Jump to content

Solo un partido de ajedrez (la novela)


Profe tumbero

Publicaciones recomendadas

  • Members

Esta es la novela. En realidad es el crudo que le mande a Briar Rose para que lo lea. La cuestión es que varios colegas me han solicitado que la suba porque están intrigados.

Voy a hacer lo siguiente. Subo el crudo y después, sobre la base de los consejos de Briar, lo modificaré (editaré).

Es muy larga, pero muy larga.

Espero que puedan disfrutarla.

Un abrazo para todos.

 

Acá hay una versión mejorada sobre las recomendaciones de Briar Rose. Hay cosas que me indicó, que honestamente no sé cómo hacerlas. Otras modificaciones fueron practicadas, para hacerla más interesante. La historia de Camila continuó, estoy viendo si hacer una segunda parte o dejarla así. Tengan paciencia que la vaina no es simple.

Saludos y gracias a todos

 

 

 

Según la mitología griega Dédalo y su hijo Icaro se encontraban retenidos en la Isla de Creta. Para fugarse, el padre construyó unas alas a partir de plumas, hilo y cera. Una vez que Dedalo logró confeccionarlas y verificar que funcionaban, le enseñó a su hijo a usarlas. No obstante, le advirtió que no debía volar muy alto, debido a que el calor del sol podría derretir la cera y arruinar las alas. Tampoco podía volar muy bajo, debido a que la bruma del mar no lo dejaría ver. Icaro, levantó vuelo y, preso por su ambición por volar alto, desoyó las indicaciones de su padre. Voló más alto de lo debido, con lo cual consiguió que la cera de sus alas se derrita y caiga al océano.

 

Ustedes son libres de creer si esta historia es verdadera o no. Supongamos que lo es. Si llegara a serlo, tengan en cuenta que ningún nombre va a ser real y que no pueden serlo por razones que después le resultarán obvias. Los lugares en su mayoría también son cambiados. Hay datos que faltarían de exprofeso, otros porque no los sé. Si la historia llegara a ser real, es terrorífica y espantosamente cruel. Si es real, esta realidad duele. Ustedes son libres de creerla o no. Yo soy libre de redactarla y de no responder preguntas.

 

Hay cosas que no son fáciles de interpretar, al menos de manera racional. Si, uno las trata de adjudicar a alguna suerte de comodín religioso o esotérico, a modo de recurso para explicar vagamente aquello que nos es imposible de hacerlo cabalmente. Entonces, de esta manera uno recurre a frases tales como “así lo quiso Dios”, “el diablo metió la cola”, “los astros se alinearon”, etc. No puedo más que aplicar esta vía, para comenzar a excusarme ante la primera pregunta que me voy a formular a continuación.

¿Cómo fue que tras ver las fotos de ella, en su aviso publicitario de una página de escort, me di cuenta que no era venezolana, sino que era colombiana? Dios lo debe haber querido así. No me satisface la explicación, pero me permite salir con cierto aire de este primer interrogante planteado. La primera pregunta que me formularé y, seguramente, la primera que este relato les generará a ustedes.

 

Capítulo I. La hermosa Caissa,

Caissa: Diosa o Musa del Ajedrez. El nombre es tomado de una Ninfa de un poema compuesto por Sir William Jones en 1763

El ritual típico de los gateros es recorrer las páginas de escort que figuran en Internet. De los avisos de estas, extraemos los números telefónicos de las señoritas que nos interesan y, con la cual armamos nuestra lista de “chicas pendientes a visitar”. Las modalidades son diferentes, ya que están los que tienen su página favorita y se limitan a ver las novedades. Otros recorren todos los avisos por si se le escapó alguna que pueda interesarle. Otros recorren todas las páginas en busca de mujeres que le resulten motivadoras. Están aquellos que seleccionan por color de cabello, por determinado físico, porque brindan determinado servicio, por edad, por tener experiencias positivas, por tener experiencia, por ser novata, etc. En síntesis, deben existir tantas modalidades como gateros.

Lo correcto, o quizá lo más simple para comenzar esta historia, sea que hable como es mi estrategia de selección, aunque tampoco sea tan simple de hacer. Suelo tener temporadas en donde me interesan mujeres de determinado físico, en otras las elijo por el color de cabello o por raza. No obstante, tengo predilección por las caribeñas, pero con preferencia por las colombianas. Justo en ese momento estaba buscando alguna de ese país.

Entré en una de las páginas más famosas de acompañantes y, en esa suerte de mosaico conformado por las fotos de miles de mujeres, me llamó la atención una. No puedo explicar cuál fue el motivo, ya lo comenté, por el cual me di cuenta que era colombiana. Recorrí su aviso, miré sus fotos, quedé absorto frente su cola. No obstante, el aviso aclaraba que era oriunda de Venezuela. Igual, su hermoso cuerpo me motivó a llamarla. Al hacerlo y realizar el ritual habitual de conocimiento, pude certificar que mi idea primigenia era correcta. No era venezolana y que me encontraba frente a una colombiana. Me limité a realizar las preguntas tradicionales de este ritual, respecto al tipo de servicio que brindaba. Es decir, si trataba de asemejarse a una suerte de novia o amante, dando besos efusivos, si practicaba SEXO oral con condón o sin él y, sus aranceles. Todo esto, a la vez que trataba de descifrar su entonación. Tras cortar, me quedaba una duda, no estaba totalmente seguro respecto a la zona de Colombia donde provenía la señorita en cuestión.

Para esa época, era cliente de una mítica escort, la cual dentro del foro tenía decenas de excelentes experiencias, a punto tal que la habían apodado “La Boca de Dios”, debido a su excelente SEXO oral. Si bien entre nosotros teníamos mucha química y se había formado una linda amistad, era muy difícil concretar una cita con ella, debido a su enorme cartera de clientes y, a la calidad de su servicio. Había intentado comunicarme con la “Boca de Dios” pero fue imposible. No obstante, comunicarme con la colombiana había sido muy fácil, debido a que ella, si bien hermosa, no era famosa. Entre ambas mujeres, además de su género, solo se asemejaban por la cabellera. Físicamente eran muy diferentes, no obstante ambas me quitaban el aliento al ver las fotos. El deseo de estar con una colombiana, la hermosura de esta mujer, el desafío de probar algo nuevo, el maravilloso movimiento de cadera que realizan las caribeñas cuando se encienden, me llevaron a realizar a los días, la segunda llamada.

Ya en esta oportunidad, pude determinar con precisión quirúrgica la zona geográfica, lo cual me motivó más aún el conocerla. Zona de “tierras calientes”, de mujeres hermosas y, a la vez, ardientes. Arreglé ese mismo día para conocerla.

Cuando llegué a la casa, tras tocar el timbre del portero eléctrico y dialogar brevemente con la misma voz, esperé impaciente que descienda. Bajó, mucho más baja que lo que me había imaginado. Con una linda sonrisa, de cabellera negra larga y lacia. Su cuerpo, debido al atuendo que llevaba puesto, era casi indescifrable; parecía ser más gorda, bastante más que lo que mostraban las fotos. No obstante, era ella. Debo confesar, pensé en irme. Mucho tiempo después, me lamenté de manera espantosa no haber tomado esa decisión, pero carecía de sentido hacerlo; es inútil llorar sobre la leche derramada. Ella me guió y subimos por la escalera. Su enorme cadera y su indescriptible trasero era imposibles de no mirar y admirar. Ella lo sabía, y creo, disfrutaba de esa situación, del saberse deseada y que ese viaje convencía y estimulaba al cliente. Al llegar al primer piso se detuvo y me miró sonriente para preguntarme de manera pícara “¿le gusta el paisaje?”. Con mi cara adusta respondí lacónicamente: “soy un hombre que para evaluar prefiere poner las manos en la masa” (aunque debiera ser las manos en la moza, para estar acorde a esta ocasión). Su respuesta, no hizo más que confirmar mi idea: “Tan lindo”

Tras abrir la puerta me preguntó si quería pasar al baño, lo cual acepté. Era invierno, el frío en las manos las había transformado en dos churrascos salidos del freezer, nada estimulantes para una experiencia sexual en ciernes. Además, los benditos y malditos diuréticos decían a viva voz “presente”. Al ingresar al baño, quedé impactado por el frío que hacía. Para colmo de males, ni siquiera alfombra de baño había. Fue tal la sorpresa que desde adentro le dije en voz alta: “con este baño no necesitás heladera, al menos te ahorraste la compra de un electrodoméstico”

Ella vino, se rio y, sin dejar de sonreír, me dijo “¿me cancelas?”

Saqué de mi saco los billetes y le señale que adquiera una alfombra. Pisar el piso helado era una tortura. Nada al lado de lo que terminé viviendo.

Se retiró con el dinero y exclamó “ponte cómodo, ya vuelvo”. Hice caso, me quité la ropa y la esperé vestido solamente con el bóxer. Al rato entró al cuarto con un conjunto de ropa interior de tres piezas color violeta. Es decir, soutien y tanga pero por sobre esta dos piezas una suerte de baby doll. Se había cepillado su cabellera, dándole una suerte de volumen. Al parase en el marco de la puerta, exclamó, a la vez que estiraba los brazos hacia arriba formando una Y con su cuerpo: “¿Te gusta? ¿Qué te parece?” A la vez, se había montado en unos zapatos con tacos altos que son una demostración acabada de que la magia existe. Le estilizaban sus piernas, haciéndolas lucir exquisitamente estimulantes.

Estaba con la boca abierta. Con cierta dificultad para encontrar frases inteligentes. La mujer estaba deslumbrante. No recuerdo si dije algo, creo que me acerqué, la tomé por la cintura y comencé a besarla. Mis manos me revelaron que la cintura era pequeña, pero su cadera era enorme. Le extraje el baby doll y la llevé a la cama. Tuvimos casi una hora de sexo pleno. Ella sorprendida porque siendo argentino, no cavaba fácil con sus magistrales movimientos de cadera y variaciones de velocidad. Por momentos acompasados y lentos, para irrumpir en aceleraciones vertiginosas. Luego me comentó que con esos cambios de ritmo, los argentinos se desconcentran si “pretenden retener y terminan acabando rápido”, pero no era así conmigo.

Tras acabar, ella paso a higienizarse. Yo esperé; era un volcán y entrar en ese cuarto de baño helado podría enfermarme.

Mientras ella estaba en el baño, comencé a preguntar de manera indiscreta.

- ¿De dónde sos?

- De Venezuela.

- ¿De qué región?

- Maracaibo.

- ¿Hace mucho que estás acá?

- Un poco más de un año.

- Qué raro. Tu acento no es el de una venezolana, sino corresponde a la gente del Magdalena en Colombia.

El ruido del chorro de agua cesó de manera abrupta. Evidentemente cerró de manera violenta la canilla.

- ¿Tú como sabés? ¿Por qué me preguntas eso? y salió del interior del baño para observarme desde el marco de la puerta.

- Soy un colombiano chiviado (trucho en lunfardo colombiano).

- ¿Tú? ¿Cómo así? ¡No suenas a colombiano!

Sonreí, en cierta manera conocía el acento colombiano. Así como yo podía diferenciar el acento venezolano del colombiano. Le respondí en lunfardo venezolano:

- Chama, que no hablo mamahuevadas.

Esa frase la dejo confundida. Aclaré que también conozco Venezuela. Y agregué.

- Mi familia es de la zona del Magdalena, viví años allá y la conozco muy bien. Vos hablás como la gente de esa región, no como una venezolana y mucho menos de Maracaibo. Ahora ¿vas a decirme la verdad?

- ¿Usted nació acá?

Una estrategia, vulgar para tomar tiempo para responder. La aborté, respondí con un gesto moviendo la cabeza y pregunté de manera inmediata.

- ¿Vos?

- Soy venezolana, de padres colombianos. Nací allá y me llevaron a Colombia casi recién nacida. Es verdad, crecí muy cerca de la orilla del río Magdalena. Tengo documentación venezolana, pero jamás regresé a mi país.

Como historia sonaba creíble. Pensé en preguntarle varias cosas, pero ella se adelantó. Tiempo después entendí bien el motivo.

- ¿Usted a qué se dedica?

- Docente.

Acto seguido comenzó a preguntarme respecto a las asignaturas que enseñaba y en dónde. Cuando toqué ese punto quedó impresionada. Suele haber dos posturas encontradas. Están los que sienten desprecio tanto por el dispositivo carcelario, como por el colectivo y se niegan a avanzar en el diálogo. Incluso están los que me meten dentro debido a su limitación intelectual y me hacen partícipe de su desprecio. Están los que preguntan por morbo, admiración, etc. Ella pertenecería a este segundo grupo. Hablamos bastante. En realidad respondía a sus preguntas.

- ¿Cómo son las cárceles acá?

- Supongo que al igual que en todo el mundo, lugares tristes. Obviamente, con ciertas diferencias. Respecto a qué punto preguntás.

- En Colombia hay hacinamiento y el baño es un agujero en donde hacen las necesidades cientos de presos.

- Bueno, acá tan así no son. Aunque las condiciones de salubridad, no son las indicadas. Igual, no todas las cárceles en la Argentina son iguales.

- ¿En las que usted está?

- La cárcel de Devoto posee pabellones abiertos.

- ¿Cómo así?

- Imaginate galpones, donde conviven varios decenas de presos cada uno con una cama, pero cuchetas. Y comparten un solo cuarto de baño, con algunos inodoros, mingitorios y duchas.

- No hay intimidad.

- Suelen poner toallones para separar la visual, pero obviamente casi no la hay.

- ¿La cárcel de mujeres como es? ¿Has estado?

- Si, ahí trabajé. Depende del pabellón.

- ¿Cómo así?

- El pabellón de ingreso en donde las reclusas pasan sus primeros días, son igual que los que te describí en Devoto. El baño no posee puertas, no hay espejos para evitar que se rompan y se lastimen. Los de población de bajo estrato social, por decirlo de cierta manera, también son iguales. Los de conducta, tienen una suerte de celdas individuales las que llaman “celulares” en donde la reclusa puede cerrarse y tener su privacidad. Ahí se permiten espejos, utensilios de cocina tales como cuchillos, tenedores de metal.

- ¿No se puede ir a esos celulares directamente?

- En teoría no, son beneficios que el interno o interna debe ir ganándoselo.

- ¿De qué manera?

- En teoría teniendo buen comportamiento, evitando las peleas, las sanciones por faltar el respeto, por trabajar y estudiar. Esas son reglas de oro en un penal.

- ¿Hay violencia en las cárceles de mujeres?

- Sí. Existe la idea que la violencia es algo inherente al género masculino. No, es inherente a nuestra especie o sociedad. Las mujeres son violentas y dentro de una cárcel, hay cosas que se potencian.

- ¿Por qué trabajar ahí? ¿No buscaste un lugar mejor?

- Para mí, el trabajar en la cárcel no es un castigo. Es un desafío.

- ¿Desafío?

- Si, un desafío intelectual. Y además, una labor social. La gente que entra, más allá de haber delinquido o no, suele provenir de estratos sociales pobres. Van presos, por no tener plata para pagar arreglos judiciales, fianzas, coimas, honorarios de abogados prestigiosos, por carecer de contactos, etc. Algún día esa gente recupera la libertad; lo lógico es que no salga peor que cuando entró. Si no hay cierta dosis de humanismo en el trato que reciben, después no se puede pedir que ellos lo sean. Si a golpes se los trata, se fomenta su resentimiento, con lo cual obtendremos resentidos sociales e individuos más violentos, no la redención de delincuentes. La idea, justamente, es tener lo contrario; una sociedad mejor, más humana y respetuosa del prójimo. Por lo tanto, el Estado no puede vulnerar los derechos contemplados por la ley, con lo cual si viola las leyes, es un contrasentido el castigar a un particular porque violó la ley. El primero que debe respetar la ley, para hacerla valer, debe ser el Estado mismo. La cuestión m´hija, que en esta vaina del berraco, siempre hay hijos y entenados.

 

 

Nos vestimos y me invitó a tomar algo, lo cual hicimos sentados alrededor de una mesa que tenía en la sala. Hablamos mucho de la sociedad colombiana, de las diferencias con la sociedad argentina, etc. Ella festejaba mi uso del lunfardo colombiano y que ella podía usarlo sin tener que estar explicando cada palabra para hacerse entender.

Me comentó que estaba en pareja con un argentino, separado y que tenía hijos de un primer matrimonio. El tipo había sido cliente de ella. Ella tenía una niña, hermosa, de la cual me mostró una foto. Era un calco de ella.

Al sonar el teléfono atendió y, por fortuna pude apreciar su cola desde perfil. Quedé impresionado con la curvatura de sus nalgas. Años después escuché la descripción exacta de una cola de esa forma en la boca de Silvestre Dangond, un cantante de vallenatos. El comparaba esa forma de cola con la punta de una “patilla” (sandía). Era así, era la única manera de describirla de forma exacta. Nunca jamás volví a ver semejante cola. Nunca había visto algo semejante antes.

Me despedí de ella a los besos, cuál amantes. Al irme me preguntó:

- ¿Va a volver? Mire que la pasé muy bien con usted.

¿Qué podía responderle? Yo también la había pasado de mil maravillas. La señorita era preciosa, era maravillosa en la cama, no era muy cara, me divertía mucho hablando con ella. Le respondí: “Obvio que sí”.

No pasó demasiado tiempo para volver a visitarla. A punto tal que se me hizo una adicción y desplazó a la maravillosa Micol Ex SI y a Morena (también Ex SI) de mis prioridades. La niña colombiana me dejaba satisfecho por demás.

Me comentó su vida, que no era fácil. Ella tras separase de su marido, formó pareja con un colombiano que la trajo a la Argentina. El tipo encanó por una cuestión de “pincha ruedas” (un adelantado) y ella quedó a la deriva económicamente. Comenzó a trabajar de prostituta. Primero en uno de los famosos boliches de Recoleta. Ahí conoció a un colombiano, de Medellín, que se dedicaba a los negocios inmobiliarios en Colombia y que había abierto sucursales en Argentina. Un tipo millonario que quedo embelesado con la hermosura física de ella. Rápidamente se pusieron de novios y ella quedó embarazada. Al tiempo, mientras ella estaba sola en la casa, llamaron a la puerta. Era una mujer que a los gritos le recriminaba por ser una “roba maridos”. Era la esposa legal y verdadera del colombiano. Se tomaron a los golpes y ella furiosa tras el engaño de su pareja, abandonó la casa, con su maleta y un embarazo a cuestas a punto de definirse.

Rodó y rodó. Cuando se le acabó el dinero, salió a trabajar nuevamente con su niña de días apenas. Rodó, rodó y siguió rodando. Estuvo en varios lugares y en uno de ellos terminó de conocer a su, en ese momento, actual pareja. En teoría, le daba mala vida, porque la maltrataba, llegando incluso a golpearla.

Nuestra relación prosiguió durante bastante tiempo, terminando en una linda amistad.

 

Capítulo II: Apertura con “Gambito”

Gambito: Consiste en una maniobra de apertura en la que, como mínimo, un Peón es ofrecido a cambio de una sólida posición, una oportunidad de ataque o una ventaja de tiempo y espacio que permite un desarrollo rápido.

 

Un día me llama y me comenta que estaba trabajando en un PV exclusivo por la zona de Recoleta, me pidió que la vaya a ver y que le mande amigos míos gateros. Cuando le pregunté respecto a los aranceles, no sabía si reír o llorar; mil doscientos pesos, de esto hace como cinco años atrás. Le señalé que para el bolsillo de un trabajador medio, era una cifra demasiado elevada. Le propuse de ir a un telo, seguirle pagando la cifra que le venía pagando y hacerme cargo de los gastos del hotel. Aún así era mucho más económico. No se podía porque según ella, su pareja la acompañaba o la controlaba. Además estaba celoso de mi, por la relación de amistad que teníamos. Que no quería problemas. Ella me propone hablar con los dueños del PV para conseguirme un “precio promocional”. Me negué, por más descuento, para mi el arancel era exorbitante.

Durante ese tiempo publicó fotos nuevas de promoción y las bajé. Se veía espectacular. Según ella solamente le habían dado color y no había retoque. El sentido estético de estas fotos era diferente a las que había visto en su primer aviso. Por un lado se notaba la presencia de un fotógrafo profesional, con una luz cuidada, con buenos ángulos. Sin embargo, ella no se ofrecía de manera ordinaria, en las poses había cierta dosis de sutileza, su atuendo era delicado, ella se encontraba maquillada de manera que resaltaba su femineidad. Ignoro si esto obedecía a directivas de los dueños del privado, de la capacidad artística del fotógrafo o que ella, había decidido mostrase de otra manera. Si su postura interna, como prostituta sí, pero a la vez como mujer, era de posicionarse en una actitud sana de respeto por su calidad de mujer. Si bien jamás se lo pregunté, opté por esta última opción. Quería verla no como una trozo de carne pendiendo de un gancho, sino como una hermosa mujer, que mostraba su belleza; aunque tanto una como otra al final de cuentas, brindaran sexo a cambio de dinero. La cuestión, es que para mi visión, era más digno para ella, estas nuevas fotos.

No obstante, a pesar de su belleza, de lo hermosa que se veía, ella recurría a mí para recuperar su cartera y obtener nuevos clientes. Era evidente, que la belleza por sí sola, no alcanzaba.

 

Capítulo III: Mueve la Dama

Pasaron los meses y no tuve noticias de ella. Un día feriado, mientras llovía furiosamente me entra un mensaje de texto de un número desconocido. Se presenta como ella, me comenta que estaba trabajando en un departamento relativamente cerca de mi casa. Me invitaba a visitarla. Luego me pide si podía llamarla, ya que necesitaba hablar con un amigo.

La llamé. Me atendió llorando. Me comentó que las cosas le iban mal desde el punto de vista económico, que se había ido mal de ese PV de Recoleta, que casi no trabajaba y que solamente lo hacían unas paraguayas, que por si fuera poco, le hacían la vida imposible. Ella me daba cifras respecto a lo que ganaba antes y lo que ganaba en ese momento. De las dificultades económicas y que el dueño del departamento se llevaba el 50 % de la recaudación y le había dado el ultimátum respecto a que debía resolver el tema de su hija, porque no podía vivir en ese departamento. Ella me manifestó que pensaba abandonarla, que solamente le había traído problemas y complicaciones, para definirla a la pobre criatura como “una carga”.

Se me congeló la sangre y no por el frío de la cocina de mi casa. Pensé que podía ser el inicio de un drama familiar. Por algún lado empiezan, por algún punto comienza la “galleta” que termina siendo una madre que mata a su prole. Los casos existen, no se pueden justificar, pero si comprender que algo sale mal, que no se recurre a alguien que ayude. No sé, pero me invadió el pánico de enterarme que un día esta mujer matara a su nena, debido a no manejar situaciones límite. Pensé que debía mostrarle que podían existir otras alternativas, que dejara la ofuscación de lado y evitarnos, como sociedad, otro sin sabor. Además, cómo me sentiría yo al enterarme de la existencia de un drama, viendo que pude haber charlado con un café de por medio y quizá haber aportado en algo para que eso jamás ocurriera. La sociedad la formamos entre todos, todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Lo más fácil es señalar al costado y golpearnos el pecho reclamando por la ausencia de un Estado, de justicia, de un papá que venga a solucionar. Y uno qué. Todo es discutible, puede ser un mesianismo barato, puede ser una postura pueril. También puede ser cojones y sentido de la humanidad. Cada uno toma la sección del diario que más le gusta leer.

Le señalé que la vida tenía miles de caminos. A veces parecen ocultos porque no levantamos la mirada del sendero que recorremos. La invité a tomar una taza de café y, desesperado ante el temor de que cometa alguna locura irremediable, me corrí hasta su casa.

A pesar del aguacero, caminamos unas cuadras abrazados bajo mi paraguas para dirigirnos a un bar bastante sobrio, con la finalidad de charlar y buscar refugio del frío y la lluvia. Al sentarnos colocó su blackberry sobre la mesa.

Le pregunté cómo se sentía y si seguía con su idea. Ella tenía la idea de abandonar a su nena de casi dos años. Le señalé que había caminos que su posibilidad de retorno eran difíciles. Le indiqué que tuviera en cuenta el daño que le generaría su nena el abandono. En fin, traté de hacerla recapacitar. Ella por un lado justificaba su pensamiento en el deterioro económico, ya que cada vez ganaba menos. Sumado a eso, que la niña le actuaba como un estorbo. Le remarqué que hoy podía ser que la presencia de su hija fuera una complicación, tratando de ser en extremo cuidadoso al elegir las palabras y desechando palabras “estorbo”, “lastre”, etc. pero que al crecer esa situación podría revertirse.

Me comentó que había roto con su pareja y que el tipo para el cual trabajaba le daba el ultimátum para resolver el tema de su hija. Fue entonces, como de la nada, me formuló una pregunta que me dejó helado:

- ¿Podemos mi hija y yo ir a vivir a tu casa?

En otro contexto la respuesta era un no rotundo, pero acá había una diferencia no menor. La idea loca de ella de deshacerse de su niña. La idea que esa criatura, que como todas las criaturas no han pedido venir al mundo, se le endosen responsabilidades que no le corresponden, no estaba bien. Tuve miedo, debo confesarlo, que mi “no” sirviera para justificar más la postura de esta madre y que llegara a disparar algún drama. Mi no, debía ser diplomático, cuidadoso, mesurado. Sin darme cuenta, estaba jugando un partido de ajedrez; cada palabra que decía debía ser analizada, cada pensamiento meditado hasta la exasperación. Desde ese día, hasta el último de mi relación con ella, fue de esta manera, como un partido de ajedrez, lamentablemente.

Mi “no”, no fue un “no”. En realidad fue una respuesta arrojando la situación para resolverla más adelante.

- Yo eso no te lo puedo responder ahora. No estoy divorciado aún y, por lo tanto debo consultar con el abogado respecto a las posibles implicancias que puede tener esta situación. Si mi ex esposa se llega a enterar, tengo que averiguar si no me puede joder.

Mi respuesta era, en cierta manera “pan para hoy y hambre para mañana”. ¿Cuánto podía demorar en charlar con el abogado y obtener una respuesta? ¿Una semana? ¿Dos?

- ¿Cómo se va a enterar tu ex que mi nena y yo vivimos con vos?

- Fácil, mis hijos van a ir con el chisme.

- No es tan complicado, vamos a vivir a tu casa; cuando tus hijos van de visita, nosotras nos vamos el tiempo que ellos estén en tu casa.

- ¡Es una locura! ¿Qué va a suceder en caso de enfermedad tuya o de tu nena? Además, mis hijos van a observar prendas de mujer, ya sea de niña o de adulta y, van a comentarle a la madre. ¿O pensás llevarte todo cada vez que te vayas? No tiene sentido.

Planteé que pasaría con la cuestión económica. Eran dos bocas más para mi economía; algo que no se podía soslayar así nomás.

- Bueno, yo puedo seguir trabajando.

- - Ajá. ¿Qué pensás hacer con tu hija? Yo no puedo abocarme a los cuidados de ella, lo siento, también trabajo.

- ¿Podría trabajar en tu casa?

- ¿Qué? ¿Vos estás loca? Ni en pedo. Lo único que me falta, que me coma una causa por trata.

- ¿Cómo se van a enterar?

- No vivo en el medio del campo, mi amor. Hay vecinos, el portero se va a dar cuenta. Mi ex mujer se entera, me denuncia y a mis hijos los vuelvo a ver para cuando pase nuevamente el cometa Halley. Desde ya te sacás esa idea loca de la cabeza.

- Bueno, podría conseguir trabajo en un privado y dejar a la niña con una niñera.

Había una cuestión, ella no era una pariente; era una mujer con la que había tenido sexo en múltiples oportunidades y que me atraía. ¿En carácter de qué vendría y qué sucedería al convivir? Si venía como mi mujer, no estaba dispuesto a tolerar que sea prostituta. Eso lo dejé planteado como una suerte de doble estrategia. Si ella no querría dejar la prostitución, sabía que mi ayuda no la podía considerar. Además, era para ir dejando las cosas claras.

Ella me comentó que seguiría hasta ver que ocurría entre nosotros.

- Si al menos ganara más dinero, este hombre no sería tan cansón con el tema de la niña.

- La cuestión es que te alejaste del barrio donde tenías tus clientes; vas a taner que conseguirte nuevos.

- Sí, ya lo sé.

- Poné un aviso en alguna de las páginas. Yo te conocí gracias a eso.

- Para eso necesito dinero para las fotos. Esto lo dijo con cierto fastidio.

- ¿Qué pasó con las fotos que te tomaron para el privado?

- ¡Ya las bajaron!

- Lo sé, el aviso desde hace un tiempo no está más.

- Fui al privado para que me den copia de ellas, pero como terminé muy mal con la dueña, se negó a dármelas.

- Si es por eso no te hagas problema. Ella se mostró sorprendida y no emitió sonido alguno, tan solo se quedó esperando a que le aclare la situación.

- Yo las bajé.

- ¿Las bajaste? Hay eres un santo.

- No tanto.

- ¿Me las pasás?

- Claro.

Tomé una servilleta, extraje una birome del saco y le indiqué:

- Tomá, anotá acá tu casilla de mail.

Ella escribió y al rato de hizo entrega de la servilleta con su dirección anotada. La leí en voz alta, para certificar que entendía bien.

- [email protected]

- Exacto.

- Listo, hoy o mañana te las mando.

Al salir del bar, la acompañé hasta su casa, ambos abrazados bajo el mismo paraguas. Como cuando llegamos, pero sólo que ahora el acercamiento era mayor por parte de ella. La lluvia persistente, parecía no querer detenerse; ella parecía mucho más aliviada, respirando de manera calma. Yo, en cambio, estaba preso de emociones encontradas. Por un lado, mi temor a que ella cometa una locura, se había ido. Por otra parte, la idea que ella venga a vivir a casa, era un tema de cierta consideración. En el momento en que ella lo planteó, mi idea era la de un “No” rotundo; pero comenzaba, a tomar con cierto análisis, la idea de plantear una convivencia junto a ella.

Al llegar a la puerta de su casa me besó apasionadamente.

- No puedo hacerte subir. Arriba está el dueño. Viene a llevarse su parte de la recaudación.

- -Está bien, no hay problema.

- Otro día sube y estamos juntos. Tengo ganas de estar contigo.

Tras su frase, me dio un prolongado beso.

- Si no se puede, vamos a un hotel. ¿Te parece?

- ¡Seguro! Ese no es problema. ¿Hablamos?

- ¿Nos vemos la próxima semana?

- Sí, hablamos para arreglar. Que tengas buenas noches.

Tras despedirse, volvió a besarme y a darme una suave caricia por mi cara. Ella entró sonriente al edificio y, una vez que se alejara de mi vista, comencé el viaje a de retorno a la mía, con un bagaje de temas para pensar.

¿Era la única manera en que ella podía ganarse la vida? Obviamente no, aunque seguramente era la que le dejaría más rédito económico. Esto me llevaba a otras cuestiones a considerar.

En realidad, ¿ella estaba dispuesta a dejar la prostitución? ¿Qué pasaría cuando, en otra actividad, comenzara a ganar mucho menos dinero del que ella estaba acostumbrada a manejar? ¿Esto no despertaría su necesidad de regresar por la angustia de encontrarse con poco dinero? Si esto pasara, ¿yo qué haría? ¿Podría dejarla o adoptaría el papel tan triste de aceptar ser un cornudo consciente para no perderla?

Demasiadas cuestiones, lo mejor era ordenar prioridades e ir respondiendo de a una. La primera de las cuestiones era si me afectaba con el tema de mi divorcio, motivo por el cual debía consultar con Horacio, mi abogado.

 

 

 

Capítulo IV: Mi caballo infiltra

Horacio hacía nada más que civil y preferentemente familia. Todo lo concerniente a derecho penal, lo despreciaba porque según él, lindaba muchas veces con lo inmoral. Era un tipo sobrio, de posturas religiosas muy afianzadas, incapaz de pensar mal o jugar sucio. Un tipo muy correcto, a tal punto que hasta no parecía abogado. Esa noche ya era tarde para llamarlo, dado que se levanta temprano para “hacer tribunales”. Decidí enviarle un mail informándole respecto a que debía hacerle algunas consultas. De paso, le envié las fotos que le había prometido a mi amiga colombiana.

Ese mismo día, al medio día me llamó Horacio, tras haber leído el mail. Me citó a la tarde en su oficina. Imagino que supondría algún nuevo problema con mi ex.

Al llegar a la oficina de Horacio, él mismo me atendió. Estaba solo.

- ¿Qué decís? ¿Qué ocurrió?

- Nada.

- -Vos nunca venís por “nada”. Pasá y sentate. Ya estoy con vos.

Tras pasar a su despacho y tomar asiento, escuché que con la voz alta me decía:

- ¿Tomás un café?

- ¡Dale!

Al rato vino con una bandeja con ambos pocillos y una cajita con sobres de sacarina y azúcar. Los colocó sobre la mesa y me señaló de manera tal que ya conocía mis gustos.

- Te traje azúcar, porque como vos decís “para amarga está la vida”

Me reí por la broma respecto a una frase que siempre uso en ocasiones cuando me pregunta: “¿dulce o amargo?”.

- Contame ahora. ¿Qué te está pasando?

- ¿Puedo convivir con una mina?

Lo meditó unos segundos y me respondió.

- La pregunta es al revés. ¿La mina puede convivir con vos?

- -Dejate de joder boludo. Dale, puedo convivir con una mujer sin qué esto me joda con el divorcio.

- Hace más de cuatro años que se separaron. Nosotros ya planteamos el tema del divorcio en el juzgado hace unos meses. Tu ex estuvo en pareja conviviendo y ella argumenta que tiene derecho a la búsqueda de su felicidad. Nosotros, decimos eso en caso que se entere, y usamos sus mismos argumentos. Si ese razonamiento es válido con ella, con más razón con vos, que planteaste la convivencia, una vez presentado el juicio de divorcio y no antes como ella. ¿Eso es todo?

- No, hay algo más. Respondí medio ahogado por el café caliente.

Supongo que Horacio sospechó algo más denso. Hizo silencio y se quedó a la espera que arremeta.

- Es una consulta por una amiga.

Horacio me interrumpió.

- ¿Qué clase de amiga y por qué no la trajiste?

- Es la mujer con la que quiero convivir.

- ¿Por qué nunca me dijiste que estabas de novio?

- Porque no lo estaba.

Horacio, tomó un sorbo de su café y me miró extrañado, con el ceño fruncido, escudriñándome.

- ¿Hace cuánto que la conocés?

Le conté la historia de nuestra relación, mientras él tomaba su café. Cuando terminé, me dijo:

- Habiendo tantas mujeres en el mundo, decimé por qué mierda pensar en convivir con una puta. Disculpá que te lo pregunte así, pero es una mina que brinda sexo por dinero, o sea es una puta, por más eufemismos que uses o busques.

- - No lo sé. La cuestión es que te consulto porque la quiero ayudar.

- Que la quieras ayudar es muy loable. Ahora, una cosa es ayudarla y otra la convivencia. ¿Tenés idea de lo que esa mina ganaba por mes en el privado en donde ella decía que le iba mal? Si ella comienza a trabajar limpiando casas, en un geriátrico, ella va a ganar mucho menos que la plata que ganaba cuando le iba mal. ¿Entonces? ¿Qué va a ocurrir con ella y su deseo de convivir? La cuestión es que la convivencia no se te transforme en una carga a vos, que lo que vos ganás con dignidad y orgullo, ella te humille por ser poco.

- ¿Vos no le ves alguna solución?

- ¿Para vos? Sí. Olvidala ya y alejate cuanto antes.

- ¿Para ella?

- Ella tiene una hija, con un tipo adinerado. Por un lado está cometiendo un delito por impedir el contacto del padre con su hija, por otro es un daño a ambos por impedir ese contacto, pero ella no percibe la cuota de alimentos para la criatura. No digo que sea la solución, pero si podría ser un paliativo. Quizá el padre sea obligado por la justicia a darle vivienda a la niña y a ella, quizá con la suma que pague ella pueda conseguir algo digno para ir a vivir. Y, Dios no quiera, pero si va a vivir con vos, sería una ayuda que tendrían.

- El tipo no la reconoció.

- El tipo no la reconoció, porque según ella, ella se fue y se lo impidió. Además, se mantuvo oculta de él. Ahí, el tema hay que estudiarlo. Ahora, si la nena es hija del tipo, se puede plantear un juicio por paternidad, si es que el tipo se negara a querer reconocer a la piba. Ahora, hay una cuestión compleja.

- ¿Cuál?

- ¿Ella lo puede ubicar?

- Supongo que si tiene negocios, sí.

- Puede estar acá, puede estar en Colombia. Puede jugar a las escondidas porque tiene varias propiedades. Igual, todo esto tiene honorarios, que lo sepa.

- Claro, pero ella no tiene un mango.

- ¿No lo tiene o no lo quiere gastar? Hay miles de organizaciones feministas que le van a brindar ayuda y patrocinio gratuito. En eso las feministas, no notan que hay ausencia de igualdad de género. Que recurra a esas organizaciones y listo.

 

 

Capítulo V: Cambio de piezas

Cambio de piezas: Se refiere a sucesivas capturas, que generalmente se producen en el curso del medio juego y permiten clarificar las posiciones. Estos cambios suelen ser iniciados por el jugador que anticipando un final ventajoso, provoca una liquidación masiva del material.

 

A los días me encontré con ella. Pasé a buscarla por su casa y volvimos a ir a nuestro humilde bar. Una vez sentados, me comentó.

- Yo podría hacer manicuría, con lo cual algo de dinero podría aportar.

Esa postura era mucho mejor que la de ver solamente a la prostitución como la única vía. Igualmente le expuse lo que me había señalado Horacio, sin decirle que mi discurso provenía de un abogado.

- ¿No pensaste en contactar al padre de la niña para que te ayude económicamente?

- No quiero saber nada de ese hombre. Me miró de manera soliviantada ante mi requerimiento.

- Mirá, hay veces que los orgullos son muy mala compañía. Tené en cuenta que no es tu dinero; le corresponde a la niña. La responsabilidad de la crianza de una criatura es de ambos progenitores. Hasta ahora, porque vos lo quisiste, recayó en vos. Bien, te das cuenta que no puedes sola, entonces en vez de generarle un daño a tu hija abandonándola, pedile ayuda al papá.

- - ¡El papá no ha reconocido a la niña! ¡Ella está anotada con mi apellido! Gritó enfurecida con la intención de hacerme callar.

- La niña no lleva su apellido, pero lleva los genes del papá. Puedes comunicarte con él y, le planteas de arreglarlo por las buenas o le hacés un juicio de paternidad. El tema es poder localizarlo.

Ese día a diferencia del anterior, antes de dejarla en la casa, hicimos el amor de manera furiosa. Y lo hicimos en carácter de amantes, fuera de la relación escort – cliente.

 

Capítulo VI: Juego Medio, Ataque y Jaque a la descubierta

Ataque: Una acción agresiva durante una partida o serie de jugadas que tiene el propósito de obtener una ventaja material o la amenaza de capturar un Peón, una pieza mayor o dar mate al Rey.

 

Jaque a la descubierta: Este tipo de jaque se produce cuando se desplaza una pieza que estaba delante de otra pieza propia, causando un jaque. La fuerza de esta maniobra radica en que la pieza que se desplaza, junto con originar el jaque, amenaza o captura simultáneamente a otra pieza o cierra el paso a una ruta de escape del Rey enemigo.

 

Antes de encontrarnos, le comenté en una charla telefónica que comenzaba a trabajar en un penal en el cual el espacio educativo recién estaba comenzando. Para mí era todo un desafío. Eso me tenía excitado y medio nervioso.

A la semana, tras pasarla a buscar por su casa, mientras íbamos caminando, de manera pausada me dijo:

- Debo ser honesta contigo.

La miré fijo esperando que contara lo que que quería decirme. Por un lado sentía miedo por lo que podría venir, pero debo confesarlo, también sentía alegría porque siempre es buena la honestidad.

- Toda la historia con mi ex, el padre de mi niña, es casi toda mentira. Lo único cierto es que él es colombiano.

- Ajá y ¿entonces?

- Él se encuentra preso en la cárcel en donde comienzas a trabajar. ¿Te imaginarás los motivos?

- Supongo que por una causa por narcóticos.

- Sí.

Traté de hacerle ver que la situación para reclamar una cuota de alimentos era mucho más fácil. El tipo estaba ubicable, buscaría beneficios tales como salir de transitorias o pedir la expulsión a la mitad de la condena, por lo cual, un nuevo quilombo no le iba a ser favorable. Me interrumpió con el pedido más descabellado que me hicieron en mi vida.

- ¿No puedes ubicarlo y pedirle que me ayude económicamente?

Atónito es la palabra que define el estado en el que quedé. Había entrado una sola vez a ese penal y, esta mujer me pedía que ubique a un sujeto entre miles de presos, que me lo haga traer (¿con qué argumento?) y le pida a un narcotraficante colombiano, dinero. La miré asolado y con un rictus sonriente, solamente atiné a decirle.

- ¿Es un chiste? ¿Vos querés que me maten?, ¿Qué termine preso? ¿Qué me quede sin trabajo?

Tragué saliva y arremetí con la pregunta obvia:

- ¿Estás loca? ¿Acaso te pensás que soy un Kamikaze? No mi amor, en el supuesto caso que lo viera, por qué va a creerme.

- Te doy una foto mía con la niña.

- Bien, el tipo grita que lo estoy tratando de extorsionar. Vienen los celadores, me encuentran las fotos y me vas a llevar cigarrillos. ¿Sí?

- Él es un buen hombre, no va a hacer eso.

- Si es un buen hombre, por qué no trata de contactarte y brinda ayuda a su niña. ¿Eh?

Hizo silencio, el cual me envalentonó y comencé a hablar.

- Conseguí un abogado para que vaya a verlo. Que él lleve la foto tuya y de la nena y le “aplique mafia”. Tu ex no debe tener ganas de tener nuevos líos, supongo que debe tener ganas o de pedir la expulsión si ya fue condenado o si piensa quedarse, solicitar a la mitad de la condena las salidas transitorias. Si tu abogado es hábil le tira la ficha de una causa por desabastecimiento familiar, que es penal y todo su escenario se va a complicar. Por lo tanto, va a sentarse a negociar. Además ¿cómo lo voy a ubicar si no sé siquiera cómo se llama?

- Se llama Agustín Hernán Salcedo Vargas.

- - No importa como se llame. Esa tarea no la puedo, ni pienso hacer. Lo que puedo hacer es ayudarte a conseguir un abogado que haga ese tipo de reclamos por paternidad y alimentos.

- ¡Abogado al cual hay que pagarle! ¿No te das cuenta que no tengo dinero, carajo? Me gritó desesperada.

- Mirá, hay miles de ONG feministas que te van a dar patrocinio gratuito. Se van a hacer agua la boca tratando de ayudar a la pobre mujer que quiere abandonar la prostitución y que no es ayudada en la manutención de su hija por el hombre rico y delincuente. Ese no es el problema.

Para ese entonces ya habíamos llegado al bar, pedimos algo de comer y su silencio era muy peculiar. Tanto qué le pregunté si estaba molesta conmigo.

- ¿Contigo? ¡No! Sólo que debo sincerarme aún más.

Estaba a punto, por fortuna de engullir un trozo de una porción de muzzarella. Extrañado la miré y exclamé:

- ¿Cómo?

- No puedo hacer lo que me pides.

- ¿Por qué motivo?

- Tengo pedido de captura internacional.

- - ¡¡¡¡¿Qué?!!!!

Ahí la cosa había tomado otro cariz diferente. Una cosa es ayudar a una mujer con su hija; otra muy diferente era ayudar a una prófuga. Mis ojos desorbitados y el volumen de mi exclamación deben haber llamado la atención a los parroquianos, que muchos se quedaron mirando.

- Si buscás en Internet en las personas que están en esta situación, me vas a ver.

- ¿Estás en la misma causa?

- Si.

- O sea, si asomás la cara en la justicia.

- Quedo presa. Ya lo sabes. ¿Vas a ir a denunciarme ahora?

Mi cabeza era un caleidoscopio donde se formaban figuras macabras. Todo daba vueltas. No sabía que pensar. Instintivamente me decía a mi mismo: levántate ya y mandate a mudar. No obstante, decía una parte de mí, es ahora en donde hay que pensar en frío. Es muy difícil razonar en esos momentos. Más cuando uno está acostumbrado a razonar a partir de un análisis mesurado. Acá aflora el instinto de supervivencia, pero eso sólo no alcanza porque hay otros niveles de complejidad que llevan a que la situación no sea tan fácil.

- Supongo que tu nombre no es el de María Emilia ¿No?

- No, mi nombre es el de Camila Bermúdez. Por ese nombre las fuerzas de seguridad me buscan.

Tras dejarla, mi cabeza seguía siendo un hervidero. Si la denunciaba ¿cuáles serían las consecuencias para mi familia y para mí? Si ella estuvo prófuga tanto tiempo ¿había connivencia de alguien? Ese día caminé hasta mi casa embargado en una mezcla de desesperación y angustia; aún sin saber que todavía faltaba lo peor. Yo, sin saberlo, estaba engrillado a una inmenso cubo de plomo.

Al otro día, más tranquilo, pensé en llamarla y decirle que hasta ahí llegaba. Que me entienda, que no podía seguir. No obstante, se me dio por consultar la página de “Policía Internacional”. Ahí estaba ella, descollaba por su belleza. Hermosa como una cobra, peligrosa como una cobra y fatal como solo una cobra puede llegar a serlo. Al lado de su foto, el motivo por el cual la justicia había solicitado su captura “DRUG”.

Sin embargo, me detuve a analizar algo. Un detalle insignificante, pero crucial y angustiante. La casilla de su mail estaba conformada por el diminutivo del nombre de ella y del padre de su hija. La mañana helada se volvió una suerte de un ciclo de pasteurización; por momentos se me helaba el alma dándome ganas de llorar y en otros el cuerpo me estallaba como un volcán, presa de la furia que me invadía. La llamé y, sin darle demasiadas explicaciones, le pedí de verla cuánto antes.

Ese día la cité en un bar, cerca de su casa. Al llegar, me dio un maravilloso beso, supongo que ella intuía o un alejamiento y trataba de seducirme para que eso no ocurra. Tomé una servilleta y extraje un bolígrafo. Escribí el nombre de ella y el de su ex pareja. Armé los diminutivos y le dije:

- Imagino que Cam es por Camila y Agus es por él. ¿No cierto?

- - Sí. Respondió lacónicamente; respuesta que acrecentaba hasta niveles insoportables mi desesperación.

- Escuchame una cosa ¿Está es la casilla de mail que usaban dentro de la organización? Pregunté casi al borde del llanto.

- Sí.

La miré fijo. Contuve de una manera casi admirable mis ganas de zamarrearla. Solamente le dije:

- Decime ¿vos sos boluda o te hacés?

- - ¿Por qué me dice eso? ¿Por qué me trata así?

- ¿Cómo por qué? Esa casilla está monitoreada por la policía, nena. No se te ocurrió sacar una nueva.

- Si, tengo otra.

- Si tenés otra, pero me diste esa.

- - ¿Y cuál es el problema?

- ¿Cuál es el problema? ¿Vos me estás jodiendo? El problema radica que te envié las fotos del aviso desde Mi casilla de mail, desde MI casa y con MI IP. O sea, ahora estoy en un bonito quilombo gracias a vos, por el solo hecho de haberte mandado unas fotos de mierda y haberte brindado mi amistad. ¡¡¿Te parece poco carajo?!!

Yo no puedo explicar la mezcla de sentimientos que me embargaban. La desesperación, la angustia, la preocupación, el fastidio, el sinsabor de verme engañado e involucrado en algo que no tenía nada que ver. Y ella, con una mueca como si yo fuera un exagerado.

- ¡Pero por favor, fresco! Mi marido mandó a formatear las máquinas antes del allanamiento!

- ¡Ah! Mirá vos qué bien. ¿Sabías que hay programas que recuperan datos? ¿Creés que la policía es idiota? ¿Qué no tienen expertos en informática?

Por desgracia, en ese momento se me ocurrió otra idea que agravaba el cuadro aún más.

– Veamos, si ustedes se comunicaban por mail, es porque no eran ustedes dos solamente. Lo usaban porque la organización es mucho amplia. ¿No? Se comunicarían con los proveedores, con socios y con clientes. ¿No es así?

Ella hizo silencio.

- Mirá carajo, me metiste en esta vaina del berraco. Ahora te pido que me respondas. ¿Cuántos eran?

- Muchos.

- ¿Todos colombianos?

- No, hay peruanos, argentinos…

La lista de nacionalidades era amplia. No importaba ya, cada palabra confirmaba que estaba en metido en un problema fenomenal.

- ¿Están todos presos?

- La mayoría.

- - ¿Acá?

- No solamente, también hay en Brasil, España, Bélgica, Sudafrica, etc, etc.

La lista era amplia. Me tomé la cabeza. Tenía ganas de llorar, pero ya no era hora de hacerlo. Debía pensar todo de manera minuciosa. Era un partido de ajedrez.

- ¿No te das cuenta que no sólo son las máquinas de ustedes, sino la de los demás?. ¡Todas las máquinas deben haber sido examinadas y por lo tanto la policía tiene esa casilla identificada como de ustedes! O sea, ¡la están controlando!

Dicho esto me levanté. No quería estar ni un minuto más al lado de ella. Estaba ofuscado, sin saber qué hacer.

- ¿Va a denunciarme?

La miré detenidamente. No era fácil responderle, desde la corrección y la caballerosidad al menos. Cometí un error, que gracias a Dios, no me jugó en contra más tarde.

- Escuchame Camila. ¿Abriste la casilla?

- No, aún no.

- Vas a hacer lo que te digo. Te olvidás de esa casilla. No la abras por nada del mundo.

- - Necesito las fotos, para publicar los avisos. Me imagino que después de lo que te conté, lo de ir a vivir con vos no va a ocurrir.

- Exacto, eso es imposible. Lo ideal es que no abras esa casilla. Si lo hacés, hacelo desde un locutorio y lejos de tu casa. Eso está monitoreado por la policía.

- -Eres un exagerado. Mi esposo mandó a formatear las máquinas, te dije.

- Tu esposo ¡un cuerno! Yo te dije lo que te dije. Hace caso. ¡Por favor!

Nos levantamos y la dejé en la parada del colectivo. En esta oportunidad, a diferencia de las otras, no la alcancé hasta la casa. Sentía que no se lo merecía.

 

Capítulo VII: Mi rey debe salir del jaque

¿A quién recurrir que sepa de estos temas? ¿A quién consultar que no te juzgue y te haga sentir miserable? ¿Quién ha pasado por situaciones similares? En mi familia nadie; todos son gente de trabajo.

En esos días debía concurrir a la cárcel de Devoto. Me reencontré con dos muchachos amigos que toda su vida fueron delincuentes y con los cuales hay confianza. Les conté lo que estaba pasando. Ellos quedaron absortos al enterarse de mi historia. Ellos confirmaron mis pensamientos más lúgubres, que me obligaban a ser cauteloso. El primero que rompió el silencio, tras oírme, fue el “orejón” Gaitán.

- Profe a que lindo bondi te subió la colombiana. Seguro que ahora tenés pinchado el teléfono. Cuidado con lo que hablás. ¡No duermas!

El Bebote Mancuso aportó.

- A esta altura te deben estar investigando. Pero vos tenés una vida de trabajo que podés mostrar. ¿Hace mucho que vivís en tu casa?

- - Desde la década del setenta.

- Los que estamos en esta, siempre debemos movernos.

Gaitán intercedió:

- ¿El teléfono fijo desde cuando lo tenés? ¿El celular?

- - El fijo desde el Plan Megatel del gobierno de Alfonsín. El celu desde hace varios años con el mismo número.

Mancuso me indicó:

- Vos tenés que hacer tu vida normal. Solo ser cuidadoso nomás. A esta altura, la piba no te cuidó, vos tenés que cuidarte por vos y por tus hijos. Ella no tuvo códigos, vos no dejés de tenerlos, pero tampoco le debés nada.

- No entiendo.

- Seguí el vínculo. Habla por teléfono. Si te separás de ella, eso les puede llamar la atención. No la ensuciés, pero limpiate vos. No sabés si ella lo va a hacer llegado el momento.

- No podés estar seguro de ella. Ahora tenés que ser inteligente. Aportó Gaitán, para agregar.

- Esperemos que la piba haya abierto la casilla del mail y la cana vaya por ella. Te van a seguir, pero para vos eso es lo mejor.

Ahí comprendí el enorme error que había cometido. Mi cara se transfiguró. Creo que estuve a punto de vomitar. Mis interlocutores se quedaron azorados al ver como mi rostro se deformaba. Me miraban esperando una explicación.

- Le dije que no la abra, que la cana podía estar controlándola.

- ¡Ay boludo! Si la piba no la abre, te van a citar a vos para que informes al juez dónde está. Si “soplás la bolsa” (decís dónde la pueden ubicar, delatar) andá a saber que represalias pueden tomar con vos.

- Si te callás, venís para acá. Sos cómplice. ¡Ay nieri! Ella no fue gente con vos. No merece que te arruines por ella.

No sé cuánto tiempo pasó, me quedé demolido sobre la mesa. Mi cabeza era una suerte de hormiguero pateado. Mancuso trajo al Paisa Miguel, quién fuera alumno mío. Colombiano también, vinculado a la “oficina” (una de las organizaciones que se formaron tras la muerte de Pablo Escobar y del posterior desmembramiento del cartel de Medellín en varias bandas criminales o Bacrim) y próximo a ser deportado. Ya tenía un pantallazo de la historia; obviamente Mancuso lo puso en “autos”. Al entrar, me palmeó el hombro como un gesto solidario. Exclamó laconiamente:

- ¡Que berraquera profe!

Sonreí con una mueca de tristeza. ¿Qué más podía decir?

- Esa vieja si se las trae. Profe ¡Diga al menos que está bien chusca!

- Bacanisima, pero es el polvo más amargo de mi vida.

- Eso sí, una vaina color hormiga, parce.

- Si hormiga bien culona. Parece santadereana, porque tiene una cola que es un sueño.

- ¿De dónde es esa vieja?

- Del Magdalena.

- No joda, de donde es su familia. Ah no profe, eso es mucha mala suerte. Mucha hijueputa. ¿Y usted que va a hacer?

- Él no sé, pero nosotros le vamos a armar una lista de los teléfonos de los pabellones por si le caen los ortivas en el rancho. Se levantó Gaitán, tomó un papel y una birome y comenzó a copiar los números.

- La verdad es que no lo sé. No sé qué es lo correcto.

Mi amargura y angustia me estaban carcomiendo el alma como las termites a la madera.

- ¿Cuál es el nombre de esa mujer?

- Camila Bermúdez. Su marido es Agustín Hernán…

El paisa Miguel no me dejó terminar

- -La mujer de Salcedo Vargas. Bah, la amante.

- ¿Lo conocés?

- No, solo por referencias. En su causa son muchos, hay prófugos, no solamente ella.

- ¿El tipo este de dónde es?

- Pasto.

Me limité a reirme y a exclamar: “Ay Dios”

- ¿Qué paso ahora? Dijeron los tres interlocutores al unísono.

- Toda mi familia materna es de ahí. La mina es de donde es mi familia paterna y el tipo es de donde proviene mi familia materna. ¿Se puede tener tal mala suerte?

Los tres se miraron en silencio. La situación era grotesca, daba para reírse de la carambola del destino, pero por respeto a mi, prefirieron el silencio piadoso.

- Profe, no conviene que se presente a la justicia.

- ¿Por qué?

- No son buena gente. Tienen vínculos con los paramilitares. Ya no solo es protegerlo a usted y los suyos acá. Hay que proteger a su familia allá. Para este hombre esa mujer es la amante y no vale nada, no es la esposa legal. La cuestión es la niña pequeña. Si la madre va presa, va presa junto a ella la niña. Es eso lo que puede llegar a molestar, el encierro de la niña. ¿Me estoy haciendo entender?

Obviamente comprendía. Todo, a cada segundo era una espiral de locura.

- Muy bien. Entonces díganme qué es lo que ustedes me aconsejan. Digo, dejando de lado la opción de la delación y la del suicidio. ¿Qué otras opciones me quedan?

- Usted en esta historia no tiene nada que ver. Siga su vida normal, los cambios en su rutina van a hacer que sospechen de usted. ¿Usted se comunica con ella a través de qué vía?

- Mensajes de texto preferentemente y llamadas.

- ¿Ella tiene teléfono fijo?

- No lo sé.

- Dijo mensajes de texto. ¿Qué equipo tiene ella?

- ¿Cómo qué equipo?

- La marca.

- Blackberry.

- ¿Sabe el modelo?

- Ni idea.

- Se me olvida de usar mensajes de texto con ella. ¿Oyó? Usted de ahora en más la llama por teléfono. Haga notar en sus diálogos como fue que la conoció. El tema que ella le planteó de ir a vivir a su casa. Los motivos de su vinculación con Colombia. Ahora profe, le va a tocar ser bien abeja y muy piloso.

- ¿Qué tiene que ver el Blackberry? Pregunté extrañado por la cuestión de la marca.

- Son más difíciles de descifrar. La justicia debe solicitar a Estados Unidos el pedido para que la empresa lo decodifique, con lo cual tardan tiempo. Todos los capos usan esos equipos o teléfonos satelitales y se renuevan periódicamente, para entorpecer los seguimientos. Todo trabajo tiene sus reglas profe.

Años después una nota periodística comentaba esto respecto al Chapo Guzmán y su predilección por esta marca vinculado a la cuestión de seguridad.

Una vez terminada la charla con el paisa Miguel, Gaitán y Mancuso comenzaron a interrogarme.

- Profe ¿en tu casa hay armas?

- - No.

- - Falopa tampoco ¿no cierto?

- - Tampoco.

- - ¿Joyas, guita?

- Algo hay.

- Ponelas en lugar seguro. Cuando la cana hace un allanamiento, te chorean. Esperemos que no suceda nada y que los ratis no te cuelen el rancho.

Gaitán me dio un papel con la lista de teléfonos y me aclaró:

- Tomá guardala y tenela con vos. Memoriza los números que están subrayados que son los de nuestro pabellón. Si pinchás, no importa al penal que te lleven, nos avisás. Nosotros nos encargamos de todo.

- - Si no podés llamar antes, plántate y decí que sos el profe de acá. Los refugiados de ingreso se van a cuidar. Igual llamá pronto para que no te rastreen (robo de un ladrón a otro) y no tengas que pararte de manos.

- Si te chetean, bancá. Cuando llames, nos avisás y nosotros nos encargamos de ese bondi. Aportó Mancuso.

 

Capítulo VIII: Problema

Problema: Posición concebida por un especialista en la cual mediante un número determinado de jugadas se debe de dar mate.

 

Al llegar ese día del trabajo me encontré con algo que me llamo la atención. Un auto de color gris con dos hombres y una mujer en su interior, estaba estacionado frente a la puerta de mi casa. Los tres, miraban la puerta de mi edificio, casi sin pestañar. Entré rápidamente, casi sin mirar y con la respiración contenida. Cuando abrí la puerta de casa, me desmoroné sobre un sillón. No sabía cómo pedirle perdón a la memoria de mis padres e imaginaba las caritas de mis hijos al verme detenido. No se puede explicar la ansiedad y la tristeza asfixiante que sentía.

Para tranquilizarme pensé que podía ser una simple casualidad y que me estaba asustando por nada. Tal vez era una coincidencia.

A la tardecita, salí a hacer las compras. A unos metros de la puerta de casa, el auto con tres personas a bordo era de color azul. Los tres pasajeros, que eran otros diferentes a los del primer auto, no sacaban los ojos del frente de mi casa.

Evidentemente ya tenían el dato que mi mail había salido desde mi domicilio. Una vez que encausé la amargura y angustia, encontré una idea aliviadora. No era a mí a quién buscaban. Me habían visto salir y entrar varias veces. Estaban esperando a ver si ella venía a mi casa, para detenerla.

Avisarle por teléfono sería ponerme la soga al cuello. Había cometido la tontería de decirle que no abra la casilla, pero ahora no pensaba decirle que tenía a la policía sobre mi nuca. Después de todo, ella no me había advertido sobre los riesgos que podía correr al vincularme con ella. Y el problema que tenía en mis manos, se encontraba originado por su accionar.

Ese día, atiborrado de pensamientos y borracho de pesares, caí presa del cansancio. La noche presagiaba una conmovedora tormenta eléctrica. Si bien sentía el viento golpear puertas y ventanas, mi cansancio y agotamiento eran tal que no me levanté para cerrarlas. En un momento escuché ruidos, muy fuertes. En la penumbra de la noche vi sus luces, escuché sus voces roncas. Alcancé a oír sus gritos imperativos: “policía”, “Quedate quieto”, “Las manos donde las pueda ver”. Abrí mis ojos, alcancé a distinguirlos entre la oscuridad. Sentí el aliento de ellos e incluso el frío del acero de sus armas sobre mí. Unicamente grité desesperado un “NO” gutural e inmediatamente hice una inexplicable maroma para caer parado en la mitad del cuarto. De ahí, a oscuras, me dirigí a la cocina, abrí la heladera, saqué la leche y la puse a calentar. Luego, mientras esperaba que se caliente, me derrumbé sobre la mesa de la cocina a llorar mi situación miserable.

Pasaron las noches y el pensar que mi casa se podía transformar en una suerte de pantalla digna de alguna versión del “counter strike”, me llevaba a tener esa pesadilla de manera recurrente. Bastante tiempo me llevó el superar ese cuadro de angustia.

Pasaron los días y los móviles variaban en tanto marca, modelo, ocupantes, lugar de estacionamiento; solamente la intención no variaba.

 

 

Capítulo IX: La captura de la Dama

Un día, un mail llegó informándome que la policía internacional la había atrapado a Camila en la casa y que la tenían detenida en el departamento central de policía. El escrito parecía redactado por alguien de una fuerza de seguridad. Me pedían ayuda para que adentro de la cárcel a ella no le ocurra nada.

En principio decidí esperar. ¿Qué debía hacer? ¿Quién me escribía?

Si bien la cuestión que atañe a los temas carcelarios concernientes a la de mujeres, la conocía bastante por haber trabajado en esas unidades, igual consulté a Sara. Probablemente Sara tenía más años presa que años libre. Era extranjera como Camila, pero al ser paraguaya, atendiendo que es una colectividad muy grande dentro de la cárcel, su situación, dentro de lo difícil no era tan complicada. Con ella también tenía una gran confianza, pero era mujer. Es decir, no es lo mismo confesarle a otro hombre, y más presos como Gaitán y Mancuso, que uno era un gatero a confesárselo a una mujer. Incluso, la mirada de Sara, hacia Camila, debido a la manera en que se ganaba la vida, podía ser de desaprobación. No obstante, era la única pieza que podía mover, al menos por el momento. La otra pieza era Gabriela, pero ella ya estaba por salir en libertad y estaba en un sistema abierto, viviendo en casas fuera del penal. Ella podía ayudar en muchas cosas, ya que también era una presa vieja y con muchos contactos, pero al no estar adentro, su poder no era igual. En cambio Sara no, ella era “poronga” dentro del penal.

Tras escuchar mi relato, Sara se mostró consternada por la niña, ella también era madre y sus hijos habían quedado a cuidado de sus hermanas en el Paraguay. Supongo que el encierro para Sara, debido al alejamiento de sus hijos, debe haber sido mucho más doloroso.

- Che profe ¿sabés si la atraparon con la nena a tu amiga?

- No lo sé, el mail no lo decía. Tampoco puedo responder y preguntarlo.

- No, que seguro atrás está la gorra. Lástima ¿no? Porque si supiéramos ese dato, sabríamos si viene para acá a la cuatro o la mandan junto con la nena a la treinta y uno.

- Es muy triste para la nena quedar encerrada por una cuestión que cometieron los padres.

- Tampoco es bueno que a esa edad, se encuentre alejada de la madre. Reflexionó Sara.

- ¿Vos estuviste en la unidad de conducta de la treinta y uno?

- ¿Yo? Jamás. Siempre le hice la guerra a la gorra. No me van a mandar a esa unidad donde todas las presas son ovejas para que les arme bondi. Ahora, para esta piba, lo mejor sería estar en la treinta y uno. Estaría más tranquila.

- ¡Qué paradójico!

- ¿Por qué?

- Su belleza que siempre le jugó a favor en la vida, por primer vez se va a transformar en una carga. También lo va a ser su nacionalidad y la carátula de la causa por la cual estaba tras las rejas.

- No es la única mina linda que cayó sopre. Tiene que aprender a caminar la cárcel. No te preocupés, nosotros la vamos a ayudar si cae acá.

Más allá de la ayuda prometida por Sara, el panorama era desolador, en cuanto a lo que esperaba en los días venideros.

Sara se encargó de comunicarse con presas conocidas, para montar guardia. Para averiguar dónde y cuándo “aterrizaba” y quedó en avisarme. A los días, Sara me avisó a través de una llamada que Camila estaba alojada en ingreso de la unidad Tres.

 

 

Capítulo X: Planeando la mejor defensa; o sea, un contra ataque

¿Qué debía hacer? La pregunta apuntaba no en el sentido respecto a lo que ella se merecía que yo haga. La pregunta tiene otra postura, tiene otra lógica. No tiene una intencionalidad puramente humanitaria, era que me convenía hacer por ella. Abandonarla no, ya que implicaba que si me estaban investigando no se sabía cuándo dejarían de hacerlo. Debía dejar claro cómo había sido el origen y los alcances de mi relación con ella. Yo había llegado a la vida de ella como su cliente para luego, pasar a ser su amigo. A esta altura, ya tenía claro que para ella, esa amistad nunca había existido. Era una suerte de salvo conducto, una carta a la cual recurrir en el caso de caer presa. Ella buscaba a alguien que la ayude por si esa eventualidad ocurría. La suerte quiso que fuera yo. Eso ya lo tenía claro y, si bien es muy frustrante el tener que reconocerlo, ahora debía pensar qué era lo que me convenía hacer con el objetivo de limpiarme.

Mantuve la estrategia de seguir el vínculo por medio de conversaciones telefónicas, y a la vez, ir dejando claro cuál era mi vínculo con ella. Seguramente mi teléfono podría estar intervenido y eso lo usé como una suerte de declaración, jugándola a mi favor. No mentí jamás, solo que así como ella me usó, ahora me tocaba a mi usarla. A pesar de mi ofuscación, del odio que sentía por su manejo indolente y por su desagradecimiento, seguí comportándome como su amigo. Periódicamente hablaba con ella, hice notar mi rol de docente en contextos de encierro punitivos, evité hablar de cosas vinculadas a su actividad ilícita y cuando hacía referencia a su trabajo, usaba a plena conciencia el término “escort”. Todo esto por si había alguien grabando y escuchando.

No obstante, le di muy buenos consejos de los mejores que se le pueden dar a alguien que cae preso: mantener la humildad y el respeto. A no tratar de ganarse enemigos de un lado y otro de la reja, porque ese es el mejor camino para perder lo más preciado que uno tiene, la vida.

Lo primero que me intrigaba era qué había pasado con su hija. Se encontraba, al momento de ser detenida en la casa de la niñera, ya que ella estaba trabajando. En breves minutos me comentó el derrotero que había realizado y que mientras la policía entraba al tipo que estaba con ella, el cual suponía el proxeneta, le dejó mi nombre para que me ubique en la libreta de contactos para que me avise y me pida ayuda. Para ese momento ella se aferraba de manera desesperada a que la otorgaran un arresto domiciliario, lo cual consideré una locura. Le hice notar que eso era muy difícil, más que nada por su situación. Por un lado ella extranjera, había estado fugitiva, no tenía vínculos con nadie acá, ya que en teoría ella había roto con su pareja. Una cosa es que el abogado defensor lo pida porque el derecho lo asiste; otra, muy diferente es que el juzgado lo conceda. Además, también está el fiscal, que ante la eventualidad de que le otorguen ese beneficio, él apele esa medida. Y por arriba del juzgado, se encuentra la cámara que puede revocar una decisión de un juzgado. Creía que lo más sensato, dada la situación, era que ella terminé presa junto a su niña. Ella furiosa me cortó. A veces, escuchar una realidad diferente a la de nuestras quimeras, es doloroso.

 

Capítulo XI: La dama debe retroceder, aunque no quiera

Al tiempo me llamó. Me comentó lo mal que la estaba pasando. Nada de lo que me comentaba me sorprendía, todo era previsible. O al menos previsible, para aquellos que pisamos penales y conocemos lo que ocurre en el interior. Tampoco podía brindar determinados consejos por si me estaban oyendo. Me limité a decirle que vería como ayudarla pero que se anotara en cuánto curso exista. De esta manera salía del pabellón y rompía con el encierro, se contactaba con otra gente y eso le abría las puertas para hacer contactos e ir a pabellones tranquilos una vez que haya salido de ingreso.

Por un lado el estudiar, la alejaba de los problemas del pabellón aunque sea en parte, por el otro hacía contactos en la cárcel, por otro lado hacía “conducta” frente a los penitenciarios y ante la justicia. Y lo más importante, despejaba su mente.

Así como ya había hablado con Sara en su momento, le insistí para que la ayude. Luego, hablé con Gabriela. Ambas eran dos de las presas más pesadas del penal. Gabriela era chilena, pero solamente en el documento, porque llevaba tantos años en la Argentina, que difícilmente uno pudiera encontrar algo en su acento o conductas que rebelara su origen. En su momento fue una presa muy famosa, por un caso muy resonante. Participó en laguna fuga, fue recapturada. Estudió dentro de la cárcel, hasta graduarse en una carrera universitaria. Muchos la señalaban de soberbia, pero mi idea de ella era que tenía comportamientos solidarios. Gabriela, tras escuchar la historia, la cual abrevié de manera casi milagrosa, para no cansarla, me dio las pautas para anotarla dentro de un taller en donde ella era banca.

A los días hablé con ella, me comentó que una mujer le había ido a hablar. Me la describió, había sido Sara.

- ¿Por qué me manda ese tipo de gente? Ella es una delincuente, hace muchos años que está presa.

- Y sí, es una presa vieja que tiene perpetua. Le consulté para que te aconseje respecto a cómo manejarte adentro. Que te indique con quién te conviene hablar si tenés problemas, que te ayude ella que lleva tantos años adentro, conoce la cárcel mejor.

- - Yo le pregunté por qué estaba presa y no le gustó nada.

Me tomé la cabeza, imaginaba la reacción de Sara ante tal pregunta. Y luego Camila remata la situación con:

- Yo le señalé que no soy una delincuente y, que no hice mal como ella, porque por el tiempo que lleva detenida, debe ser una asesina. Así que no precisaba de ayuda de gente de tan bajo perfil.

Ay mi Dios. ¿Cómo es posible ser tan torpe? Ya imaginaba lo que iba a suceder. Si a las que trataban de ayudarla, las trataba así, su situación se iba a tornar cada vez más complicada.

A la semana, mientras estaba en un aula, ingresaron cinco presas. Una de ellas era a la que había pedido ayuda. Se pusieron en derredor mío formando una suerte de pentágono. Intuía los motivos y que el horno no estaba para bollos. Ahora, estaba frente a un nuevo problema.

- Escuchame, fui por la gila esta amiga tuya para ayudarla, como me pediste.

- Si, lo sé. Te doy las gracias. Respondí imaginando lo que venía después.

- ¿Vos le explicaste a esa gila que ella acá, por más lindo culo que tenga, no es nadie?

- Sí, y por eso te pedí ayuda.

Otra de las mujeres me miró y dijo:

- Esa piba no tiene códigos, no sabe caminar. Se cree más que nosotras.

- ¿Quién se cree que es para venir a juzgar acá? ¿Es jueza esa boluda?

- Todas somos iguales. Ella no es mejor que nosotras.

- ¡Que baje unos cambios esa gila!

- ¡Decile que se rescate!

La situación no era fácil. Una cosa es tratar de hacer entender algo a una mujer, otra muy diferente es discutir contra cinco señoras enfurecidas y que la discusión pasé a mayores con lo cual tenga alguna implicancia en mi trabajo. Debía ser muy mesurado con lo que podía decir y callarme para evitar generar una discusión. No tiene sentido tratar de callar chanchos a latigazos. Cualquier situación que se desmadrara, me jugaba peligrosamente en contra.

Por un lado no todos los delitos son iguales y por ende, no todos los delincuentes tienen el mismo nivel de pena y de mala imagen frente a la sociedad. Para que me entiendan, una de las mujeres que me recriminaba, estaba presa por trata, secuestro y corrupción de dos niñas de diez años, a las cuales las obligaba a ejercer la prostitución. Grotescamente, ella me hablaba de códigos. Debía morderme los labios para contener una respuesta que la ubique, pero era meterme en más problemas. Y problemas, tenía a esa altura como para hacer dulce.

Otras estaban presas por haber cometido homicidio, o sea sacarle la vida a otro ser humano. Siempre hay intentos vagos de justificar semejante cosa. Lo que ocurre es que muchas veces se mezcla la estrategia judicial, las cuestiones de género y la necesidad de ser bien visto por los demás con la realidad objetiva de los acontecimientos. O, quizá frente a su conciencia, el tratar de encontrar un justificativo, frente al daño ocasionado.

Igual, debía hacer silencio, la piba era una estúpida y arruinaba todo lo que hacía. Solo atiné a decir:

- Mirá yo no sabía que se iba a comportar de esta manera. Te pido disculpas.

- ¡Es una gata ortiva!

- Es una gila.

- Solo te voy a pedir algo más. Formulé para la sorpresa de mis interlocutoras.

- ¿Qué? No querido, por ella, ni el saludo.

- Es por ella, pero también por mí. No lo hagas por ella, hacelo por mí.

Se hizo un silencio en el salón. Me miraron fijo, había logrado que se callaran, pero debía ser muy cuidadoso con mis siguientes palabras. Si las elegía de manera correcta, podía funcionar; caso contrario, me iban a putear de lo lindo.

- Que a ella no le pase nada.

- Ella camina sola.

- Lo sé. Me refiero a que ustedes no hagan nada en contra de ella. ¿Estamos?

Se hizo un silencio. Fernández, una de las presas se me acercó, se paró cara con cara y me preguntó:

- ¿Vos estás enamorado de ella? ¿Qué es ella para vos? ¿Tu mujer?

Existe una manera de describir a Fernández de manera apropiada. Era casi un clon de Mike Tyson, tanto en su físico, en su cara, gestos y color de piel. Las únicas diferencias eran que Fernández llevaba el pelo largo y era mujer. Además, probablemente era más alta que el mítico boxeador norteamericano. El solo verla daba miedo. Sus brazos que parecían esculpidos, sin duda generarían la envidia en muchos hombres por la firmeza de sus músculos.

- Responde profe. Me apuró Sara. Las preguntas que formuló Fernández, les despertaron una mezcla de curiosidad y ansiedad.

- Enamorado no. Si fuimos amantes.

- Ella dice tener una hija ¿Es tuya?

- No. Es de su marido.

- ¿De ese gato que la visita?

- No, de un chabón que está encanado.

- ¿Narco?

- Ajá.

Se miraron entre ellas, hicieron silencio pero en ese silencio, deliberaron. Sin emitir una sola palabra, por medio de gestos y miradas llegaron a una conclusión.

- La piba camina sola. Si le pasa algo es por culpa de ella.

- ¿Y ustedes?

- Te damos nuestra palabra que no vamos a hacer nada en contra de ella. No lo hacemos porque vos lo pedís ¿Está claro?

- Bien.

- Ahora tampoco la vamos a ayudar. Ninguna va a abrir la boca para ayudarla si sigue haciendo cagadas. Eso tenelo claro también.

- Está bien. ¿Sigue haciendo cagadas?

- Sigue.

- No es bueno creerse que es una reina y menos en una cárcel. Apuntó Sara, con su lengua cual escalpelo.

Del grupo de cinco, me quedé solo con dos, ya que las otras tres se retiraron tras darme un beso. La situación volvió a la normalidad y pude iniciar mi clase.

 

Capítulo XII: Gabriela me hace analizar mis jugadas

Ese mismo día, al retirarme, de manera supuestamente accidental o cuidadosamente accidental me crucé con la segunda presa con la cual había contactado para ayudar a Camila. Había hablado con una, que había ido a dialogar con Camila y ya había tenido jaleo con su grupo que me había venido a increpar al salón de clase. Ahora, me tocaba con la otra presa, que había movido los papeles para ubicarla y que comenzara a trabajar.

- ¿Qué hacés querido?

- - ¿Cómo estás mi amor? Contame.

- No, contame vos. Me pediste algo, que ayude a esa piba. ¿No es cierto?

- Si. ¿Qué pasó?

Para mis adentros me empecé a insultar a mi y a ella. ¿Qué otra metida de pata hizo esta idiota?.

- Pasó que hablé con los jefes, que le conseguí un lugar en el taller, que la fueron a buscar y que les respondió que por ese dinero ella no trabajaba. Ahora decime vos ¿quién es el idiota? ¿Ella o vos?

- Creo que los dos. Respondí mientras levanta el ceño, meneaba la cabeza y bajaba la vista. Sinceramente estaba avergonzado.

Gabriela largó la carcajada. Y festejó mi salida. Eso le hizo cambiar el rostro.

- No, vos no sos un idiota. Tu problema es otro, de más difícil solución. La idiota es ella, que no cayó que está en cana. Yo no voy a volver a ayudarla. ¿Eso está claro?

- Clarísimo.

- Cuando se dé cuenta que necesita trabajar, ya sea para mandar dinero para su hija o para hacer conducta, la gente del servicio no le va a dar cabida. Se cortó las patitas solita. Eso no se lo digas, ahora por lo menos. Dejá que aprenda sola. Muchas llegan acá sin conocer a nadie y como sea tienen que aprender a caminar. Ella tiene mucha ayuda de tu parte y no aprende. Aprenderá sola. Deja que lo haga y, una vez que empiece el camino, si tiene algo en la cabeza, aprenderá a valorarte.

- Supongo que sí.

- - También sé que fuíste y le pediste ayuda a Sara. Sé lo que esta piba hizo con Sarita. Está muy contenta. ¿Sabías?

Este comentario, lo dijo con una sonrisa de oreja a oreja. Disfrutándolo con todo su ser. Sin embargo, no entiendo porque quedé atontado por ese comentario, si todos sabemos que las paredes de la cárcel tienen ojos y oídos. Los secretos de uno, en el interior de una cárcel no se pueden guardar una vez que salieron de la boca de uno mismo. Sara y Gabriela eran dos presas pesadas, que se respetaban entre sí, pero se tenían un profundo odio. Si ambas habían tratado de ayudar a Camila, era porque yo lo había pedido. Le agradecí y me excusé porque debía irme. Le di un beso y me retiré. Al caminar unos pasos escuché:

- ¿No querés saber cuál es tu problema profe? En su pregunta había cierto tono de mofa e ironía.

Me detuve, ella avanzó por mi derecha para girar delante de mí y golpearme el pecho a la altura del corazón, a la vez que giraba. Luego, sonriendo, se paró delante de mí.

- Es bueno tener ese dentro del pecho. El problema es que el tuyo es más grande que tu cabeza y no te deja pensar bien. Ese es tu problema. No siempre hay que dejarse manejar por el corazón.

Me reí. No imaginaba tener una suerte de charla psicológica en ese espacio y en manos de una presa famosa. Luego agregó.

- Andá, se te hace tarde. Y cuidate. Soltale la mano. A ella le toca aprender a caminar sola.

 

Capítulo XIII: Ya casi no hay peones dispuestos a cubrir a la dama.

Al llegar a casa la llamé a Camila. La consulté respecto a lo del trabajo, haciéndome el tonto. Estaba indignado, ofuscado y sólo quería insultarla.

- Che nena. ¿Qué pasó con el trabajo? ¿Hay alguna novedad?

- Hay sí, me vinieron a buscar hoy por la mañana.

- ¡Hay que bueno! ¡Cuánto me alegro! ¿Te gustó? ¿Qué tenés que hacer? Pregunté haciéndome el tonto.

- No fui.

- ¿Cómo que no fuiste?

- No, no fui. Me respondió con la más absoluta naturalidad.

- Y por qué no fuiste

- Escucheme. ¿Usted sabe cuánto pagan al mes? Dos mil pesos nada más. Yo por esa plata no me muevo. Yo ganaba mucho más.

Me contuve para no insultarla. Sin embargo, aproveché.

- Si, vos como prostituta podrías ganar mucho más, pero el tema es que ahora estás en cana. ¿Te diste cuenta que las cosas cambiaron?

- - Yo haciendo manicuría dentro del pabellón puedo ganar mucho más.

- - Claro, pero para eso hay que pasar limas, tijeras y otras cosas ¿no? ¿las tenés?

- No.

- El trabajo dentro del penal es bien visto y eso genera puntos para acceder a beneficios. Vos lo rechazaste, ahora eso te juega en contra a futuro.

- No me importa.

- ¿A no? ¿Y por qué?

- Porque me van a dar el arresto domiciliario.

- Eso está por verse. Ojalá ocurra, pero si no te lo dan, el camino que tenés que hacer es el que te marco y que destruís por tus acciones.

- Usted es un necio.

- ¿Yo? Mirá, vamos a dejarlo así. No te llamé para discutir (una mentira mía). La próxima, llamá vos.

Corté, sin despedirme siquiera. La decisión de soltarle la mano estaba tomada, pero me ponía triste pensar en su hija. O, tal vez era una excusa de mi subconsciente, para justificar mi deseo de ayudarla. Esta, como tantas otras cosas, tienen múltiples lecturas.

 

Capítulo XIV: Dama débil.

A la semana, mientras daba clase apareció Camila. Se sentó en el fondo del aula, de manera cuidadosa. No existe manera de explicar el esfuerzo que debí hacer para seguir el derrotero de mi argumentación lógica. Al acercarme, una tristeza me invadió. De esa hermosa mujer, que siempre se arreglaba con esmero y con buen gusto, lo que tenía adelante era la sombra. Olía horrible, su hermosa cabellera entre la mugre y el pelo atado y metido debajo de la ropa. La ropa holgada que impedía admirar su cuerpo. Su cara de angustia, cansancio y desazón. Todo confabulaba para que aquella hermosa mujer, que desde los avisos de las páginas de escort atraía a sus clientes, que había trabajado en algunos de los privados más exclusivos, no quedara ni un pálido reflejo. Daba lástima verla en ese estado. Era obvio que debía cubrir su voluptuoso cuerpo para evitar el acoso de los chongos; eso le ocurre a toda mujer hermosa que cae presa. También el no saber defenderse y saber qué hacer o cómo hacer las cosas. Yo ya tenía los brazos atados y no podía pedir por ella. Ella me había boicoteado y ahora ya no podía y tampoco quería hacer nada por ella. No obstante, verla en ese estado, generaba congoja. Era muy triste verla abandonada en ese estado.

Hablé unas palabras con ella. El baño no tenía puertas y ella evitaba bañarse para no mostrar su físico. Ese maravilloso cuerpo que le servía para trabajar, para seducir a los hombres y manejarlos como titeres, en este contexto, le resultaba una carga. Si se mostraba, generaba envidia en algunas y se constituía en objeto de deseo en las lesbianas, las cuales querían poseerla.

 

 

Capítulo XV: Captura al paso

Captura al Paso: La Captura al Paso es un poder especial que un Peón adquiere cuando alcanza la quinta casilla que le permite capturar a un Peón enemigo si es que dicho Peón decide rebasarlo en su primer movimiento cuando ordinariamente puede avanzar dos casillas. La Captura al Paso es una opción que deberá ser jugada inmediatamente en un turno.

A los días me llamó Camila. Me pidió ayuda para montarle un cuarto a su hija, ya que se avecinaba la visita de una trabajadora social. ¿Era posible que el juzgado le otorgara el beneficio? Por un lado me puse contento, por la niña que se reencontraría con la madre. E incluso por ella, de esta manera su calvario terminaría. Por el otro lado me hacía ruido ¿cómo montarle un cuarto? Eso significaba respecto a lo que tenía. Le pregunté que necesitaba concretamente: una cama, ropa, juguetes. En suma, todo lo que fuera posible. Para esto me dio un teléfono.

 

Lo lógico era que yo no llame, pero atontado por mis pensamientos anoté ese número. Por fortuna ese número comenzó a ser la clave para ir descifrando esa maraña de mentiras. Investigué el número y coincidía con la dirección en donde ella estaba viviendo y trabajando. El titular correspondía al señor Francisco Paz.

En ese momento recordé tener el teléfono fijo del primer departamento donde la conocí trabajando. Lo consulté en internet y me dio otro titular. Luego, se me ocurrió consultarlo en un viejo CD, que era una suerte de guía telefónica. Al colocar el viejo número de teléfono, el titular que me dio fue: Francisco Paz. Mucha coincidencia. Los dos departamentos en donde ella había trabajado y vivido, poseían el mismo titular.

Tomé la decisión de ayudar a su hija, aunque eso significara ayudarla a ella. Ella no se lo merecía, su hija sí. La niña, ya había sufrido demasiado por culpa de la negligencia de sus padres. La niña era la única inocente y víctima de esta historia.

La llamé a Camila. Le indiqué que la ayudaría. Ella sabía que unos días antes que cayera presa, había comprado una cama para el menor de mis hijos y, que la cama vieja estaba en plan de venta vía Internet. Junté todo lo que podía necesitar, además de la cama y esperé.

Alguien me mandó un mensaje de parte de Camila, diciéndome que era la pareja y me daba una dirección para llevarle las cosas. No, yo no pensaba correr con los gastos de flete. Lo hice venir a mi casa, total mi dirección ya la conocería hasta los meritorios de tribunales para ese entonces.

Cuando vino, me topé con un insignificante tipejo. Bajo de estatura, pero con unas ínfulas de creerse una suerte de semidios. Tenía todas las particularidades de haber sido alguien que pertenecería a alguna fuerza de seguridad. Entre su estatura, que traía un complejo de inferioridad sin resolver y su paso por estas Instituciones de cerrazón mental y formadora de hordas de matones a sueldo, lograron esculpir a un individuo repelente.

Lo traté por Francisco, a modo de ponerlo a prueba. Le llamó la atención y me preguntó cómo sabía su nombre. La respuesta era obvia, la inculpé a Camila.

Mientras dialogaba con este fulano, a mitad de cuadra se paró un taxi. No le presté atención. El tipejo abrió la caja de una camioneta y se hizo a un lado. No estaba en sus planes ayudar a que la cargue, cosa que hice yo. Cuando terminé de cargar, al girar lo vi apoyado en el taxi hablando con su “soporte táctico”.

Se despidió, se subió a la cabina como pasajero. O sea, en la cabina había alguien que actuaba como chofer. Ni bien arrancó, lo siguió el taxi por detrás y una moto que no había reparado en ella. Todo un operativo de seguridad para retirar una vieja cuna, una bicicleta de mis hijos que les había quedado chica, unos juguetes y un equipo de nebulización que la niña precisaba dado que era asmática. Todo un operativo para tratar con un hombre desarmado, pero con las suficientes pelotas para hacer las cosas solo.

La llamé enfurecido. Le hice notar acerca del operativo de su proxeneta. Me saltó a la yugular, cuando lo traté de un pobre tipo que “morfaba” gracias a la vagina de las mujeres. Que se la daba de guapo, pero venía con un ejército de matones a mi casa para cubrirse. Ella me señaló que el tipo pensaba que yo la había vendido y que había caído presa por mi culpa. Y suelta de cuerpo me dijo:

- No puedo decirle la bobada que cometí al abrir esa casilla de mail en casa.

Ya quedaba claro cuál era el motivo por el cual la encontraron. Le pregunté respecto a su tratante y me reconoció que jugaba un papel doble: su pareja, a la vez que su fiolo. Por lo tanto, la iba de “macho” y por el otro de “cornudo consciente”. Bajo en su estatura, más bajo en su catadura moral. Me reconoció que el tipo había estado en una fuerza de seguridad y que le habían dado de baja. En la actualidad era un “vigilador”. Otro problema más para todos. Una cuestión de la cual ella no me había hablado en un principio y que ahora me venía a desayunar. Otro dolor de cabeza. ¿Qué pasaría si alguna chorra lo reconocía? Es sabido que los familiares de miembros de fuerzas de seguridad tienen que tener medidas de protección al caer presos. Esta mujer, no me había avisado como tampoco a su abogado y obviamente tampoco al juzgado. Era una mezcla de antojadiza de pato criollo con una bomba de tiempo.

Y, así como no me hizo caso respecto a abrir la casilla del mail para bajar sus fotos, con respecto al trabajo y al trato con Sara, ella se empecinó en no hacer caso en nada de lo que le decía. Cuando digo en nada, es en nada; no estoy exagerando. Le señalé que su pareja no la fuera a visitar, pero las visitas siguieron.

Y, así como todo en la vida, los hechos poseen consecuencias.

 

Capítulo XVI: La dama se mueve con desesperación.

Un día al llegar a aula, en la puerta estaban las cinco del pentágono tumbero de días atrás. Fernández, tras darme un beso me puso el brazo por encima del hombro y me dijo:

- Tenemos que hablar.

- Si dale, entra

Una vez en el aula, le pregunté lo obvio.

- ¿Qué pasó?

- Hay un flor de bondi con esta colombiana amiga tuya.

- ¿Qué hizo ahora?

- Se fue de comparendo y le metió un Habeas Corpus al servicio.

Los hábeas corpus son una medida que tienen los reclusos para exigir ante la justicia por lo que ellos consideran la violación de sus derechos. El tema es que una cosa es un preso pesado y otra, muy diferente, es una piba que no llevaba un mes presa. Además, lo había presentado sola. Imaginaba la bronca que podía haber contra esta piba por parte de la gente de la institución.

- Yo le dije que no haga más cagadas.

- Hay más. No fue lo único que hizo.

Quedé perplejo. ¿Qué más podía haber?

- Presentó una denuncia por hostigamiento, acoso e intento de violación contra todas las compañeras del pabellón.

- ¿Me están cargando?

- ¿Nos estamos riendo?

Las miré fijo a las cinco y me senté de manera silenciosa.

- Nosotras cumplimos con nuestra palabra.

- ¿Qué pasó con ella?

- Le dieron REF (medidas de protección de personas) y ahora la pasaron a refugio.

Refugiada, odiada por las presas, odiada por el servicio. Todo eso en un solo día. Todo eso en menos de un mes de cana. Todo un récord. Asombroso. En ese momento no era consciente de lo que eso implica. A veces las situaciones, por más cerca que estén son muy difíciles de entender en toda su dimensión. Para ese entonces, había solicitado ayuda por una mujer que era pareja de un ex cana, que defenestraba a las otras presas, refugiada y odiada por todo el penal. ¿Algo más?

Para esos días hablé con Cari, quien estuviera presa por mula y que había logrado rehacer su vida por fuera del delito. Cari tiene la asombrosa particularidad de decir todo como si fuera una broma, hasta lo más serio. Le conté la historia y se rió con ganas.

- Se jodió sola la loca. Me dijo Cari.

- ¿Por qué? ¿No se supone que está segura ahora?

- Las que están con refugio dentro de la cárcel de mujeres son minas que mataron a sus hijos y están olvidadas por la familia. ¿Qué podés esperar de una mujer que mata a sus hijos? Son gente muy jodida, odiadas por todos, resentidas, abandonadas y con un futuro incierto surgido de una vida deshecha.

- - O dos. Acoté.

- O dos, la de ella y la del hijo o hija al cuál mató. Luego están las minas de la fuerza, que son jodidas por ser delatoras, para no perder los privilegios y además porque, a pesar de ser delincuentes, se creen que no lo son. Se transforman en buchonas por un mate o por quedar bien. Además, como la gente de las fuerzas poseen un falso sentido patriótico, caen muy fácil en la xenofobia. Ella ahí no creo que la pase bien. Pensá que va a ocurrir si un día tiene un problema. ¿Adónde la van a llevar?. Cuando estás en un pabellón común, si tenés un problema te podés ir a otro pabellón. Cuándo tenés problema en el refugio, el camino se te cerró. ¿Adónde vas?

El escenario que me describió Cari, no lo había analizado. No obstante, debo confesarlo y sin pena ni remordimiento pensé: que se joda.

 

 

Capítulo XVII: Contra ataque.

Contraataque: Una acción ofensiva que un jugador inicia en respuesta a otra que su oponente desató con anterioridad.

 

Al tiempo me llamó Camila. Era un domingo tarde. Me sorprendió la hora de la llamada.

– ¿Qui hubo? Le pregunté sorprendido.

- Aquí nada, te llamo para hablar con usted.

- Escuchame, cada vez que me llamás, es para pedirme algo. ¿Qué me vas a pedir ahora?

- Me otorgaron el arresto domiciliario.

Casi me caigo del asombro. Por un lado me alegraba honestamente por ella, pero más por la nena. Por otro lado, cómo es posible que con los antecedentes del caso, se lo otorguen. Era inaudito; igual la felicité. Ella agregó.

- Hay dos favores que le pido.

- ¿Cuáles?

- Me piden 150000 pesos para otorgármelo. ¿Me los puedes prestar?

- ¿Qué? ¿Vos me viste de banquero? ¿De dónde querés que saque tanta guita?

- Si la tienes, tienes tu casa.

- ¿Qué? Veamos, ¿vos me estás pidiendo que a modo de garantía ponga mi casa, para que te otorguen el arresto domiciliario?

- Si, mira hay plazo esta semana para presentarse en el juz… La interrumpí con planteos lógicos.

- ¿Y qué ocurre si vos te fugás nuevamente?

- ¡No me voy a volar!

- Bien, dejá que te explique lo que va a pasar. La justicia embarga mi propiedad. Me quedo en la calle y arruiné el patrimonio mío y de mis hijos. ¿Cuál es el otro favor?

- Mañana viene la trabajadora social del juzgado. Francisco tiene que ir a trabajar. ¿No podrías atenderla tú? Francisco te lleva ahora mismo las llaves.

- Una vez afuera ¿qué pensás hacer? ¿Seguir trabajando?

- Claro, voy a seguir como manicurista como lo hice siempre.

- ¡No me tomés por idiota! Al juez, al fiscal mentiles si querés; a mi no. Vos y yo sabemos muy bien cómo te conocí, a qué te dedicabas y sabés a qué estoy haciendo referencia ahora. Tus avisos se volvieron a publicar en estos días. Repito la pregunta. ¿Pensás seguir trabajando?

- Tengo que ganarme la vida.

- Mirá, yo no puedo poner en riesgo mi patrimonio. Tampoco puedo quedar pegado en una causa por narcotráfico, así como tampoco puedo quedar pegado en una causa por trata.

- Pero de qué está hablando, carajo.

- Vos podrás pensar que soy un idiota. La situación es sencilla. Cuando la trabajadora social del juzgado llegue, me va a preguntar quién soy, va a pedir mis documentos y los va a volcar en el informe ambiental. Informe que va a ir al expediente judicial. Seguramente me va a interrogar. ¿Qué voy a decir? ¿La verdad? Si digo la verdad, ¿te van a dar el arresto domiciliario? Si miento y después se descubre la verdad, quedo pegado en cosas que no me corresponden. En esta historia, hay muchas mentiras y mentirosos. Yo no puedo, ni quiero quedar pegado. Tampoco soy un mentiroso

- ¿Usted por qué es así conmigo?

- ¿Debo explicarlo?

- Mira, te pido este último favor y te juro que nunca más te vuelvo a molestar. Es por mi hija también que te lo pido.

Sentí asco de la situación. Tiempo antes, supuestamente pensaba abandonar a la hija porque era un estorbo en su vida– si es que no era una estrategia para acercarse y ablandarme el corazón- y, ahora estaba conmovida por su niña. Y la esgrimía para obtener mis favores, los de la justicia. No sentía que amara a su hija, sentía que la usaba como ariete para conseguir salir airosa de situaciones apremiantes. Dicho de otra manera, estaba usando a su propia hija para poder zafar.

- Lo siento, no puedo seguir al lado de una mentirosa.

Colgué. Esa noche no tuve pesadillas, las cuales se tornaron esporádicas a partir de ese momento de liberación. Al tiempo, desaparecieron.

 

 

Capítulo XVIII: La Dama contra ataca nuevamente; yo también.

“Te agradezco lo que has hecho por mí para que me otorguen el arresto domiciliario, pero jamás te perdonaré que me hayas abandonado en el momento en que más te necesitaba. Suerte con tu vida”

 

Días después a la última conversación que había tenido con Camila presa, me entró su mensaje de texto. Recordé las palabras del paisa y esperé hasta llegar a casa para responderle. Mi respuesta fue un mail cargado con una andanada de misiles que blanqueaba su verdadera historia. Si estaban siendo monitoreadas, que se sepa quién es quién en esta locura. No tuve una pizca de piedad. En una carilla o más, volqué sus manejos, la prostitución, el rol de su pareja, etc. En cierta manera, también buscaba lavar mi imagen, para despegarme de ella y su entorno nefasto.

A los días me entró otro mensaje; mi enojo seguía. Todo terminó con un mensaje de ella tratándome de “poco hombre” dado que había ventilado la intimidad de una mujer. Solté la carcajada. Ya no tenía sentido seguir en una discusión estéril. Su concepto de hombría, de amistad, de amor y de ética se encontraban distorsionados. No estaba en mí, dado que escapaba a mis intenciones y posibilidades, el de hacerle entender lo equivocada que estaba frente a la vida.

 

Capítulo XIX: Perdonando un jaque mate y aceptando tablas

Un año más tarde, por la noche, la sorprendí caminando por Flores en las cercanías de la plaza. Era evidente que estaba trabajando. Quedó paralizada al verme casi cara con cara. La llamé, se hizo la tonta, mientras se alejaba. Llevaba nuevamente su pelo suelto, si bien algo descuidado. Iba con un pantalón jean que resaltaba su cola voluminosa. Estaba aparentemente, en su peso respecto a la última vez que la ví. No obstante, si bien mejor, no se encontraba tan subyugante como antes. Tal vez fuera lo vivido con ella que me hacía verla de esa manera. O, quizá, el paso por la cárcel había hecho mella en su atractivo físico. Era una linda mujer, pero ya no poseía esa hermosura impactante.

Al igual que la primer pregunta de esta historia, Camila se debe haber preguntado quién nos puso en la misma acera en ese momento. Debe haber maldecido el momento de encontrarme e imagino que debe haber caído presa del pánico a que llamara a la policía, le sacara una foto y denunciara que estaba violando su arresto domiciliario. La vida, supongo, esa noche se cobró una peculiar venganza.

Eso no lo hice. Nuevamente no fue por ella, lo hice por su hija. Debo confesar que me dio tristeza ver a esa hermosa mujer, que había vivido una vida de lujos, derrochando dinero, llevando su cuerpo escultural y su hermoso rostro ganando la atención de cuánto hombre se le cruzara, acostumbrada a ganar “harta plata”, trabajando por las calles por cifras que en otro momento ella no hubiera aceptado. Caminando sola por la calle, abandonada por la vida.

Ella, fascinada por el dinero fácil, al igual que Icaro, voló más alto de lo que podía. No fue la cera que se le derritió. Fue su mundo de engaños y mentiras. Al igual que Icaro cayó desde lo alto, desde su mundo de fantasía.

La historia de ella siguió. Solo, que en esta oportunidad, Camila, en vez de volar alto, voló bien bajo. La bruma de la vida, no la dejó ver su rumbo. Tal vez siga volando, tal vez se haya terminado su derrotero. Quizá, su derrotero no termine nunca, porque aún no supo amigarse con ella misma.

Probablemente algún día termine de redactar esa vaina, debería hacerlo porque sería una de las demostraciones más acabada de la falta de escrúpulos y de agradecimiento que he conocido. Sin embargo, me temo que con todo esto que conté, ya los haya agobiado demasiado.

Editado por Profe tumbero
  • Thanks 1
Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

  • Respuestas 33
  • Created
  • Last Reply

Top Posters In This Topic

  • Members

Re: Solo un partido de ajedrez (la novela)

 

Ahí fue la devolución, el Profe tiene como para hacer una flor de novela :aplausos:

Saludos

Profe,(aplauso:)

Tiene una autorizada opinión de alguien, que de esto sabe, yo modestamente sigo releyendo, y es atrapante, lo que publicó, Como sigue?.

Creo que el foro, le va a quedar chico.

Saludos.

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

  • Members

Re: Solo un partido de ajedrez (la novela)

 

Profe, no cualquiera elige con soberana libertad el trabajo que hacés y por eso transité tu relato con gusto y como una suerte de homenaje a su autor.

Lo leí, íntegro; una historia interesante que creo roza con bastante proximidad algunas circunstancias potencialmente factibles para quienes frecuentamos escorts.

Lo digo porqué anduve cerca de algo parecido en forma involuntaria como vos, sólo que tuve más suerte y no hubo más consecuencia que la de saber lo que pudo haber sucedido.

Un lujo tu editora también, as always...

Mis respetos.

Editado por JimBeam
Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Re: Solo un partido de ajedrez (la novela)

 

Estimado Profe se agradece que comparta esta sórdida historia gateril de la cual, como muy bien dice Jimbeam, cualquiera de nosotros hubiese podido ser victima. Como hemos comentado yo tambien pude disfrutar varias veces de esa cautivante belleza. Al parecer nuestro gusto y adoracion por este tipo de mujeres se traduce en un muy evidente feedback que, profesionalmente, hemos disfrutado mucho en nuestro caso. Contrariamente al parecer tuvo varias xps malas o reguleras con varios colegas:

 

http://www.escortsxp.com/foro/chicas-escorts-entre-18-y-40-a-os-ciudad-de-buenos-aires/181903-sofia-bg-cenetenario.html

 

Ahora uno descubre que esa curvilínea maravilla en realidad era un verdadero súcubo de dimensiones mortales. Matematicamente podríamos graficar que el tamaño de su culo era directamente proporcional al nivel de sus desquiciantes problemas y conflictos.

 

Seguramente en la actualidad habrá abducido algún otro colega del cual intentara sacar provecho aunque ya con un baqueteado atractivo. Espero no cruzármela nunca ya que guardo su bello recuerdo en mi mente y en fotos que todavía conservo.

Felices coitos para todos!!

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

  • Members

Re: Solo un partido de ajedrez (la novela)

 

Gracias por compartirlo, Espero que el hipotetico ajedrecista de esta historia haya podido definitivamente " enrocar" para protegerse y seguir jugando "simultaneas", y que las tablas hayan sido por "repeticion" y no por "ahogado"....

 

yo no escribiria la siguiente parte. Las mejores historias no tienen final...

Bloom gatearia en Recoleta o en Boedo ?

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

  • Members

Re: Solo un partido de ajedrez (la novela)

 

Gracias por compartirlo, Espero que el hipotetico ajedrecista de esta historia haya podido definitivamente " enrocar" para protegerse y seguir jugando "simultaneas", y que las tablas hayan sido por "repeticion" y no por "ahogado"....

 

yo no escribiria la siguiente parte. Las mejores historias no tienen final...

 

 

El ajedrecista de esta historia debió jugar varias partidas más, contra ella y contra otros jugadores que aparecen nombrados en la historia.

Igual, la dama debió jugar varias partidas simultáneas, pero contra jugadores mucho más profesionales. A ella la enrocaron, ella mando a sacrificar peones para resguardarse y no terminar con la partida ahogada.

Creo que la historia de ella va a terminar algún día, pero no de la mejor manera. Ojalá me equivoque.

Abrazo y gracias por pasar.

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

  • Members

Re: Solo un partido de ajedrez (la novela)

 

Profe,

Creo que luego de varias pasadas por SOLO UN PARTIDO DE AJEDREZ (La Novela) tengo un panorama del relato. Le pudo pasar a cualquiera, pero para contarlo así, debe haber vivencias compartidas con el relato. No digo que le haya pasado a Ud solo, es una recopilación de realidades muy bien contada, su experiencia de la vida y del trabajo lo ayudaron y pudo producir la novela. Es en parte una vivencia y en parte una recopilación.

Lo felicito tiene pasta para escribir, que ya lo sabiamos todos, los que leimos sus intervenciones, pero esto incluye un trabajo que realmente trasciende este foro. Mi aliento a que siga escribiendo, lo felicito.

Su amigo.

Saludos

Editado por antiguo
Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

  • Members

Re: Solo un partido de ajedrez (la novela)

 

Profe,

Creo que luego de varias pasadas por SOLO UN PARTIDO DE AJEDREZ (La Novela) tengo un panorama del relato. Le pudo pasar a cualquiera, pero para contarlo así, debe haber vivencias compartidas con el relato. No digo que le haya pasado a Ud solo, es una recopilación de realidades muy bien contada, su experiencia de la vida y del trabajo lo ayudaron y pudo producir la novela. Es en parte una vivencia y en parte una recopilación.

Lo felicito tiene pasta para escribir, que ya lo sabiamos todos, los que leimos sus intervenciones, pero esto incluye un trabajo que realmente trasciende este foro. Mi aliento a que siga escribiendo, lo felicito.

Su amigo.

Saludos

 

Hay mi estimado colega y amigo.

¿Si le digo que no es una recopilación? ¿Si le digo que todavía falta y mucho? No la puse entera la historia por varios motivos, a saber:

No ser abusivo con Briar Rose, que me dió unas cuántas manos.

No ser abusivo con los colegas que se iban a topar con una historia peor que la historia de Grosso.

Porque no la terminé todavía y varios colegas (usted era uno) me pedían que la de a conocer.

 

Y acá salió esta versión acortada.

 

Luego, cuando la tenga lista, se la mandaré.

Abrazo

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

  • Members

Re: Solo un partido de ajedrez (la novela)

 

Profe,

Por mi percepción, creo que el relato,tiene un poco de todo, sin experiencias de vida, no necesariamente recopilaciones, vivencias y talento para escribir no se puede, crear esta novela, en cuanto a las manos que le dio Briar Rose, si bien creo que las aprecia, no serían validas, sin su trabajo.En homenaje a la brevedad!!!

Saludo.

Enlace al comentario
Compartir en otros sitios web

Guest
Este tema está cerrado a nuevas respuestas.
  • Actividad relevante

    • La visite varias veces, se fue tuneando bastante y creo que fue mejorando, pero es como dice el compañero, se le gustan bien corpulentas va como piña, sino no, siempre fui de activo todo bien

    • Es un tiro al aire. Con ella tuve buenas experiencias en la zona roja, pero un día de la nada le pinto la chiripiorca y me empezó a pelear x una boludes de la nada. Obvio me hice el boludo y a otra cosa, pero me di cuenta de que esta pirada mal

    • La visité una sola vez. Cuerpo terriblemente grande culo, tetas si te gusta ese perfil🤷‍♂️🤷‍♂️Amigo mini cero erección al menos conmigo y te despacha rápido. Saca tus conclusiones. Yo no vuelvo pero otros pueden que le guste ese tipo de cuerpo

       

    • La visite una vez pero no me gustó de cara (algo muy importante para mi) así que me disculpe y me retire del lugar. 

      Se le veía lindo cuerpo sobre todo la cola, pero decidí no quedarme por lo antes mencionado.  Saludos 

    • Buenas como andan? Ando con ganas de volver a las canchas despues de un tiempo y vi que eva erfolg va a andar por capital esta semana. Se la ve bien activa como me gusta y con una herramienta importante. Se que es de cordoba pero prácticamente no hay info de ella en ese foro. Alguno tuvo contacto con ella o llego a concretar algo? 


Escorts Buenos Aires Foro Escorts ESCORTS ESCORTS Zona Sur ESCORTS Zona Norte ESCORTS Zona Oeste ESCORTS Mar del Plata ESCORTS La Plata ESCORTS Cordoba ESCORTS Rosario ESCORTS Mendoza ESCORT Buenos Aires ESCORTS CABA ESCORT ESCORT Belgrano ESCORT Caballito ESCORT Centro ESCORT Chacarita ESCORT Microcentro ESCORT Palermo ESCORT Puerto Madero ESCORT Recoleta ESCORT Tribunales Escorts Almagro Escorts Belgrano Escorts Caballito ESCORTS CABA Escorts Centro ESCORTS Cordoba Escorts Flores ESCORTS La Plata ESCORTS Mar del Plata ESCORTS Mendoza Escorts Microcentro Escorts Once Escorts Palermo Escorts Recoleta ESCORTS Rosario Escorts Tribunales ESCORTS Tucuman Escorts Devoto Escorts Villa Urquiza ESCORTS Zona Norte ESCORTS Zona Oeste ESCORTS Zona Sur Travesitis Premium ESCORTS Travestis São Paulo Travestis Bogota Travestis Barcelona Travestis Madrid Travestis Peru Travesitis FANS Escorts en Argentina // Escorts en Bolivia // Escorts en Brasil // Escorts en Chile // Escorts en Colombia // Escorts en Costa Rica // Escorts en Ecuador // Escorts en Mexico // Escorts en Panama // Escorts en Paraguay // Escorts en Peru // Escorts en Uruguay // Escorts en ESPAÑA // Escorts en FRANCE // Escorts en ITALIA


×
×
  • Crear nuevo...