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Solo un partido de ajedrez (la novela)


Profe tumbero

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Esta es la novela. En realidad es el crudo que le mande a Briar Rose para que lo lea. La cuestión es que varios colegas me han solicitado que la suba porque están intrigados.

Voy a hacer lo siguiente. Subo el crudo y después, sobre la base de los consejos de Briar, lo modificaré (editaré).

Es muy larga, pero muy larga.

Espero que puedan disfrutarla.

Un abrazo para todos.

 

Acá hay una versión mejorada sobre las recomendaciones de Briar Rose. Hay cosas que me indicó, que honestamente no sé cómo hacerlas. Otras modificaciones fueron practicadas, para hacerla más interesante. La historia de Camila continuó, estoy viendo si hacer una segunda parte o dejarla así. Tengan paciencia que la vaina no es simple.

Saludos y gracias a todos

 

 

 

Según la mitología griega Dédalo y su hijo Icaro se encontraban retenidos en la Isla de Creta. Para fugarse, el padre construyó unas alas a partir de plumas, hilo y cera. Una vez que Dedalo logró confeccionarlas y verificar que funcionaban, le enseñó a su hijo a usarlas. No obstante, le advirtió que no debía volar muy alto, debido a que el calor del sol podría derretir la cera y arruinar las alas. Tampoco podía volar muy bajo, debido a que la bruma del mar no lo dejaría ver. Icaro, levantó vuelo y, preso por su ambición por volar alto, desoyó las indicaciones de su padre. Voló más alto de lo debido, con lo cual consiguió que la cera de sus alas se derrita y caiga al océano.

 

Ustedes son libres de creer si esta historia es verdadera o no. Supongamos que lo es. Si llegara a serlo, tengan en cuenta que ningún nombre va a ser real y que no pueden serlo por razones que después le resultarán obvias. Los lugares en su mayoría también son cambiados. Hay datos que faltarían de exprofeso, otros porque no los sé. Si la historia llegara a ser real, es terrorífica y espantosamente cruel. Si es real, esta realidad duele. Ustedes son libres de creerla o no. Yo soy libre de redactarla y de no responder preguntas.

 

Hay cosas que no son fáciles de interpretar, al menos de manera racional. Si, uno las trata de adjudicar a alguna suerte de comodín religioso o esotérico, a modo de recurso para explicar vagamente aquello que nos es imposible de hacerlo cabalmente. Entonces, de esta manera uno recurre a frases tales como “así lo quiso Dios”, “el diablo metió la cola”, “los astros se alinearon”, etc. No puedo más que aplicar esta vía, para comenzar a excusarme ante la primera pregunta que me voy a formular a continuación.

¿Cómo fue que tras ver las fotos de ella, en su aviso publicitario de una página de escort, me di cuenta que no era venezolana, sino que era colombiana? Dios lo debe haber querido así. No me satisface la explicación, pero me permite salir con cierto aire de este primer interrogante planteado. La primera pregunta que me formularé y, seguramente, la primera que este relato les generará a ustedes.

 

Capítulo I. La hermosa Caissa,

Caissa: Diosa o Musa del Ajedrez. El nombre es tomado de una Ninfa de un poema compuesto por Sir William Jones en 1763

El ritual típico de los gateros es recorrer las páginas de escort que figuran en Internet. De los avisos de estas, extraemos los números telefónicos de las señoritas que nos interesan y, con la cual armamos nuestra lista de “chicas pendientes a visitar”. Las modalidades son diferentes, ya que están los que tienen su página favorita y se limitan a ver las novedades. Otros recorren todos los avisos por si se le escapó alguna que pueda interesarle. Otros recorren todas las páginas en busca de mujeres que le resulten motivadoras. Están aquellos que seleccionan por color de cabello, por determinado físico, porque brindan determinado servicio, por edad, por tener experiencias positivas, por tener experiencia, por ser novata, etc. En síntesis, deben existir tantas modalidades como gateros.

Lo correcto, o quizá lo más simple para comenzar esta historia, sea que hable como es mi estrategia de selección, aunque tampoco sea tan simple de hacer. Suelo tener temporadas en donde me interesan mujeres de determinado físico, en otras las elijo por el color de cabello o por raza. No obstante, tengo predilección por las caribeñas, pero con preferencia por las colombianas. Justo en ese momento estaba buscando alguna de ese país.

Entré en una de las páginas más famosas de acompañantes y, en esa suerte de mosaico conformado por las fotos de miles de mujeres, me llamó la atención una. No puedo explicar cuál fue el motivo, ya lo comenté, por el cual me di cuenta que era colombiana. Recorrí su aviso, miré sus fotos, quedé absorto frente su cola. No obstante, el aviso aclaraba que era oriunda de Venezuela. Igual, su hermoso cuerpo me motivó a llamarla. Al hacerlo y realizar el ritual habitual de conocimiento, pude certificar que mi idea primigenia era correcta. No era venezolana y que me encontraba frente a una colombiana. Me limité a realizar las preguntas tradicionales de este ritual, respecto al tipo de servicio que brindaba. Es decir, si trataba de asemejarse a una suerte de novia o amante, dando besos efusivos, si practicaba SEXO oral con condón o sin él y, sus aranceles. Todo esto, a la vez que trataba de descifrar su entonación. Tras cortar, me quedaba una duda, no estaba totalmente seguro respecto a la zona de Colombia donde provenía la señorita en cuestión.

Para esa época, era cliente de una mítica escort, la cual dentro del foro tenía decenas de excelentes experiencias, a punto tal que la habían apodado “La Boca de Dios”, debido a su excelente SEXO oral. Si bien entre nosotros teníamos mucha química y se había formado una linda amistad, era muy difícil concretar una cita con ella, debido a su enorme cartera de clientes y, a la calidad de su servicio. Había intentado comunicarme con la “Boca de Dios” pero fue imposible. No obstante, comunicarme con la colombiana había sido muy fácil, debido a que ella, si bien hermosa, no era famosa. Entre ambas mujeres, además de su género, solo se asemejaban por la cabellera. Físicamente eran muy diferentes, no obstante ambas me quitaban el aliento al ver las fotos. El deseo de estar con una colombiana, la hermosura de esta mujer, el desafío de probar algo nuevo, el maravilloso movimiento de cadera que realizan las caribeñas cuando se encienden, me llevaron a realizar a los días, la segunda llamada.

Ya en esta oportunidad, pude determinar con precisión quirúrgica la zona geográfica, lo cual me motivó más aún el conocerla. Zona de “tierras calientes”, de mujeres hermosas y, a la vez, ardientes. Arreglé ese mismo día para conocerla.

Cuando llegué a la casa, tras tocar el timbre del portero eléctrico y dialogar brevemente con la misma voz, esperé impaciente que descienda. Bajó, mucho más baja que lo que me había imaginado. Con una linda sonrisa, de cabellera negra larga y lacia. Su cuerpo, debido al atuendo que llevaba puesto, era casi indescifrable; parecía ser más gorda, bastante más que lo que mostraban las fotos. No obstante, era ella. Debo confesar, pensé en irme. Mucho tiempo después, me lamenté de manera espantosa no haber tomado esa decisión, pero carecía de sentido hacerlo; es inútil llorar sobre la leche derramada. Ella me guió y subimos por la escalera. Su enorme cadera y su indescriptible trasero era imposibles de no mirar y admirar. Ella lo sabía, y creo, disfrutaba de esa situación, del saberse deseada y que ese viaje convencía y estimulaba al cliente. Al llegar al primer piso se detuvo y me miró sonriente para preguntarme de manera pícara “¿le gusta el paisaje?”. Con mi cara adusta respondí lacónicamente: “soy un hombre que para evaluar prefiere poner las manos en la masa” (aunque debiera ser las manos en la moza, para estar acorde a esta ocasión). Su respuesta, no hizo más que confirmar mi idea: “Tan lindo”

Tras abrir la puerta me preguntó si quería pasar al baño, lo cual acepté. Era invierno, el frío en las manos las había transformado en dos churrascos salidos del freezer, nada estimulantes para una experiencia sexual en ciernes. Además, los benditos y malditos diuréticos decían a viva voz “presente”. Al ingresar al baño, quedé impactado por el frío que hacía. Para colmo de males, ni siquiera alfombra de baño había. Fue tal la sorpresa que desde adentro le dije en voz alta: “con este baño no necesitás heladera, al menos te ahorraste la compra de un electrodoméstico”

Ella vino, se rio y, sin dejar de sonreír, me dijo “¿me cancelas?”

Saqué de mi saco los billetes y le señale que adquiera una alfombra. Pisar el piso helado era una tortura. Nada al lado de lo que terminé viviendo.

Se retiró con el dinero y exclamó “ponte cómodo, ya vuelvo”. Hice caso, me quité la ropa y la esperé vestido solamente con el bóxer. Al rato entró al cuarto con un conjunto de ropa interior de tres piezas color violeta. Es decir, soutien y tanga pero por sobre esta dos piezas una suerte de baby doll. Se había cepillado su cabellera, dándole una suerte de volumen. Al parase en el marco de la puerta, exclamó, a la vez que estiraba los brazos hacia arriba formando una Y con su cuerpo: “¿Te gusta? ¿Qué te parece?” A la vez, se había montado en unos zapatos con tacos altos que son una demostración acabada de que la magia existe. Le estilizaban sus piernas, haciéndolas lucir exquisitamente estimulantes.

Estaba con la boca abierta. Con cierta dificultad para encontrar frases inteligentes. La mujer estaba deslumbrante. No recuerdo si dije algo, creo que me acerqué, la tomé por la cintura y comencé a besarla. Mis manos me revelaron que la cintura era pequeña, pero su cadera era enorme. Le extraje el baby doll y la llevé a la cama. Tuvimos casi una hora de sexo pleno. Ella sorprendida porque siendo argentino, no cavaba fácil con sus magistrales movimientos de cadera y variaciones de velocidad. Por momentos acompasados y lentos, para irrumpir en aceleraciones vertiginosas. Luego me comentó que con esos cambios de ritmo, los argentinos se desconcentran si “pretenden retener y terminan acabando rápido”, pero no era así conmigo.

Tras acabar, ella paso a higienizarse. Yo esperé; era un volcán y entrar en ese cuarto de baño helado podría enfermarme.

Mientras ella estaba en el baño, comencé a preguntar de manera indiscreta.

- ¿De dónde sos?

- De Venezuela.

- ¿De qué región?

- Maracaibo.

- ¿Hace mucho que estás acá?

- Un poco más de un año.

- Qué raro. Tu acento no es el de una venezolana, sino corresponde a la gente del Magdalena en Colombia.

El ruido del chorro de agua cesó de manera abrupta. Evidentemente cerró de manera violenta la canilla.

- ¿Tú como sabés? ¿Por qué me preguntas eso? y salió del interior del baño para observarme desde el marco de la puerta.

- Soy un colombiano chiviado (trucho en lunfardo colombiano).

- ¿Tú? ¿Cómo así? ¡No suenas a colombiano!

Sonreí, en cierta manera conocía el acento colombiano. Así como yo podía diferenciar el acento venezolano del colombiano. Le respondí en lunfardo venezolano:

- Chama, que no hablo mamahuevadas.

Esa frase la dejo confundida. Aclaré que también conozco Venezuela. Y agregué.

- Mi familia es de la zona del Magdalena, viví años allá y la conozco muy bien. Vos hablás como la gente de esa región, no como una venezolana y mucho menos de Maracaibo. Ahora ¿vas a decirme la verdad?

- ¿Usted nació acá?

Una estrategia, vulgar para tomar tiempo para responder. La aborté, respondí con un gesto moviendo la cabeza y pregunté de manera inmediata.

- ¿Vos?

- Soy venezolana, de padres colombianos. Nací allá y me llevaron a Colombia casi recién nacida. Es verdad, crecí muy cerca de la orilla del río Magdalena. Tengo documentación venezolana, pero jamás regresé a mi país.

Como historia sonaba creíble. Pensé en preguntarle varias cosas, pero ella se adelantó. Tiempo después entendí bien el motivo.

- ¿Usted a qué se dedica?

- Docente.

Acto seguido comenzó a preguntarme respecto a las asignaturas que enseñaba y en dónde. Cuando toqué ese punto quedó impresionada. Suele haber dos posturas encontradas. Están los que sienten desprecio tanto por el dispositivo carcelario, como por el colectivo y se niegan a avanzar en el diálogo. Incluso están los que me meten dentro debido a su limitación intelectual y me hacen partícipe de su desprecio. Están los que preguntan por morbo, admiración, etc. Ella pertenecería a este segundo grupo. Hablamos bastante. En realidad respondía a sus preguntas.

- ¿Cómo son las cárceles acá?

- Supongo que al igual que en todo el mundo, lugares tristes. Obviamente, con ciertas diferencias. Respecto a qué punto preguntás.

- En Colombia hay hacinamiento y el baño es un agujero en donde hacen las necesidades cientos de presos.

- Bueno, acá tan así no son. Aunque las condiciones de salubridad, no son las indicadas. Igual, no todas las cárceles en la Argentina son iguales.

- ¿En las que usted está?

- La cárcel de Devoto posee pabellones abiertos.

- ¿Cómo así?

- Imaginate galpones, donde conviven varios decenas de presos cada uno con una cama, pero cuchetas. Y comparten un solo cuarto de baño, con algunos inodoros, mingitorios y duchas.

- No hay intimidad.

- Suelen poner toallones para separar la visual, pero obviamente casi no la hay.

- ¿La cárcel de mujeres como es? ¿Has estado?

- Si, ahí trabajé. Depende del pabellón.

- ¿Cómo así?

- El pabellón de ingreso en donde las reclusas pasan sus primeros días, son igual que los que te describí en Devoto. El baño no posee puertas, no hay espejos para evitar que se rompan y se lastimen. Los de población de bajo estrato social, por decirlo de cierta manera, también son iguales. Los de conducta, tienen una suerte de celdas individuales las que llaman “celulares” en donde la reclusa puede cerrarse y tener su privacidad. Ahí se permiten espejos, utensilios de cocina tales como cuchillos, tenedores de metal.

- ¿No se puede ir a esos celulares directamente?

- En teoría no, son beneficios que el interno o interna debe ir ganándoselo.

- ¿De qué manera?

- En teoría teniendo buen comportamiento, evitando las peleas, las sanciones por faltar el respeto, por trabajar y estudiar. Esas son reglas de oro en un penal.

- ¿Hay violencia en las cárceles de mujeres?

- Sí. Existe la idea que la violencia es algo inherente al género masculino. No, es inherente a nuestra especie o sociedad. Las mujeres son violentas y dentro de una cárcel, hay cosas que se potencian.

- ¿Por qué trabajar ahí? ¿No buscaste un lugar mejor?

- Para mí, el trabajar en la cárcel no es un castigo. Es un desafío.

- ¿Desafío?

- Si, un desafío intelectual. Y además, una labor social. La gente que entra, más allá de haber delinquido o no, suele provenir de estratos sociales pobres. Van presos, por no tener plata para pagar arreglos judiciales, fianzas, coimas, honorarios de abogados prestigiosos, por carecer de contactos, etc. Algún día esa gente recupera la libertad; lo lógico es que no salga peor que cuando entró. Si no hay cierta dosis de humanismo en el trato que reciben, después no se puede pedir que ellos lo sean. Si a golpes se los trata, se fomenta su resentimiento, con lo cual obtendremos resentidos sociales e individuos más violentos, no la redención de delincuentes. La idea, justamente, es tener lo contrario; una sociedad mejor, más humana y respetuosa del prójimo. Por lo tanto, el Estado no puede vulnerar los derechos contemplados por la ley, con lo cual si viola las leyes, es un contrasentido el castigar a un particular porque violó la ley. El primero que debe respetar la ley, para hacerla valer, debe ser el Estado mismo. La cuestión m´hija, que en esta vaina del berraco, siempre hay hijos y entenados.

 

 

Nos vestimos y me invitó a tomar algo, lo cual hicimos sentados alrededor de una mesa que tenía en la sala. Hablamos mucho de la sociedad colombiana, de las diferencias con la sociedad argentina, etc. Ella festejaba mi uso del lunfardo colombiano y que ella podía usarlo sin tener que estar explicando cada palabra para hacerse entender.

Me comentó que estaba en pareja con un argentino, separado y que tenía hijos de un primer matrimonio. El tipo había sido cliente de ella. Ella tenía una niña, hermosa, de la cual me mostró una foto. Era un calco de ella.

Al sonar el teléfono atendió y, por fortuna pude apreciar su cola desde perfil. Quedé impresionado con la curvatura de sus nalgas. Años después escuché la descripción exacta de una cola de esa forma en la boca de Silvestre Dangond, un cantante de vallenatos. El comparaba esa forma de cola con la punta de una “patilla” (sandía). Era así, era la única manera de describirla de forma exacta. Nunca jamás volví a ver semejante cola. Nunca había visto algo semejante antes.

Me despedí de ella a los besos, cuál amantes. Al irme me preguntó:

- ¿Va a volver? Mire que la pasé muy bien con usted.

¿Qué podía responderle? Yo también la había pasado de mil maravillas. La señorita era preciosa, era maravillosa en la cama, no era muy cara, me divertía mucho hablando con ella. Le respondí: “Obvio que sí”.

No pasó demasiado tiempo para volver a visitarla. A punto tal que se me hizo una adicción y desplazó a la maravillosa Micol Ex SI y a Morena (también Ex SI) de mis prioridades. La niña colombiana me dejaba satisfecho por demás.

Me comentó su vida, que no era fácil. Ella tras separase de su marido, formó pareja con un colombiano que la trajo a la Argentina. El tipo encanó por una cuestión de “pincha ruedas” (un adelantado) y ella quedó a la deriva económicamente. Comenzó a trabajar de prostituta. Primero en uno de los famosos boliches de Recoleta. Ahí conoció a un colombiano, de Medellín, que se dedicaba a los negocios inmobiliarios en Colombia y que había abierto sucursales en Argentina. Un tipo millonario que quedo embelesado con la hermosura física de ella. Rápidamente se pusieron de novios y ella quedó embarazada. Al tiempo, mientras ella estaba sola en la casa, llamaron a la puerta. Era una mujer que a los gritos le recriminaba por ser una “roba maridos”. Era la esposa legal y verdadera del colombiano. Se tomaron a los golpes y ella furiosa tras el engaño de su pareja, abandonó la casa, con su maleta y un embarazo a cuestas a punto de definirse.

Rodó y rodó. Cuando se le acabó el dinero, salió a trabajar nuevamente con su niña de días apenas. Rodó, rodó y siguió rodando. Estuvo en varios lugares y en uno de ellos terminó de conocer a su, en ese momento, actual pareja. En teoría, le daba mala vida, porque la maltrataba, llegando incluso a golpearla.

Nuestra relación prosiguió durante bastante tiempo, terminando en una linda amistad.

 

Capítulo II: Apertura con “Gambito”

Gambito: Consiste en una maniobra de apertura en la que, como mínimo, un Peón es ofrecido a cambio de una sólida posición, una oportunidad de ataque o una ventaja de tiempo y espacio que permite un desarrollo rápido.

 

Un día me llama y me comenta que estaba trabajando en un PV exclusivo por la zona de Recoleta, me pidió que la vaya a ver y que le mande amigos míos gateros. Cuando le pregunté respecto a los aranceles, no sabía si reír o llorar; mil doscientos pesos, de esto hace como cinco años atrás. Le señalé que para el bolsillo de un trabajador medio, era una cifra demasiado elevada. Le propuse de ir a un telo, seguirle pagando la cifra que le venía pagando y hacerme cargo de los gastos del hotel. Aún así era mucho más económico. No se podía porque según ella, su pareja la acompañaba o la controlaba. Además estaba celoso de mi, por la relación de amistad que teníamos. Que no quería problemas. Ella me propone hablar con los dueños del PV para conseguirme un “precio promocional”. Me negué, por más descuento, para mi el arancel era exorbitante.

Durante ese tiempo publicó fotos nuevas de promoción y las bajé. Se veía espectacular. Según ella solamente le habían dado color y no había retoque. El sentido estético de estas fotos era diferente a las que había visto en su primer aviso. Por un lado se notaba la presencia de un fotógrafo profesional, con una luz cuidada, con buenos ángulos. Sin embargo, ella no se ofrecía de manera ordinaria, en las poses había cierta dosis de sutileza, su atuendo era delicado, ella se encontraba maquillada de manera que resaltaba su femineidad. Ignoro si esto obedecía a directivas de los dueños del privado, de la capacidad artística del fotógrafo o que ella, había decidido mostrase de otra manera. Si su postura interna, como prostituta sí, pero a la vez como mujer, era de posicionarse en una actitud sana de respeto por su calidad de mujer. Si bien jamás se lo pregunté, opté por esta última opción. Quería verla no como una trozo de carne pendiendo de un gancho, sino como una hermosa mujer, que mostraba su belleza; aunque tanto una como otra al final de cuentas, brindaran sexo a cambio de dinero. La cuestión, es que para mi visión, era más digno para ella, estas nuevas fotos.

No obstante, a pesar de su belleza, de lo hermosa que se veía, ella recurría a mí para recuperar su cartera y obtener nuevos clientes. Era evidente, que la belleza por sí sola, no alcanzaba.

 

Capítulo III: Mueve la Dama

Pasaron los meses y no tuve noticias de ella. Un día feriado, mientras llovía furiosamente me entra un mensaje de texto de un número desconocido. Se presenta como ella, me comenta que estaba trabajando en un departamento relativamente cerca de mi casa. Me invitaba a visitarla. Luego me pide si podía llamarla, ya que necesitaba hablar con un amigo.

La llamé. Me atendió llorando. Me comentó que las cosas le iban mal desde el punto de vista económico, que se había ido mal de ese PV de Recoleta, que casi no trabajaba y que solamente lo hacían unas paraguayas, que por si fuera poco, le hacían la vida imposible. Ella me daba cifras respecto a lo que ganaba antes y lo que ganaba en ese momento. De las dificultades económicas y que el dueño del departamento se llevaba el 50 % de la recaudación y le había dado el ultimátum respecto a que debía resolver el tema de su hija, porque no podía vivir en ese departamento. Ella me manifestó que pensaba abandonarla, que solamente le había traído problemas y complicaciones, para definirla a la pobre criatura como “una carga”.

Se me congeló la sangre y no por el frío de la cocina de mi casa. Pensé que podía ser el inicio de un drama familiar. Por algún lado empiezan, por algún punto comienza la “galleta” que termina siendo una madre que mata a su prole. Los casos existen, no se pueden justificar, pero si comprender que algo sale mal, que no se recurre a alguien que ayude. No sé, pero me invadió el pánico de enterarme que un día esta mujer matara a su nena, debido a no manejar situaciones límite. Pensé que debía mostrarle que podían existir otras alternativas, que dejara la ofuscación de lado y evitarnos, como sociedad, otro sin sabor. Además, cómo me sentiría yo al enterarme de la existencia de un drama, viendo que pude haber charlado con un café de por medio y quizá haber aportado en algo para que eso jamás ocurriera. La sociedad la formamos entre todos, todos tenemos nuestra cuota de responsabilidad. Lo más fácil es señalar al costado y golpearnos el pecho reclamando por la ausencia de un Estado, de justicia, de un papá que venga a solucionar. Y uno qué. Todo es discutible, puede ser un mesianismo barato, puede ser una postura pueril. También puede ser cojones y sentido de la humanidad. Cada uno toma la sección del diario que más le gusta leer.

Le señalé que la vida tenía miles de caminos. A veces parecen ocultos porque no levantamos la mirada del sendero que recorremos. La invité a tomar una taza de café y, desesperado ante el temor de que cometa alguna locura irremediable, me corrí hasta su casa.

A pesar del aguacero, caminamos unas cuadras abrazados bajo mi paraguas para dirigirnos a un bar bastante sobrio, con la finalidad de charlar y buscar refugio del frío y la lluvia. Al sentarnos colocó su blackberry sobre la mesa.

Le pregunté cómo se sentía y si seguía con su idea. Ella tenía la idea de abandonar a su nena de casi dos años. Le señalé que había caminos que su posibilidad de retorno eran difíciles. Le indiqué que tuviera en cuenta el daño que le generaría su nena el abandono. En fin, traté de hacerla recapacitar. Ella por un lado justificaba su pensamiento en el deterioro económico, ya que cada vez ganaba menos. Sumado a eso, que la niña le actuaba como un estorbo. Le remarqué que hoy podía ser que la presencia de su hija fuera una complicación, tratando de ser en extremo cuidadoso al elegir las palabras y desechando palabras “estorbo”, “lastre”, etc. pero que al crecer esa situación podría revertirse.

Me comentó que había roto con su pareja y que el tipo para el cual trabajaba le daba el ultimátum para resolver el tema de su hija. Fue entonces, como de la nada, me formuló una pregunta que me dejó helado:

- ¿Podemos mi hija y yo ir a vivir a tu casa?

En otro contexto la respuesta era un no rotundo, pero acá había una diferencia no menor. La idea loca de ella de deshacerse de su niña. La idea que esa criatura, que como todas las criaturas no han pedido venir al mundo, se le endosen responsabilidades que no le corresponden, no estaba bien. Tuve miedo, debo confesarlo, que mi “no” sirviera para justificar más la postura de esta madre y que llegara a disparar algún drama. Mi no, debía ser diplomático, cuidadoso, mesurado. Sin darme cuenta, estaba jugando un partido de ajedrez; cada palabra que decía debía ser analizada, cada pensamiento meditado hasta la exasperación. Desde ese día, hasta el último de mi relación con ella, fue de esta manera, como un partido de ajedrez, lamentablemente.

Mi “no”, no fue un “no”. En realidad fue una respuesta arrojando la situación para resolverla más adelante.

- Yo eso no te lo puedo responder ahora. No estoy divorciado aún y, por lo tanto debo consultar con el abogado respecto a las posibles implicancias que puede tener esta situación. Si mi ex esposa se llega a enterar, tengo que averiguar si no me puede joder.

Mi respuesta era, en cierta manera “pan para hoy y hambre para mañana”. ¿Cuánto podía demorar en charlar con el abogado y obtener una respuesta? ¿Una semana? ¿Dos?

- ¿Cómo se va a enterar tu ex que mi nena y yo vivimos con vos?

- Fácil, mis hijos van a ir con el chisme.

- No es tan complicado, vamos a vivir a tu casa; cuando tus hijos van de visita, nosotras nos vamos el tiempo que ellos estén en tu casa.

- ¡Es una locura! ¿Qué va a suceder en caso de enfermedad tuya o de tu nena? Además, mis hijos van a observar prendas de mujer, ya sea de niña o de adulta y, van a comentarle a la madre. ¿O pensás llevarte todo cada vez que te vayas? No tiene sentido.

Planteé que pasaría con la cuestión económica. Eran dos bocas más para mi economía; algo que no se podía soslayar así nomás.

- Bueno, yo puedo seguir trabajando.

- - Ajá. ¿Qué pensás hacer con tu hija? Yo no puedo abocarme a los cuidados de ella, lo siento, también trabajo.

- ¿Podría trabajar en tu casa?

- ¿Qué? ¿Vos estás loca? Ni en pedo. Lo único que me falta, que me coma una causa por trata.

- ¿Cómo se van a enterar?

- No vivo en el medio del campo, mi amor. Hay vecinos, el portero se va a dar cuenta. Mi ex mujer se entera, me denuncia y a mis hijos los vuelvo a ver para cuando pase nuevamente el cometa Halley. Desde ya te sacás esa idea loca de la cabeza.

- Bueno, podría conseguir trabajo en un privado y dejar a la niña con una niñera.

Había una cuestión, ella no era una pariente; era una mujer con la que había tenido sexo en múltiples oportunidades y que me atraía. ¿En carácter de qué vendría y qué sucedería al convivir? Si venía como mi mujer, no estaba dispuesto a tolerar que sea prostituta. Eso lo dejé planteado como una suerte de doble estrategia. Si ella no querría dejar la prostitución, sabía que mi ayuda no la podía considerar. Además, era para ir dejando las cosas claras.

Ella me comentó que seguiría hasta ver que ocurría entre nosotros.

- Si al menos ganara más dinero, este hombre no sería tan cansón con el tema de la niña.

- La cuestión es que te alejaste del barrio donde tenías tus clientes; vas a taner que conseguirte nuevos.

- Sí, ya lo sé.

- Poné un aviso en alguna de las páginas. Yo te conocí gracias a eso.

- Para eso necesito dinero para las fotos. Esto lo dijo con cierto fastidio.

- ¿Qué pasó con las fotos que te tomaron para el privado?

- ¡Ya las bajaron!

- Lo sé, el aviso desde hace un tiempo no está más.

- Fui al privado para que me den copia de ellas, pero como terminé muy mal con la dueña, se negó a dármelas.

- Si es por eso no te hagas problema. Ella se mostró sorprendida y no emitió sonido alguno, tan solo se quedó esperando a que le aclare la situación.

- Yo las bajé.

- ¿Las bajaste? Hay eres un santo.

- No tanto.

- ¿Me las pasás?

- Claro.

Tomé una servilleta, extraje una birome del saco y le indiqué:

- Tomá, anotá acá tu casilla de mail.

Ella escribió y al rato de hizo entrega de la servilleta con su dirección anotada. La leí en voz alta, para certificar que entendía bien.

- [email protected]

- Exacto.

- Listo, hoy o mañana te las mando.

Al salir del bar, la acompañé hasta su casa, ambos abrazados bajo el mismo paraguas. Como cuando llegamos, pero sólo que ahora el acercamiento era mayor por parte de ella. La lluvia persistente, parecía no querer detenerse; ella parecía mucho más aliviada, respirando de manera calma. Yo, en cambio, estaba preso de emociones encontradas. Por un lado, mi temor a que ella cometa una locura, se había ido. Por otra parte, la idea que ella venga a vivir a casa, era un tema de cierta consideración. En el momento en que ella lo planteó, mi idea era la de un “No” rotundo; pero comenzaba, a tomar con cierto análisis, la idea de plantear una convivencia junto a ella.

Al llegar a la puerta de su casa me besó apasionadamente.

- No puedo hacerte subir. Arriba está el dueño. Viene a llevarse su parte de la recaudación.

- -Está bien, no hay problema.

- Otro día sube y estamos juntos. Tengo ganas de estar contigo.

Tras su frase, me dio un prolongado beso.

- Si no se puede, vamos a un hotel. ¿Te parece?

- ¡Seguro! Ese no es problema. ¿Hablamos?

- ¿Nos vemos la próxima semana?

- Sí, hablamos para arreglar. Que tengas buenas noches.

Tras despedirse, volvió a besarme y a darme una suave caricia por mi cara. Ella entró sonriente al edificio y, una vez que se alejara de mi vista, comencé el viaje a de retorno a la mía, con un bagaje de temas para pensar.

¿Era la única manera en que ella podía ganarse la vida? Obviamente no, aunque seguramente era la que le dejaría más rédito económico. Esto me llevaba a otras cuestiones a considerar.

En realidad, ¿ella estaba dispuesta a dejar la prostitución? ¿Qué pasaría cuando, en otra actividad, comenzara a ganar mucho menos dinero del que ella estaba acostumbrada a manejar? ¿Esto no despertaría su necesidad de regresar por la angustia de encontrarse con poco dinero? Si esto pasara, ¿yo qué haría? ¿Podría dejarla o adoptaría el papel tan triste de aceptar ser un cornudo consciente para no perderla?

Demasiadas cuestiones, lo mejor era ordenar prioridades e ir respondiendo de a una. La primera de las cuestiones era si me afectaba con el tema de mi divorcio, motivo por el cual debía consultar con Horacio, mi abogado.

 

 

 

Capítulo IV: Mi caballo infiltra

Horacio hacía nada más que civil y preferentemente familia. Todo lo concerniente a derecho penal, lo despreciaba porque según él, lindaba muchas veces con lo inmoral. Era un tipo sobrio, de posturas religiosas muy afianzadas, incapaz de pensar mal o jugar sucio. Un tipo muy correcto, a tal punto que hasta no parecía abogado. Esa noche ya era tarde para llamarlo, dado que se levanta temprano para “hacer tribunales”. Decidí enviarle un mail informándole respecto a que debía hacerle algunas consultas. De paso, le envié las fotos que le había prometido a mi amiga colombiana.

Ese mismo día, al medio día me llamó Horacio, tras haber leído el mail. Me citó a la tarde en su oficina. Imagino que supondría algún nuevo problema con mi ex.

Al llegar a la oficina de Horacio, él mismo me atendió. Estaba solo.

- ¿Qué decís? ¿Qué ocurrió?

- Nada.

- -Vos nunca venís por “nada”. Pasá y sentate. Ya estoy con vos.

Tras pasar a su despacho y tomar asiento, escuché que con la voz alta me decía:

- ¿Tomás un café?

- ¡Dale!

Al rato vino con una bandeja con ambos pocillos y una cajita con sobres de sacarina y azúcar. Los colocó sobre la mesa y me señaló de manera tal que ya conocía mis gustos.

- Te traje azúcar, porque como vos decís “para amarga está la vida”

Me reí por la broma respecto a una frase que siempre uso en ocasiones cuando me pregunta: “¿dulce o amargo?”.

- Contame ahora. ¿Qué te está pasando?

- ¿Puedo convivir con una mina?

Lo meditó unos segundos y me respondió.

- La pregunta es al revés. ¿La mina puede convivir con vos?

- -Dejate de joder boludo. Dale, puedo convivir con una mujer sin qué esto me joda con el divorcio.

- Hace más de cuatro años que se separaron. Nosotros ya planteamos el tema del divorcio en el juzgado hace unos meses. Tu ex estuvo en pareja conviviendo y ella argumenta que tiene derecho a la búsqueda de su felicidad. Nosotros, decimos eso en caso que se entere, y usamos sus mismos argumentos. Si ese razonamiento es válido con ella, con más razón con vos, que planteaste la convivencia, una vez presentado el juicio de divorcio y no antes como ella. ¿Eso es todo?

- No, hay algo más. Respondí medio ahogado por el café caliente.

Supongo que Horacio sospechó algo más denso. Hizo silencio y se quedó a la espera que arremeta.

- Es una consulta por una amiga.

Horacio me interrumpió.

- ¿Qué clase de amiga y por qué no la trajiste?

- Es la mujer con la que quiero convivir.

- ¿Por qué nunca me dijiste que estabas de novio?

- Porque no lo estaba.

Horacio, tomó un sorbo de su café y me miró extrañado, con el ceño fruncido, escudriñándome.

- ¿Hace cuánto que la conocés?

Le conté la historia de nuestra relación, mientras él tomaba su café. Cuando terminé, me dijo:

- Habiendo tantas mujeres en el mundo, decimé por qué mierda pensar en convivir con una puta. Disculpá que te lo pregunte así, pero es una mina que brinda sexo por dinero, o sea es una puta, por más eufemismos que uses o busques.

- - No lo sé. La cuestión es que te consulto porque la quiero ayudar.

- Que la quieras ayudar es muy loable. Ahora, una cosa es ayudarla y otra la convivencia. ¿Tenés idea de lo que esa mina ganaba por mes en el privado en donde ella decía que le iba mal? Si ella comienza a trabajar limpiando casas, en un geriátrico, ella va a ganar mucho menos que la plata que ganaba cuando le iba mal. ¿Entonces? ¿Qué va a ocurrir con ella y su deseo de convivir? La cuestión es que la convivencia no se te transforme en una carga a vos, que lo que vos ganás con dignidad y orgullo, ella te humille por ser poco.

- ¿Vos no le ves alguna solución?

- ¿Para vos? Sí. Olvidala ya y alejate cuanto antes.

- ¿Para ella?

- Ella tiene una hija, con un tipo adinerado. Por un lado está cometiendo un delito por impedir el contacto del padre con su hija, por otro es un daño a ambos por impedir ese contacto, pero ella no percibe la cuota de alimentos para la criatura. No digo que sea la solución, pero si podría ser un paliativo. Quizá el padre sea obligado por la justicia a darle vivienda a la niña y a ella, quizá con la suma que pague ella pueda conseguir algo digno para ir a vivir. Y, Dios no quiera, pero si va a vivir con vos, sería una ayuda que tendrían.

- El tipo no la reconoció.

- El tipo no la reconoció, porque según ella, ella se fue y se lo impidió. Además, se mantuvo oculta de él. Ahí, el tema hay que estudiarlo. Ahora, si la nena es hija del tipo, se puede plantear un juicio por paternidad, si es que el tipo se negara a querer reconocer a la piba. Ahora, hay una cuestión compleja.

- ¿Cuál?

- ¿Ella lo puede ubicar?

- Supongo que si tiene negocios, sí.

- Puede estar acá, puede estar en Colombia. Puede jugar a las escondidas porque tiene varias propiedades. Igual, todo esto tiene honorarios, que lo sepa.

- Claro, pero ella no tiene un mango.

- ¿No lo tiene o no lo quiere gastar? Hay miles de organizaciones feministas que le van a brindar ayuda y patrocinio gratuito. En eso las feministas, no notan que hay ausencia de igualdad de género. Que recurra a esas organizaciones y listo.

 

 

Capítulo V: Cambio de piezas

Cambio de piezas: Se refiere a sucesivas capturas, que generalmente se producen en el curso del medio juego y permiten clarificar las posiciones. Estos cambios suelen ser iniciados por el jugador que anticipando un final ventajoso, provoca una liquidación masiva del material.

 

A los días me encontré con ella. Pasé a buscarla por su casa y volvimos a ir a nuestro humilde bar. Una vez sentados, me comentó.

- Yo podría hacer manicuría, con lo cual algo de dinero podría aportar.

Esa postura era mucho mejor que la de ver solamente a la prostitución como la única vía. Igualmente le expuse lo que me había señalado Horacio, sin decirle que mi discurso provenía de un abogado.

- ¿No pensaste en contactar al padre de la niña para que te ayude económicamente?

- No quiero saber nada de ese hombre. Me miró de manera soliviantada ante mi requerimiento.

- Mirá, hay veces que los orgullos son muy mala compañía. Tené en cuenta que no es tu dinero; le corresponde a la niña. La responsabilidad de la crianza de una criatura es de ambos progenitores. Hasta ahora, porque vos lo quisiste, recayó en vos. Bien, te das cuenta que no puedes sola, entonces en vez de generarle un daño a tu hija abandonándola, pedile ayuda al papá.

- - ¡El papá no ha reconocido a la niña! ¡Ella está anotada con mi apellido! Gritó enfurecida con la intención de hacerme callar.

- La niña no lleva su apellido, pero lleva los genes del papá. Puedes comunicarte con él y, le planteas de arreglarlo por las buenas o le hacés un juicio de paternidad. El tema es poder localizarlo.

Ese día a diferencia del anterior, antes de dejarla en la casa, hicimos el amor de manera furiosa. Y lo hicimos en carácter de amantes, fuera de la relación escort – cliente.

 

Capítulo VI: Juego Medio, Ataque y Jaque a la descubierta

Ataque: Una acción agresiva durante una partida o serie de jugadas que tiene el propósito de obtener una ventaja material o la amenaza de capturar un Peón, una pieza mayor o dar mate al Rey.

 

Jaque a la descubierta: Este tipo de jaque se produce cuando se desplaza una pieza que estaba delante de otra pieza propia, causando un jaque. La fuerza de esta maniobra radica en que la pieza que se desplaza, junto con originar el jaque, amenaza o captura simultáneamente a otra pieza o cierra el paso a una ruta de escape del Rey enemigo.

 

Antes de encontrarnos, le comenté en una charla telefónica que comenzaba a trabajar en un penal en el cual el espacio educativo recién estaba comenzando. Para mí era todo un desafío. Eso me tenía excitado y medio nervioso.

A la semana, tras pasarla a buscar por su casa, mientras íbamos caminando, de manera pausada me dijo:

- Debo ser honesta contigo.

La miré fijo esperando que contara lo que que quería decirme. Por un lado sentía miedo por lo que podría venir, pero debo confesarlo, también sentía alegría porque siempre es buena la honestidad.

- Toda la historia con mi ex, el padre de mi niña, es casi toda mentira. Lo único cierto es que él es colombiano.

- Ajá y ¿entonces?

- Él se encuentra preso en la cárcel en donde comienzas a trabajar. ¿Te imaginarás los motivos?

- Supongo que por una causa por narcóticos.

- Sí.

Traté de hacerle ver que la situación para reclamar una cuota de alimentos era mucho más fácil. El tipo estaba ubicable, buscaría beneficios tales como salir de transitorias o pedir la expulsión a la mitad de la condena, por lo cual, un nuevo quilombo no le iba a ser favorable. Me interrumpió con el pedido más descabellado que me hicieron en mi vida.

- ¿No puedes ubicarlo y pedirle que me ayude económicamente?

Atónito es la palabra que define el estado en el que quedé. Había entrado una sola vez a ese penal y, esta mujer me pedía que ubique a un sujeto entre miles de presos, que me lo haga traer (¿con qué argumento?) y le pida a un narcotraficante colombiano, dinero. La miré asolado y con un rictus sonriente, solamente atiné a decirle.

- ¿Es un chiste? ¿Vos querés que me maten?, ¿Qué termine preso? ¿Qué me quede sin trabajo?

Tragué saliva y arremetí con la pregunta obvia:

- ¿Estás loca? ¿Acaso te pensás que soy un Kamikaze? No mi amor, en el supuesto caso que lo viera, por qué va a creerme.

- Te doy una foto mía con la niña.

- Bien, el tipo grita que lo estoy tratando de extorsionar. Vienen los celadores, me encuentran las fotos y me vas a llevar cigarrillos. ¿Sí?

- Él es un buen hombre, no va a hacer eso.

- Si es un buen hombre, por qué no trata de contactarte y brinda ayuda a su niña. ¿Eh?

Hizo silencio, el cual me envalentonó y comencé a hablar.

- Conseguí un abogado para que vaya a verlo. Que él lleve la foto tuya y de la nena y le “aplique mafia”. Tu ex no debe tener ganas de tener nuevos líos, supongo que debe tener ganas o de pedir la expulsión si ya fue condenado o si piensa quedarse, solicitar a la mitad de la condena las salidas transitorias. Si tu abogado es hábil le tira la ficha de una causa por desabastecimiento familiar, que es penal y todo su escenario se va a complicar. Por lo tanto, va a sentarse a negociar. Además ¿cómo lo voy a ubicar si no sé siquiera cómo se llama?

- Se llama Agustín Hernán Salcedo Vargas.

- - No importa como se llame. Esa tarea no la puedo, ni pienso hacer. Lo que puedo hacer es ayudarte a conseguir un abogado que haga ese tipo de reclamos por paternidad y alimentos.

- ¡Abogado al cual hay que pagarle! ¿No te das cuenta que no tengo dinero, carajo? Me gritó desesperada.

- Mirá, hay miles de ONG feministas que te van a dar patrocinio gratuito. Se van a hacer agua la boca tratando de ayudar a la pobre mujer que quiere abandonar la prostitución y que no es ayudada en la manutención de su hija por el hombre rico y delincuente. Ese no es el problema.

Para ese entonces ya habíamos llegado al bar, pedimos algo de comer y su silencio era muy peculiar. Tanto qué le pregunté si estaba molesta conmigo.

- ¿Contigo? ¡No! Sólo que debo sincerarme aún más.

Estaba a punto, por fortuna de engullir un trozo de una porción de muzzarella. Extrañado la miré y exclamé:

- ¿Cómo?

- No puedo hacer lo que me pides.

- ¿Por qué motivo?

- Tengo pedido de captura internacional.

- - ¡¡¡¡¿Qué?!!!!

Ahí la cosa había tomado otro cariz diferente. Una cosa es ayudar a una mujer con su hija; otra muy diferente era ayudar a una prófuga. Mis ojos desorbitados y el volumen de mi exclamación deben haber llamado la atención a los parroquianos, que muchos se quedaron mirando.

- Si buscás en Internet en las personas que están en esta situación, me vas a ver.

- ¿Estás en la misma causa?

- Si.

- O sea, si asomás la cara en la justicia.

- Quedo presa. Ya lo sabes. ¿Vas a ir a denunciarme ahora?

Mi cabeza era un caleidoscopio donde se formaban figuras macabras. Todo daba vueltas. No sabía que pensar. Instintivamente me decía a mi mismo: levántate ya y mandate a mudar. No obstante, decía una parte de mí, es ahora en donde hay que pensar en frío. Es muy difícil razonar en esos momentos. Más cuando uno está acostumbrado a razonar a partir de un análisis mesurado. Acá aflora el instinto de supervivencia, pero eso sólo no alcanza porque hay otros niveles de complejidad que llevan a que la situación no sea tan fácil.

- Supongo que tu nombre no es el de María Emilia ¿No?

- No, mi nombre es el de Camila Bermúdez. Por ese nombre las fuerzas de seguridad me buscan.

Tras dejarla, mi cabeza seguía siendo un hervidero. Si la denunciaba ¿cuáles serían las consecuencias para mi familia y para mí? Si ella estuvo prófuga tanto tiempo ¿había connivencia de alguien? Ese día caminé hasta mi casa embargado en una mezcla de desesperación y angustia; aún sin saber que todavía faltaba lo peor. Yo, sin saberlo, estaba engrillado a una inmenso cubo de plomo.

Al otro día, más tranquilo, pensé en llamarla y decirle que hasta ahí llegaba. Que me entienda, que no podía seguir. No obstante, se me dio por consultar la página de “Policía Internacional”. Ahí estaba ella, descollaba por su belleza. Hermosa como una cobra, peligrosa como una cobra y fatal como solo una cobra puede llegar a serlo. Al lado de su foto, el motivo por el cual la justicia había solicitado su captura “DRUG”.

Sin embargo, me detuve a analizar algo. Un detalle insignificante, pero crucial y angustiante. La casilla de su mail estaba conformada por el diminutivo del nombre de ella y del padre de su hija. La mañana helada se volvió una suerte de un ciclo de pasteurización; por momentos se me helaba el alma dándome ganas de llorar y en otros el cuerpo me estallaba como un volcán, presa de la furia que me invadía. La llamé y, sin darle demasiadas explicaciones, le pedí de verla cuánto antes.

Ese día la cité en un bar, cerca de su casa. Al llegar, me dio un maravilloso beso, supongo que ella intuía o un alejamiento y trataba de seducirme para que eso no ocurra. Tomé una servilleta y extraje un bolígrafo. Escribí el nombre de ella y el de su ex pareja. Armé los diminutivos y le dije:

- Imagino que Cam es por Camila y Agus es por él. ¿No cierto?

- - Sí. Respondió lacónicamente; respuesta que acrecentaba hasta niveles insoportables mi desesperación.

- Escuchame una cosa ¿Está es la casilla de mail que usaban dentro de la organización? Pregunté casi al borde del llanto.

- Sí.

La miré fijo. Contuve de una manera casi admirable mis ganas de zamarrearla. Solamente le dije:

- Decime ¿vos sos boluda o te hacés?

- - ¿Por qué me dice eso? ¿Por qué me trata así?

- ¿Cómo por qué? Esa casilla está monitoreada por la policía, nena. No se te ocurrió sacar una nueva.

- Si, tengo otra.

- Si tenés otra, pero me diste esa.

- - ¿Y cuál es el problema?

- ¿Cuál es el problema? ¿Vos me estás jodiendo? El problema radica que te envié las fotos del aviso desde Mi casilla de mail, desde MI casa y con MI IP. O sea, ahora estoy en un bonito quilombo gracias a vos, por el solo hecho de haberte mandado unas fotos de mierda y haberte brindado mi amistad. ¡¡¿Te parece poco carajo?!!

Yo no puedo explicar la mezcla de sentimientos que me embargaban. La desesperación, la angustia, la preocupación, el fastidio, el sinsabor de verme engañado e involucrado en algo que no tenía nada que ver. Y ella, con una mueca como si yo fuera un exagerado.

- ¡Pero por favor, fresco! Mi marido mandó a formatear las máquinas antes del allanamiento!

- ¡Ah! Mirá vos qué bien. ¿Sabías que hay programas que recuperan datos? ¿Creés que la policía es idiota? ¿Qué no tienen expertos en informática?

Por desgracia, en ese momento se me ocurrió otra idea que agravaba el cuadro aún más.

– Veamos, si ustedes se comunicaban por mail, es porque no eran ustedes dos solamente. Lo usaban porque la organización es mucho amplia. ¿No? Se comunicarían con los proveedores, con socios y con clientes. ¿No es así?

Ella hizo silencio.

- Mirá carajo, me metiste en esta vaina del berraco. Ahora te pido que me respondas. ¿Cuántos eran?

- Muchos.

- ¿Todos colombianos?

- No, hay peruanos, argentinos…

La lista de nacionalidades era amplia. No importaba ya, cada palabra confirmaba que estaba en metido en un problema fenomenal.

- ¿Están todos presos?

- La mayoría.

- - ¿Acá?

- No solamente, también hay en Brasil, España, Bélgica, Sudafrica, etc, etc.

La lista era amplia. Me tomé la cabeza. Tenía ganas de llorar, pero ya no era hora de hacerlo. Debía pensar todo de manera minuciosa. Era un partido de ajedrez.

- ¿No te das cuenta que no sólo son las máquinas de ustedes, sino la de los demás?. ¡Todas las máquinas deben haber sido examinadas y por lo tanto la policía tiene esa casilla identificada como de ustedes! O sea, ¡la están controlando!

Dicho esto me levanté. No quería estar ni un minuto más al lado de ella. Estaba ofuscado, sin saber qué hacer.

- ¿Va a denunciarme?

La miré detenidamente. No era fácil responderle, desde la corrección y la caballerosidad al menos. Cometí un error, que gracias a Dios, no me jugó en contra más tarde.

- Escuchame Camila. ¿Abriste la casilla?

- No, aún no.

- Vas a hacer lo que te digo. Te olvidás de esa casilla. No la abras por nada del mundo.

- - Necesito las fotos, para publicar los avisos. Me imagino que después de lo que te conté, lo de ir a vivir con vos no va a ocurrir.

- Exacto, eso es imposible. Lo ideal es que no abras esa casilla. Si lo hacés, hacelo desde un locutorio y lejos de tu casa. Eso está monitoreado por la policía.

- -Eres un exagerado. Mi esposo mandó a formatear las máquinas, te dije.

- Tu esposo ¡un cuerno! Yo te dije lo que te dije. Hace caso. ¡Por favor!

Nos levantamos y la dejé en la parada del colectivo. En esta oportunidad, a diferencia de las otras, no la alcancé hasta la casa. Sentía que no se lo merecía.

 

Capítulo VII: Mi rey debe salir del jaque

¿A quién recurrir que sepa de estos temas? ¿A quién consultar que no te juzgue y te haga sentir miserable? ¿Quién ha pasado por situaciones similares? En mi familia nadie; todos son gente de trabajo.

En esos días debía concurrir a la cárcel de Devoto. Me reencontré con dos muchachos amigos que toda su vida fueron delincuentes y con los cuales hay confianza. Les conté lo que estaba pasando. Ellos quedaron absortos al enterarse de mi historia. Ellos confirmaron mis pensamientos más lúgubres, que me obligaban a ser cauteloso. El primero que rompió el silencio, tras oírme, fue el “orejón” Gaitán.

- Profe a que lindo bondi te subió la colombiana. Seguro que ahora tenés pinchado el teléfono. Cuidado con lo que hablás. ¡No duermas!

El Bebote Mancuso aportó.

- A esta altura te deben estar investigando. Pero vos tenés una vida de trabajo que podés mostrar. ¿Hace mucho que vivís en tu casa?

- - Desde la década del setenta.

- Los que estamos en esta, siempre debemos movernos.

Gaitán intercedió:

- ¿El teléfono fijo desde cuando lo tenés? ¿El celular?

- - El fijo desde el Plan Megatel del gobierno de Alfonsín. El celu desde hace varios años con el mismo número.

Mancuso me indicó:

- Vos tenés que hacer tu vida normal. Solo ser cuidadoso nomás. A esta altura, la piba no te cuidó, vos tenés que cuidarte por vos y por tus hijos. Ella no tuvo códigos, vos no dejés de tenerlos, pero tampoco le debés nada.

- No entiendo.

- Seguí el vínculo. Habla por teléfono. Si te separás de ella, eso les puede llamar la atención. No la ensuciés, pero limpiate vos. No sabés si ella lo va a hacer llegado el momento.

- No podés estar seguro de ella. Ahora tenés que ser inteligente. Aportó Gaitán, para agregar.

- Esperemos que la piba haya abierto la casilla del mail y la cana vaya por ella. Te van a seguir, pero para vos eso es lo mejor.

Ahí comprendí el enorme error que había cometido. Mi cara se transfiguró. Creo que estuve a punto de vomitar. Mis interlocutores se quedaron azorados al ver como mi rostro se deformaba. Me miraban esperando una explicación.

- Le dije que no la abra, que la cana podía estar controlándola.

- ¡Ay boludo! Si la piba no la abre, te van a citar a vos para que informes al juez dónde está. Si “soplás la bolsa” (decís dónde la pueden ubicar, delatar) andá a saber que represalias pueden tomar con vos.

- Si te callás, venís para acá. Sos cómplice. ¡Ay nieri! Ella no fue gente con vos. No merece que te arruines por ella.

No sé cuánto tiempo pasó, me quedé demolido sobre la mesa. Mi cabeza era una suerte de hormiguero pateado. Mancuso trajo al Paisa Miguel, quién fuera alumno mío. Colombiano también, vinculado a la “oficina” (una de las organizaciones que se formaron tras la muerte de Pablo Escobar y del posterior desmembramiento del cartel de Medellín en varias bandas criminales o Bacrim) y próximo a ser deportado. Ya tenía un pantallazo de la historia; obviamente Mancuso lo puso en “autos”. Al entrar, me palmeó el hombro como un gesto solidario. Exclamó laconiamente:

- ¡Que berraquera profe!

Sonreí con una mueca de tristeza. ¿Qué más podía decir?

- Esa vieja si se las trae. Profe ¡Diga al menos que está bien chusca!

- Bacanisima, pero es el polvo más amargo de mi vida.

- Eso sí, una vaina color hormiga, parce.

- Si hormiga bien culona. Parece santadereana, porque tiene una cola que es un sueño.

- ¿De dónde es esa vieja?

- Del Magdalena.

- No joda, de donde es su familia. Ah no profe, eso es mucha mala suerte. Mucha hijueputa. ¿Y usted que va a hacer?

- Él no sé, pero nosotros le vamos a armar una lista de los teléfonos de los pabellones por si le caen los ortivas en el rancho. Se levantó Gaitán, tomó un papel y una birome y comenzó a copiar los números.

- La verdad es que no lo sé. No sé qué es lo correcto.

Mi amargura y angustia me estaban carcomiendo el alma como las termites a la madera.

- ¿Cuál es el nombre de esa mujer?

- Camila Bermúdez. Su marido es Agustín Hernán…

El paisa Miguel no me dejó terminar

- -La mujer de Salcedo Vargas. Bah, la amante.

- ¿Lo conocés?

- No, solo por referencias. En su causa son muchos, hay prófugos, no solamente ella.

- ¿El tipo este de dónde es?

- Pasto.

Me limité a reirme y a exclamar: “Ay Dios”

- ¿Qué paso ahora? Dijeron los tres interlocutores al unísono.

- Toda mi familia materna es de ahí. La mina es de donde es mi familia paterna y el tipo es de donde proviene mi familia materna. ¿Se puede tener tal mala suerte?

Los tres se miraron en silencio. La situación era grotesca, daba para reírse de la carambola del destino, pero por respeto a mi, prefirieron el silencio piadoso.

- Profe, no conviene que se presente a la justicia.

- ¿Por qué?

- No son buena gente. Tienen vínculos con los paramilitares. Ya no solo es protegerlo a usted y los suyos acá. Hay que proteger a su familia allá. Para este hombre esa mujer es la amante y no vale nada, no es la esposa legal. La cuestión es la niña pequeña. Si la madre va presa, va presa junto a ella la niña. Es eso lo que puede llegar a molestar, el encierro de la niña. ¿Me estoy haciendo entender?

Obviamente comprendía. Todo, a cada segundo era una espiral de locura.

- Muy bien. Entonces díganme qué es lo que ustedes me aconsejan. Digo, dejando de lado la opción de la delación y la del suicidio. ¿Qué otras opciones me quedan?

- Usted en esta historia no tiene nada que ver. Siga su vida normal, los cambios en su rutina van a hacer que sospechen de usted. ¿Usted se comunica con ella a través de qué vía?

- Mensajes de texto preferentemente y llamadas.

- ¿Ella tiene teléfono fijo?

- No lo sé.

- Dijo mensajes de texto. ¿Qué equipo tiene ella?

- ¿Cómo qué equipo?

- La marca.

- Blackberry.

- ¿Sabe el modelo?

- Ni idea.

- Se me olvida de usar mensajes de texto con ella. ¿Oyó? Usted de ahora en más la llama por teléfono. Haga notar en sus diálogos como fue que la conoció. El tema que ella le planteó de ir a vivir a su casa. Los motivos de su vinculación con Colombia. Ahora profe, le va a tocar ser bien abeja y muy piloso.

- ¿Qué tiene que ver el Blackberry? Pregunté extrañado por la cuestión de la marca.

- Son más difíciles de descifrar. La justicia debe solicitar a Estados Unidos el pedido para que la empresa lo decodifique, con lo cual tardan tiempo. Todos los capos usan esos equipos o teléfonos satelitales y se renuevan periódicamente, para entorpecer los seguimientos. Todo trabajo tiene sus reglas profe.

Años después una nota periodística comentaba esto respecto al Chapo Guzmán y su predilección por esta marca vinculado a la cuestión de seguridad.

Una vez terminada la charla con el paisa Miguel, Gaitán y Mancuso comenzaron a interrogarme.

- Profe ¿en tu casa hay armas?

- - No.

- - Falopa tampoco ¿no cierto?

- - Tampoco.

- - ¿Joyas, guita?

- Algo hay.

- Ponelas en lugar seguro. Cuando la cana hace un allanamiento, te chorean. Esperemos que no suceda nada y que los ratis no te cuelen el rancho.

Gaitán me dio un papel con la lista de teléfonos y me aclaró:

- Tomá guardala y tenela con vos. Memoriza los números que están subrayados que son los de nuestro pabellón. Si pinchás, no importa al penal que te lleven, nos avisás. Nosotros nos encargamos de todo.

- - Si no podés llamar antes, plántate y decí que sos el profe de acá. Los refugiados de ingreso se van a cuidar. Igual llamá pronto para que no te rastreen (robo de un ladrón a otro) y no tengas que pararte de manos.

- Si te chetean, bancá. Cuando llames, nos avisás y nosotros nos encargamos de ese bondi. Aportó Mancuso.

 

Capítulo VIII: Problema

Problema: Posición concebida por un especialista en la cual mediante un número determinado de jugadas se debe de dar mate.

 

Al llegar ese día del trabajo me encontré con algo que me llamo la atención. Un auto de color gris con dos hombres y una mujer en su interior, estaba estacionado frente a la puerta de mi casa. Los tres, miraban la puerta de mi edificio, casi sin pestañar. Entré rápidamente, casi sin mirar y con la respiración contenida. Cuando abrí la puerta de casa, me desmoroné sobre un sillón. No sabía cómo pedirle perdón a la memoria de mis padres e imaginaba las caritas de mis hijos al verme detenido. No se puede explicar la ansiedad y la tristeza asfixiante que sentía.

Para tranquilizarme pensé que podía ser una simple casualidad y que me estaba asustando por nada. Tal vez era una coincidencia.

A la tardecita, salí a hacer las compras. A unos metros de la puerta de casa, el auto con tres personas a bordo era de color azul. Los tres pasajeros, que eran otros diferentes a los del primer auto, no sacaban los ojos del frente de mi casa.

Evidentemente ya tenían el dato que mi mail había salido desde mi domicilio. Una vez que encausé la amargura y angustia, encontré una idea aliviadora. No era a mí a quién buscaban. Me habían visto salir y entrar varias veces. Estaban esperando a ver si e