día –Deberían prestarle atención a Esteban, es nuevo pero lo hace mejor que muchos de ustedes. Ahora a las duchas y largo de aquí- Concluyó.

Al cabo de unos minutos, Esteban y sus compañeros de curso, se disponían a salir del área de deportes náuticos, después de haberse duchado, secado y vestido. Iban pasando junto a la piscina cuando alguien gritó:

-¿Así que este pequeño ratón sabe nadar mejor que nosotros?... Veamos que tal lo hace con ropa- Era Damián, el "involuntario salvador", corriendo directamente a uno de los costados de Esteban quien sin remedio perdió el equilibrio y cayó torpemente al agua.

El resto del grupo llenó el recinto con sus carcajadas, señalando y mofándose de la víctima de aquella broma, quien salía a flote sin saber muy bien todavía, lo que había ocurrido. El profesor se había marchado primero, por lo que tanto el público como el agresor se marcharon sin recibir ninguna reprimenda, dejando tras de sí al pobre chico nuevo, totalmente empapado y lleno de una ira incontrolable que le hacía hervir la sangre.

Dado que al caer llevaba consigo la única muda de ropa seca que poseía, Esteban no tuvo otra opción más que dirigirse al cuarto de lavado, que se encontraba dentro del mismo recinto, y corriendo el riesgo de ser sorprendido y castigado por tomar elementos de uso exclusivo de los operarios de la escuela, activó la máquina secadora de ropa para convertir aquellos atavíos empapados en algo que le permitiera llegar a casa sin sufrir una neumonía.

Mientras la máquina hacía lo suyo, y metido de nuevo en su bañador, Esteban pensaba iracundo en quien le había jugado la pesada broma, resultaba que Damián era tan imbécil como sus otros amigos, se recriminaba por haberlo visto alguna vez como un chico atractivo y por haber creído que sus ojos castaños y su ondulado cabello negro como la noche, lo hacía ver hermoso como ningún otro, si, justamente eso fué lo que pensó el primer día en que lo vió.

-Qué le vamos a hacer, la gente es una mierda aquí y en cualquier lado- Dijo Esteban para sí mismo en voz alta, mientras se levantaba del frío suelo y secaba con su mano una cristalina lágrima que baja por su mejilla derecha.

La noche comenzaba a caer, la temperatura descendía y el viento helado se colaba por unas pequeñas ventanas que coronaban los altos muros de aquella habitación. Esteban se recostó contra la pared y se dispuso a deshacerse de aquel bañador empapado que le congelaba la piel , lo estrujó en sus manos para sacarle algunas gotas de agua y lo pasó por su cuerpo a manera de una muy poco efectiva toalla.

Su cuerpo delgado y pálido, cubierto por una fina capa de vellos dorados, era acariciado sutilmente por un grupo de furtivos rayos de sol poniente que atravesaban los cristales sucios de una ventana situada en el lateral de la puerta. La belleza de aquella pueril piel húmeda y brillante, tímida y clara, era acariciada centímetro a centímetro por el húmedo trozo de tela, mientras los sentidos de Esteban se inflamaban y exhalaban todo ese deseo adolescente que vivía en ellos. Las caricias sobre su cuerpo hicieron que los pensamientos tristes se esfumaran por unos segundos y fueran reemplazados por imágenes de cuerpos sensuales, de amor, de sexo; el miembro de aquel delgado pero marcado rubio de estatura media, comenzó a hincharse y cobrar vida entre sus piernas, se irguió palpitante al cielo pidiendo mas caricias por parte de su dueño, sus testículos suaves y voluminosos colgaban gráciles y se movían al ritmo de las enérgicas embestidas, que con su mano Esteban brindaba a aquel inquieto falo adolescente.

Todo esto era una buena forma de escaparse un poco de la realidad, una forma de estar consigo mismo y sus pensamientos, una forma de dejar atrás el dolor y entregarse a sus deseos, una forma de amar y ser amado al menos en aquel frágil mundo de fantasía que solía frecuentar. Pero de repente un ruido sacó abruptamente a Esteban de su pequeño momento de intimidad, provenían del exterior de la habitación, muy cerca de la puerta. Esteban se alertó, mientras su sonrojado rostro dibujaba una mueca de pánico.

Continua...

Editado por Guest
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hace 12 minutos, Teromon dijo:

Hola gente!.

Vi que algunos publican aquí sus historias y por eso me animé a subir algo que escribí hace un tiempo, está basada en mi propia vida y tiene algunos toques de ficción. Si les parece que no va en este foro háganmelo saber y lo guardo.

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1. Salvador Involuntario.

-¡Hey pedazo de nenita!- Gritó aquella mole adolescente, temblando de ira y con la mirada perdida.

-Déjeme en paz, no quiero problemas con nadie- Respondió el temeroso y angustiado Esteban, que temblaba de manera descontrolada, esperando que lo peor ocurriera.

-¿Usted cree que a mi me importa lo que usted quiera?, a mi lo que un cerebrito amariconado como usted quiera, me importa una mierda!- Respondió el colérico chico entre estruendosas carcajadas -Ahora va a aprender a hacer lo que yo digo, cuando yo lo digo. A mi no me contradice nadie hijo de puta!

El musculoso joven tomó a Esteban por su cuello y lo estrelló violentamente contra la pared, Esteban temblaba presa del pánico y no podía articular ningún pensamiento, solamente esperaba atónito a que le partieran la cara, tal como había ocurrido numerosas veces en su anterior escuela.

-Nicolás parce, que carajos haces. Deja a ese man tranquilo, como los profesores se enteren te van a  echar del colegio- Intervino Damián, compañero de curso de agresor y agredido –Deja de perder el tiempo y vamos a clase, el profesor me mandó a buscarte, ya están todos en la piscina.

Nicolás, el musculoso violento, pareció entrar en razón y comenzar a tranquilizarse. De golpe soltó al joven muchacho, quien cayó de rodillas en el suelo, perplejo pero aliviado. Al parecer se había salvado.

-No se le ocurra volver a hacerse el listo conmigo o sabrá lo que es pasar un mal rato pedazo de loca- Dijo Nicolás, justo antes de darse vuelta y dirigirse a la zona de deportes náuticos del colegio.

Esteban se incorporó torpemente y con sus piernas aún temblorosas levantó su mirada que durante unos pocos segundos logró coincidir con la de Damian, su involuntario salvador, quien caminaba junto a su amigo mientras miraba hacia atrás con ojos que Esteban no consiguió descifrar en aquel instante. El choque de miradas se desvaneció rápidamente cuando Damian se percató de ello y volteó con poco disimulo su rostro hacía el camino.

Esa había sido una horrible primer semana para Esteban; acababa de llegar a la ciudad, su padre cada vez tenía menos tiempo para estar con él y definitivamente las cosas en la escuela eran todo lo contrario a lo que un adolescente de bajo perfil quisiera que fueran. Los chicos de aquella ciudad eran intransigentes, rudos y deseosos de devorar vivo a todo aquel que pareciera diferente. Esteban atravesaba un momento bastante difícil en su vida y cada vez encontraba menos motivos para levantarse de la cama y vivir, cada vez se le hacia mas difícil continuar adelante y cada vez extrañaba más la cálida comprensión de su amorosa madre. A sus quince años Esteban sabía ya, lo que era sentirse mal consigo mismo y lo que era perder la única persona capaz de entenderle y abrazarle hasta hacerle sentir mejor. 

2. Ratón al agua.

-Así terminamos por hoy. Tendrán que esforzarse más si quieren buenas notas caballeros- Dijo el entrenador con voz firme, dando por terminada la clase y con ella la jornada escolar por ese día –Deberían prestarle atención a Esteban, es nuevo pero lo hace mejor que muchos de ustedes. Ahora a las duchas y largo de aquí- Concluyó.

Al cabo de unos minutos, Esteban y sus compañeros de curso, se disponían a salir del área de deportes náuticos, después de haberse duchado, secado y vestido. Iban pasando junto a la piscina cuando alguien gritó:

-¿Así que este pequeño ratón sabe nadar mejor que nosotros?... Veamos que tal lo hace con ropa- Era Damián, el "involuntario salvador", corriendo directamente a uno de los costados de Esteban quien sin remedio perdió el equilibrio y cayó torpemente al agua.

El resto del grupo llenó el recinto con sus carcajadas, señalando y mofándose de la víctima de aquella broma, quien salía a flote sin saber muy bien todavía, lo que había ocurrido. El profesor se había marchado primero, por lo que tanto el público como el agresor se marcharon sin recibir ninguna reprimenda, dejando tras de sí al pobre chico nuevo, totalmente empapado y lleno de una ira incontrolable que le hacía hervir la sangre.

Dado que al caer llevaba consigo la única muda de ropa seca que poseía, Esteban no tuvo otra opción más que dirigirse al cuarto de lavado, que se encontraba dentro del mismo recinto, y corriendo el riesgo de ser sorprendido y castigado por tomar elementos de uso exclusivo de los operarios de la escuela, activó la máquina secadora de ropa para convertir aquellos atavíos empapados en algo que le permitiera llegar a casa sin sufrir una neumonía.

Mientras la máquina hacía lo suyo, y metido de nuevo en su bañador, Esteban pensaba iracundo en quien le había jugado la pesada broma, resultaba que Damián era tan imbécil como sus otros amigos, se recriminaba por haberlo visto alguna vez como un chico atractivo y por haber creído que sus ojos castaños y su ondulado cabello negro como la noche, lo hacía ver hermoso como ningún otro, si, justamente eso fué lo que pensó el primer día en que lo vió.

-Qué le vamos a hacer, la gente es una mierda aquí y en cualquier lado- Dijo Esteban para sí mismo en voz alta, mientras se levantaba del frío suelo y secaba con su mano una cristalina lágrima que baja por su mejilla derecha.

La noche comenzaba a caer, la temperatura descendía y el viento helado se colaba por unas pequeñas ventanas que coronaban los altos muros de aquella habitación. Esteban se recostó contra la pared y se dispuso a deshacerse de aquel bañador empapado que le congelaba la piel , lo estrujó en sus manos para sacarle algunas gotas de agua y lo pasó por su cuerpo a manera de una muy poco efectiva toalla.

Su cuerpo delgado y pálido, cubierto por una fina capa de vellos dorados, era acariciado sutilmente por un grupo de furtivos rayos de sol poniente que atravesaban los cristales sucios de una ventana situada en el lateral de la puerta. La belleza de aquella pueril piel húmeda y brillante, tímida y clara, era acariciada centímetro a centímetro por el húmedo trozo de tela, mientras los sentidos de Esteban se inflamaban y exhalaban todo ese deseo adolescente que vivía en ellos. Las caricias sobre su cuerpo hicieron que los pensamientos tristes se esfumaran por unos segundos y fueran reemplazados por imágenes de cuerpos sensuales, de amor, de sexo; el miembro de aquel delgado pero marcado rubio de estatura media, comenzó a hincharse y cobrar vida entre sus piernas, se irguió palpitante al cielo pidiendo mas caricias por parte de su dueño, sus testículos suaves y voluminosos colgaban gráciles y se movían al ritmo de las enérgicas embestidas, que con su mano Esteban brindaba a aquel inquieto falo adolescente.

Todo esto era una buena forma de escaparse un poco de la realidad, una forma de estar consigo mismo y sus pensamientos, una forma de dejar atrás el dolor y entregarse a sus deseos, una forma de amar y ser amado al menos en aquel frágil mundo de fantasía que solía frecuentar. Pero de repente un ruido sacó abruptamente a Esteban de su pequeño momento de intimidad, provenían del exterior de la habitación, muy cerca de la puerta. Esteban se alertó, mientras su sonrojado rostro dibujaba una mueca de pánico .

@TeromonPor donde puedo pasar a ver a Esteban, me enamore de su timidez, este lugar es preciso para escribir historias tan bellas como esta. Gracias por compartirlo

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hace 3 horas, bandido1234 dijo:

@TeromonPor donde puedo pasar a ver a Esteban, me enamore de su timidez, este lugar es preciso para escribir historias tan bellas como esta. Gracias por compartirlo

Gracias Bandido... Aunque va a ser un poco complicado que lo encuentres a ese Esteban por que ahora tiene 26 :/  Aunque si te refieres al resto del texto, todavía tengo unas partes que subiré pronto

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hace 1 hora, Teromon dijo:

Gracias Bandido... Aunque va a ser un poco complicado que lo encuentres a ese Esteban por que ahora tiene 26 😕 Aunque si te refieres al resto del texto, todavía tengo unas partes que subiré pronto

Es que nadie lo defendió, por eso aprendí a abrirme camino de todas las formas posible

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En 7/19/2019 a las 1:05 PM, macross dijo:

Muy buena la historia, quiero ver cómo continua, y ojalá que lo que sufrió Esteban sea la parte de ficción y no la realidad de tu vida :classic_sad:

Me gustaría decir que es mas ficción que realidad pero estaría mintiendo :/ 

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Aquí va la continuación. Vi varias visitas pero casi nadie comentó, los comentarios negativos también se valen :)

 

Puede que en algunos apartados la historia resulte un poco pueril, pero en su momento esto lo escribí para una app donde la mayoría de los lectores era público joven y ahora ya me da fiaca cambiarlo.

... ... ... 

3. Empeorando.

-No deberías estar acá- Dijo Damián, con voz seca y cortante, mientras miraba el agua de la piscina formar pequeñas ondas respondiendo a los círculos que hacía con sus pies dentro de ella.

Esteban dio un salto de sorpresa, mientras dejaba de detallar cómo la amplia espalda de su odiado compañero de clase se convertía en una delgada y grácil cintura que finalizaba con el elástico de un bañador color negro que todavía no había sido tocado por el agua. Al parecer no había conseguido ser tan discreto como esperaba.

-No estaría acá de no haber sido porque terminé en el agua gracias a su estúpida necesidad de reír a costa del sufrimiento de los demás- Repuso en tono determinante, pero sin lograr ninguna reacción en Damián quien seguía dándole la espalda sentado al borde la piscina - Al menos yo tengo una muy buena excusa, me gustaría ver que tienen para decir los profesores cuando les cuente que un alumno entró a la escuela usando quien sabe qué tipo artimañas.

-El punto es que no entré de nuevo, simplemente nunca me fui y a mí me gustaría ver que tiene para decir todo el colegio, cuando les cuente que el ratón nadador estaba masturbándose en la pileta del cole.

Una punzada recorrió el cuerpo de Esteban, había sido visto mientras se masturbaba desnudo en plena escuela, el pánico recorrió su cuerpo al pensar lo mal que lo pasaría donde esto llegara a saberse.

-Lo que haga o deje de hacer no le incumbe parce. No debió detenerse a verme en primer lugar- Inquirió fingiendo una voz firme que al final resultó más bien tambaleante a causa de la profunda vergüenza que estaba experimentando.

Damián se encogió de hombros y se dejó caer al agua y tras unos segundos bajo esta, volvió a la superficie, su mano derecha se deshizo del agua que escurría de su rostro y mirando por primera vez a Esteban, esbozo una sutil sonrisa.

-Dejemos que ese sea nuestro secreto. Tu guarda silencio con eso de que usó la pileta para mejorar mi nado y yo no le digo nada a nadie sobre cómo disfrutas jugando a solas con tu... salchicha.

Esteban bajó la mirada, mientras una pequeña gota de sudor, se formó en su frente, este chico había tenido tiempo hasta para detallar cosas tan íntimas como las que acababa de mencionar. Estaba totalmente expuesto y simplemente quería salir corriendo de allí.

En silencio se dio la vuelta intentando volver al cuarto de lavado, mientras una duda surgía en su cabeza ¿porque era que su, hasta hace poco verdugo, le trataba de tu? El sonido de sus pasos sobre los fríos azulejos se vio interrumpido por la voz de Damián.

-Y por favor limpia todo cuando termines, no quiero encontrarme con tus asuntillos tirados por el suelo- comentó justo antes de hundirse nuevamente en el agua dejando a Esteban completamente avergonzado y confundido, no era para menos Damián le había visto desnudo y lejos de cualquier otra actitud había optado por una conciliadora inclusive hasta cómplice a su parecer.

-Hola Maro - Saludó Esteban a su padre que se encontraba cocinando algo que olía muy bien.

-Caramba me tenías preocupado. ¿Cómo es que tardaste tanto?

-Lo siento, tuve algunos problemas para salir.

- ¿Y qué pasa con tu teléfono? si no me respondes me preocupo- Dijo Marcelo mientras hacía recordar a su hijo que no había respondido a sus llamados porque su teléfono se había zambullido en la pileta con tan mala suerte que no logró salir con vida de ello - ¿Está todo bien? ¿Qué tal ese primer día?

-Todo bien. Más de lo mismo, chicos tontos por doquier y clases aburridas - Repuso mientras pensaba cómo mencionar el incidente ocurrido con su teléfono omitiendo la vergonzosa parte de la broma y las burlas. Su padre ya tendría suficiente con el nuevo empleo como para agobiarlo con sus dramas.

-Animo hijo- Dijo mientras apoyaba la mano derecha en el hombro su vástago -Lamento hacerte pasar por esto de la mudanza y todos los cambios locos de los últimos meses, pero te aseguro que es para bien. Las cosas van a estar mejor para los dos pronto.

-Lo se Maro, lo sé -Repuso Esteban mientras se sentaba a comer lo que su padre había preparado. Este era un cocinero magnífico y un gran padre, no cabía duda de ello.

La cena transcurrió con la amabilidad normal de todos los días, los dos charlaron de sus cosas y compartieron sus impresiones de la nueva ciudad y la nueva gente. Esteban decidió no contar nada de lo ocurrido esa tarde, no quería dañar esa magia de las cenas con su padre, esa magia que le hacía escapar un poco de su realidad y le convertía de nuevo en ese niño al que no tenía que preocuparle nada.

A la mañana siguiente Esteban tomó una rápida ducha, comió un plato de cereales, preparó uno para su padre, arregló su cabello y su uniforme, tomó sus libros y salió rumbo a la escuela.

El cielo poseía un magnífico color azul, ninguna nube dañaba su enigmática profundidad y el sol terminaba de emerger acariciando los bordes de una imponente montaña. Los pasos de Esteban eran calmos y se movían al ritmo de la música que sus audífonos le entregaban. El chico se sentía feliz, su teléfono finalmente había respondido tras dejarlo secar toda la noche y no había tenido que agobiar a su padre con ningún problema, la mañana era hermosa y la música se colaba por su cabeza haciéndolo olvidar cualquier cosa disonante.

Sin embargo, bastó con poner un pie en la escuela, para que las cosas comenzaran a sentirse diferentes, algunas miradas furtivas se tropezaban con los ojos de Esteban, mientras pequeñas risas se dibujaban en los rostros de esos mismos chicos.

-No debe ser conmigo- Se dijo a sí mismo con una voz casi imperceptible -Debo calmarme y dejar de sentirme perseguido.

Pero para tristeza suya, estaba equivocado. Las risas burlonas, los señalamientos y las miradas se hicieron cada vez más evidentes y su tormento se volvió cada vez más real.

-Menudo enfermo, ¿en qué pensaba mientras te la jalabas? - Vociferó aquella mole llamada Nicolás, luego de quitarle sus audífonos y sosteniendo un teléfono celular donde Esteban pudo distinguir su pueril cuerpo jadeante y sudoroso mientras se masturbaba - ¿Es que te gusta mucho vernos en bañador? Ven que te la muestro ya mismo ratón.

La cara de horror de Esteban era inenarrable pero no se podía comparar con el nivel de pánico que emanaba de su interior, su corazón parecía querer salir de su pecho, sus manos temblaban y una gota de sudor frío comenzaba a recorrer su frente. Las risas de los chicos se mezclaban con los comentarios despectivos de Nicolás y taladraban la cabeza del pobre chico humillado. Entonces recordó a Damián, recordó su conversación, recordó la tarde anterior y supo de inmediato que este era el artífice de su calvario.

Allí estaba con cara triunfante, una media sonrisa y las manos en los bolsillos de su chaqueta, Esteban trató de escrutarle con la mirada, pero este solamente se encogió de hombros y caminó por el pasillo dándole la espalda. Le había engañado nuevamente.

 

4. El Músico.

Los días pasaron y la vida de nuestro atormentado protagonista se había convertido en un despilfarro de bromas, burlas y abusos por parte de sus compañeros de curso e incluso por parte de los demás compañeros de la escuela. Su historia era la ya común historia del chico que, por sus suaves formas de comunicarse con el mundo, generaba esa necesidad de bufarse por parte de los más fuertes, de hacerle saber que era diferente, de mostrarle su odio, de hacerle imposibles sus días solamente basados en su poco común forma de percibir el mundo, solamente basados en el miedo que una mirada diferente provocaba en sus interiores y en sus monocromáticas y moderadas vidas.

De otro lado, se encontraba el padre de Esteban y el cálido hogar que junto a su hijo habían construido en esa nueva ciudad, desde hace ya tres meses. Esa casa era un refugio para Esteban, era el único lugar en el cual podía sentirse realmente cómodo y seguro. Marcelo era un hombre trabajador e inteligente y muy dado a brindar a su hijo tanto amor como le era posible, de alguna forma intentaba brindarle a Esteban ese cariño que su pequeño hijo había perdido al momento en el que su madre partió, víctima de un fulminante cáncer que le fue mermando poco a poco la existencia y que fue tragándose con él, a esa madre y a esa esposa que ambos habían amado tanto. Marcelo intentaba llenar ese espacio, pero le hacía falta ese grado de intuición que solo una madre puede poseer y que evitaba ver a fondo cuál era la realidad de su hijo, esa amarga realidad que Esteban ocultaba con una efectiva máscara de resignación inalienable y plana.

Tres meses habían transcurrido tras él envió masivo de su video íntimo y Esteban acumulaba a diario montones de ira y frustración que solamente podía expiar bajo la fría caricia del agua, en la que se sumergía con frecuencia y que le ayudaba a perderse por unos minutos de su realidad; era como si tras de sí dejase todo el dolor y todo el miedo y entrase al agua solo el, limpio y libre, tan honesto como en realidad era, tan él como en realidad quería ser. Esteban realmente era él cuando nadaba, cuando brazada tras brazada intentaba alejarse de ese mundo que no podía comprender y al que por más que se esforzara, no lograba acoplarse.

Para evitar nuevos encuentros con el nefasto Damián, el "Ratón Nadador", como le habían apodado a causa de sus prominentes y blancos dientes frontales y a su obvia fascinación por el agua, se levantaba muy temprano a la mañana, todos los días, con el fin de usar la piscina del conjunto residencial donde él y su padre vivían. Tras una larga negociación con la administración del lugar, su padre había conseguido que este lograra usar las instalaciones de la zona de agua, solo y muy temprano, con la excusa de mejorar su técnica. De esta manera Esteban hacía aquello que tanto amaba y evitaba, al mismo tiempo, toparse con personajes indeseables que le hicieran más complicada su vida.

Era justamente una de estas mañanas, una de sábado, para ser más exactos, y el nadador caminaba un poco somnoliento, a causa de la hora, rumbo a la zona de nado, cuando escucho las cálidas notas de una guitarra interpretando una desconocida canción, la colorida música provenía casualmente de su destino, por lo que caminó con un poco de prevención y pudo ver al responsable de aquel sonido.

El músico en cuestión era un chico joven, de su misma edad o un poco mayor, estaba tirado en el suelo, recostado contra uno de los muros del lugar, a unos cuantos metros del agua. Llevaba unos pantalones de mezclilla desgastados y rotos en una de sus rodillas, una camiseta azul y una chaqueta de cremallera color gris, abierta y un poco maltrecha. El chico estaba ensimismado en los desgarros que sus dedos producían a las cuerdas de aquella guitarra, sus ojos cerrados se movían junto con su cabeza al ritmo de su música, se le notaba tan perdido entre los melódicos sonidos que estaba produciendo, que Esteban se lo pensó dos veces antes de interrumpirlo y estuvo a punto de regresar sobre sus pasos aprovechando que todavía no había sido visto; pero luego, pensó que se habría levantado tan temprano en vano y decidió romper el sutil hechizo que mantenía al músico totalmente desconectado de lo que le rodeaba.

-Hola – Dijo tras carraspear, con un tono de voz determinada pero sutil - Vengo a nadar aquí todos los días, soy Esteban y planeo entrar al agua, espero que no te importe.

-Hey!... En absoluto. Haz lo que tengas que hacer y si no te importa quiero seguir un poco aquí- Repuso el chico, no sin antes alterarse tras la inesperada intromisión del Esteban -Me pierdo un poco en esto - Concluyó sonriendo y moviendo su mano derecha, mientras nublaba la vista y abría la boca, haciendo una mueca.

-Lo noto. Pero continúa, no tengo ningún problema.

-A veces vengo aquí en las noches, la acústica es muy buena y puedo estar realmente solo. Nada mejor que eso para dejarme llevar por la música y componer algo-

-Claro, tiene sentido. También vengo por la soledad, nada mejor que nadar sin obstáculos.

-Eres nuevo aquí ¿verdad?... Creo que nunca te había visto. Aunque en realidad no conozco a mucha de la gente que vive en estos edificios. Tengo mejores cosas que hacer supongo- Dijo el músico riendo.

-Hace unos meses nos mudamos mi padre y yo. Creo que ya te había visto un par de veces.

-Bueno pues me llamo Pablo y eres bienvenido. Cuando necesites un guitarrista con bagaje en piscinas públicas, no dudes en buscarme –Bromeó.

Ambos rieron durante algunos segundos y posteriormente el guitarrista, que ahora Esteban sabía, se llamaba Pablo, bajó de nuevo su mirada y se dedicó a acariciar con ímpetu las cuerdas de su instrumento, mientras que de su boca dejaba salir algunos susurros que Esteban interpretó como la esencia de lo que debería ser la letra. Este se deshizo de su pantaloneta y quedándose en su bañador, se lanzó al agua mientras sorprendido analizaba cómo había sido capaz de sostener aquella conversación sin tartamudeos o frases que le hicieran quedar en ridículo, sobre todo teniendo en cuenta que aquel chico le resultaba, aunque un poco extraño, atractivo.

Tras varios minutos en los que Esteban dejaba de lado su concentración en el nado, para lanzar alguna esporádica y rápida mirada al músico, este último se levantó del suelo y mirándole se despidió con la mano levantada y una sutil sonrisa. Esteban respondió de la misma forma y posteriormente se hundió en el agua, para cuando salió de nuevo el joven guitarrista ya no estaba y Esteban pudo entonces, dedicarse a nada más que su nado.

 

5. Sangre.

Al lunes siguiente como ya era costumbre, el nadador se dirigía a su escuela temprano en la mañana, caminaba como siempre y pensaba en lo poco animado que se había sentido últimamente de tener que ir allí a diario. No tenía nada en contra de la escuela, no tenía nada en contra del recorrido, nada en contra de los profesores, pero definitivamente el tener que verle la cara a Damián y al energúmeno de Nicolás le cambian el tono a todas sus mañanas y le hacían querer salir corriendo de allí. En cuanto a sus demás compañeros, las cosas no eran muy diferentes ya que tras el video era el perfecto hazme reír de todos.

La mañana era fresca y unos cuantos nubarrones se podían ver en el horizonte, algunas corrientes de aire gélido se colaban por entre sus ropas y le hacían erizar la piel, el caminar de Esteban era pausado y desprevenido y sus ojos divagaban danzantes entré el suelo y la fachada de las casas de aquella calle tan matutina y tan recurrente para él.

-Pero mira lo que trajo el gato – Dijo una voz tenue que sacó a Esteban de sus pensamientos de forma estrepitosa –El ratón masturbador que camina a la escuela tras hacerse muchas pajas – Compuso Daniel entre carcajadas.

- ¿Que pasa ratón? ¿acaso nos tienes miedo? –Agregó Damián que con una ceja arqueada sonreía ante las burlas de su amigo.

-No quiero problemas, ¿porque mierdas es que no me pueden dejar en paz? – Dijo Esteban evidentemente importunado.

-Solo queremos ser tus amigos, ¿no es así Dami?

-Por supuesto, es que eres un chico tan genial.

-Queremos andar contigo a ver si se nos pega esa genialidad.

-Por qué no se van a tomar por culo! – Dijo Esteban mientras mostraba los dos dedos del corazón a sus interlocutores y paso seguido se dio la vuelta para continuar con su camino.

El nadador logró escuchar algunos susurros y posteriormente el inconfundible sonido de un par de personas corriendo a toda velocidad hacía el. Una oleada de adrenalina recorrió todo su cuerpo, abrió sus pupilas y le hizo mover sus piernas con toda la fuerza que estas podían darle, su condición física era la mejor por lo que no le costó ponerse en marcha a toda prisa antes de que los dos chicos llegaran a tomarle por la espalda, como pretendían hacerlo.

La persecución se alargó por un par de calles, los dos chicos gritaban a Esteban todo tipo de apelativos ofensivos mientras le ordenaban detenerse, pero este solo corría y corría sin pensar en nada más que eso. Una mano alcanzó la espalda del joven nadador y con fuerza le hizo perder el equilibrio, sus pies tropezaron y su cuerpo, a toda velocidad, cayó con torpeza y escandalo al suelo, debido a la fuerza con que estaba cayendo, el encuentro con el asfalto fue muy doloroso y prolongado, sus labios, su mentón y la parte final de su nariz fueron las primeras en tocarlo, luego sus rodillas y su mano derecha hicieron lo propio.

- ¡Hijo de puta! Jamás en su vida se le ocurra hacerme correr de esa forma nuevamente o le juro que lo mato –Gritó colérico Nicolás justo antes de lanzar un escupitajo al magullado cuerpo del adolescente que se encontraba inmóvil en el suelo –Maldito maricón de mierda. Me da asco –Agregó para luego propinarle una patada en el abdomen.

-Hey ya está! Déjalo. Creo que ya tuvo suficiente, no lo jodas más – Interpuso Damián que denotaba algo de preocupación en su voz.

Esteban comenzó a incorporarse de a pocos, la cara no le dolía, pero podía sentir el metálico sabor de su sangre en los labios, sin embargo, la presencia de la adrenalina en su sangre, le tenía anestesiado.

Sus dos agresores se dispusieron a seguir el camino, Esteban alzó la mirada y vio como Nicolás caminaba dándole la espalda mientras que Damián le miraba de reojo y por unos segundos hizo un dubitativo amague de regresar a ver cómo había terminado este, pero de inmediato y como un resorte volvió la mirada al frete y se alejó junto con su amigo.

Un par de lágrimas salieron de los ojos de Esteban, se sentía tan impotente y frustrado, la ira invadía cada uno de sus poros e intento acumularla toda en un puño cerrado, pero al intentarlo una punzada le hizo voltear los ojos a su mano que estaba llena de una mezcla de tierra y sangre, giró la palma de su mano y pudo ver una amplia herida recorriéndola. La boca le sabía a sangre y sus pantalones rotos dejaban ver tras de sí un par de heridas mas, alojadas en sus rodillas. Como pudo se incorporó y cojeando se dirigió de vuelta a casa.

- ¿Pero ¿qué ha pasado hijo? ¿Cómo te has hecho esto? – Gritó su padre mientras le tomaba en brazos sin dejar de ver cuantas eran y en qué estado se encontraban sus heridas- ¡Madre mía! ¿Qué es lo que te ha pasado?

Esteban no pudo contenerlo más y con tanta vehemencia como ira dejó salir gordas gotas de lágrimas de sus ojos, lloró desconsoladamente en los brazos de su padre quien insistía en preguntarle sobre lo que había pasado sin recibir ninguna respuesta.

Tras un par de horas, Esteban se encontraba dormido en su cama, sus heridas habían sido lavadas diagnosticadas y desinfectadas por un médico y sus sollozos calmados y atendidos por su padre. Marcelo se encontraba a los pies de la cama viendo el rostro maltrecho de su hijo, quien tenía la nariz completamente hinchada, el labio inferior roto y el mentón raspado. Una lagrima fría y estéril resbaló por el rostro del impotente padre, quien, alimentado por la versión suministrada por hijo, juraba encontrar a los ladrones que la habían golpeado para hacerlos arrepentirse de haberse metido con el motivo de sus esfuerzos, con su única familia y con el recuerdo más vivido que le había dejado su esposa.

El resultado de la espantosa mañana, había sido una mano enyesada, una nariz rota y varias raspaduras y moretones, esto sumado a lagrimas tanto de padre como hijo y a un amplio y profundo deseo de desvanecerse para siempre, que se apoderaba con fuerza de todos los rincones de Esteban quien, entre sollozos, pedía al cielo que le llevase de una buena vez a los brazos de su madre.

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